A veces nos habría gustado escoger Estudios Internacionales como carrera universitaria, y no el variado menú de opciones dentro del cual nos graduamos y posgraduamos. Y lo decimos de esta manera porque, aún cuando poseer una especie de doctorado en generalidades nos ha permitido hablar y escribir sobre variados temas, el internacionalista –así se le llama ahora- se ha puesto de moda en esta época, y concurre a variados foros y encuentros –sobre todo cuando es adversario del régimen chavista, a denunciar cualquier cantidad de atropellos, violaciones y desacatos contra la legalidad endógena y exógena. Y como estos hechos son comunes en la República Bolivariana de Venezuela, los viajes se multiplican, lo cual es una ventaja frente a las limitaciones del ingreso propio y los dólares Cadivi, porque –dígase lo que se diga- alguien paga dichas estadas, pues la mentada profesión no se caracteriza, precisamente, por ingresos muy elevados-.
No es que creamos que estas denuncias sean inútiles. Al contrario, sirven para forjar prontuarios cuyos contenidos, en algún momento, se revertirán contra los transgresores, si se cumple la amenaza contemplada en aquél bolero que señala: ¡Ya la pagará! (bis), si en la Tierra no hay justicia, en el Cielo tu verás… El problema es que el Derecho tiene un cronograma diferente al de la real politik. Se conduce, más bien, según el criterio de Cicerón –quien, amén de filosofo, fue uno de los grandes abogados de la Antigüedad.
Los clientes del vate, desesperados ante la imprecisión del Calendario Romano, donde no había seguridad sobre cuales fechas eran faustas –en otras palabras, legalizaban los actos jurídicos en ellas realizados- y cuales infaustas –lo contrario-, le preguntaban cuándo podían hacer sus negocios más comunes: comprar esclavos, vender inmuebles o casarse. Éste les respondía, impepinablemente:
En las calendas de januario. Y surgía otra interrogante: ¿Y cuándo serán las calendas de januario? A lo que Cicerón replicaba: Cuando nazca el buey Apis. Por lo que a los dolientes no les quedaba otra que persuadir a los sacerdotes encargados del Calendario –a través de dádivas entregadas por Cicerón- que modificaran las fechas a conveniencia de los solicitantes.
Pero este recurso no existe en la actualidad, y mucho menos para los damnificados de la revolución bonita. Así los presos políticos, los productores del campo expropiados, los familiares de los secuestrados y una legión de ciudadanos a quienes el presente gobierno se ha ganado como adversarios, no les queda otra que esperar a las calendas de januario y el nacimiento del buey Apis.
A menos que… Mas este a menos que se complica con las decisiones que toman los estadistas y juristas en las potencias del centro, y que parecieran aplicarse a tabla rasa en las naciones periféricas. Como en el caso de Honduras, donde los malos son en este momento quienes defendieron la Constitución y expulsaron a su sostenido violador, y el bueno es el nuevo Tín Tan del Alba, cuya presencia en Tegucigalpa es exigida –no sólo por la OEA sino por el State Department- para que las elecciones a celebrarse en noviembre próxima puedan legitimarse ante los ojos de Dios y de los hombres.
Otro ejemplo, el petróleo venezolano tiene sus años contados para seguir siendo utilizado como un arma estratégica contra el Imperio: exactamente 10, que fue el plazo concedido por el presidente Obama al cartel de las hermanas petroleras para que sustituyan sus importaciones de crudo de los países inamistosos o forajidos –usted sabe, los que gobiernan tipos como Ahmadineyad, Chávez y Qadaffi- por la de los que sean amigables o estén cuadrados con su proceso democrático y económico. O eso, o que inventen nuevas tecnologías para sustituir los combustibles fósiles y, de paso, le hagan un cariñito al planeta, que bien lo requiere.
Pero son 10 años más. Y después, ¿qué? Porque las señales no son nada auspiciosas. Y no pueden serlo, pues los Estados Unidos tienen, por ahora, otras prioridades: salir del pantano iraquí, crear una matriz favorable para proseguir en el tremedal agfanistano –con una posible extensión geopolítica al paquistaní-, convencer a los chamos de Corea del Norte e Irán de que se dejen de fabricar bombas termonucleares y a Putin de que se olvide del Caúcaso, son algunas de las que encabezan su lista de urgentes. Sin hablar, para no extendernos, sobre la crisis económica.Por lo que Venezuela está en uno de los últimos lugares –si es que está en alguno- y la pérdida de las dos soberanías –como acertadamente anota Jesús Petit Da Costa en un reciente artículo, la política entregada a Cuba y la económica, a Brasil- no le causa al Imperio ni frío ni calor, aunque Chávez se siga desgañitando en su contra. Por eso, tenemos que concienciarnos de que estamos más solos que la una, rodeados e invadidos por enemigos. Y, aún así, no tenemos más opción que seguir adelante.
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