domingo, 21 de abril de 2019

Ojalá que Cristo no haya llorado ayer en vano






Ayer, al menos por mi casa, tras una sequía larga llovió un poco. Se supone que, cuando llueve en Sábado Santo es buena señal, porque son las lágrimas de sangre que Cristo lloró cuando Judas lo entregó a sus verdugos. Cristo le dijo: “¿Así traicionas al hijo del hombre?”

Este año se cumplirá el quincuagésimo octavo aniversario de la invasión de Playa Girón, un plan frustrado de la CIA  para derrocar a Fidel Castro y acabar con su revolución.

Para quienes no lo recuerdan o lo saben, el proyecto era que, poco antes de la medianoche el 16 de abril de 1961, 1.500 exiliados cubanos, financiados por Estados Unidos, desembarcarían en Cuba en la Bahía de Cochinos, una gran ensenada aislada en la costa sur. Se suponía que, en ese pantano de Playa Girón, seleccionado por su vecindad a un aeropuerto, el único ítem adicional que debían llevar los combatientes para asegurar el área, tomar la pista y nombrar a un "gobierno  paralelo", era repelente anti mosquitos.

A su vez, el presidente interino, una vez in situ en Playa Girón, solicitaría el reconocimiento oficial de su gobierno y la ayuda inmediata al Presidente John F. Kennedy. A  esta petición seguiría, indudablemente, un levantamiento en el resto de la isla.

Pero todo salió mal

Los combatientes de Playa Girón, entrenados en Centro América ignoraban que Rusia andaba tras su base en el Caribe, que comunistas a espiaban todos sus movimientos y que hacerlo era la mar de fácil, ya que la invasión que había sido ampliamente publicitada, y aflojar la lengua de los  habladores de paja en Managua, con putas, tragos o sin ellos era más fácil que darle a un blanco en el piso. Y en Playa Girón les estaban esperando, fuertemente apertrechadas, las tropas élite del ejército revolucionario.

Total, que se convirtió en una vergonzosa derrota que cuadró a Cuba, definitivamente, con la Unión Soviética. Kennedy negó el apoyo aéreo ofrecido, pues no quería aparecer como involucrado en el hecho –como si el mundo entero no lo supiera–. Más de un mil contrarrevolucionarios de la Brigada 2506, entre ellos el consuegro de mi hermano Gabriel, fueron entregados como Cristo, a sus verdugos, y se salvaron porque, dos años y medio después, EEUU los cambió por 50 millones de dólares en “ayuda humanitaria”.

Una derrota que logró mantener a la tiranía castrista por 60 años en el poder, contra la que nada han podido ninguno de los diez presidentes estadounidenses que se enfrentaron a ella –pese a las “sanciones económicas”–, y que, al contrario, se ha burlado de ellos y de todos los directores de la inteligencia y contrainteligencia gringa, haciendo y haciendo deshaciendo en América Latina lo que le ha venido en gana.

El 23 de enero del presente año, tras 20 años del gobierno colonial narco comunista, satélite de La Habana, muchos venezolanos creímos haber oteado una resplandor al final del túnel, con la juramentación como Presidente Encargado de Venezuela de Juan Guaidó, ex dirigente universitario y parlamentario por Voluntad Popular. Entre Guaidó y el pueblo se estableció, de inmediato, una corriente de empatía por su valentía y su manera de hablar, razonadamente y sin malas palabras.
Un carisma que vino in crescendo, pues Guaidó fue percibido como es o quisiera ser la juventud estudiosa y trabajadora venezolana, no como lo fuera Hugo Chávez –cobarde, deslenguado y vende patria– o como lo es Nicolás Maduro –mentiroso, ignorante y bruto–. Pues la gente intuye que Guaidó es, ante todo, honesto.

Quienes aún no han perdido la memoria, recuerdan que una propuesta hecha por el diputado Guaidó ante la Asamblea Nacional, el 28 de julio del 2016, para que se investigara a los implicados locales por la corrupción de Odebrecht fue objetada y hasta ridiculizada por Manuel Rosales, Henri Falcón, Henry Ramos Allup, Timoteo Zambrano, Luis Aquiles Moreno y Luis Florido. ¿Cuál fue el motivo para vetarla? Habrá que preguntárselo a ellos.

El crecimiento de la imagen de Guaidó llegó a su punto exponencial el 23 de febrero, cuando hizo su aparición en Cúcuta, durante un festival musical y global para recoger “ayuda humanitaria” destinada a Venezuela, y encabezar, al día siguiente, el traslado de la que ya había sido depositada en almacenes, frente al Puente Internacional “Las Tienditas”.

Lo del “día siguiente” fracasó

El mayor Diosdado Cabello, quien pasó a la historia política de Venezuela, entre otras cosas, al iniciar su carrera asesinado a los inermes vigilantes de VTV que se le enfrentaron el 4–F de 1992, el ex agente de la Policía de Caracas –expulsado de la Academia Militar de Venezuela por ser colombiano de nacimiento– y organizador del Caracazo– y la abogada Iris Varela, alias “La Fosforito”, Ministra Penitenciaria y promotora de las discotecas en los penales, sacaron a los presos de sus celdas, los armaron, los vistieron con uniformes del Sebin, los mezclaron con “avispas negras” cubanos. Le gritaron a Guadó: “No pasarán”. Y no pasaron

La ayuda, después de que las hordas cubano–delictivas quemaran las primeras dos gandolas en Ureña, el resto se quedó en Santander Norte. Como se quedaron en Florida los aviones destinados a Playa Girón. Porque lo que se esperaba, que, a como diera lugar, la ayuda entraría, tampoco pasó.

De ahí en lo adelante, la historia se repite. Bloqueo económico y amenaza de la superpotencia, seguida por llegada de militares rusos y más habladera de paja en los organismos multilaterales, donde el único diplomático que parado en sus trece es Luis Almagro.

Pese a que los apagones fueron, según Jorge Rodríguez, una conspiración de Guaidó, Marcos Rubio y el Presidente Sebastián Piñera de Chile, quienes atacaron Gurí con rayos fotónicos, disparados desde el espacio, no fueron aprovechados por el Imperio para completar la nueva Playa Girón.

A Maduro no le falta billete

Maduro se mantiene atrincherado, con más de 7 mil quinientos millones de dólares, provenientes del arco minero, el contrabando de gasolina y el narcotráfico. Suficientes para pagarle a la depravada casta militar venezolana –que tampoco, como el pueblo cubano, se alzó con el frustre de la ayuda humanitaria–, y para “estabilizar la pobreza” –como lo ha hecho Cuba, con 90% de pobres críticos y extremos y un salario mínimo de 9 dólares al mes–.

Algunos dicen que la estrategia del presidente Donald Trump, está condicionada a su proceso electoral. Aseguran que, cuando a él le convenga, lanzará la invasión. Que, si logra sacar a Maduro, gana las elecciones. Pero si, además, consigue el efecto carambola, derrocando a Daniel Ortega y Raúl Castro, pasará a la posteridad como héroe norteamericano.

A mi parecer, nos queda un chance más para no perder nuestra Bahía de Cochinos. El 1º de mayo. Si los caraqueños opuestos a Maduro se dirigen a Miraflores y, aunque no lleguen por la represión, los militares se pliegan a la amnistía ofrecida por Guaidó, la derrota del 24 de febrero se transformará en victoria. En caso contrario, me temo que habrá Maduro, digo, Cuba para rato. Ruego porque Cristo no haya llorado ayer en vano.