domingo, 29 de julio de 2012

El Guasón, Santa Anna y la Historia Universal de la Infamia



La infausta historia de Santa Anna
Al conversar hoy con mi tocayo coriano, recordé al más grande de los traidores mexicanos, al general Antonio López de Santa Anna, presidente de México en 10 oportunidades, cuyo desempeño en la Primera Magistratura de su nación se  asemeja asombrosamente al del Guasón.
Tras fracasar como estudiante y comerciante, Santa Anna se alistó en el Ejército Español, y llegó a ser su Comandante General en Veracruz hasta que los vientos cambiaron de rumbo.
Inició su carrera política en 1824, como gobernador republicano en su provincia natal.
Entre 1831 y 1833, navegó entre aguas liberales y conservadoras, promoviendo su candidatura a la presidencia.
Ungido con ella (1835), partió a sofocar la insurrección de Texas, y logró una victoria pírrica contra los defensores de El Álamo, quienes en su mayoría eran granjeros y cazadores.
En su nada admirable campaña, se acantonó en una posición militarmente indefendible, cercana a la población de San Jacinto.
Su parálisis parece haber sido motivada por la relación sexual con Emily Morgan West, la Rosa Amarilla de Texas, una atractiva liberta capturada por él en 1836.
Durante los períodos refractarios del apasionado romance, Emily  copió los planes de batalla de Santa Anna, y haciéndoselos llegar al general Sam Houston.
Santa Anna fue derrotado y  apresado por el general Samuel Houston, ante quien firmó la rendición incondicional del Ejército Mexicano, reconociendo en ese mismo acto la Independencia de Texas.
Tras ser conducido a Washington, fue dejado en libertad por el Presidente Andrew Jackson, oportunidad durante la cual trocó su enfoque sobre El Imperio.
El regreso del Monstruo de San Jacinto
Después de una larga expatriación en Cuba, donde fue ubicado por Jackson para emplearlo como peón en el juego de ajedrez de la expansión yanqui, un agente de inteligencia estadounidense le llevó los milloncitos solicitados para financiar su retorno, lo cual ocurrió en 1837.
Empero, el pueblo mexicano, que le malquería por la catástrofe tejana, no le paró mucho a su caudillo y paisano. Gracias a que los franceses decidieron cobrarse una deuda pendiente, ocupando a Veracruz al estilo bucanero, recuperó algún prestigio en la llamada Guerra de los pasteles (1838).
Durante las acciones de la contienda, perdió una pierna y organizó un funeral de estado para disponer dignamente de dicha extremidad. Lo más curioso de este acto es que guarda, asimismo, una estrecha similitud con el show que organizaría siglos más tarde el Guasón para sacarle provecho propagandístico a un supuesto y mortal cáncer.
La astucia como estrategia de gobierno
La pierna de Santa Anna anduvo dando tumbos por allá y por acá, hasta terminar devorada por un famélico y hambriento cacri –perro callejero multiético-.
Los excesos autoritarios de Santa Anna no eran notorios por su crueldad, al igual que los del Guasón, sino más bien por su habilidad para marginar a los enemigos políticos, forzándolos a salir del país, exiliándolos, persiguiéndolos o arruinando sus reputaciones.
Una soprendente faceta del carácter de Santa Anna es que nunca fue sanguinario. No se le puede acusar de asesinatos políticos ni de persecuciones cruentas. Con frecuencia utilizó el exilio como un medio para deslegitimar a sus enemigos, pero por naturaleza no fue un hombre sanguinario, excepto durante las batallas donde estuvo involucrado.
En 1839, fue designado presidente de nuevo, más debió renunciar cuatro meses más tarde, no sin desaprovechar la corta estada para incrementar los impuestos, hostigar a sus contendores y ejercer una implacable censura de prensa.
En 1841, merced a un golpe de estado, obtuvo la presidencia una vez más, y la continuó detentando hasta 1853.
La de San Jacinto no fue su única ni peor derrota.
Una derrota harto sospechosa
Casi logró ganar la Batalla de la Angostura, crucial para el mantenimiento de las fronteras del noroeste mexicano, pero, curiosamente, se retiró cuando estaba a punto de derrotar al general Zachary Taylor y al ejército invasor. Después, perdió, entregó Veracruz a los yanquis, y, tras evacuar Ciudad de México, se exilió en Colombia, dejando a EEUU dueño de Tenochtitlán, la otrora esplendorosa capital del Imperio Azteca y del Virreinato de Hernán Cortes.
Al final de su accidentado y largo ejercicio, México quedó más empobrecido y endeudado que nunca, sin California, Nuevo México, Arizona, Nevada ni Colorado, ¡la mitad de su superficie!
EEUU terminó anexionándose estos vastos territorios mediante el pago de la módica suma de 15 millones de dólares. Y no quiso seguir extendiendo más sus conquistas, pues no creía poder controlar ni organizar a la mayoría indígena y mestiza del país.
Los caudillos inservibles
El Guasón es un fenómeno telúrico, como lo fueron Santa Anna y otros que han desgobernado a Ibero América.
Su manipulación del pasado tampoco resulta novedosa u original.
Ya el Ilustre Americano, por animadversión hacia Andrés Bello y Lino Gallardo, convenció al mundo de que los autores del Himno Nacional eran Vicente Salias y José Landaeta.
A partir de Nikita Jruschov, las crónicas  soviéticas se rescribieron por completo,  soslayando la participación de Joseph Stalin aún durante II Guerra Mundial, donde su liderazgo resultó más que decisivo.
Por eso Jean-Paul Sartre propone centrarse en la Literatura y no en la Historia para conocer el pasado, pues a la última la escriben los vencedores. Humberto Cuenca, con igual convicción, invita a investigar las noticias, que son inmediatas y no elaboradas.
—¿Cómo pudo un personaje así haberse graduado en la Escuela Militar? —me preguntó un viejo oficial del Ejército, que hizo la carrera desde recluta hasta general de división.
Le respondí:
—Pregúnteselo y contésteselo usted mismo. Forma parte del karma venezolano, del cual no sabemos cuánto falta todavía por pagar.
El régimen chavista nunca ha sido ni será una revolución, no porque a los contrarrevolucionarios les tentara la desesperación y la aventura –como afirma Guillermo García Ponce-, sino porque las desacertadas decisiones del  Guasón, aunadas a la manifiesta incompetencia e improbidad de sus gerentes públicos han llevado a niveles intolerables la corrupción, el derroche económico, la desocupación y la inseguridad en Venezuela.
Porque casi todo lo que el Guasón hizo y continúa haciendo nos acerca cada vez más, con mayor velocidad, a la anomia. Porque la lucha de clases liderada por Chávez, innecesaria e injustificada, constituye una forma solapada y oportunista de su racismo, resentimiento y reconcomio, inaceptables no sólo desde las ópticas constitucionales, éticas o religiosas, sino también desde el punto de vista científico, merced a los recientes hallazgos sobre el mapa del genoma humano y el origen el hombre.
Porque la depresión, incertidumbre y temor colectivos en los cuales ha sumergido al país impiden la reactivación del aparato productivo, estimulan la exportación de capitales y únicamente dejan como alternativas para la disidencia la conspiración o el exilio.
Si México oculta a por vergüenza y humillación mantiene velado el capítulo de Santa Anna, el militar que le regaló a EEUU la mitad de su territorio; los venezolanos, que somos bien hablachentos, pasaremos siglos analizando la traición del Guasón, que hipotecó a los chinos, los rusos y los chulos latinoamericanos las riquezas del subsuelo.
Que la deshonra caiga sobre la memoria de estos traidores a la Patria, candidatos a un apéndice de la Historia Universal de la Infamia.

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