viernes, 23 de junio de 2017

El búnker de Miraflores

Según la versión oficial, Adolf Hitler se suicidó en su búnker de Berlín el 30 de abril de 1945. Empero, hay la versión de que el muerto fue un doble, y que el Führer hoyó en un submarino a Sudamérica, donde vivió, siempre enconchado,  en Sochabamba algunos años más.
Sea cual fuese la verdad, lo importante es lo sucedido en dentro del búnker, los últimos días de su mando. Seguía ordenándole a un ejército imaginario acciones para destruir a sus enemigos, cuando los únicos soldados que quedaban en la capital eran adolescentes y niños de las juventudes hitlerianas, sin entrenamiento para la lucha. Nombró al Almirante Karl Dönitz como su sucesor en la Cancillería del Reich, dos días antes de que  Berlín cayera en poder de los soviéticos.
Mientras las tropas nazis estaban desperdigadas y aisladas en más de 15 puntos de Austria, Alemania, Bohemia, Croacia, Dinamarca, Francia, Grecia, Italia, Islas del Canal de la Mancha, Moravia y Noruega; los Aliados redujeron aún más las zonas ocupadas, impidiendo cualquier apoyo logístico. Los aliados cortaron las comunicaciones entre las fuerzas alemanas, y las encerraron pequeñas áreas.
Dönitz intentó formar gobierno en la frontera con Dinamarca. El 2 de mayo se le unió el ejército, comandado por Wilhelm Keitel, quien estaba en Rheinsberg durante la capitulación Berlín.
La historia del búnker de Hitler acabó muy mal, sino para él sí para su séquito. Como las de todas esas instalaciones que se hacen para proteger a los gobernantes de la ira popular, y lo único que logran es aislarlos de lo que realmente ocurre afuera, y acentuar su distorsionada y subjetiva perspectiva.



El suicidio del Führer

Durante el horror económico desatada por la Gran Depresión durante la década de los treinta del siglo pasado, afloraron las más bajas pasiones y se desató la explotación más inicua del hombre por el hombre.
Lo que pasó en EEUU ha sido dramáticamente novelado por John Steinbeck en Las uvas de la ira, obra por la cual obtuvo el Premio Putlizer (1940) y el Nóbel de Literatura (1962), y cuya versión cinematográfica logró siete nominaciones a los Premios de la Academia y dos Oscar (1940).
Entonces gobernaba a EEUU el Ingeniero Herbert Hoover, cuyo récord previo era impecable Se había hecho a sí mismo desde la humilde posición de minero, poseía una de las mayores fortunas del planeta y dirigía negocios en cinco continentes. Proyectaba una imagen estupenda, lograda como arbitrar y planificar de la reconstrucción europea tras la I Guerra Mundial. Era un autodidacta prodigioso, al punto de haber traducido obras técnicas como Res Metálica. Manejaba eslóganes contundentes y convincentes, referidos a su historia personal, como–: La riqueza está a la vuelta de la esquina y Todos podemos ser millonarios.
Empero, Hoover se convirtió en prisionero del dogma liberal, según el cual–: A largo plazo, la mano invisible del mercado lo resuelve todo. Una falacia engendrada, a la vez, en el supuesto que la Economía funciona como la naturaleza, y que sus crisis –a semejanza con las tormentas del Caribe, los tsunamis del Índico o los volcanes del Pacífico– no pueden ser previstas ni, mucho menos, controladas.
Al negarse a actuar y aterrorizado por turbamultas enardecidas que pedían su cabeza Hang. Hoover! Hang. Hoover! (¡Ahorquen a Hoover! ¡Ahórquenlo!)–, al Presidente no se le ocurrió nada mejor que enterrar la cabeza como el avestruz, en su caso, encerrándose en un búnker bajo la Casa Blanca, apertrechado con armas y bastimentos para 6 meses, y esperando a la mano invisible, que nunca llegó. Por éste pésimo desempeño, llegó a dudarse de que la democracia tuviese futuro–… pues en ninguna ocasión como entonces la tentación totalitaria estuvo a punto de cautivar a tantos, como pasó en Europa Occidental y como –cautivados o cautivos–se impuso férreamente en las tierras sembradas de cadáveres de Joseph Stalin.[1]
En el caso de Hoover, el final no fue tan malo, pues la derrota le vino por votos, y le substituyó Franklin Roosevelt, quien ganó por cuatro períodos consecutivos, ganó la II Guerra Mundial y convirtió a EEUU en la primera potencia global durante la posguerra.
Escuchar a Maduro en los últimos días recuerda a Hoover y a Hitler. Mientras ayer alardeaba en una conferencia de prensa internacional que a los manifestantes sólo se les reprimía con agüita de las ballenas y gasecitos lacrimógenos, un despiadado sargento, a las órdenes de la Fuerza Aérea, asesinaba a David Vallenilla, un paramédico de 22  años que estaba en la marcha para auxiliar a las víctimas cotidianas de la represión.
El mayol general Revelol declaró, ipso facto, que el suboficial había empleado un arma no autorizada para repeler el ataque, y añadió–: El recurrente asedio a base militar de La Carlota produjo hoy lamentable deceso de uno de los participantes en el hecho. Más mentiras podridas, porque en los videos sobre el suceso se demuestra que David estaba en la autopista y una reja lo separaba de la base. Al parecer recogía algo del piso. Ni siquiera enfrentaba al militar. Había metros de distancia entre  ambos.


El asesinato a mansalva de Vallenilla
Esa misma noche, las fuerzas de la maldad allanaron la casa donde se reúnen los líderes de la MUD, y arrestaron a dos de sus asesores. Les enviarán a El Dorado, Guasina o Sacupana –supongo–, pues ya ni en La Tumba ni en el Helicoide hay puestos para los presos políticos. Ni tampoco comida, aunque la hagan rendir con ñoña.
No sé si en esa misma rueda de prensa o en una cadena anterior, Maduro anunció la incorporación de 80 mil nuevos efectivos, 40 mil a la Guardia y 40 mil a la Policía Nacional. Vea usted, amigo seguidor, Venezuela tiene ahorita mismo cerca de 75 mil militares. ¿De dónde van a sacar 80 mil más, y cuándo los entrenarían entrenados para mantener el orden plos entrenarñiarvos? No alcanzan.den p tiene ahorita mismo cerca de 75 mil militares. ¿De dstituylar, y lo ñuniúblico? ¿De los colectivos? No alcanzan. ¿Y cómo les alimentaría, vestirían y pagarían? Suena a las manifestaciones de insania de Hitler, durante los últimos días de su tiranía.
Con la tormenta Bret pasó algo parecido. De Maduro para abajo, todo el mundo se metió a experto en climatología. El general ministro de Hidrología y otros poderes populares le echó la culpa al capitalismo de EEUU, por no firmar el protocolo de París –cuando China Comunista es el segundo país que contamina más el ambiente:. El meteorólogo que transmite sus partes por Globovisión, aseguró que todo había terminado, Maduro decía–: ¡Atención, Elías, Elías… vienen coletazos terribles para Miranda y Vargas!
Hoy, a las 5 AM, los habitantes de los barrios populares de Distrito Sucre aún protestaban por la muerte del joven paramédico y eran reprimidos con lacrimógenas y disparos. Así como a quienes comandaron a los asesinos de las SS y la Gestapo los condenaron a muerte en Núremberg, los mayoles generales que les ordenan serán castigados con las mayores penas. Y asimismo sucederá con los generales Cebolla, Papa y Tomate. Y con los narco–generales.
Mientras tanto, se seguirán escuchando los delirios del búnker de Miraflores. Si hay estómago para aguantarlos.




[1] Consalvi, Simón Alberto: Pedro Manuel Arcaya y la crisis de los años 30, Tierra de Gracia Editores, Filadelfia, 1992.

sábado, 10 de junio de 2017

La muerte calza zapatos de tenis



El zapato es un método de viaje.
Le choco a mis amigos los zapatos.
No le doy cuerda a mis zapatos
y se levantan a la misma hora.
Pensar que Eva andaba sin zapatos,
y hay muchos niños con los pies desnudos,
se me ponen de punta los zapatos.
Y hay algo que anda mal en este instante
no  sé si estoy viendo las estrellas
es que me dieron duro en la cabeza
con un zapato vomitando rabia.
César Young Núñez: Elogio del zapato.

Londres y Caracas fueron escenarios recientes de la muerte de dos jóvenes, Ignacio Echeverría y Neomar Lander, el primero por defender a una mujer de la canalla yidahista,  el segundo por defender a otra mujer, Venezuela, de la canalla comunista.
Tanto la minúscula cúpula que dirige al terrorismo islámico como al que dirige al terrorismo madurista tienen mucho en común, aunque los separen miles de kilómetros de distancia y siglos de civilización; una equivalencia parecida a la existente entre el Reino Unido y Venezuela.

La incupabilidad de sus progenitoras



María Gabriela, según "Fortune" un de las mujeres más ricas del mundo

En ambos casos, sus integrantes y cómplices son verdaderos hijos de putas, no por comunistas o musulmanes, sino porque transgreden diariamente las normas universales de la civilización y la ética.
Conste que al llamarles hijos de puta no me refiero a su progenitoras, quienes pudieran estar al borde de la canonización por haber sobrellevado la convivencia con tales monstruos, sino al significado especial que esta expresión tiene para los iberoamericanos. Hijo de puta jamás califica a la mamá, sino al bastardo, quien pudo haber nacido con bendición papal y entre sábanas de seda, pero nada de esto le valió para su comportamiento actual.

La manipulación de la juventud

jueves, 1 de junio de 2017

Ni la astucia de Escobar Gaviria ni los cojones del Chapo Guzmán

¿A quién desfavorece la situación venezolana actual?


La muerte de Escobar Gaviria, según Fernando Botero

Mi tocayo coriano me reclama continuamente que, al hacer periodismo investigativo, conteste a priori la pregunta: ¿A quién favorece la situación actual? En Venezuela, empero, habría que enunciarla–: ¿A quién desfavorece la situación actual?
No favorece a las FFAA, bolivarianas o no.
Ni a los empresarios –así lo han asegurado los presidentes de Fedecámaras y todos sus afiliados, con excepciones como las de el agricultor pascuense que aparece en todas las reuniones con Maduro, y que produce con empréstitos oficiales harina precocida de maíz Doña Goya, la cual se vende en Pdvsa Caracas a Bs. 1.800 el kilo–.
Tampoco a la Iglesia, cuadrada como está con la resistencia opositora, quizás salvo el Papa, a quien su populismo le impulsaría a enviar señales equívocas cada vez que analiza en público la política de acá.
Ni a los médicos, paramédicos, farmaceutas, panaderos.
Ni a los estudiantes, docentes, obreros y trabajadores.
Ni a la mujeres, los niños y a los bebés que necesitan atención especial de salud. Ni siquiera a Cuba, que pretende arreglar su situación política con Trump para convertir a Mariel en el eje del comercio naviero del Caribe, y ya debe estar lamentándose de la disminución del crudo gratuito que recibía, cuya causa no es que ineficaz y abusiva  depredación de Pdvsa durante el chavo–madurismo.
Pudiera seguir llenando líneas de desfavorecidos, pero me detengo aquí, en una cifra: al 80% de los venezolanos que quieren salir ya de Maduro, según los sondeos más recientes. Y, tal vez, a un 10% adicional, que habría opinado igual, pero no se atrevió a expresarlo.
¿A quién favorece la situación actual? 
Repito: ¿A quién favorece la situación?
A mi entender, a la cúpula gobernante vinculada con el narco tráfico. Civiles y militares que intentan ocupar el vacío producido por el ajusticiamiento de Pablo Escobar Gaviria en 1993 y la aprehensión de Joaquín Chapo Guzmán en el 2016, así como su posterior extradición a principios del presente año. Estas acciones produjeron a su vez la destrucción de grandes carteles de la droga –léase negocios como sinónimos– en Colombia y México.
Entre 1982 y 1993, Escobar Gaviria amasó una fortuna estimada en más de 30 millardos de dólares, fue electo congresista su país y asistió como invitado oficial a la toma de posesión de Felipe González en España. Durante el mismo lapso, el paisa ordenó el asesinato de más de 4 mil personas, entre ellas, el del candidato presidencial Luis Carlos Galán.
Dado que era astuto, talentoso y tenía preparación básica para la administración –características excelentemente descritas en su teleserie biográfica–, logró que el valor cambiario del peso colombiano se moviera en alzas y bajas según la productividad del narcotráfico.
Si los alijos importantes llegaban a sus destinos –en el argot del narcotraficante, coronaban–, la moneda se cotizaba mejor frente al dólar. En caso contrario, se depreciaba.
Escobar Gaviria creó así una perversa prosperidad, cotidiana y volátil; que él manejaba a su saber y entender.
Los símbolos exteriores de la riqueza mal habida de Escobar Gaviria eran evidentes- Su colección de automóviles, embarcaciones y aeroplanos. Los inmuebles urbanos y vacacionales, cuyos precios dispararon los precios de compraventa de viviendas en Colombia. La guinda del cóctel era un zoológico de animales exóticos, en su finca, a pocos kilómetros de Medellín. Pero el paisa tenía apoyo popular, porque hacía obras de caridad.
Aunque los presidentes Belisario Betancour y Virgilio Barco hicieron aprobar las leyes para extraditar a los capo mafiosos, tuvieron responsabilidad en el narcotráfico, pues durante sus mandatos las taquillas del Banco de Colombia cambiaban dólares, sin  restricciones y sin averiguar su procedencia.
Fue César Gaviria –quien se salvó de perecer en un vuelo de Avianca explosionado por el Cartel durante su campaña presidencial– quien logró apresarlo por primera vez y, tras su fuga y enconche, ordenó su captura, vivo o muerto, lo que ocurrió el 2 de diciembre de 1993.
Contra viento y marea, Álvaro Uribe Vélez, se las jugó todas, dedicándose a combatir el mal en sus raíces más profundas. Que no eran sólo los carteles de Cali y Medellín, sino los apóstoles de la guerrilla, los chicos buenos de las Farc y el ELN, controladores de la producción y refinación cocalera y de  dos tercios del territorio nacional cuando el antioqueño se encargó de la primera magistratura.
Al asumirla, Uribe Vélez fue recibido a morterazos –impactos que aún podían verse hace un par de años en el Palacio de Nariño–, pues la narco guerrilla era dueña de aldeas y caseríos a sólo 4 kilómetros del cerro de Monserrate de Bogotá- Entonces los gamines o niños de la calle eran el futuro de los sicarios –llamados colectivos en Venezuela– de los carteles y chicos de Marulanda. Entonces, jóvenes colombianos migraban por millares, dondequiera les dieran visas.
Pero la situación cambió.
Pese a la farsa fraudulenta del presidente Santos –así califican sus críticos a la Campaña de Pacificación–, Colombia lucha denodadamente por convertirse un país decente, bien acogido por los inversionistas internacionales, innovador, abierto al emprendimiento.
Un esfuerzo descalificado por quienes desean heredar la riqueza de Escobar Gaviria y Joaquín Chapo Guzmán.
Es fácil y resulta poco corajudo enviar a la GN a bombardear y dispararle a manifestantes inermes, como lo hacen los enlistados por la DEA desde hace más de 70 días.
No sólo gozan de absoluta impunidad, sino que, además, nunca van al frente. Se quedan en Miraflores, al lado de supuestos juristas, quienes preparan artículos de la Prostituyente, donde se van a calificar de terroristas a quienes convoquen o lideren marchas contra el narco–régimen.
Pero el final se acerca.
Escobar Gaviria creyó que su impunidad sería vitalicia, hasta caer abaleado sobre tejado de un vecindario. El Chapo Guzmán, quien victimaba a sus enemigos él mismo,  se creyó inapresable, hasta que su afán de protagonizar en Hollywood al lado de Sean Penn, condujo a sus perseguidores al escondite. Y a la narco–cúpula venezolana les falta la inteligencia de Escobar Gaviria. Y los cojones del Chapo Guzmán.