Se le salió del alma
Al iniciar una de sus cada día más
frecuentes y menos creíbles descalificaciones contra el candidato opositor, se
le salió del alma al Guasón la añoranza hacia otros de sus competidores de la
derecha apátrida: Manuel Rosales y
Henrique Salas, a quien bautizara durante la campaña de 1998 como Frijolito, con esa gracia que siempre le
ha caracterizado, la cual hace llorar a sus reidores de oficio en las cadenas
consuetudinarias.
Se le colaron, asimismo, algunas frases
relativas a que, con ambos, sí se podía
negociar, pero con Henrique Capriles no.
Y por ese barranco estaba, a punto de
despeñarse, hasta que se apercibió del significado de sus declaraciones, y el
peligro de que algún avispado periodista sumara dos y dos, llegando al inevitable resultado de cuatro.
La defenestración de Irene
Cuando Irene Sáez, respaldada por su
propio partido, AD y Copei estaba montada mas de un 30% de las preferencias de
los electores en junio de 1998 –hago constar que ya para esa fecha coordinaba e
interpretaba encuestas políticas-, Frijolito
saltó a la palestra, dividiendo al voto opositor, y provocando la subida
violenta del comandante golpista.
Más adelante exhibió un gráfico donde,
supuestamente, la línea de la intención de voto a favor del Guasón y la de él
estaban a punto de cruzarse. Y presentó la hipótesis de que, finalmente,
triunfaría sobre el militar.
Todo lo cual lo adornaba con un background de carabobeños a caballo, más parecidos a los protagonistas de Siete hombres y un destino que a los
llaneros de Vuelvan caras.
Por supuesto, tal ilusión de desvaneció
como pompa de jabón.
El desapego al Manual del perdedor
Mientras me tomaba una cervecita la noche
de los comicios, a las puertas del comando de campaña de Rosales y rodeado del
júbilo de sus seguidores quienes ya daban por segura la victoria, antes de que
el CNE se pronunciara, Rosales reconoció su derrota.
Aquello cayó como un balde
de agua fría pues, no me cansaré de repetirlo, Rosales violó flagrantemente
el Manual del candidato perdedor, de
la A a la Z. Todavía se desconocen los numéricos exactos del evento, así como
los de todos y cada uno que se han llevado a cabo después.
El Flaco va a ganar y le toca cobrar
Por lo que, en esta oportunidad, es
preciso comprometer al Flaco a que gane y
cobre, la promesa básica de Rosales. Y lo digo porque,
aparentemente, él está bien dispuesto a hacerlo, y cojones le sobran para
lograrlo.
Pero hay dos tendencias en la oposición.
Una que cree habrá fraude, desagrupada, cuya opinión más visible es la de Rafael Poleo, a la cual se
suman otros con acceso a los medios convencionales y a quienes sólo les quedan
trincheras como ésta
Otra que desconoce el fraude, o bien porque sus sostenedores aspiran a negociar la indignación popular
que surgiría tras una eventual manipulación comicial; o porque son tontos
de culo, o porque creen que Venezuela es Bambilandia y Bambilandia el país donde los chicos son felices y gozan más.
No he subido a La Colina, ni allí me he
puesto a cantar
A este último conglomerado ha dado en
llamársele El grupo de La Colina, y
aunque en esa urbanización de Caracas se encuentran Venevisión, el cuartel general
de los Cisneros y su Miss Venezuela.
Poleo identifica a Teodoro Petkoff -Director de TalCual-, Vicente
Díaz –rector del CNE y presunto representante de la MUD- como líderes de La
Colina, mas no menciona, específicamente, a los Cisneros.
Empero, no me extrañaría que en ese saco de gatos estuviesen metidos, dado el historial de amplitud y tolerancia que los ha distinguido hacia el régimen en
estos 14 años de castro-comunismo.
Es muy posible que la causa de tal
conducta no se deba al temor a perder su licencia de transmisión radioeléctrica,
sino, más bien, a haber caído en las mentiras y seducciones del Guasón.
Como pone Ibéyise Pacheco en boca del psiquiatra Edmundo Chirinos, ex terapista del
Guasón en su investigación Sangre sobre el diván... : Nadie
miente como Chávez, él lo hace con afecto. Nadie hace eso ahorita…
Lo que plantea La Colina es que la intención
de los votantes está blindada, que las discrepancias existentes entre el padrón
–muertos, extranjeros, virtuales, cédulas repetidas que votan- y la verdad
verdadera son irrelevantes, que las FA –incluyendo a las milicias populares-
garantizarán la transparencia del proceso, y que los actuales gobernantes
entregarán el poder sin traumas al candidato ganador.
Quienes no hemos subido a La Colina, no estamos en las alturas del poder, sino abajo,
opinamos exactamente lo contrario.
No porque seamos locos, mentecatos o golpistas,
sino porque en el expediente de la memoria hemos ido acumulando centenares de
folios sobre hechos inexplicados o desestimados a priori y a posteriori –hechos malditos, si se les quiere dar un
adjetivo literario-, los cuales, en cualquier país medio decente del planeta bastarían
para abrir juicios a famosos rectores y rectoras del CNE, así como a muchos
otros funcionarios elegidos por votación y a dedo.
Tramparencia por transparencia
El otro factor de perturbación para la
dictadura neocolonial de Venezuela es que el ciudadano de a pie ya no se traga el mito de la transparencia, y un 60% de votantes,
entrevistados hace menos de un mes -¡ojo!, no por mí, que el CNE me lo tiene
prohibido, sino por otro-, cree que hay tramparencia
–término que también se le escapó del alma a Francisco Antonio Carrasquero,
hoy presidente de la Sala Constitucional del TSJ, cuando era magstrado supino del
CNE-.
El que pongan en duda su veracidad, sobre
todo cuando son los tierrúos,
es algo que debe causarle un insoportable escozor al multicitado. Sólo hay un
paso de aquí que le canten: Mentiroso, tú
eres mentiroso./ Yo no sé porque tú me mentiste./ Yo no sé porque tú me
engañaste…
Lo otro es que su fama de pavoso también
ha trascendido a los sectores populares.
Al recibir ayer como tributo a su
medalla de oro olímpica la réplica de la espada del Libertador, el esgrimista
Rubén Limardo anunció ante las cámaras que la cedería al museo que fuera la
casa de Bolívar en Angostura, ciudad que ahora lleva su nombre.
Por siaca, la espada de Limardo se detuvo
y no camina.
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