Eppur si muove
Así lo musitó Galileo Galilei, tras
abjurar al heliocentrismo del globo terráqueo ante la Santa Inquisición.
Y
sin embargo se mueve simboliza la terquedad científica frente a la censura
de la fe, la quintaesencia de la perseverancia de un investigador concienzudo
ante la autoridad irracional, pues la Iglesia estaba dispuesta a llevar a la
hoguera a Galileo, si éste persistía en sostener que la Tierra giraba alrededor
del Sol. Como en efecto lo hiciera con Giordano Bruno, por idénticos motivos.
Este velado comentario fue apuntado por un
escriba presente en el juicio, y de allí pasó a la Historia: Eppur si muove.
Y es que las organizaciones, de la
naturaleza que fueren –religiosas, empresariales, políticas, gubernamentales,
laborales-, al ser productos de las imperfecciones de los seres humanos que las
idean, desarrollan y mantienen, tienden a
volverse arterioescleróticas y paradigmáticas.
Es en ese punto donde se vuelven
atractivas y se van llenando de psicóticos, que las usan para la satisfacción
sus propias y casi siempre inconfesables necesidades y pedestres deseos. Estos
verdaderos vampiros se ubican en lugares donde ejercer, con la mayor impunidad
sus perversiones: las salas de tortura, los patíbulos, los cubículos para
interrogar.
Los verdugos y torturadores no son los únicos malucos
Sin embargo, aunque los más evidentes, no
son esos los únicos sitios donde se ejerce el terrible oficio de cuestionar y
condenar al prójimo.
Ni tampoco la horca, la guillotina o el
descoyuntamiento las únicas formas de eliminar a alguien, puesto que el
ostracismo moral resulta muy efectivo y contundente, sobre todo aplicado a
alguien visible, vulnerable y envidiable, como un científico, un artista o un
atleta.
Lo digo porque ayer recibí el e mail de un
tocayo muy querido, refiriéndose a mi reflexión sobre la medalla de oro de
Limardo, la repulsa que los honores recibidos y sus palabras de aceptación
habían causado entre muchos antichavistas, y lo absurdo que a mí me parecía tal
actitud.
Le recordé a Raúl, el publicista, la
historia de Herbert Von Karajan, director de la Filarmónica de Berlín durante
el obscuro III Reich, y de la misma agrupación al momento de la luminosa
reunificación de Alemania tras la caída del Muro de la Vergüenza. Dejé en el
aire la pregunta, ¿qué habría ganado la cultura mundial si a Von Karajan se le
hubiese condenado al silencio, como lo proponían algunos de sus cuestionadores?
Los perseguidores de la intelectualidad
francesa
Porque el gran perseguidor de los
intelectuales del Siglo XX fue, sin duda alguna, Jean-Paul Sartre. La agarró
contra Louis-Ferdinand Céline, cuya obra, Viaje
al fin de la noche, publicada en 1932, constituye realmente la primera
aplicación a la literatura de las ideas existencialistas expresadas por el
filósofo danés Søren Aabye Kierkegaard a finales del Siglo XIX.
Sartre se basó en la no participación de
Céline en la resistencia comunista contra los nazis para acusarle de colaboracionista, y negarle la
publicación de sus textos tras la derrota de Hitler.
También el dúo Sartre-De Beauvoir condenó
a eminentes personajes como la actriz Danielle Derrieux y el escritor Vintila
Horia, cuya novela histórica y prácticamente autobiográfica, Dieu est né en exil (1960), ganadora del
Premio Goncourt, aunque referida a la vida e infortunios del famoso poeta
romano Ovidio, para quien lea entre líneas resulta una analogía muy clara con
el infierno al que le mandó la pareja ñángara después de Vichy.
Empero, mal que bien, Céline, Horia y
Derrieux sobrevivieron y trascendieron después de tales añagazas; al fin y al
cabo, lo que es del cura va para la Iglesia.
Los que si se quedaron arruinados fueron
los dueños de las imprentas que habían tenido la desgracia de haber tirado documentos oficiales durante la ocupación, ya
que fueron confiscadas –léase bien, confiscadas y no expropiadas-.
Se trata de un procedimiento mediático
estándar, en tres fases, de los marxistas leninistas cuando se sienten guapos y
apoyados:
1. Descalificar y silenciar a los
intelectuales que les pudieran hacer sombra
2. Apoderarse de la ideas en boga, y
proclamar su autoría aunque hayan sido creadas por otros
3. Confiscar los medios de comunicación.
Se lo aplicaron a mi papá, Luis Miquelena y
Luis Vallenilla, para apoderarse de la rotativa del diario La Calle en 1958, lo
que en efecto lograron sin desprenderse de un centavo.
El primo de Barcelona también protesta
También hubo otra crítica, de mi primo
de Barcelona y en referencia al blog de la medalla.
Manuel se focaliza en lo que considera mi odio compulsivo hacia la MUD. En
realidad, yo dejé de odiar hace tiempo, pues, en mi camino espiritual, el odio
no está permitido. Ni siquiera vale como excepción el Guasón, lo cual me cuesta
un trabajo horrible.
Lo que puntualizo, no por neurosis, son
informaciones que manejan muchas personas en la actualidad, y las cuales,
supongo, no deben ser desconocidas para las cúpulas y los asesores del
candidato opositor.
Lo que critico, porque hace que se
enciendan todas mis alarmas y aumente mi crispación, es por qué, si las
conocen, las callan, las tergiversan o intentan mantenerlas de bajo perfil.
Las verdades que nadie quiere asumir
En este escenario particular, no queda
otro recurso, para acertar, que pensar mal.
Fíjese, lector@, en la columna Carrusel Político que publica Luis
Felipe Colina en La Razón, con fecha
29 de agosto pasado, figura la siguiente nota: Fuentes castrenses aseguran que el proceso de reelección del
comandante-presidente candidato Hugo Rafael Chávez está lo suficientemente
blindado por una ventaja sobre los 800 mil votos.
Es la misma cifra que he calculado, según
el número total de electores, el porcentaje histórico de votos para las
presidenciales en Venezuela y 2 millones de votantes virtuales, según estima el
general Carlos Julio Peñaloza, que configuran el fraude ya cantado. Todos estos
datos me han permitido señalar que, aún superando por 10 puntos al Guasón,
Capriles perdería por 800 mil votos.
Hoy afirmo algo aún peor: Aunque gane por
el porcentaje que sea, las órdenes al CNE son no reconocer el triunfo de la
oposición. Y esto lo sabe el entorno del Flaco.
Otro aspecto son los quintacolumnistas
insertos en la oposición. La experiencia demuestra que, en el drama del 11-A,
no fueron precisamente los militares quienes dieron al traste con las
clarísimas oportunidades de cambio, sino los civiles por razones espurias: ¿Y cómo quedo yo ahí?
No
los voy a mencionar, pero ellos saben quienes son, y también los conocemos
la mayoría de los que vivimos esas horas nefastas para la República.
Finalmente los temores, y la desconfianza
hacia los milicos.
Recuerdo que un oficial me aseguraba que,
para que las FFAA volviesen a actuar como lo hicieron el 11-A, los civiles
deberíamos aportar, al menos, 5 mil muertos.
Como me recordó anoche el tocayo airado, ya van más 160 mil bajas en
manos del hampa; mucho más que el resultado de la sumatoria de todas las
víctimas fatales de la Primavera Árabe.
No quiero terminar estas líneas con
pesimismo. Ciertamente hay una alternativa, una opción, un camino. Pero depende
de todos y cada uno de nosotros, de nuestro valor, de nuestra voluntad y de
nuestra capacidad de oponernos a Goliat, y derrotarlo con la honda de nuestros
valores. No es fácil, pero si posible. Y, el primer paso, es denunciar el
fraude montado y ponerlo en evidencia, antes, durante y después del proceso del
7-0.
Y también pedirle al Señor una manito: A Dios rogando y con el mazo dando.
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