domingo, 20 de octubre de 2013

Les queda de la patada


Mitos y leyendas urbanas
Los mitos son relatos basados en la tradición y la leyenda, que intentan explicar cualquier tópico de difícil comprensión.
Empero, no todos los mitos son explicativos. Los hay relacionados con alguna fuerza natural o divina, y otros con historias y leyendas transmitidas oralmente, de generación en generación.
La mitología -literalmente, colección de mitos- aparece en la mayoría de las religiones y, de igual modo, casi todas la mitologías dependen de , al menos, una religión.
Famosos hacedores de mitos fueron los antiguos griegos y romanos. Los primeros percibieron la existencia de hechos malditos  -conductas, fenómenos y sucesos cuyos orígenes y desarrollos no podían ser comprendidos a la luz del conocimientos que poseían-. Así, la atracción que ciertas jóvenes sienten por los hombres mayores la convirtieron en un mito, y se le atribuyeron a Edipo y. Y lo contrario, a Electra -la atracción de las señoras mayores por los jóvenes-.
Griegos y romanos no se quedaron sólo en la mitología, sino que la proyectaron al teatro, la poesía y la escultura, entre algunas disciplinas del saber. De ahí La Ilíada y La Odisea, El rapto de las Sabinas y El caballo de Troya; cuyos contenidos varían desde la simple propaganda hasta la intención manifiesta de propagar los valores éticos, morales y religiosos de la sociocultura.
La leyenda urbana -del inglés urban legend- es un relato perteneciente al folclore contemporáneo; es una tradición popular, emparentable con la  superstición, el cual, pese a contener elementos sobrenaturales o inverosímiles, se presenta como hechos actuales. Circula de boca en  boca y por las redes sociales, teniendo como trasfondo una moraleja.
Esta atracción fatal del humano por los mitos y las leyendas le ha hecho rellenar sus lagunas cognitivas -las cuales, en casos como los de Venezuela son colectivamente extensas- con infinidad de versiones sobre información de vieja data, ubicada en el entorno de quienes las narran y reciben.
En más de una oportunidad, el mitómano asegura que los protagonistas de una leyenda urbana fueron conocidos o parientes de alguna persona cercana. Por eso, a la mitomanía se la conoce en inglés como: Friend of a friend tales; Historias del amigo de un amigo.
Los mitos y leyendas urbanas más creíbles y dañinos  son:
El capitalismo lleva en sí mismo el germen de su propia destrucción


Karl Marx concebía la Economía como la superposición de modos de producción (El Capital, 1867); secuencia iniciada en la Antigüedad con la Esclavitud, proseguida con el Feudalismo en el Medioevo, el Mercantilismo en la Edad Moderna y, en su época, el Capitalismo.
 Pronosticaba la sustitución del Capitalismo por el Imperialismo –o explotación de los países atrasados por las potencias coloniales-, y  su reemplazo por el Comunismo –donde cada trabajador sería compensado según sus necesidades-. Sostenía que el fin del capitalismo radicaba en su propia contradicción pues, mientras la producción era colectiva, el reparto de la riqueza era individual (Materialismo Histórico).
 Elaboró fórmulas para acelerar estos cambios: lucha de clases, condiciones dadas, internacionalización de la revolución y transición  –el socialismo y la dictadura del proletariado- (Materialismo Dialéctico).
Con el apoyo de Federico Engels, recomendó opciones para reemplazar a las instituciones claves de la burguesía: la familia, la propiedad privada y el Estado.
 Su revolución no se produjo en las formas ni espacios anticipados. No triunfó en Inglaterra –insignia del industrialismo- sino en Rusia -país semifeudal-, Japón –la más avanzada nación asiática industrial- sino en China –la más atrasada-, España –gobernada por la izquierda radical -sino en Cuba –su colonia hasta 1902-.

Basado en las crisis del Siglo XIX, John M. Keynes, un genio natural de la teoría y praxis económicas, creó la Economía Moderna o Macroeconomía (1920-1930).
Complementó su obra con la Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero (1936), donde desveló el funcionamiento del capitalismo, diagnosticó sus males y propuso las terapias adecuadas.
No concibió al capitalismo como una capa superpuesta o declinante del devenir histórico, sino como un organismo vivo, sometido a constantes variaciones, a las cuales considera fisiológicas; en contraste con las fijaciones, a las que estima patológicas.
 La fábula del hombre nuevo


Antonio Gramsci (1891-1937), teórico comunista italiano, afirmó en 1917: La revolución de los bolcheviques es la revolución contra El Capital de Carlos Marx...
 En la década de los 60 del Siglo XX, el Che Guevara, planificador del régimen cubano, aseguró que el cambio sólo era posible creando a un hombre nuevo; que no debería desear riquezas ni privilegios, sino sólo estar al servicio del Partido, la Revolución y el Pueblo.
 Charles Betelheim, dirigente comunista francés, arguyó que estos conceptos se aproximaban peligrosamente a los de Nietzsche y Heidegger -adoptados para justificar el holocausto nazi, y que no es posible cambiar a la naturaleza humana.
 Guevara murió en 1967 sin haber comprobado su hipótesis, aunque su imagen se convirtió en icono global de todas las rebeldías y rebeldes desde entonces.
 La crítica más contundente contra el denominado socialismo científico es su fracaso rotundo en Asia y Europa, donde extensos territorios sometidos a su influjo por decenios, debieron adoptar el capitalismo para equipararse con el resto del mundo. 
La persona puede ser persuadida subliminalmente
A raíz de la Guerra de Corea y a causa de las declaraciones públicas de oficiales de Estados Unidos, capturados en combate y prisioneros de guerra, la CIA se formuló la siguiente pregunta: ¿Cómo es posible que militares estadounidenses, formados en Annapolis y West Point, bajo el Código de Honor de Ivanhoe, puedan declarar en contra de sus país, su Presidente y el juramento de fidelidad que le deben a la bandera?
La respuesta fue muy simple: ¡No es posible! Entonces, ¿por qué lo hacen? Porque les lavaron el cerebro.  ¿Y cómo se los lavaron? ¡Con técnicas subliminales!
He aquí la primera referencia histórica a lo subliminal, reforzada por el largometraje El candidato manchú, que casi le valió un Oscar a Frank Sinatra. Aunque el artista no lo obtuvo, sí creó con su película el mito que perdura hasta ahora.
Hoy se reconoce que ningún rehén, por bien formado que esté, puede resistir a la tortura moderna, y no hay organismo de seguridad que tome en cuenta sus declaraciones. Más bien, con quienes actúan en alto riesgo, se acuerdan previamente códigos para enviar mensajes en situaciones críticas. Sin embargo, para los críticos, la propaganda subliminal es un artículo de fe, y así explican el proceso:
Para construir una secuencia cinematográfica o videográfica, se requieren 24 fotogramas o cuadros, que equivalen a un segundo, ya que ¼ de segundo es el tiempo mínimo perceptible a nivel mental.
Si se sustituye un cuadro por una imagen fija que diga, por ejemplo, Vote por Luis García, el espectador no la percibe consciente, pero si subconscientemente.
Al  acumular el número de impactos a que recibe un espectador o televidente, si la técnica funcionase, el sublimizado votará por Luis García.
Bryan Key citaba supuestos casos en los cuales la técnica era empleada para controlar, distorsionar y dirigir el comportamiento de compra mediante mensajes ocultos; e intentó probar que había manipulación a través de apelaciones más emotivas que racionales –como el eslogan de L’Oreal de París, Because you worth it-, que no representaba mayor economía para la consumidora; o mediante estímulos sensoriales, frente a los cuales el receptor no tendría mecanismos defensivos.
Sin embargo, Rubén Treviño asegura que las investigaciones de Bryan Key son descriptivas, no tienen un sustento experimental bajo situaciones o elementos controlados,  y recuerda la lectura de una nota en Advertising Age donde se le ofrecía al psiquiatra –o a quien fuera capaz de hacerlo- una jugosa retribución a cambio del incremento significativo de las ventas por vía subliminal, sin que, hasta ahora, nadie la haya reclamado el premio gordo.
Oscar Bákit Padilla, académico, profesor universitario y Presidente-Fundador del Colegio de la Publicidad de Costa Rica, comenta al respecto:
Una de las pocas pruebas sobre publicidad subliminal de las cuales tengo noticia se realizó con el refresco Coca-Cola. Entre los miles de asistentes a una sala de cine, la cual había sido provista con expendios para que, a la salida de la misma, el subconsciente colectivo respondiese a la incitación de Drink Coca-Cola! inserta en forma subliminal, sólo se pudo registrar un incremento muy reducido en la sed. Sin embargo, a dicho incremento se opuso el hecho de que, normalmente, no hay ventas de refrescos a la salida de los teatros. Un grupo especializado realizó las encuestas y examinó sus resultados, los cuales fueron, simplemente, frustrantes. Posteriormente, muchas otras pruebas demostraron que la publicidad subliminal era un fraude y que su notoriedad había surgido de circunstancias dolorosamente trágicas como fueron las relacionadas con el asesinato de John F. Kennedy.
Si fuera posible lavarle el cerebro a las masas subliminalmente, ¿por qué los publicistas no alcanzan las posiciones políticas más codiciadas en el mundo? ¿Será porque son idealistas o idiotas y desdeñan aplicar a su favor un recurso simple que supuestamente enriquece y da poder a sus clientes?
Los medios promueven hábitos dañinos
Existen diferencias radicales, derivadas de la propia naturaleza de los bienes que se ofertan libremente en el mercado. Hay productos dañinos, como los cigarrillos; peligrosos, como los licores; prescindibles, como las colas negras.
Guillermo Zuloaga, ex presidente de Globovisión y de FEVAP, declaró una vez: Los cigarrillos se anunciarán mientras su venta sea lícita, y ésta perdurará en tanto y en cuanto las tabacaleras continúen siendo contribuyentes privilegiados por todos los fiscos del mundo.
La publicidad induce a la violencia
Para la gran mayoría de los humanos, la violencia mediática es catártica. Tomás Eloy Martínez destaca al efecto la insensibilización de los televidentes frente al desangre cotidiano de la posguerra iraquí.
Sin embargo, algunos inadaptados, especialmente los psicópatas, toman los contenidos violentos como malos ejemplos a seguir.
Independientemente de si la televisión contribuye o no con la violencia real, la publicidad no es ni puede ser solidaria de los programas que difundan los medios, sino de los comerciales que produce.
Aún así, vale la pena destacar la expresa recomendación de no anunciar en los programas de televisivos violentos a los anunciantes de la trasnacional publicitaria JWT, hecha por Joel Baumbewol, Vicepresidente de Planeamiento e Investigación de la firma. 
Los publicistas nunca fueron apóstoles de la violencia, ¿de qué sirven los consumidores muertos, presos o discapacitados? El Código de Ética de ANDA y FEVAP, establece una prohibición formal de inducir al miedo, al terror y a la violencia, o explotar la superstición. Lo que ANDA y FEVAP comparten es la existencia de medios libres en Venezuela, con programas de información y opinión no controlados por el Estado, en base, preferiblemente, a la autorregulación y no a la Ley RESORTE.
La publicidad induce al consumismo
Es verdad pero, ¿acaso es malo? Sugerirle al consumidor que mejore su estilo y calidad de vida no constituye una maldad, sino un estímulo para su progreso.
Quienes más férreamente se han opuesto al consumismo son políticos como Luis Echeverría, ex presidente de México –hoy procesado por la Corte Suprema de su país como responsable de la masacre estudiantil conocida como La noche de Tlatelolco (1968)-, quien sostenía que (sic) la publicidad incita a la gente de menores recursos a abandonar la inocente bondad de su pobreza.
Estimaba Echeverría, como lo hicieran entonces y como lo hacen ahora otros políticos latinoamericanos, que la publicidad es subversiva y resulta mejor ponerle un parado, antes de que los pobres se conciencien sobre su injusta condición y decidan darle la vuelta a la tortilla.
En 1961 Vance Packard inquiría: ¿Hacia dónde vamos, bajo las presiones que tratan de tornarnos más manirrotos, imprudentes y reflexivos en nuestros hábitos de consumo? ¿Cuál es el impacto que esta presión a favor del derroche ejerce sobre Estados Unidos, y sobre la conducta y el carácter de su pueblo?
Después de los atentados del 11 de Septiembre de 2002, la respuesta fue clara y contundente, pues, junto a las Torres Gemelas, también se desplomó la crítica esencial contra el consumismo.
En los días subsiguientes al siniestro, la gente aprendió que la globalización opera como un gigantesco centro comercial, y que su parálisis, aunque sólo por poco tiempo, ocasiona terribles consecuencias: caída de bolsas, quiebra de empresas y pérdida de centenares de miles de puestos de trabajo en el mundo entero.
Hoy la mayoría comienza percibir que el consumismo no sólo es útil y pertinente, sino indispensable para la prosperidad colectiva, y que también podría ser determinante para quienes reclaman su inserción en aquellas sociedades que, injustamente, les mantienen excluidos.
Los medios deberían educar
La pedagogía es una de las opciones mediáticas, pues las técnicas que emplea para entretener también son muy efectivas en motivación ciudadana.
Renny Otolina enseñó a una generación de peatones a cruzar las esquinas, atendiendo a las señales del tránsito. Lamentablemente su iniciativa careció de continuidad, y nunca más se dio otra campaña semejante.
Chiclet’s Adams persuadió a los venezolanos de no ensuciar las calles y plazas, instalando canastos en muchos lugares públicos y aupando a la gente su inolvidable eslogan: ¡Apúntale a la cesta!
Antes de que el Metro de Caracas comenzara a rodar, Publicistas Venezolanos Asociados creó una conducta de respeto entre los futuros pasajeros, que aún persiste y que nada concuerda con su comportamiento de los mismos al emerger a la superficie.
El Banco de Venezuela incorporó, exitosamente, a miles de voluntarios en sus operativos de reforestación en todo el país.
Ciertamente los medios saben y pude educar, siempre y cuando haya alguien dispuesto a pagar por la enseñanza.
Lamentablemente, los medios de la hegemonía comunicacional que maneja el Estado utilizan un idioma pedestre, rufianesco y cuartelarlo. Que a lo mejor le quedaba bien al comandante eterno hoy difunto. Pero que al norsantanteriano, a Cabello, a los boliburgueses y los bolichicos les queda de la patada.

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