jueves, 14 de noviembre de 2019


La Rebelión de las Musas y los Premios Grammy

Luis García Planchart

Yo soy Yamila
Yeniré.
Si me tocas el culo
te saco la yilé.

Letra de un reguetón

Mi próxima obra, se la dicto a la computadora

Ya hay una aplicación mediante la cual uno le dicta a la computadora y ésta escribe lo que usted le diga.

Imagínese, amigo seguidor, que a mí se me ocurra dictar una novela, pasarla por el corrector de ortografía de Word y publicarlo por Amazon. Vaya un poco más allá, y suponga que mi obra se convierte en un bést–seller.

Pero en realidad, caro lector, el caso es que soy un analfabeto orgánico, pese a lo cual me da la gana de inscribir mi texto en el Premio Cervantes, el Princesa de Asturias, el Planeta o promoverlo para el Nobel de Literatura.

Los españoles, al leer los horrores estilísticos y ortográficos de su contenido, no se calan más que el primer párrafo, y, para evitar que la experiencia se repita, deciden rechazar de plano todo aquello que no se escriba como yo lo hago ahora, colocando una letra detrás de la otra.

Si no me la premian, les echo encima al Foro de Sao Paulo

Entonces, aquellos cultores del idioma que les gusta a las masas foropaulistas –como Nicolás Maduro y Evo Morales, por ejemplo–, arman un peo mayúsculo y denuncian por la tele a la primogénita del Rey de España como racista, clasista y cualquier otro epíteto que se les ocurra.

Esta situación pareciera una fantasía, imposible de ocurrir.

A los Premios Grammy le sacaron la yilé

Pero está pasando con otro lenguaje, la música, y los Premios Grammy.
En el caso que me ocupa, los reguetoneros exigen que se les abra una categoría especial, y se les galardonen sus atrocidades. Reclaman como pudieran hacerlo los pintores naïve, mas en ellos no hay ingenuidad alguna.

Mire usted, querido lector, cualquier pendejo puede comprarse un piano electrónico y grabar un reguetón como La Suegra, embarrándose en su armonía, melodía y ritmo, que constituyen la gramática musical básica. Y no dudo que exista otra app que dibuje las partituras, y las imprima.

Pero, lo hecho así, manera dista mucho de ser música.

A ver, ¿es qué para ser músico hay que calarse 10 años estudiando teoría, solfeo, composición y dos instrumentos? La respuesta es sí. ¿Es que para ser médico hay que calarse 6 años, 2 de rural y 2 de especialización? La respuesta es sí. ¿No hay excepciones? La respuesta también sí, en el caso de la música; no, en el de la medicina.



Gabriel y Rafael, excepciones a la regla

La semana pasada conocí y escuché a dos excepciones musicales: Gabriel Borrero, violinista; Rafael Pino, percusionista. Ambos son venezolanos y comenzaron a tocar de oído, trabajaron en conjuntos y orquestas populares, y hoy son catedráticos de la Universidad Javeriana de Bogotá.

El milagro se produjo porque las orquestas sinfónicas juveniles avalaron sus experiencias prácticas, los sentaron a tocar en sus filas… pero allí tuvieron que estudiar lo que no sabían a pasos agigantados.

A través de mi modesto blog, yo les pido respeto a mis colegas comunicadores sociales, sobre todo a los más destacados, para que, cuando informen sobre temas como estos, lo hagan con seriedad, objetividad, y, sobre todo, conocimiento de causa.

Y no como lo hacen en muchos casos, dándole la razón a quienes se escudan tras una Rebelión de las Musas, que no es otra cosa que una variante de la Rebelión de las Masas, en el sentido que a este concepto le diera Don José Ortega y Gasset, que no es otro que el imperio de la ignorancia y la vulgaridad sobre lo todo lo elevado y noble que ha logrado el ser humano.

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