sábado, 19 de septiembre de 2020

La xenofobia bolivariana

Luis García Planchart


(Comentarios sobre, “La mala imagen de Venezuela”, artículo de Gloria Cuenca publicado en “El Pitazo”)


Hola, Gloria:


No puede entenderse la idiosincrasia de un país si sólo se la conoce al vuelo o sin  salpimentarla con un poco de antropología

Dice Rafael mi hermano que, “Colombia es un rompecabezas regional, a cuyas piezas sólo las une su odio común contra Bogotá”, y esto resulta más que cierto.


En el bockbuster Netflix, "El robo del siglo", se evidencian como en ninguno los regionalismo en Colombia. Además de su excelente narrativa, es una excelsa pieza de antropología.

Si vas a Valledupar, la tierra del vallenato, nada hay más parecido a un venezolano que la gente de allá.

Si visitas Villavicencio, la única diferencia entre su joropo y el nuestro es que los lugareños añaden al trío "arpa, maracas y buche”, la guitarra.

Sin dejar a un lado a Cartagena y sus aledaños, cuyas cachifas han demostrado su mimetización total con Caracas; ni la las riberas norsantanderiano y tachirense, donde las únicas diferencias de gran gochilandia son palabras como “almacén” por “tienda” i “vestido” por “flux”.

Bogotá es súper bolivariana

Aún así, en esa Colombia híper regionalizada, Bogotá es súper bolivariana.

No como aquí, donde le pusimos Bolívar a la moneda nacional, para devaluarla en porcentajes a los cuales jamás se llegó en la Alemania pre nazi con el Reich Mark, y que se considera como una de las causas que ocasionó la victoria comicial de Hitler en 1933, y la II Guerra Mundial, a partir de 1939.

En Caracas, Bolívar sólo ha servido para que Chávez profanara su tumba y le robara un hueso, al cual le incrustó una “pepa ‘e zamuro” para prevenirse del mal de ojo, y, asimismo, para que todos los tiranos y dictadorzuelos que hemos sufrido hablan más paja que la que pudieran yantarse todos los Plateros del mundo

En cambio, en Bogotá, Bolívar es venerado.

Su plaza es la más extensa dedicada al Libertador en el mundo entero.



Plaza Bolívar de Bogotá, la mayor del mundo


Está rodeada de los edificios públicos más importantes de la ciudad, y tanto la vivienda que ocupó en la capital de Colombia como la de San Pedro Alejandrino, al piedemonte de la Sierra Nevada de Santa Marta, son mantenidas con exquisito cuidado.

Sus guías turísticos cuentan la historia tal como aconteció, y no como la tergiversa el imbécil que me tocó cuando visité la casa natal en Caracas, hace un par de años, quien quiso hacerme creer que Bolívar había sido pionero del comunismo, casa de la cual se robaron la verdadera espada de Bolívar. 

En Bogotá conocí al presidente de la Sociedad Bolivariana, y me admiré por su empeño en contarle a los universitarios y a los escolares la trascendencia de Bolívar en la emancipación de su país, al punto que, el año pasado, hubo más estudiantes bogotanos que fueron a revivir las hazañas del Pantano de Vargas que los que visitaron las playas del Caribe.

A Perú no lo liberaron Bolívar ni San Martín

A Perú no lo liberó Bolívar, sino mi ascendiente, el general Antonio José de Sucre, tras una negociación del Libertador con San Martín, patrocinada por la francmasonería.

San Martín estaba ya "hasta las pelotas de guerrear", como se lo confesó a uno de sus biógrafos, y, en realidad desconocía cómo hacerlo en Los Andes, ya que sus batallas (desde que comenzó como oficial en Noráfrica contra los bereberes) habían sido en plano.

Bolívar tuvo que quedarse en Ecuador, buscando el dinero que el Congreso de Colombia, el cual presidía, le negaba para armar y alimentar a sus ejércitos, y de erradicar de Pasto al último bastión realista.

Las xenofobias andinas son “regionofobias”

Además, los oficiales peruanos jugaban apostaban a ganador, y esperaban ver a quien, finalmente, sentaría sus reales en el Palacio del Virrey de Lima. Aunque la Plaza Bolívar limeña no es tan grande como la de Bogotá, tampoco es más pequeña que la Plaza de San Martín. Y ambas se comunican por un bello paseo, los jirones, donde están las casas coloniales y los balcones más hermosos del Perú. 



El Jirón Junín y los balcones de Lima


Ecuador es casi tan regionalista como Colombia. Las expresiones, "¡Serrano hijo´e puta!" y "¡Guayaco, negro e´mierda!"; no denotan, precisamente, una gran tolerancia, sino que expresan absoluta xenofobia. No sólo Manuelita Sanz era quiteña, sino que el general Juan José Flórez, quien separó a Ecuador de la Gran Colombia, y que fuera su primero, quinto y séptimo presidente (por elecciones o cualquiera de los procedimientos que entonces se aplicaran allá), nació en Puerto Cabello, en Venezuela.

Tampoco los panameños ni son ni parecen ser angelitos caídos del Cielo. En Congreso Anfictiónico realizado en Panamá, a finales del Siglo XUX, sólo sirvió para que los políticos hablaran huevadas, y nada de lo que Bolívar soñaba siquiera quedara en el tapete.

Cuando uno repasa la historia, querida hermana Gloria, se da cuenta que esas famosas reuniones, seminarios y convenciones sólo permiten ganar tiempo y pasarla bien a sus asistentes, como ocurre con lasque fueron  entabladas por la supuesta oposición venezolana  para sacar a Maduro.

La xenofobia actual de nuestros vecinos andinos se corresponde con la migración masiva e inesperada de venezolanos, dispuestos en su mayoría a hacer los trabajos que los lugareños no saben o quieren hacer (como, por ejemplo, recoger los cadáveres de los muertos por covid/19 en Guayaquil y enterrarlos en una fosa común).Y también a la inmunda propaganda anti-migratoria y difamatoria de los miembros del foropaulismo internacional, cocinada en los laboratorios de guerra sucia de Buenos Aires, Caracas, La Habana y Madrid por los demonios del narcoterrorismo y la narco político.

Un beso, TQM.


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