La fábula del alcatraz y el cachalote (o del Concorde y el Tupolev–154)
La muerte del alcatraz
Un atardecer, desde la playa La Caracola, contemplé como
un alcatraz oteaba la superficie del mar rielante, en procura de algún pez. A
poco –pensé– divisó la ebullición plateada del cardumen, la cual debió lucir
ante sus ojos como un hervidero de larvas multicolores. Tomó altura, y se lanzó
en picada sobre sus presas.
Esperaba verlo emerger del agua, victorioso, con su pico
botando espuma, del cual una que otra sardina escaparía a un destino fatalmente
digestivo. Pero así no pasó. El fondo del mar devolvió a la superficie la
caricatura de lo que, segundos antes, había sido un poderoso predador. Su
cadáver se me parecía a un papalote de Ipanema, el cual, tras amarizar
violentamente, acabara descoyuntado, desarmado y deshilachado.
¿Qué le pasó al pájaro? ¿Cómo falleció? ¿En pleno vuelo?
¿O sería, acaso, al tocar el agua? Nadie me supo dar la respuesta exacta.
En otra ocasión, en las riberas del Golfo de Santa Fe, vi
agonizar a un cachalote. Fue su muerte totalmente improductiva, pues los
lugareños no supieron que hacer con el cadáver. Eran, sí, pescadores, pero de
meros, pargos o sierras. Carecían de las herramientas y de los conocimientos
adecuados para extraer y procesar el preciado aceite de ballena, o el aún más
valioso ámbar gris, fijador por excelencia de la perfumería francesa de lujo.
La carne de ballena les habría parecido dura, grasienta, poco apetitosa.
Ignorarían, seguramente, cómo curtir su piel para elaborar amuletos, techos o
zapatos. Por lo cual, el animal se pudrió, hubo que rociarlo de gasoil y
prenderle fuego, a fin que no contaminara el ambiente. Ardió por días y noches
enteras, como una tea inmensa que se veía a la legua.
¿Qué hacía un cachalote en el Golfo de Santa Fe? ¿De qué
murió? Dijeron que había chocado con un ferry, de los que navegan entre Puerto
La Cruz y Punta de Piedras. Mas ninguno supo, a ciencia cierta, lo que
aconteció.
El avión que sólo tuvo éste accidente (y no fue culpa suya ni de los pilotos)
En mi fábula el Concorde
representa al alcatraz y el Tupolev–154 al
cachalote. El primero –gloria de la tecnología anglofrancesa– fue concebido
para minimizar el estrés del jet set,
reduciendo en tres horas el vuelo trasatlántico. El segundo –gloria de la aeronáutica
soviética– fue diseñado para competir con el Boeing 727. Las dos aeronaves fueron
fabricados con la sapiencia y los recursos del milenio pasado.
Ambas glorias tecnológicas se encuentran, hoy,
desfasadas: la mayoría de los viajeros internacionales no pudo pagar el doble
por vuelos más cortos, el Concorde dejo da fabricarse y el último vuelo
comercial se estrelló a poco de despegar en Orly, tras pisar un cascarón de
aluminio dejado en la pista por otro aeroplano.
Los franceses y los británicos se fueron lisos de la
tragedia del Concorde. Ni siquiera
tuvieron que inculpar a los neumáticos. Responsabilizaron, en cambio, al
servicio de limpieza del aeropuerto, que dejó la placa metálica tirada en medio
de la pista, como si fueran las tapas que Hidrocapital
deja abiertas en las calles de Caracas.
Para los 168 turistas alemanes que viajaban en un largo
periplo de placer a Sydney, no hubo condecoraciones ni actos de pública
contrición. Tampoco recuerdo haber visto a los estadounidenses rasgándose las
vestiduras, cuando perdieron dos de sus submarinos nucleares.
El avión que mató a 889 personas
El último Tupolev Tu-154 en desplomarse, el 25 de
diciembre del 2016, contaba con 33 años de servicio en la aviación militar
rusa. Según la lista de pasajeros
publicada por el ministerio de Defensa, el avión transportaba a 65 miembros del
Ensamble Aleksándrov, conocido por
sus giras en el extranjero bajo el nombre de coro del Ejército Rojo. Entre
ellos su director, Valeri Khakhilov. Iban a Siria para celebrar Nochevieja con
los soldados rusos desplegados en el país en respaldo al régimen del presidente
sirio Bashar al Asad, aliado de Rusia. En el aparato también viajaban 9 periodistas
de las cadenas de televisión Pervy Kanal, NTV y Zvezda, dos altos funcionarios y la responsable de una
organización caritativa muy conocida en Rusia, Elizavéta Glinka. Esta última,
conocida como doctora Liza, llevaba
medicamentos para el hospital universitario de Latakia.
Según Giovanni Magi, experto aeronáutico de la agencia
Euronews–: El Tupolev154 fue el principal motor de la aviación civil y del
transporte militar durante los años de la URSS y los primeros tras la caída del
telón de acero. Los numerosos accidentes en los que ha estado implicado siempre
estuvieron relacionados con el factor humano, el pilotaje o el mantenimiento, o
con el uso demasiado intensivo del avión. Sólo en los últimos 15 años se
contabilizan más de una decena, todos ellos con muertos. Veamos los
principales: (3/7/2001) Un Tupolev–154
se estrella cerca de Irkustk, en Siberia, 145 muertos. (4/10/2001) Tres meses más tarde otro avión igual se
estrella en la ciudad de Adler, cerca de Sochi, 78 personas fallecen. (12/2/2002
) En el suroeste de Teherán se estrella otro igual, 117 fallecidos. (22/08/2006).
Accidente en Donetsk, Ucrania, las 170 personas que en él viajaba viajaban
mueren. (15/07/2009) Un Tupolev–154 que
se desplazaba Teherán y Ereván se estrella al norte de Irán, sus 168 pasajeros,
y los miembros de la tripulación, perecen. (10/04/2010) El presidente polaco
Lech Kaczynski y altos funcionarios del país, en total 96 personas pierden la
vida en un Tupolev–154. (4/12/2010) Un
aterrizaje forzoso en Moscú causa la muerte de 2 personas y decenas de heridos.
(1/1/2011) Hay tres muertos tras el incendio de un Tupolev–154 durante su despegue.
El avión que, al estrellarse, rompió el rating en la televisión
española
Pero no sólo los Tupolev
tienen su historia. Un Yakolev se estrelló en Turquía, cerca
del aeropuerto de Trebisonda, el 26 de mayo de 2003, con 75 personas a bordo.
El pasaje lo formaban 62 militares, quienes regresaban a España tras cuatro
meses y medio de misión en Afganistán y Kirguistán; todos ellos fallecieron
junto a doce tripulantes ucranianos y un ciudadano bielorruso. Fue la peor
tragedia del Ejército español en toda su historia en tiempo de paz. La
conmoción en España fue de tal magnitud, que el funeral de Estado en Torrejón
de Ardoz, dos días después del siniestro, contó con la presencia de los reyes y
el príncipe de Asturias, y fue retransmitido en directo por las cadenas de
televisión, se convirtiéndose en el programa de mayor rating desde hacía varios
años –2 millones 539 mil televidentes (36,1 % del share)–.
El Gobierno español declaró luto oficial desde por dos
días. Se abrieron 6 procesos judiciales a raíz de la tragedia, cuatro en España
y dos en Turquía. Hoy en día, después de 12 años, los deudos han obtenido un
reconocimiento de que el accidente ocurrió debido al mal estado del avión,
circunstancia de la que ya habían advertido en numerosas ocasiones los
militares a sus mandos, a pesar de lo cual el avión realizó el vuelo con tan
fatal desenlace.
Los helicópteros rusos que caen como aguacates maduros
Tampoco por ahora pasa nada en Venezuela, donde los
helicópteros rusos se caen como aguacates maduros, y los cazabombarderos de la
misma procedencia chocan entre sí; sin que nadie opine ni investigue seriamente
estos casos.
La del alcatraz es otra historia. Tras la democratización
de los vuelos, iniciada en 1950, nos hemos acostumbrado a mirar a los aviones
como autobuses voladores; de ahí la marca Airbus,
con la cual se identifican los productos de una de las empresas
aerospaciales más conocidas.
No sólo los percibimos a las aeronaves como aerobuses,
sino que, a los viajeros, nacionales e internacionales, nos tratan como si
fuéramos usuarios de colectivos, o peor: ¿Usted recuerda su último viaje a
Miami, en misery class, durante
alguna alta temporada? Por eso, morirse dentro una avión, que estalla o se
estrella, implica una probabilidad estadística, pequeña, pero cierta, para
millones de seres humanos. Pero no pasa lo mismo con los submarinos nucleares o
los jet supersónicos, pues son modalidades de transporte reservadas sólo a las
elites militares y civiles del planeta.
El cazabombardero que choca con sus semejantes
Para la humanidad casi todo es entretenimiento, y de la
pantalla saca héroes, monstruos y moralejas. La naturaleza, sin embargo, envía
señales trascendentes, implícitas en fábulas como la del alcatraz y el ballenato. Pero poco nos gusta
reflexionar sobre estas claves y, mucho menos, intentar descifrar su oculto
sentido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario