jueves, 14 de octubre de 2010

¡Viva Chile, mierda…!

¡Piensa mal y acertarás…! -: asevera un viejo adagio castellano. Tenemos algún tiempo pensando mal sobre dos temas que irritan a los españoles: las confiscaciones de sus propiedades y la presencia de los etarras en Venezuela.
Dijimos que lo de los etarras no es nuevo, y que sólo saltó a los titulares de la prensa ibérica por la detención Javier Atristain y Juan Besance, que cantaron hasta la Corte del Faraón ante la Guardia Civil, y denunciaron a Arturo Cubillas, un vasco nacionalizado y funcionario del régimen chavista como su embajador de oficio en Caracas, quien les facilitó entrenamiento guerrillero dirigido por el coronel alias Jimmy.
Al embrollo anterior, excelente argumento para un blockbuster, hay que agregarle las revelaciones del periodista español Antonio Salas, autor del libro El palestino, quien asegura haber recibido adiestramiento en un campamento guerrillero en Venezuela, en Marzo del 2008.
No dudamos sobre la veracidad de los testimonios de Atristain y Besence, ni de lo escrito por Salas. Como tampoco de lo afirmado por Luis Alfonso Hoyos, Ministro Plenipotenciario de Colombia ante la OEA, como regalo de despedida del Presidente Álvaro Uribe a su colega venezolano, bajo la forma de evidencias que indicaban la presencia de santuarios de las FARC y el ELN en nuestro país.
Con máxima consideración hacia los sentimientos de los deudos de las 800 y pico de víctimas fatales que cuenta ETA en su haber, no puede compararse el sufrimiento ocasionado por los terroristas vascos en España, con el infringido por los narcolombianos en Venezuela y la Nueva Granada. Si lo de allá se cuenta por cientos, lo de aquí por miles; y en la Patria de Bolívar incluye secuestros, extorsiones, sicariatos, lavado de dinero y cualquier clase de delitos de manifiesta inhumanidad.
Pero es affaire de los etarras también ha servido como cortina de humo para tapar las confiscaciones con las cuales el Guasón pretende controlar la producción y comercialización de alimentos en el país; no para mejorar la distribución y abaratar los precios, sino para doblegar a las masas por hambre, necesidad básica, fisiológica o higiénica para la existencia.
Es la estrategia que ha mantenido en el poder a los hermanos Castro en Cuba, por más de medio siglo. La que mantuvo a Joseph Stalin y a sus sucesores durante 75 años en la extinta URSS. La que usó Pol Pot contra 3 millones de sus conciudadanos en Camboya. La que practicaron las SS contra los judíos y otras minorías étnicas en los campos de concentración de Europa Central.
Se trata de una estrategia simple y efectiva, pues no todos tenemos el coraje y la resistencia de Franklin Brito, quien prefirió morir de mengua antes que renunciar a la finca, levantada con el esfuerzo de su vida.
Cuando advertimos a nuestros seguidores que había que pelear por Agroisleña –y dejar a un lado el issue de los etarras-, algún buen amigo no señaló que las confiscaciones se habían dado varias veces, y la oposición había hecho poco o nada al respecto. Cierto es, hubo cerca de 200 despojos este año, sin compensaciones, y sin que ningún dirigente político reaccionara ante la violencia y el hurto oficializados, de manera proporcionada a los agravios recibidos.
Pero el globo de ensayo de Agroisleña le sirvió al régimen y sus estrategas cubanos para pasar al próximo capítulo, en el se incluyen Cargill y Polar, según lo anunciara esta semana Carlos Osorio, Ministro de Alimentación.
Cargill no sólo importa el trigo para el pan nuestro de cada día, sino, igualmente, un sinfín de materias primas, que no se producen en el país, para las procesadoras de alimentos. Polar, bueno, usted, amigo lector, sabe qué es Polar y cuál es su importancia en la dieta diaria del venezolano, desde hace más de 50 años.
¿Por qué callan los políticos? Y, sobre todo, ¿por qué lo hacen los medios de comunicación aún privados, considerando que Polar es uno de sus grandes y pocos anunciantes?
La verdad es que carecemos de una respuesta, a menos que también sus periodistas, concesionarios y dueños hayan caído en la manipulación que descalifica a los empresarios como oligarcas, especuladores y hambreadores.
Frente a la irresponsabilidad de quienes deberían ser orientadores del ciudadano de a pie, explicándole el origen y destino de las maniobras del Guasón, a fin de que él mismo decida convertirse en peón del régimen comunista, en una servidumbre de gleba peor que la del Medioevo, o pelear por su libertad, con todos los recursos a su alcance; provoca mirar al Sur, y gritar con Sebastián Piñera, los mineros y los habitantes de esa pequeña y grande nación austral: ¡Viva Chile, mierda…!
Pues es en Chile, donde una dictadura militar de derecha sucedió a un proyecto comunista como el venezolano, el país del mundo donde se está demostrando ahora que la democracia, del capitalismo, la apertura a la globalidad y la empresa privada sí funcionan. Otra vez: ¡Viva Chile, mierda…!

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