jueves, 11 de febrero de 2010

Nuestro ejemplo es David

Quien ha tenido la oportunidad de ver en vivo y en directo la obra David de Michelangelo Buonarroti, ubicada en el lugar más privilegiado de Florencia, debe recordar tal encuentro como uno de los más trascendentales de su existencia. Aquello que otrora fuera un bloque de mármol o carbonato cálcico al 90%, cristalizado por milenios por las altas presiones y temperaturas, gracias al cincel y el martillo del más grande arquitecto de todos los tiempos, se transformó en la figura más hermosa que el hombre haya esculpido, según la autorizada opinión de otro de los grandes maestros del Renacimiento Italiano, quien fue que la colocó en el lugar donde todavía permanece desde hace más de 500 años.
Y la última cita tiene un valor inconmensurable, porque Da Vinci era uno de los mayores competidores de Miguel Ángel en la exclusiva y exigente clientela formada por los nobles de toga y espada, y no resulta nada frecuente que los artistas de gran renombre se alaben en estos casos. Pero así fue y escrito está en la Historia.
A Miguel Ángel le tomó más de 4 años convertir el pedazo de mármol frío, que además era irregular y había sido desechado por tal motivo en un objeto pletórico de vida, donde la sangre pareciera circular por las arterias y venas soberbiamente talladas. Pero, amén de la vitalidad que David ha irradiado ante la atónita mirada de millones de viajeros, procedentes de todos los confines del mundo, que ha tenido la oportunidad de contemplarlo, hay una lección importantísima que se infiere de la misma escultura.
David mide 4,10 m de alto y representa a un adolescente, con sus musculatura en tensión, mientras avizora, desafiante, a Goliat. Para transmitir la perfección anatómica, el vigor y la fuerza, Miguel Ángel fusionó armonía y belleza con expresión, significado y sentimiento. Lo logró sobredimensionado y girando la cabeza, para conferirle a David una mirada segura. Concentró la energía en la mano derecha -también sobredimensionada-, y organizó la silueta en zigzag.
Y es allí donde radica la síntesis semiótica que Miguel Ángel quiso transmitirle al resto de la Humanidad. ¿Por qué la cabeza de David está sobredimensionada? Porque David ha crecido intelectualmente, en dos sentidos: ha vencido o se sobrepuesto al temor que el destructivo gigante inspira a toda persona cuerda; ha organizado a un pacífico pueblo de pastores en un ejército de luchadores dispuestos a jugarse el todo por el todo para rescatar su fe, sus valores y sus posesiones.
¿Por qué su mano, la que va a terminar con la monstruosa pesadilla, está sobredimensionada? Porque en ella ha acumulado toda la fuerza que requiere para destruirla, alimentada por la justicia de su causa y el fervor de su pueblo, que ya no soporta más latrocinios, indignidades ni despojos en nombre de cualquier idolatría o por el mero hecho de que yo soy más grande y estoy mejor dotado que tú.
Todos los sábados nos tocan el intercomunicador del edificio donde vivimos –que no funciona-, y nos obligan a bajar para ver si es que hay un corte de agua inmediato o algún mensajero nos trae uno de esos sobrecitos con ventanitas, que siempre cargan malas noticias pero nunca hablan de amores. En la mayoría de los casos, se trata de evangélicos, que se encuentran muy preocupados por la salvación de nuestras almas, el inminente fin del mundo y nos recomiendan leer el Evangelio según San Mateo.
Les contestamos, amablemente, que nos sentimos muy cómodos con la religión o el agnosticismo que profesamos –según sea el talante en el cual nos hallemos-, y que Mateo nos cae muy bien, porque fue el único evangelista que se preocupó por los negocios –les recomendamos la Parábola de los talentos- y que creía que no era posible ayudar a los pobres con los bolsillos vacíos.
Pero la importancia de la Biblia, para los creyentes y no creyentes, es que sus mensajes son muy claros y muy pragmáticos, sobre todo los del Antiguo Testamento. Así los entendieron los judíos, y gracias a ellos llegaron a crear el Reinado de Salomón, en la Antigüedad, y el Estado de Israel, en la actualidad. Así lo entendió Miguel Ángel, y por eso pudo crear su David.
Quienes parecieran no entenderlo son los políticos de la llamada oposición democrática y los opináticos de oficio, quienes a diario ilusionan al pueblo venezolano, transmitiéndole una información confusa, de la cual se deduce que Goliat se va a dejar vencer por un supuesto aluvión de votos, y que les va a entregar el poder que usufructúa como si lo que aquí sucede fuese una carrera de relevos donde se le entrega, automáticamente y sin espavientos, el testigo al equipo en espera.
A quienes no pensamos de esa manera, se nos endilgan toda una colección de adjetivos, los cuales ni nos preocupan ni nos producen insomnio. Al contrario, cada día se fortalece nuestra creencia en el David de la Biblia y en de Miguel Ángel. En que hay que crecer, intelectualmente hablando, renunciando al culillo. En que hay que organizar al pueblo. Y en que hay que acumular fuerzas, para disparar certeramente la honda.
Traducido al lenguaje coloquial, lo importante del aquí y el ahora, no son los 38 curules que el CNE ya tiene preasignados a los elegidos en los cenáculos electoreros de la Mesa de la Unidad. Con ellos, ni se puede re-institucionalizar democráticamente a Venezuela, ni se pueden tomar las medidas conducentes a regresarnos al concierto de las naciones del Siglo XXI. Ni tampoco, aplicar la justicia a los pillos que nos están destruyendo.
Lo importante son las elecciones de las Juntas Comunales, la unidad perfecta de los sindicatos y la orientación del movimiento estudiantil con objetivos, metas, visión, misión, políticas y reglas orientadas al rescate de la República. Por eso, hoy como nunca, nuestro ejemplo es David.
Nuestro ejemplo es David

No hay comentarios:

Publicar un comentario