El fascismo Criollo (...y VI)
Capítulo XV
Las tres patas del foropaulismo
La primera pata del foropaulismo
es la cubanización de la educación,
cuya estrategia se sinteza así:
Venezuela
necesita su propia Revolución Cultural […] Lo primero es la liquidación total del
analfabetismo; el segundo la conversión de todas las escuelas públicas en
Escuelas Bolivarianas. Otros pasos son […] reeducar a los maestros para crear una nueva
mentalidad, formada en los objetivos de la Revolución […] reformar las universidades y los institutos
superiores en función de las exigencias de la transformación del país, crear
una conciencia socialista nueva, patriótica, culta e innovadora [1]
Rodrigo Londoño, alias Timochenko, líder del brazo productivo de las FARC
La segunda es la expropiación de la tierra:
La
reforma del régimen de propiedad de la tierra, con el propósito de liquidar
definitivamente al latifundio y asegurar la tenencia de la tierra para los
productores del campo […] Ahora debe asumirse la tarea de cambiar las
relaciones de producción y propiedad en el campo. No para una reforma agraria
al estilo de la vieja política, sino para crear una economía rural sana y
productiva, desarrollar una agricultura de vanguardia, apoyada en los aportes
de la ciencia y la tecnología; promover formas colectivas y cooperativas de
producción en el marco del respeto a la propiedad privada productiva.[2]
La invasión de terrenos en plena
producción fue alentada por Chávez desde el inicio de su mandato. Esta política
semioficial del Ejecutivo no sólo despojó de las tierras a sus legítimos
propietarios, unas 300 mil hectáreas aproximadamente, sino que también devastó
extensas áreas verdes, parques nacionales y reservas forestales. Además, esta
violencia rural condujo a enfrentamientos entre invasores y hacendados, con
centenares de víctimas mortales. En algunos casos, como en Táchira y Mérida, aparecieron
bandas de forajidos, con apoyo oficial, que prohibían o autorizaban invasiones,
según se recibieran o no coimas de los terratenientes. En otras entidades, como
Guárico y Portuguesa, hubo grupos de
exterminio –con el apoyo y el concurso de la policía local– que mataron a
más de cien granjeros, sin que nunca se juzgara a los indiciados por la muerte
o desaparición de los testigos.
Reinaldo Cervini, considerado un empresario de izquierda, declaró
públicamente que la mafia colombiana
había deforestado, impunemente, más de 170 hectáreas de su finca del Estado
Falcón, que recibía a diario amenazas de secuestro y muerte para evitar que
revelara estos hechos públicamente y que ni regalada querría una propiedad en el
Estado Apure. [3]
La tercera pata del trípode es la
estrategia revolucionaria propiamente
dicha:
Los
objetivos patrióticos, nacional–democráticos, se alcanzarán en esta etapa
mediante una dirección justa, la organización del pueblo, la unidad de los
patriotas y la alianza cívico–militar, atrayendo a nuestro lado a todos los
venezolanos progresistas, ganando o neutralizando a los sectores del centro,
aislando a las camarillas derechistas y descargando el golpe principal de la
lucha sobre la dirección contrarrevolucionaria.[4]
En el texto analizado figuran numerosas
alusiones a esta etapa, lo cual
presuponía la existencia de otras etapas.
¿Cuáles eran? ¿Cuándo se ejecutarían? Quizás habría que vincular esta
reflexión con una de las afirmaciones más reiteradas en el discurso de Chávez: ¡No hay marcha atrás!
Es posible que Nicolás Maduro, el presidente obrero[5],
haya intentado llevar a cabo las otras
etapas de la Revolución. Pero ahora tiene un límite que le resta el apoyo
global, pues la chequera que camina por América Latina se quedó sin fondos.
Capítulo XV
La
haitianización de Venezuela
Ya no hace falta una siniestra conjura para sustraerle a
Venezuela sus activos pensantes. Emigran
a diario, por cuenta propia, como balseros
del aire, y no exclusivamente a EEUU o la Unión Europea, sino a Argentina, Australia,
Canadá, Chile, China y otros destinos, pues presienten que el país va, derechito,
a su haitianización.
A finales del Siglo XVIII Haití era
colonia más próspera del Nuevo Mundo, en la cual Francia había colocado dos
tercios del total de sus inversiones foráneas. Contaba con una población de 600
mil habitantes y no sólo producía sus propios alimentos, sino que exportaba
millones de toneladas al año de algodón, azúcar, cacao, café e índigo; un
comercio que generaba ocupación para más de 80 mil marinos y obreros
portuarios, quienes manejaban el traslados de estos bienes entre América y
Europa, empleando para ello a más de 700 buques. Haití había sido pionero en
América al abolir la esclavitud, en 1794, y sus pobladores percibían un per
cápita diez veces mayor que el de los suizos.
Haití era tan importante entonces
para Francia que Napoleón, pese a que se desprendió sin reparos de Luisiana, no
quiso quedarse sin su Isla Mágica. Para impedirlo, envió en 1801 a 15 mil legionarios
comandados por el general Charles Leclerc, su cuñado, contra la insurgencia
encabezada por el liberto François Dominique Toussaint–Louverture.
Aunque Toussaint–Louverture firmó la paz con Leclerc, Francia
traicionó el acuerdo, apresó y encarceló al jefe de la revuelta, dejándole
morir de mengua en el Fuerte de Joux, La
Cluse-et-Mijoux, cerca de Pontarlier. Acicateados
por el rumor de que Napoleón se proponía restaurar la esclavitud en Haití y el
resto del Caribe Francés, Jean–Jacques
Dessalines y Henri Christophe reiniciaron la rebelión y retomaron su liderazgo,
logrando derrotar a la fuerza expedicionaria en 1803, aunque un remante de la Legión
Extranjera permaneció en el país hasta 1809.
Aún después de la Independencia –fue
el segundo país de América que la obtuvo–, Haití seguía siendo tan rico que
Bolívar, a la caída de la I República, consiguió en la Isla fusiles, dinero y
efectivos para reiniciar su gesta.[6]
¿Qué pasó después?
Lo mismo que le sucedió a
Venezuela después de la Guerra Federal del Siglo XIX y lo que le está pasando
ahora, en pleno Siglo XXI, con el proyecto antiglobalista, racista y
geopolítico de Castro, Chávez y Maduro.
En vez de insertarse dentro de la
economía mundial de la época, Haití decidió destruirse a sí mismo, en una lucha
para purificar la raza que acabó,
primero, con 32 mil blancos residentes en la isla y, segundo, con sus 24 mil
mulatos.
Al quedarse sin los unos y los
otros, los negros comenzaron a matarse entre ellos. En 1882, cuando se hartaron
de su propia sangre derramada, invadieron y ocuparon a la República Dominicana,
imponiendo una cruel dictadura durante 22 años, y que terminó con una rebelión
nacional, la cual expulsó a los invasores al tercio de la Hispaniola de donde
provenían.
A partir de 1843 y hasta 1915, Haití
sumó 20 presidentes, 16 de quienes fueron asesinados o derrocados por golpes
violentos. En 1915, Haití fue ocupado militarmente por EEUU, que alegó razones humanitarias para hacerlo y se
amparó en la Doctrina Monroe para
justificarlo legalmente. En 1934 los norteamericanos se retiraron de Haití,
pero continuaron controlando las finanzas y la administración públicas hasta 1947. Los
marines volverían dos veces más durante el Siglo XX para poner orden en la
casa, hasta que los cascos azules dela ONU se encargaron de la gendarmería
haitiana.
En 1937, para aleccionar políticamente
a sus opositores sin tener que ejecutarlos, Rafael Leónidas Trujillo, al frente
de la policía y el ejército, masacró a miles de negritos del batey[7],
quienes trabajaban pacíficamente en los cañamelares e ingenios azucareros fronterizos.
Al déspota le impusieron una multa de 3 millones 400 mil dólares a favor de lo
familiares de las 10 mil víctimas estimadas –340 dólares por cabeza–,monto del cual
sólo canceló la cuota inicial, pues demostró que la cuota inicial enviada Haití
se la habían embolsillado los militares haitianos.
Pero la tragedia de Haití no
terminó allí.
Después de sendos gobiernos elegidos
por voto popular, en 1946 una junta militar asumió el poder y el más destacado
de sus miembros, Paul Magloire, fue designado Presidente de la misma hasta
1956, fecha en la cual sus compañeros de mando le destituyeron.
François Duvalier, alias Papá Doc, el más satánico de Latinoamérica
En 1957 François Duvalier, médico
graduado en La Salpetrière –la famosa
Escuela de Medicina de la Universidad de París–, quien había trabajado en los
hospitales de los marines yanquis, fue electo en un plebiscito, ¡y así continuó
el horror!
Para afianzarse indefinidamente
en el mando, Duvalier creó a su propia guardia pretoriana, los Tontons Macoutes, y se
autonombró jefe supremo del vudú, secta animista de origen africano a la cual
convirtió en religión oficial del Estado. Provisto de estos dos instrumentos,
la represión y la religión, Papá Doc sumió al pueblo haitiano en la más profunda
ignorancia, miseria y terror.
La educación primaria, libre y
obligatoria, se transformó en un privilegio para la clase dominante, que podía
enviar a sus hijos a estudiar fuera. El francés dejó de ser el idioma coloquial,
y fue sustituido por el patois creole,
dialecto que, entre otras características, impedía a los periodistas
extranjeros entender las denuncias de las víctimas del régimen.
Los profesionales emigraron en
masa, y muchos de ellos se fueron las naciones emergentes africanas. Los menos
afortunados migraron a los países vecinos, Dominicana, EEUU, Jamaica, donde
nunca fueron bien acogidos. Al final, Haití se convirtió en uno de los países más
pobres del planeta, dependiente de la ayuda internacional para subsistir.
¿Acaso Venezuela está exenta de
tal involución?
A medida los gobiernos de la IV
República no satisfacían las expectativas de los electores, muchos venezolanos
creyeron que los militares representaban la reserva
moral e intelectual del país, pues, en su mayoría, eran honestos y se habían
diplomado en las mejores institutos
superiores de Venezuela y el mundo.
Las chicas de clase media soñaban
en empatarse con un cadete–: La Marina
tiene un barco, la Aviación tiene un avión, vamo’a ver a los cadetes que hoy
están de graduación.[8]
Quienes visitaban Fuerte Tiuna o alguna otra instalación militar importante del
país, soñaban conque aquél orden, limpieza y cuidado imperantes en el entorno castrense
se extendieran, algún día, al resto del territorio nacional.
Chávez también mató esas
ilusiones.
La cúpula militar demostró que se
fajaba por el récord mundial de corrupción, echando mano descaradamente al
botín de las empresas del Estado y a manejar el narcotráfico. El desorden
generalizado, tolerado y hasta promovido a veces por Miraflores, convirtió a Caracas
en una de la ciudades más embochinchadas, inseguras y sucias del planeta, y
pudo constatarse que el 80% de los venezolanos había regresado a la pobreza
crítica y extrema, cuando se descubrió que las cifras suministrados a las FAO
por el régimen chavo madurista eran falsas:
A
pedazos se cae el país. Los bachaqueros[9]
se adueñan de Sabana Grande, la gente hace sus necesidades en la calle, invade
terrenos, construye ranchos junto a la autopista. Todos esgrimen idénticos
mensajes: la necesidad económica, la razón social, el mismo que les repiten sus
gobernantes. Abiertamente se proclama que las sentencias judiciales y amparos deben
ser cumplidas cuando sean injustas, a criterio del ciudadano, el funcionario, el
partido. Nunca en los famosos 40 años de la IV República el país soportó tal
descomposición, pese a que ahora permanezcan callados quienes tanto hablaban de
“anomia”. El auge de la inseguridad tiene una relación directa con esa
sensación de descomposición, de inexistencia de la ley, de impunidad de todo
tipo, intelectual, política, moral.[10]
Según el pensamiento estratégico
chino, que tanto atraía a Chávez–: Si las
instrucciones no están claras, si las órdenes no han sido explicadas, tiene la
culpa el comandante. En cambio, si las instrucciones están claras y las órdenes
han sido explicadas, mas no se ejecutan conforme a la observancia, los
oficiales son los responsables.[11]
O como dicen los latinistas: Nadie
puede alegar en su descargo su propia torpeza.
Epílogo
Si alguien me preguntara hoy qué
debe hacer Venezuela para superar la tragedia que vive, le respondería, con la
mayor sinceridad, que sólo se me ocurre lo
que no se puede seguir haciendo, ni un segundo más. Al costo de lo que sea,
el país debe movilizarse y desmontar el siniestro y destructor aparato montado
por Chávez y Maduro, siguiendo las órdenes precisas de la tiranosauría cubana.
Quiero dejar en el aire dos
orientaciones al respecto, una económica y otra filosófica que, en el fondo,
son convergentes:
1.
El desafío
marxista-leninista, las crisis económicas y las críticas de G. Mosca (1896) y
de R. Michels (1911) relativas a la ficción de la representatividad hacen que
el régimen liberal acepte incrementar, paulatinamente, la incorporación de las
masas obreras en el juego político y la intervención del Estado en la dirección
de la economía. La revolución rusa (1917) y la profunda crisis económica (1929)
condujo al compromiso político denominado Welfare State,
mediante el cual la lucha pacifica –negociada– por el reparto de la renta
nacional, con la mediación del Estado sustituyó a la confrontación de clases.
Esta politización de la economía o democracia keynesiana logró que los asuntos
del espacio político, básicamente los electorales, se tratasen con mecanismo
similares a los del mercado. Un intermediario de la mediación estatal es la
burocracia, la cual trata por todos los medios de hacerse indispensable […]
Paralelamente, bajo la dirección de Lenin y Stalin en la URSS y bajo Mussolini,
Hitler en Alemania y Mussolini en Italia, la organización social bajo un
partido único y la concentración de las actividades económicas mediante
estatales monopólicas o bajo supervisión inmediata del Estado, llevó a los
regímenes hegemónicos o totalitarios. Para mantenerlos, estos regímenes
tuvieron que extender su control hasta la esfera privada y cotidiana del
individuo. Todas las actividades sociales y culturales se incluyeron
abusivamente dentro del espacio político, eliminando, por amenazante, cualquier
residuo de libertad […] En los regímenes autoritarios, ya fueran de izquierda
–socialistas– o de derecha –dictatoriales– el ciudadano es un agente pasivo,
obediente y receptor de los beneficios acordados subjetivamente por la
burocracia estatal. El único régimen opuesto a las prácticas totalitarias y que
simultáneamente orientado a superar los déficits de los regímenes liberales y
keynesianos –ingobernabilidad– es el que fortalece la capacidad autogestión de!
ciudadano para alcanzar sus aspiraciones y satisfacer sus necesidades; el que
apoya la libre asociación de los individuos y reconoce la importancia de sus
acciones y propósitos, aún siendo minorías. En dicho régimen el ciudadano no es
un actor pasivo sino agente activo que
no espera que el Estado solucione sus problemas o satisfaga sus aspiraciones
con recetas preconcebidas. En este régimen se estimula la creatividad y el
desarrollo del ser humano, sin distinciones de ninguna clase.[12]
2.
Para el
humanismo, la civilización consiste en desarrollar el valor individual,
intelectual y moral del ciudadano: la persona constituye el centro de la Ley;
la sociedad implica una asociación de hombres libres, de la cual emerge el
Estado. La soberanía está representada por la voluntad de la mayoría y, por lo
tanto, resulta esencialmente dinámica. La labor principal del Estado es
garantizar el respeto a los derechos humanos. Lo único que se le exige al
individuo es que se comporte como ciudadano, en lógica contrapartida a los
derechos que posee […] El totalitarismo, en cambio, aspira a imponer, por
cualquier medio –aún el electoral–, una ideología admitida como fe que repudia las libertades individuales y
representa, por consiguiente, una manera de pensar antagónica al humanismo,
sobre el cual se basa el sistema democrático […] En los estados totalitarios lo
importante no es la persona, sino el colectivo. Sólo éste posee derechos: los
individuos no, a menos que la sociedad se los conceda expresa y graciosamente.
Quienes no aceptan como prioritario el interés colectivo deben ser extrañados
o, sencillamente, ejecutados. La soberanía popular resulta ficticia en los
regímenes totalitarios. pues la detenta
una minoría –el cogollo del partido–; que, a la vez, está representado en un
líder supremo […] El totalitarismo es siempre una forma de gobierno dictatorial
u oligárquico; pero se niega a reconocerlo, e intenta presentarse como una
democracia, buscando a veces la legalidad en su origen, mediante el
sometimiento de su propuesta al proceso comicial. Sólo cuando está seguro de
que el apoyo recibido no compromete a futuro la gobernabilidad del régimen,
asume la omnipotencia en nombre del pueblo […] El totalitarismo pretende poseer
una verdad incuestionable, la cual le fue revelada a su líder máximo. Quien no
la siga, es un herético y merece la muerte o, al menos, la expulsión del
colectivo y el ostracismo. El totalitarismo es una ideología social; aspira a
establecer un colectivismo igualitario y esto es lo que explica sus métodos sanguinarios,
pues se ve obligada a suprimir al adversario, aunque su oposición sea sólo
opinática y sea cual fuere su condición socioeconómica o sociocultural: «Ser
diferente es ser indecente.[13]
Venezuela fue expulsada de
Mercosur por violar principios éticos fundamentales como el respeto a los
derechos humanos, el imperio de la Ley, la independencia de los poderes
públicos y el sometimiento a la Constitución; se salió de la OEA, la Comunidad
Andina y el G–3; algunos miembros de su cúpula de poder figuran en las listas
de personas requeridas por la CIA, la DEA e Interpol; los miembros del gobierno
madurista han sido sancionados por Canadá, EEUU y la Unión Europea.
Maduro no deja que entre ayuda al
país para paliar la escasez de alimentos y medicinas, pues no quiere reconocer
que hay crisis humanitaria, y la
única que se pudo colar, gracias a Caritas, fue robada por el gobierno para ser
vendida a los tarjetahabientes del Carnet
de la patria que presenten un certificado expedido por los dispensarios
dirigidos por paramédicos cubanos.
Esta es la cosecha del aquí y el
ahora de quien fuera uno países más rico de Sudamérica, lanzado por el fascismo
criollo a un abismo por cuyo fondo aún no se vislumbra.
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Justificación de lo injustificable
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Karina Pimentel: Guía Ecoturística de Venezuela
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Tomás Polanco Alcántara:
José Antonio Páez, fundador de la
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Karl Popper: La miseria del historicismo
Nicos Poulantzas: Fascisme et Dictature
Alberto Quirós Corradi: Hacia una nueva política
Carlos Rangel: Del buen salvaje al buen revolucionario
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Lapuente: Historia de Iberoamérica
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doctrina
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Adam Ulam: Stalin
René Zavaleta Mercado: El poder dual en América Latina – Estudio
de los casos de Bolivia y Chile
Leopoldo Zea: Fascismo dependiente en Latinoamérica
Hugo Zemelman: Acerca del fascismo en América Latina
Carlos Zubillaga: La marginalidad sin tabúes ni complejos
|
[1] García Ponce, Guillermo: Características de la Revolución Democrática
Bolivariana (2001).
[4] García Ponce, Guillermo: Ibídem.
[5] Más bien debería llamarse reposero pues, durante su limitado
servicio como chofer del Metrobus de Caracas, fue mayor el tiempo que pasó
ausente por permisos de reposo médico que las horas dedicas al trabajo.
[6] Cordeiro, José Luis: Benezuela vs. Venezuela, conferencia en
Fedecámaras, Caracas (23/05/01).
[7] Haitianos contratados a destajo,
estacionalmente, para las zafras
azucareras.
[8] Letra de una famosa guaracha de Luis
María Billo Frómeta.
[9] Antiguos buhoneros, hoy
vendedores de alimentos, medicinas y productos escasos a precios de mercado
negro.
[10] Masó, Fausto: El método del discurso; en Diario El Nacional. (26/05/01).
[12] Mata Mollejas, Luis: Tu futuro político (2017).
[13] García Planchart: Venezuela – Estado de excepción (2002)
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