Encuentro con un caballero
Ayer tuvimos el placer de conversar con un caballero, un científico y un pensador, quien se desempeña como internista en una de las clínicas privadas más famosas de Caracas. Tocamos varias temas, dispersos pero correlacionados entre sí por ese hilo invisible que une a la música, la lectura y la filosofía.
Arribamos a la convergencia de que, si Dios creó al hombre, parece estar bastante desapegado de él en estos días.
Sin llegar a los extremos de André Malraux, quien, en La condición humana, afirma que en proselitismo, cualitativa y cuantitativamente hablando, el Diablo le gana a Dios. Y que, si a quienes nos ejemplifican como candidatos seguros a compartir el Reino Celestial, sentados a la diestra del Todopoderoso, es como para pensar hacer el esfuerzo de ir allá. Pues, al fin y al cabo, ¿qué temas podríamos discutir con ellos?
Las inquietudes del galeno se vinculan íntimamente con su profesión.
Advierte que cada día aparecen nuevas y terribles enfermedades, cuyos tratamientos y curas son desconocidos. No es justo que a un tío suyo, pariente cercano nuestro, médico como él, investigador cabal, padre virtuoso y dechado de generosidad y dones, hace más de diez años un ACV le haya destruido la mitad del cerebro y lo tenga postrado, inmovilizado, sujeto al cuido de terceros e incomunicado, pero con las suficientes neuronas para darse cuenta de su trágica e irreversible condición. El mismo plazo se lo ha concedido, graciosamente, a un psicótico maníaco depresivo y paranoico como el Guasón, para que destruya a Venezuela.
Un tema lleva al otro.
De allí, saltan a la memoria, se relacionan con la información, y se transmiten al teclado de la computadora, la última herramienta fabricada por el hombre para justificar la motricidad fina de sus extremidades superiores.
En nuestra memoria inmediata, esa RAM que no requiere del auxilio nemotécnico de Wikipedia, figuran tres notas aparecidas los primeros días de la semana. El comentario sobre el último libro de Teodoro Petkoff, escrito por Milagros Socorro; una entrevista al profesor Freddy Díaz, realizada por La Razón; un artículo de Rigoberto Lanz, donde cuestiona la libertad de prensa en las democracias representativas, exceptuando a El Nacional, que publica sus digresiones.
El ensayo de Petkoff
El ensayo de Petkoff luce interesante, y lo leeremos tan pronto podamos. Sin embargo, hay un componente en la crónica de Socorro que pudiera demorar su lectura hasta después del 26S: la descalificación como dictadura del régimen militar que padecemos y el comunismo del cual se jacta su líder máximo.
No nos hemos subsumido en tantos ladrillos rojos como seguramente lo hiciera Petkoff en sus años de inducción. Pero algo sabemos sobre el asunto, ciertamente mucho más que Elías Jaua y otros miembros de la nomenclatura.
Para ponerlo en sencillo, vayamos al Libro Rojo de Mao Zedong.
En éste, el Presidente chino ofrece una parábola inolvidable, relacionada con el valor de la experiencia para analizar la realidad objetiva.
Si a lo lejos ves –dice Mao- una fruta parecida a una manzana, caída a los pies de un árbol similar a un manzana. Si te acercas a ella, la muerdes y por tu barbilla baja un jugo con olor y sabor a manzana; lo más seguro es que, realmente, sea una manzana. Metáfora que los ñángaras cubanos aplican al mojón, especialistas como ningunos otros en aquello de comer mierda.
Dictadura es, conforme a la cuarta acepción del Diccionario de la Real Academia: Gobierno que en un país impone su autoridad violando la legislación anteriormente vigente. Sea blanda o dura, de derecha o izquierda, comunista o fascista, genocida o de muerte dosificada, conforme al Manual de León Trotsky que aplican Fidel y el Guasón a algunos de sus enemigos –sólo con fines didácticos-. Dictadura es contraria a democracia, y sinónima de totalitarismo; que es a su vez el antónimo de humanismo.
Lo demás es un mojón, definido por el DRAE, también en su cuarto significado, como: Porción compacta de excremento humano que se expele de una sola vez. Pues, de no ser así, se trataría de una cagada. La que estamos poniendo todos, al querernos o dejarnos enredar en los rigores de la Semántica.
Las cavilaciones de Freddy Díaz
El profesor Freddy Díaz, co fundador del MAS con Petkoff – cuando ambos denunciaron el fracaso político y económico de la URSS y de desligaron del Soviet-, tiene toda la razón del mundo al señalar que esto no es socialismo de ninguna clase, y caracteriza como crimen capital –y, añadimos nosotros, pecado mortal- jugar con el hambre del pueblo y dejar que se pudran los alimentos para paliarla. Que Alberto Nolia y Mario Silva no son marxistas, sino copeyanos coleados desde la IV República, porque él sí conoció muy bien a todos los camaradas, en la conspiración y las cárceles. Y que, aunque no le encuentra sentido a las posturas actuales de Pompeyo Márquez y Petkoff, tampoco justifica que el gobierno les ataque como lo hace.
Las necedades de Rigoberto Lanz
Por su parte, Rigoberto Lanz vuelve a caer en las necedades de los maximalistas de la década de los sesenta del siglo pasado, al analizar la vigencia y el sentido de los medios masivos en la actualidad. Ni los impresos ni los medios radioeléctricos privados son asociaciones sin fines de lucros, ni sus dueños o concesionarios mecenas. En el primer caso, se trata de empresas, en el sentido mercantil del término, destinadas a generar beneficios, y no sólo a subsistir. En el segundo caso, quienes ocupan cargos directivos en ellas, tienen la obligación mercantil de gerenciar su desempeño para lograr la mejor y mayor productividad posibles.
Hay dos formas de hacerlo. Según lo estableció William Randolph Hearst en sus publicaciones, con una poco flexible o inflexible línea editorial. Como lo decidió Adolph Ochs, al adquirir The New York Times en 1886, donde se da amplia libertad a los editores, siempre y cuando no atenten contra los valores básicos de la democracia estadounidense.
En ninguno de los ejemplos señalados hay contradicción con la Ética, y dentro de dicha polaridad se han desarrollado los medios masivos en el mundo libre y hasta el presente. No serán perfectos, pero si mucho mejores que sus homólogos en la URSS, Cuba o Corea del Norte.
Lo demás son manzanas o mojones.
PS: Nos advierte un primo, residente en Madrid, que el autor de La venganza de Don Mendo nos se apellidaba Muñoz Séneca sino Muñoz Seca. Le agradecemos por haber detectado el gazapo, pero no fue culpa nuestra sino de Wikipedia, donde su nombre aparece reseñado así.
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