Mientras más nos alejamos del estallido de un acto terrorista, una confrontación diplomática o un conflicto bélico, más nos acercamos al próximo.
George Tenet, ex Director de la CIA
Basándose en documentos desclasificados del FBI y la CIA, y tras entrevistar a los actores principales que allí figuran, Gordon Thomas, periodista inglés y autor de 40 ensayos sobre espionaje y contraespionaje, publicó en el 2002 el libro Semillas del odio, donde describe prodigiosamente los avatares de los agentes y servicios secretos de China, Estados Unidos e Israel.
Pese a que la obra cuenta con más de 8 años de impresa, lo que en ella desvela resulta asombrosamente actual, pues justifica el dicho: De aquellos polvos nos vienen estos lodos.
Thomas asegura que el maridaje entre el Mossad y la inteligencia china proviene de la admiración que ambas naciones tienen por sus soldados, quienes, desde el primer día del servicio militar, aprenden a perderle miedo a la muerte; así como del desprecio que sienten por las autoridades estadounidenses, a quienes mucho les preocupan las bajas. A esta última actitud la denominan, peyorativamente, síndrome de los cadáveres embolsados.
Thomas destaca que, para el 2001, la infotecnología se había convertido en China en una drogadicción colectiva, demostrada el hecho de que el ciudadano de a pie gastaba más en ella que en su propia alimentación, y en la ilusión de que ésta representaría una panacea milagrosa para curar todos los males: mejoraría la educación, las semillas manipuladas erradicarían el hambre y los humanos, genéticamente transformados, se volverían inmunes a las enfermedades.
En un intento por cumplir con el apetito insaciable del consumismo chino, la industria produce más y más artículos cibernéticos, con mucha mayor rapidez y eficacia. Pero en China tal desarrollo, de innegables beneficios para la Humanidad, viene aparejados con el crecimiento metastático de un monstruo: el Hermano Mayor, que todo lo ve, todo lo oye y todo lo sabe, descrito por George Orwell en la novela 1984.
Hoy la predicción de Thomas resulta más que evidente en la vigilancia.
Privacy International, OGN que actúa a favor de los derechos humanos y cuya sede está Londres, afirma que los datos de todos los visitantes a China desde el 2001 se archivan en cualesquiera de las 300 bases de información, interconectadas en red.
Allí queda registrado, para siempre, lo que los viajeros hacen: qué piden al room-service, a quienes envían sus correos electrónicos, cuándo y dónde cambian sus divisas, con quiénes hablan y cenan, cómo se desplazan. Los buses y vagones turísticos poseen videocámaras que nada pasan por alto El propósito, según las autoridades chinas, es proteger la moral y las buenas China es controlar la moral y las buenas costumbres de sus ciudadanos, y evitarle malos ratos a los visitantes.
Ya en Beijing y otras grandes ciudades hay detectores de alta precisión, que se disparan según las variables de movimiento y ruido. Cubren extensas superficies -zonas de seguridad- , y activan cámaras y grabadoras instantáneamente. Existen dispositivos tanto para escuchar como para ocultar las conversaciones íntimas.
Antes de que finalice este año, ninguna calle china carecerá de un control televisivo –el Ojo de Dios-. Los celulares y las líneas fijas de los empleados de confianza son monitorizados permanentemente. Los afectados aceptan dicha imposición pues se es la regla que les permite acceder a y mantenerse en los cargos más calificados y mejor remunerados.
Vocalizadores para medir el grado de estrés de quienes aspiran a ingresar al mercado laboral, se emplean comúnmente. Los patronos, públicos y privados, exigen que los solicitantes rellenen cuestionarios específicos, y lean sus respuestas por teléfono. El material se procesa a través de polígrafos de última generación, y de su cotejo depende la suerte de los peticionarios. Son herramientas con las cuales todavía ni siquiera sueñan los gerentes de Recursos Humanos en Occidente, pero que en China no sólo son estándares, sino también legales.
El Estado puede hacer lo que le dé la gana con dicha compilación: Atender al cumplimiento de la ley, la salud, la seguridad o el orden público. El próximo paso es la manufactura del hombre nuevo, sin partes de Robocop ni largos años de reeducación.
En las afueras de Beijing, los científicos desarrollan microchips intercambiables para el cerebro humano. Sus propósitos son, supuestamente, muy nobles: estimular la memoria, aumentar las destrezas, mejorar las habilidades musicales y ampliar las capacidades deportivas. El objetivo final es otro: un microchip capaz de leer la mente del implantado, y transmitir la información a terminales en red. Se experimenta con prisioneros, sin su consentimiento expreso.
En lo militar, los chinos han avanzado mucho más de lo que los planificadores occidentales creyeron posible, partiendo del robo a gran escala de los discos duros estadounidense de su laboratorio secreto en Los Álamos en Abril del 2000 –realizado a distancia y sin dejar pistas-, y del trueque con aliados estratégicos como Israel.
Poseen un avión no tripulado, capaz de volar a 200 Km/h y a corta distancia del suelo, equipado con el software Enhanced Promise.
El programa fue hurtado a sus creadores, Burke y Nancy Hamilton, con la complicidad de un funcionarios del Departamento de Justicia de EEUU, por el empresario británico y espía del Mossad Robert Maxwell. Más tarde, fue alterado en Tel Aviv, y vendido a varios cuerpos de inteligencia en el mundo entero, con un gusano para que los israelíes localizaran a sus enemigos, doquiera éstos se encontrasen. Posteriormente, los chinos volvieron a desarmarlo y reconstruirlo, para eliminar el posible hackeo levantino.
Producto de esta relación entre el Cercano y el Lejano Oriente, Israel recibió el nuevo radar chino que detecta a los supuestamente invisibles cazabombarderos Stealth, y el cual ni siquiera manejan los rusos. Y, asimismo, los secretos del avión espía EP-3, obligado a descender en la base de Hiniam por la Fuerza Aérea China a comienzos de 2001. Una operación que el comandante Al Martin, ex jefe de Inteligencia de la Marina de EEUU calificaría como burdo montaje un año más tarde.
Asevera Thomas que los últimos vestigios de intimidad y confianza han desaparecido de China o se hallan en terapia intensiva.
Como todo lo malo se pega, la semana pasada The Wall Street Journal –versión Américas-, anunció una empresa –que vende sus bases de datos a los interesados- puede reconocer a quien solicite información sobre una tarjeta de crédito como uno entre 64 estadounidenses. Y que, con dos detallitos más, la identificación cabal llega al 100%. Probablemente ORL –así se llama la organización- emplea una versión china del Enhanced Promise. Y es allí donde reside el Peligro Amarillo, y no –como les aterraba a nuestros abuelos y padres- en el crecimiento poblacional o el armamentismo chino, sino en la pérdida de la privacidad de todos los habitantes del globo.
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