El 27 de los corrientes fallecieron, en lo que puede denominarse un Viernes negro, Roberto Benaím –publicista-, Néstor Zavarce –actor y cantante-, Pedro Penzini –periodista y locutor- y el payaso Popi. Por lo visto, la Pelona la tiene cogida con nuestros gremios, pues, hace poco, también se llevó al Honorio, el Tirabesitos – comediante- y Graterolacho –humorista-.
Nuestras condolencias a todos los deudos de los finados, pero especialmente los de Roberto.
Trabajamos con Roberto en ARS. Le caracterizaban sus guayaberas, colecciones filatélicas y el apego a la buena mesa.
De él aprendimos su estupenda receta de cous-cous, un plato típico del Medio Oriente y el Norte de África que se prepara, básicamente, con carne de cordero o pollo, sémola de trigo y garbanzos.
Pese a sus instrucciones detalladas, nos costó mucho conseguir un estándar aceptable, pues se trata de una delicia mediterránea que requiere una larga y laboriosa elaboración.
Tras muchos errores y ensayos, dimos en el clavo. Y convidamos a probarla a dos de nuestros clientes, uno árabe y el otro judío, pues la vianda cumple con las prescripciones alimenticias de ambas religiones.
El árabe nos felicitó, y aseguró que el cous-cous era tan bueno como el del mejor restaurante marsellés. El judío no dijo mucho, pero engulló, sin chistar, dos abundantes raciones.
Esa cena de negocios nos viene a la mente a raíz del deceso de Benaím, pues refleja el espíritu de una Venezuela amplia y tolerante, donde no se miraba al judío como un espía potencial del Mossad, ni al árabe como un presunto terrorista.
Una Venezuela que pereció, pues el Guasón y su banda criminal decidieron conceptualizar a los hebreos como enemigos del régimen comunista, y considerar que sólo son aceptables los islamistas fundamentalistas.
Roberto era judío, y se sentía orgulloso de serlo. Pero no se aferraba a un gueto real o virtual, sino que actuaba y se comportaba como un miembro más de nuestra familia.
En realidad se parecía muchísimo, físicamente, a nuestra parentela por línea materna. Hablaba como ellos, y hasta empleaba Jean-Marie Farina, la misma colonia que usaban papá y nuestro primo y padrino.
Lo cual nos complace sobremanera, pues, según Dan Brown y su best-séller El código Da Vinci, algunos caballeros templarios descendían de María Magdalena, quien casó con el propio y tuvo descendencia de Él. Y el apellido de mamá corresponde a uno de esos chamos.
Mas, volviendo a Roberto, destacamos que, fuera una gran inteligencia, carecía de las características con que los racistas tipifican a los hijos de Israel.
Era generoso, hasta la exageración. Gastaba todo lo que ganaba en calidad y estilo de vida, para su familia y numerosas amistades. Era –como le recuerda Raúl Sanz Machado- un brillante jugador de dominó y un maestro internacional del bridge.
Su apego a los sellos postales duraba tanto como las permutaciones y variaciones que le daba a sus planificadas vacaciones. Sacrificaba excelentes ejemplares para enriquecer las experiencias de sus viaje.
Un buen día, quiso probar el jet supersónico Concorde. Aunque tenía pasajes de regreso a Caracas en primera, vendió algunas estampillas para pagar la diferencia. Una diferencia considerable.
Después, se rió y nos comentó que lo mejor estaba en el counter-desk de Air France en el Aeropuerto Charles De Gaulle, con alfombra roja, caviar de beluga y champaña rosada Dom Perignon, pues la cabina del aeroplano no superaba a la de un DC-3.
A Carlos Eduardo Frías, socio y amigo de Roberto en ARS, le encantaba compartir con sus prospectos carne a la parrilla. Pero Roberto se rebeló, y le exigió dejarle la escogencia del lugar, el vino y el menú a él.
Concurrieron a un bistró francés, Laserre, el cual todavía sobrevive en Los Palos Grandes, y la degustación dirigida por Roberto se inició con trufas rellenas de paté. No lo hemos escrito mal, amigo lector, ¡imagínese usted el tamaño -que no sobrepasa a un orejón de durazno- y costo de ese hongo, rellenado con hígado de ganso!
Roberto fue el primero que hizo pan de jamón con masa de hojaldre. Después, les regaló la receta a varios panaderos conocidos, y el producto se puso de moda y popularizó gracias al efecto Radio Bemba.
No es justicia poética, por tanto, que sus restos mortales hayan sido velados al lado de un establecimiento llamado La Mansión del Pan. Junto a los aromas del incienso, Roberto pudo respirar, por última vez, el olor de ese alimento fundamental al cual tanto amaba.
Roberto no sólo fue un excelente copywriter –escritor de anuncios-, sino un magnífico escucha, capaz de extraer de lo coloquial la materia prima para las campañas publicitarias.
Organizó y condujo en ARS las primeras tormentas creativas, donde estaba prohibido decir
no, y todo se anotaba, aunque sonara a disparate.
A Roberto había que venderle nuestras ideas. No era fácil, pero una vez convencido, las defendía a capa y espada, y dispuesto estaba, incluso, a mandar a la mismísima a un cliente que no las quisiera comprar.
Roberto fue un gran sentimental, y cuando le informamos que nos íbamos de ARS, a montar tienda propia, tardó una semana en consolarse.
Con lo inflexible que era respecto al desempeño profesional y siendo como lo fue un paradigma comode padre y jefe de familia, jamás le oímos juzgar a nadie por su comportamiento personal, social o sexual. Roberto, sin decirlo, aceptaba las debilidades de los demás, y las achacaba a la naturaleza humana.
Se mantuvo siempre alejado de la maledicencia, de la envidia y todas esas pequeñeces que corroen el corazón común de la gente. Por eso afirmamos que Roberto fue un judío sin enemigos.
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