Acostarse aterrorizado
Ayer, por enésima vez
millones de compatriotas se acostaron aterrorizados, no por las amenazas del
orate saliente, quien desde que los obreros de Guayana le vieron la oreja
blanca o, quizás, otra parte del cuerpo, está mutando de autodesignado dios
Marte a coco –en su acepción de
personaje imaginario con el cual se asusta a los niños- o modelo del Judas que
se quema en Semana Santa.
El culillo del venezolano
común y corriente se refiere, más bien, a la posibilidad cierta de caer abatido
durante alguna reyerta entre bandas
criminales –palabra con la que la
ministra Fosforito Varela calificó el reciente motín habido en Yare I, cuya
mortandad aún no ha sido auditada-, en un atraco, un secuestro exprés, o por causa de un gatillo alegre. En fin, de incorporarse a esa lista de 50 y pico
de cadáveres que ingresan al tanatorio de Bello Monte los fines de semana en
Caracas.
Culillo de quedarse sin
luz, y de que a uno se le pudra la comida en la nevera. De no hallar la
medicina que requiere para vivir, o el alimento para el bebé. De que no alcance
la plata para el mercado. De perder el trabajo por la confiscación de la
empresa. De no llegar a tiempo a su labor porlas protestas callejeras o los
retrasos del Metro. De perecer en un siniestro de tráfico, o de que se desborde
el río que pasa al lado y le arrastre, a él y los nuestros. O al menos de quedar en
la carraplana de Ño Leandro: sin vivienda, sembradíos, animales de cría ni
electrodomésticos.
El miedo y los Tres Chiflados
En fin, culillo ante una situación excesivamente normal, en la que
subsiste el ciudadano desde hace 14 años –la frase es del ex vice-delincuente
HDP de la República, José Vicente Rangel-.
Quien haya visto la rueda
de prensa dada recientemente por los Tres
Chiflados –Elías Eljuri, Nelson Merentes y Jorge Giordani (a) El carcelero de Econoinvest-, puede tener
una percepción diametralmente opuesta al que no les queda otra que patear
las calles.
Ellos andan en lujosas y
blindadas 4x4, protegidos por fornidos escoltas entrenados por el G2, lejos del
mundanal ruido. O se trasladan en aviones privados, o en las primeras clases de
las aerolíneas internacionales. Bien lejos del mundanal ruido, y en aire acondicionado, que tapa los hedores de basura no recogida por
semanas y orines y heces de los indigentes; aromas con los cuales
la revolución castrocomunista sustituyó a los de comida y condimentos
españoles, típicos, por ejemplo, de Sabana Grande y La Candelaria durante la
oprobiosa 4ª República.
Terror a lo desconocido
Lo que no esperaban los
vecinos de la Refinería de Amuay es que su descanso habitual del viernes por la
noche fuese interrumpida por la detonación de miles de hectolitros de gas
natural, con 9 muertos y más de 50 heridos en el primer conteo –muchos de ellos por quemaduras de todos los
grados-, numerosas viviendas destruidas total o parcialmente y un pánico
generalizado.
A la hora de escribir estas
líneas, aún las llamas seguían calcinando la infraestructura industrial u las
edificaciones adyacentes, entre ellas, un cuarte de la Guardia Nacional donde
hubo varios lesionados.
Al grojo grojito de Rafael Ramírez, primo de Ilich Ramírez, el
terrorista más admirado por el Guasón, habría que hacerle un seguimiento
especial, por su responsabilidad en el endeudamiento y la destrucción de PDVSA,
por una parte, pero también por su participación directa en el lavado de
narco-dólares, como en el casos del maletín decomisado al ex empresario y
ahora consagrado cantante Guido Alejandro Antonini Wilson, supuestamente
enviado para colaborar con los gastos de la elección de la compañera camarada presidenta
Cristina Fernández de Kirchner –quien ha centuplicado milagrosamente su fortuna
personal desde que se convirtiera de Primera Dama de la Argentina a la fecha-, y los de otras valijas con
similares contenidos, una de las cuales se desvaneció misteriosamente, antes de ser entregada a su destinatario, en el
Aeropuerto Jorge Chávez de Lima.
Rafael Ramírez, quien en
estos momentos se encuentra en Punto Fijo, debe ser investigado a fondo cuando
se acabe este despelote, analizando con prolijidad hasta dónde el siniestro de
hoy se deba a negligencia, incompetencia, dolo o mala fe. Y, ¡cuidadito!, no
se vaya a ensuciar la información con la
especie de que se trata de un acto terrorista para perturbar el paso de
vencedor del Guasón hacia su reelección.
Lo que si está claro es que
alguien tendrá que pagar, más temprano que tarde, esta madrugada explosiva.
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