sábado, 25 de agosto de 2012

Madrugada explosiva


Acostarse aterrorizado
Ayer, por enésima vez millones de compatriotas se acostaron aterrorizados, no por las amenazas del orate saliente, quien desde que los obreros de Guayana le vieron la oreja blanca o, quizás, otra parte del cuerpo, está mutando de autodesignado dios Marte a coco –en su acepción de personaje imaginario con el cual se asusta a los niños- o modelo del Judas que se quema en Semana Santa.
El culillo del venezolano común y corriente se refiere, más bien, a la posibilidad cierta de caer abatido durante alguna reyerta entre bandas criminales  –palabra con la que la ministra Fosforito Varela calificó el reciente motín habido en Yare I, cuya mortandad aún no ha sido auditada-, en un atraco, un secuestro exprés, o  por causa de un gatillo alegre. En fin, de incorporarse a esa lista de 50 y pico de cadáveres que ingresan al tanatorio de Bello Monte los fines de semana en Caracas.
Culillo de quedarse sin luz, y de que a uno se le pudra la comida en la nevera. De no hallar la medicina que requiere para vivir, o el alimento para el bebé. De que no alcance la plata para el mercado. De perder el trabajo por la confiscación de la empresa. De no llegar a tiempo a su labor porlas protestas callejeras o los retrasos del Metro. De perecer en un siniestro de tráfico, o de que se desborde el río que pasa al lado y le arrastre, a él y los nuestros. O al menos de quedar en la carraplana de Ño Leandro: sin vivienda, sembradíos, animales de cría ni electrodomésticos.
El miedo y los Tres Chiflados
En fin, culillo ante una situación excesivamente normal, en la que subsiste el ciudadano desde hace 14 años –la frase es del ex vice-delincuente HDP de la República, José Vicente Rangel-.
Quien haya visto la rueda de prensa dada recientemente por los Tres Chiflados –Elías Eljuri, Nelson Merentes y Jorge Giordani (a) El carcelero de Econoinvest-, puede tener una percepción diametralmente opuesta al que no les queda otra que patear las calles.
Ellos andan en lujosas y blindadas 4x4, protegidos por fornidos escoltas entrenados por el G2, lejos del mundanal ruido. O se trasladan en aviones privados, o en las primeras clases de las aerolíneas internacionales. Bien lejos del mundanal ruido, y en  aire acondicionado, que tapa los hedores de basura no recogida por semanas y orines y heces de los indigentes; aromas con los cuales la revolución castrocomunista sustituyó a los de comida y condimentos españoles, típicos, por ejemplo, de Sabana Grande y La Candelaria durante la oprobiosa 4ª República.
Terror a lo desconocido
Lo que no esperaban los vecinos de la Refinería de Amuay es que su descanso habitual del viernes por la noche fuese interrumpida por la detonación de miles de hectolitros de gas natural, con 9 muertos y más de 50 heridos en el primer conteo  –muchos de ellos por quemaduras de todos los grados-, numerosas viviendas destruidas total o parcialmente y un pánico generalizado.
A la hora de escribir estas líneas, aún las llamas seguían calcinando la infraestructura industrial u las edificaciones adyacentes, entre ellas, un cuarte de la Guardia Nacional donde hubo varios lesionados.
Al grojo grojito de Rafael Ramírez, primo de Ilich Ramírez, el terrorista más admirado por el Guasón, habría que hacerle un seguimiento especial, por su responsabilidad en el endeudamiento y la destrucción de PDVSA, por una parte, pero también por su participación directa en el lavado de narco-dólares, como en el casos del maletín decomisado al ex empresario y ahora consagrado cantante Guido Alejandro Antonini Wilson, supuestamente enviado para colaborar con los gastos de la elección de la compañera camarada presidenta Cristina Fernández de Kirchner –quien ha centuplicado milagrosamente su fortuna personal desde que se convirtiera de Primera Dama de la Argentina a la fecha-, y los de otras valijas con similares contenidos, una de las cuales se desvaneció misteriosamente, antes de ser entregada a su destinatario, en el Aeropuerto Jorge Chávez de Lima.
Rafael Ramírez, quien en estos momentos se encuentra en Punto Fijo, debe ser investigado a fondo cuando se acabe este despelote, analizando con prolijidad hasta dónde el siniestro de hoy se deba a negligencia, incompetencia, dolo o mala fe. Y, ¡cuidadito!, no se vaya a ensuciar la información con  la especie de que se trata de un acto terrorista para perturbar el paso de vencedor del Guasón hacia su reelección.
Lo que si está claro es que alguien tendrá que pagar, más temprano que tarde, esta madrugada explosiva.

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