domingo, 30 de mayo de 2010

Cita con el destino

Ayer tuvimos la oportunidad fascinante de asistir al evento Cita con el destino, patrocinado por y presentado en el auditorio de El Nacional. Sus ponentes fueron José Hernández. Astrólogo; Antonio Nicolás Briceño, Embajador de la Paz; y Jazmín Sambrano, Psicóloga.
Hernández –quien redacta los horóscopos de El Nacional- discurrió sobre la realineación de la polaridad magnética terrestre en la actual Era de Acuario, y nos regaló una hermosa meditación. Asimismo, aseguró que Caracas se convertiría en la Jerusalén del futuro. Chúpense esa mandarina.
Lamentablemente, llegamos tarde a la intervención de Hernández y no pudimos participar en la experiencia colectiva de Sambrano.
Sabido es que ni los periodistas ni los docentes podemos considerar a los sábados como días no laborables, salvo en muy contadas excepciones. Los primeros, porque nos tocan las famosas guardias de los fines de semana. Los segundos, porque, o tenemos clases, asistimos a las aulas para perfeccionarnos en cursos de extensión y posgrados o hay en nuestras casas un cerro de trabajos por corregir y un montón de guías y exigencias burocráticas que atender.
Lo que sí oímos, con puntos y comas, fue la disertación de Briceño. Sobre ella, nos toca hacer varios comentarios. Quienes fueron buscando la confirmación del Holocausto según lo plantea el filme 2012, debieron haber salido desilusionados.
Con el apoyo de numerosas láminas PowerPoint, Briceño ofrece una fusión notable entre profecías que arrancan desde los inicios de la Historia con los más recientes descubrimientos en Astronomía, Física y Geofísica. Una síntesis que denota años dedicados a correlacionar los materiales disponibles, y que demuestra, sin lugar a dudas, que la Ciencia confirma hoy lo que numerosos testimonios del pasado esbozaban ayer.
Cita, entre otros, a textos árabes, cristianos, judíos, hindúes y al famoso Calendario Maya de 26 mil años, cuya vigencia termina el 21 de diciembre del 2012, y los examina, bis a bis, con los más portentosos descubrimientos de la NASA, la Royal Society de Inglaterra el Instituto Max Planck de Alemania y varios investigadores de fama mundial. Su mensaje final, empero, está lleno de optimismo: Ciertamente, el mundo, tal como lo conocemos, acabará en la fecha prevista –afirma-. Eso no implica la destrucción de la Humanidad o el planeta, sino del hombre tal como lo conocemos. Seremos los parteros y los bebés de ese gigantesco salto cuántico.
Pero la mutación, para Briceño, no será automática. En una semilla hay, potencialmente, un árbol perenne. Para que se dé y crezca, hay que sembrarla, regar la planta y protegerla hasta que pueda valerse por sí misma.
Si estamos hechos a imagen y semejanza de Dios –con lo cual están contestes todas las religiones- no podemos asumir la actitud de los ni-ni ante la inminente e irreversible transformación, ni tampoco la de quienes habilitan y abastecen búnkeres en Europa para salvarse de las cada día más devastadoras alteraciones geológicas y climáticas del globo. Debemos esforzarnos en dejar que la Divinidad florezca en nosotros mismos, pues somos sus espíritus reencarnados.
¿Y cómo lograrlo? En primera instancia, Briceño recomienda conocer la Verdad. En segunda, renunciar al Miedo –no se puede ser líder y tener miedo, ambas conductas resultan antagónicas, como bien lo reconocía Gandhi-. En tercera, volar con dos alas: Amor y Fe.
Quienes acudieron a Cita con el destino esperando que el Embajador de la Paz hablara mal de régimen, probablemente también han debido salir un tanto contrariados, pues Briceño ha sido un ácido cuestionador de y un persistente activista contra el Guasón, desde que se encaramó en Miraflores.
Sucede que no eran ni el lugar y ni el momento para hacerlo –el aquí y el ahora- y que, quienes le conocemos y pudimos saborear entre líneas la sabrosa narración de Briceño, entendimos que los días de personajes como el Guasón están contaditos. Se los llevará el Rayo Galáctico. En el 2012, o quizás antes. Bienaventurados los puros de corazón.

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