El 26 de abril del 2010, el general Manuel Antonio Noriega, a bordo de un jet de Air France y custodiado por oficiales de la Sureté, inició el que, pudiera convertirse en su último viaje a algún destino.
Aunque sólo Dios sabe cuánto tiempo más le queda a este anciano de 76 años para que purgue entre rejas el karma por los pecados cometidos, que fueron muchos y muy graves, pero por todos los cuales no se les juzgó, pues la sola enunciación de los mismos habría destapado una cadena de investigaciones contra ricos y famosos quienes, durante el auge de Noriega auparon, cohonestaron y se beneficiaron, política y económicamente de su corrupta y sanguinaria gestión.
El ocaso de Noriega data de la madrugada del 20 de diciembre de 1989, cuando la llamada de un familiar. En vivo y directo seguimos la Operación Causa Justa, eufemística expresión con la cual el Ronald Reagan intituló la invasión a Panamá, y cuyo objetivo era la captura de Noriega, bajo los cargos de narcotráfico y narcolavado.
Noriega, por años doble agente de inteligencia de la CIA y la dictadura militar establecida por el general Omar Torrijos desde 1968 , entró en crisis con Reagan a raíz del cierre inconsulto de la Escuela de las Américas en Panamá. Además, por las evidencias sobre su autoría intelectual en el homicidio de Hugo Spadafora, líder opositor que desenmascaró sus vínculos con el narcotráfico, el Pablo Escobar Gaviria y las FARC; así como el desconocimiento a los resultados arrolladores obtenidos por la oposición en las presidenciales de 1989. La guinda del cóctel la coronó su orden de fusilamiento contra el mayor Moisés Giroldi y decenas de militares que, tras haberle capturado, vacilaron entre eliminarle o entregarle a un helicóptero de la DEA que por él esperaba.
Noriega purgó 17 de los 25 años a los cuales se le sentenció en EEUU, en Francia le esperan de 5 a 10 años más por narcolavado de 3,5 millones de dólares en su territorio, y en Panamá quieren enjuiciarle por los atroces asesinatos cometidos.
Dado que la historia de Noriega no difiere en mucho de la de otros sátrapas mayores y menores latinoamericanos, cabe preguntarse: ¿qué fue lo que Noriega hizo equivocadamente para que le trataran tan mal?
Contacto en Panamá
La conexión panameña es tan vieja como el B-707, el primer jet de pasajeros.
Las aeronaves de pistón que le antecedieron, muchas de ellas con autonomía transoceánica, permanecían varadas en Miami, Tampa y otros aeropuertos de EEUU.
Una conocida tabacalera yanqui, apoyada por otra famosa licorera escocesa, vieron en ellas –así como en la desocupación de numerosos pilotos- la lucrativa opción no sólo de contrabandear sus productos sino, asimismo, de promover sus marcas en el Cono Sur, desconocidas hasta entonces en esos mercados, mediante un muestreo colectivo que, además, les resultaría altamente provechoso, y bajo la engrasada protección del dictador paraguayo general Alfredo Stroessner.
La ruta prevista a La Asunción escalaba en Panamá; y así comenzó el gran negocio. Los aviones iban cargados al Sur, mas regresaban vacíos al Norte. Para aprovechar los tabacos vacíos, empezó a recargárselos con electrodomésticos y textiles, destinados a México.
Este comercio ilícito trajo a la cocaína y la marihuana y el resto… bueno, amigo lector, permítanos recordárselo o informarle, según sea su caso.
Lo que Noriega encontró, lo perfeccionó
A finales de la década de los ochenta del siglo, Panamá se transformó en la meca de los evasores internacionales de impuestos, la banca de las divisas de Cuba y la bóveda de los políticos corruptos en Iberoamérica.
Noriega agregó nuevos ingresos, transformando los puertos y aeropuertos de su país en maquilas para la importación, reempaque y exportación de marihuana y cocaína, psicotrópicos que habían desplazado a la heroína en la preferencia de los adictos norteamericanos; y convirtió a las instituciones financieras panameñas en gigantescas lavadoras de dólares sucios.
El dinero fluyó a borbotones
En algún instante del boom -y como suele ocurrir con estos hombres formados bajo el mandato vertical y el juramento de irrestricta obediencia-, a Noriega se le aflojó un tornillo y se creyó todopoderoso, una versión ampliada y mejorada de Omar Torrijos, quien, pese al origen de facto de su régimen, logró la devolución del Canal a Panamá, depuró a la Guardia Nacional e hizo un gobierno de progreso. Por alguna de estas razones o por el conjunto de ellas, según John Perkins, fue eliminada por la CIA.
La revolución continental
Noriega se sintió líder de una nueva revolución continental.
Escogió al machete como emblema de su movimiento, y, con él, cortó el cordón umbilical con sus antiguos amos yanquis.
Invocó el apoyo de sus aliados estratégicos de la tabacalera y la licorera trasnacionales, quienes se lo sacudieron. Lo más notable fue que gestores visibles de estos acuerdos hicieron mutis por el foro, discretamente, y uno de ellos vivió -¿…o vive?- el resto de su existencia en un lujoso chalet europeo. Mientras su socio espera pudrirse en una cárcel gala.
Confió en que Fidel le protegería, pero éste se lavó las manos, inculpando y mandando al paredón a Arnaldo Ochoa, héroe de la Angola y máximo negociador con Noriega, por los lazos evidentes de la nomenclatura de la Revolución Cubana con el Cartel de Medellín. Pensó que las FARC mandarían contingentes o Escobar sicarios al Istmo para protegerle, mas no movieron un dedo. Convocó a Alfredo Stroessner, y a sus amigos bolivianos y mexicanos; pero ninguno le paró medio milímetro.
Como último recurso, Noriega creó salvarse cubriéndose con la sotana del Nuncio Episcopal. La Iglesia perdona, pero no olvida, y el representante del Vaticano le persuadió que, de entregarse, se le respetaría la vida.
De la autocracia a la democracia
Hoy Panamá es una nación moderna, orientada hacia el desarrollo no por la droga sino por el trabajo de sus ciudadanos. La preside Ricardo Martinelli, ganador en libérrimos y transparentes comicios, un empresario que cree en la democracia y el capitalismo. Hay casi 100 bancos –sin contar con los off-shore-, y ninguno de ellos ha sido intervenido en los últimos 10 años.
Y el dinero ha vuelto a fluir a borbotones.
Lo traen personas de la tercera edad, turistas que quieren vincularse con la Naturaleza y las etnias, farmacéuticas que ven en Darién la fuente de los medicamentos del futuro. Profesionales –muchos venezolanos- que ven la mejor alternativa a futuro, por lo cual y por primera vez la nación istmeña está privilegiando el derecho al trabajo de sus ciudadanos
Pero en el pasado, una cálida madrugada panameña del 20 de diciembre de 1989 se volvió incandescente con el impacto de las bombas brutas –entonces no las había inteligentes, y dudamos que tales armas sean tan eficientes como el Pentágono las proclama-. Demasiados inocentes murieron, y todavía el centro de Panamá se asemeja a algunas poblaciones europeas de posguerra.
Cuando, en el presente y hace pocas horas, vimos a Noriega, amarrado como un bollito de chicharrón y más solo que la una, volar hacia el segundo capítulo de su justo castigo; no pudimos menos que trasladar esa imagen al aquí y el ahora. Y es que el mejor epílogo del mal que hoy padecemos debería parecerse a quien se autonombró,en su efímero momento de gloria, El Rey del Machete.
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