sábado, 22 de mayo de 2010

Asaltantes de caminos

El 12 de Octubre de 1936, durante la conmemoración del Día de la Raza efectuada en la Universidad de Salamanca hubo una violenta confrontación entre el general falangista Millán Astray y Don Miguel de Unamuno, quien tantas luces brindara a la literatura hispana.
Cuenta la leyenda que Astray gritó: ¡Viva la muerte! ¡España! ¡Mierda! A lo que Unamuno replicó: Astray es un inválido de guerra. Me atormenta el pensar que él pudiera dictar las normas de la psicología de la masa. Un mutilado sin grandeza espiritual de Cervantes, es de esperar que encuentre un terrible alivio viendo cómo se multiplican los mutilados a su alrededor.
Enfatizaba Unamuno la diferencia entre el noble guerrero y el guerrero innoble. Cervantes, que no sólo se destacó en las luchas por su Reino sino por haber creado el texto básico del idioma español y Astray, oficial de segunda que adquirió relevancia como fanático de una ideología totalitaria.
Sin embargo, debemos decir que, comparado con un perfecto villano como Luis Felipe Acosta Carlés, ex gobernador de Carabobo y globalmente conocido por el eructo que echó ante las cámaras cuando saqueaba a Polar, el general gallego resulta una luminaria y, probablemente, podría haber sido candidato al Premio Nóbel… si la escatología y la necrofilia tuvieran cabida en dicho evento.
Lo más relevante del debate entre Astray y Unamuno, lo aleccionador que éste tiene para los venezolanos de hoy, es la eterna lucha entre la barbarie y la civilización, la autocracia y la democracia, la ilegalidad y la legalidad.
Astray ejemplifica, de cierta manera, lo que los militarotes, corrompidos hasta los tuétanos por el Guasón, le están haciendo a Venezuela. Al punto que dos columnistas destacados, como Carlos Blanco y Jesús Petit Da Costa, prevén que, una vez que salgamos de esta zona ponzoñosa, será tarea imprescindible refundar o reorganizar a las FFAA. Dicho en plural, no en singular.
Y Unamuno advierte que no todos los que visten de uniforme son gatos de un mismo saco. ¿Quién recuerda, por ejemplo, al general Frank Rísquez Iribarren, de apellidos oligarcas y al que Venezuela le debe la única ganancia territorial desde que somos República, por el descubrimiento de las fuentes del Orinoco? Y no se acuerdan de él muchos, no porque fuese burgués –que lo era, y a mucha honra-, sino por inteligente, culto y nacionalista.
Todo lo contrario a los facinerosos generalotes encumbrados por el Guasón, traidores a la patria –como lo señalan Rocío San Miguel y el general Antonio Rivero-, que no sólo están en conchupancia en la entrega de nuestra soberanía a Cuba,sino que han permitido –sin disparar ni un petardo Bin-Laden- la invasión de los ejércitos terroristas del narcotráfico colombiano, los fundamentalistas del Levante y las franquicias elenas del FBL.
Coincidimos con los juicios de valor de Blanco y Petit, comenzando por la Guardia Nacional –cuyo honor ni se divisa- y el Ejército Venezolano –forjador de indignidades-.
La Guardia ha adquirido el status de asaltantes de camino, conforme al significado que esta frase tiene en la historia de la hispanidad.
Al principio, matraqueaban a los colombianos de origen que iban o regresaban. Después se cebaron en los cargamentos que se transportaban entre ambos países. Más tarde, en los alijos de drogas. Y han adquirido maestrías y doctorados en la confiscación de fundos y en el robo, a mano armada, de los almacenes de Polar. La mitad para Pdval y Mercal, el 50% restante para los buhoneros, quienes revenderán la mercancía a precios de mercado negro.
Los oficiales del Ejército del entourage del Guasón se han especializado en la importación de insumos de la canasta básica –leche pulverizada, ganado en pie o beneficiado y cereales, entre otros- y en el manejo de los casinos. Ahora aspiran a más, al control de la Educación Superior.
La Aviación Bolivariana negocia comisiones bajo la mesa con China y Rusia o con los que quieran fabricarle naves, que nunca llegan a buenos puertos, pues –veamos lo que pasa en el Estado Sucre-, el narcotráfico controla desde Carúpano hasta Güiria, sin que haya una piche torpedera capaz de alcanzar a los peñeros, provistos de dos motores de 250 HP cada uno. Y un tercero en reserva, por si las moscas.
Dicho así, es como para llorar.
Sin embargo, no todo está perdido. Carlos Capriles Ayala afirmaba: Siempre habrá una Venezuela. Y los panzudos oficiales del comunismo del Siglo XXI tendrán que responder, ante la justicia ordinaria, por los crímenes cometidos. Para algunos el delito será traición a la Patria. Muchos otros serán juzgados como asaltantes de caminos. Qué es lo que son.

No hay comentarios:

Publicar un comentario