lunes, 14 de diciembre de 2015

La noche quedó atrás


“Dime qué dice…”
Durante una etapa de peladera familiar, Mamá, cuyo seudónimo como escritora y periodista era Juana de Ávila y quien siempre fue una lectora contumaz, comenzó a familiarizarse con las traducciones al español ---prefería a las originales en francés e inglés--- y con el boom de la literatura latinoamericana; gracias a una prima que compraba libros a granel, y se los daba para que los leyera antes, a ver valían la pena para el interés de la pariente con recursos.
Mamá leía, y contestaba, en cada caso, a la pregunta: Dime qué dice… Este ejercicio le valió para desarrollar a futuro una de sus columnas más famosas de la Cadena Capriles ---la de Miguel Ángel padre, no la de ahora---, Solapa de libros,. Y ya entonces no tuvo que depender del aporte familiar, porque autores y editoriales colmaban la biblioteca hogareña en busca de publicity para sus obras.
El Dime qué dice… se ha transformado hoy en común denominador de quienes deberían estar informados, pero les da harta ladilla esforzarse en hacerlo. Te piden a cambio un Resumen ejecutivo. Claro, ellos son los ejecutivos, y tu el pendejo Ratón de biblioteca; o nerd, como se le llama ahora.
Sintetizar no es difícil para quien maneja el idioma; para el que no, resulta imposible.  En la década de los sesenta del siglo pasado, Estela Raval escribió Don Quijote, canción que hicieron famosa Los 5 latinos, y que convierte en un cubito Maggi los dos tomos de la obra de Don Miguel de Cervantes
En más de 40 años como publicista, escribí por  lo menos de 10 mil comerciales de televisión, así como una cantidad inconmensurable de textos para otras piezas publicitarias: afiches, avisos de prensa y revistas, folletos, habladores, informativos, panorámicos, spots de radio, volantes y varias categorías.
La redacción publicitaria se basa en el género literario denominado copy ---de ahí el nombre copywriter que se aplica a los redactores---. Como lo explicaba mi amigo, colega y compañero de faena Graterolacho, contiene los tres momentos de la narrativa: nudo, trama y desenlace. Además, añadía Graterolacho, el desenlace siempre es un pié forzado: El producto como héroe; o el consumidor como héroe, gracias al producto. Y todo esto sucede en 20 segundos, 7 palabras y, a veces, menos. Fíjese en el eslogan que escribí  hace años para el extinto Banco de Comercio, y aún sigue siendo plagiado, ente otros, por la República Dominicana: El banco de Comercio lo tiene todo.
Empero, a estas alturas de mi vida, me rehúso a sintetizar lo que escribo. El que quiera enterarse, que lo lea todo. Y si no quiere, que no lo lea. Cada día es mayor el número de ignorantes en el mundo, y cuentan con líderes de éxitos y fracasos, como Trump y Maduro, respectivamente. Pero no saben por qué.
El espía garrochista
La verdadera historia de los espías dista mucho de los visos de romanticismo, heroicidad e idealismo con que las tiñen los largometrajes del Agente 007 o las novelas de John Le Carré.
El caso, por ejemplo, de Richard Julius Hermann Krebs (1905-1951, alias Jan Valtin, resulta emblemático al respecto. Fue un triple garrochista: comunista alemán, al servicio de la URSS, quien ejerció el espionaje entre ambas guerras mundiales.
En 1931 se topó con la realidad soviética, tras un breve recorrido por Murmansk y Leningrado. En vez de un Paraíso del proletariado, lo que  halló fue depauperación, insensibilidad hacia el sufrimiento humano y una exasperante incompetencia. Empero, poseído por el fanatismo ideológico, prosiguió en su devoción al Kremlin.
Krebs operó como doble agente, infiltrado en la Gestapo, hasta 1938, año en el cual huyó a EEUU.). Desde 1937 trabajó como agente doble infiltrado en la Gestapo hasta que al año siguiente huyó a los EE. UU. y renegó de la Komintern.
En 1941 publicó, bajo su seudónimo, su relato autobiográfico, La noche quedó atrás, el cual rápidamente se convirtió en best-seller. Allí narra su existencia como militante comunista, desde su afiliación al partido, en los años veinte, y destaca especialmente su rol en actividades destinadas a socavar las bases precarias de la democracia alemana.
Tras la consolidación del asalto al poder por Hitler, con prácticamente un posgrado en agit-prop,  Krebs fue detenido y torturado por la Gestapo. Empero, pudo convencer a las autoridades de su conversión al nazismo y fue puesto en libertad.
Krebs pasó a la clandestinidad. Tiempos sórdidos, sólo endulzados por la relación con Firelei, a quien nunca el espía identificó con su nombre propio.
Pese a haberse convertido en estrella del contraespionaje ruso, su fe en la causa comunista se resquebrajó ante la negativa de sus superiores a ayudarlo a sacar de Alemania a Firelei y el hijo de ambos.
Krebs comenzó a dudar tanto de Stalin como sus jefes inmediatos, y a cuestionar la bondad de una ideología que le exigía un sacrificio incondicional. Krebs dejó ser el idealista que asaltaba precintos policiales y combatía en las barricadas, y no quiso seguir matando por órdenes de Moscú. Resuelto a romper con todo, realizó su tercer y definitivo salto de garrocha, esta vez  a EEUU, En venganza, sus ex camaradas liquidaron a Firelei.
Krebs escribió su autobiografía tras refugiarse en EEUU. Revela en ella  el trasfondo psicológico del terrorismo, la exaltación del Caín que todos llevamos dentro, la transformación del ser humano en un asesino sin conciencia, donde nada está prohibido siempre que el  protagonista esté políticamente claro.
Además, como el comunismo no era entonces ni es ahora ninguna postura a favor de los desposeídos, sino una manera violenta de acceder al poder por parte de una minoría incapaz de hacerlo legítimamente.
Un libro así podría haberlo escrito Ilich Ramírez, alias Carlos El Chacal, si en el alma de este condenado a perpetua por la justicia francesa cupiese un átomo de arrepentimiento. Sin embargo, en la celda de la cual no volverá  salir, debe consolarse con las palabras del occiso Hugo Chávez Frías: Es un tipo del pueblo y el pueblo se identifica con él. ¿Y cómo se identifica el pueblo venezolano con El Chacal? ¿Acaso matando policías? Hay que recordar que Chávez amaba a esta clase de psicópatas, quizás porque nunca tuvo el valor de emularlos. ¿Se acuerda del señor João de Gouveia, quien el 19 de diciembre del 2002 asesinó e hirió a decenas de manifestantes pacíficos en la Plaza Altamira, y para quien el presidente pidió y obtuvo un trato carcelario preferencial.
Otras versiones que seguramente coincidirían con los planteamientos de Jean Valtin serían las de los pilotos que estrellaron los jets comerciales el 11S en New York y Washington. O la del verdugo británico de Isis, recientemente fallecido en el Levante tras un bombardeo aliado. Sin embargo, los musulmanes citados deben estar al momento persiguiendo huríes en el paraíso islamista, recompensa prometida a quienes mueren asesinando masivamente a inocentes en cualquier rincón del mundo y en nombre de la yihad. No sé a quienes perseguirán las chicas veladas, que ahora también son terroristas.

Por lo cual el testimonio de Kleber resulta absolutamente actual, en Venezuela y el resto del planeta, pues, al menos aquí, el 6 de diciembre La noche quedó atrás.

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