martes, 27 de septiembre de 2011

La viga en el ojo propio

Savater y Cabrera Infante
Acabo de leer un artículo de Fernando Savater sobre alguien a quien nunca conocí en persona, pero que tuvo la cortesía de enviarme, autografiado, su libro Tres tristes tigres, a través de un amigo común: Orlando Jiménez Leal.
Me refiero a Guillermo Cabrera Infante, uno de los mejores literatos que haya parido el Siglo XX.
Cabrera nació en Cuba, y como Jiménez, Bernardo Viera, Segundo Cazalis, mis entrañables amigos cubanos de siempre, cayó en la trampa de Fidel. Pero, asimismo, como ellos, tuvo el coraje de reconocer su error, y de partir al exilio.
Cabrera perteneció esos intelectuales que no capitulan frente a las ofertas de los forajidos de turno, por grande sea el poder que detentan y lo apetitoso de sus ofertas.
En cierta forma, Cabrera recuerda a Luis Buñuel, pionero del cine español, que se fue de su país porque estaba en contra de los comunistas de la Segunda República y de la dictadura que sobrevino causada por ellos y encabezada por Francisco Franco, Generalísimo por la Gracia de Dios; y de quien Pablo Almodóvar, el más premiado y cotizado director actual del cine español aseverara: Sin Buñuel, poco hubiéramos podido hacer ahora.
Cabrera Infante y Buñuel
Como el escritor japonés Ihara Saikaiku, Buñuel amaba la irreverencia y luchaba por la justicia social y contra la represión sexual, considerada por él hipócrita y atentatoria el derecho de todos a ser felices.
A diferencia de Saikaiku, la vida íntima de Buñuel fue ordenada, sencilla y hasta pacata: Se lo debo a la educación que recibí de los jesuitas, hasta que me expulsaron – confiesa en su autobiografía Mi último suspiro.
Buñuel emigró a Hollywood, y se hizo amigo de Charles Chaplin, quien le conocía por Un Chien andalou, película silente estrenada en Barcelona y que contara con la coautoría de Salvador Dalí,
Un día, Buñuel le propuso a Charlot que organizaran una orgía. Y Chaplin le preguntó:
⎯ Luis, ¿es que después de viejo te volviste maricón?
Y Chaplin escribe en su autobiografía: Moriré sin haber participado en una orgía.
De su extensa filmografía destacan tres largometrajes The young one (1960) filmado en el Sur de EEUU con la participación de Zachary Scott y la fotografía del Indio Figueroa, uno de los mejores camarógrafos del Siglo XX; Tristana (1970), protagonizada por la más bella diva de los setenta, Catherine Deneuve: y, sobre todo, Viridiana (1961), donde lanzó al estrellato a la mexicana Silvia Pinal y a los españoles Paco Rabal y Fernando Rey. Pinal era stripper en el Teatro La Blanquita de México,donde se desnuba ante 500 espectadores 5 veces a la semana. Rey sólo había hecho papeles sin importancia en el teatro español. Pero tenían un inmenso potencial, y Buñuel lo intuía.
Lo más curioso de The young one y Viridiana es que ambos filmes fueron editados y proyectados por primera vez fuera de las naciones donde se produjeron.
El primero de ellos, dialogado en inglés, es una crítica incisiva contra los EEUU durante el decenio de los 50 del siglo pasado, cuyos gobernantes sostenían que el establishment norteamericano equivalía a la felicidad, los escritos en contrario debían ser incinerados y la prosperidad era el valor supremo sino único del individuo.
En el segundo de ellos, Buñuel muerde la mano de quien le alimenta. Con toda saña, ataca, a la sociedad franquista cuyo Ministerio de Información y Turismo le había invitado a trabajar en España (y había pagado en parte los costos del filme), caricaturizando a sus valores y definiéndolos como antivalores.
The young one, procesado en los laboratorios Churubusco Azteca en México, es formalmente prohibido en 13 Estados de la Unión Americana. Viridiana, revelado y montado en Kodak Pathé de París, no puede ser exhibido en España, y a su autor se le demanda penal y mercantilmente.
Dije al principio de este escrito que Cabrera recuerda a Buñuel porque ambos desafiaron a los déspotas que oprimían y explotaban inicuamente a sus paisanos en el nombre de la ideología.
Y ninguno de los dos olvidó su gentilicio, ya que Buñuel hizo en Francia películas que le dieron todos los premios (como Tristana, por ejemplo) basadas en los relatos de Benito Pérez Galdós; y La Habana para un Infante difunto, la obra que le dio a Cabrera el Premio Cervantes, es la más cubana de todas.
Hoy la tiranía castrista pretende vindicar a Cabrera, porque la Revolución no ha logrado crear un intelectual de su talla ni fama. Ninguna dictadura puede hacerlo.
Buñuel y Solzhenitsyn

Joseph Stalin fundó en 1932 la Unión de Escritores Soviéticos para aplicar el socialismo científico a todo el ámbito creativo. Una cacería de brujas, prolongada hasta 1988.
Una de sus víctimas más connotadas fue Aleksandr Solzhenitsyn, sobreviviente de un campo de concentración siberiano y autor de El Archipiélago Gulag , quien no pudo regresar a Rusia ni recuperar su nacionalidad hasta la desaparición del régimen comunismo.
Buscar ayuda
Pese a su internamiento, destierro a perpetuidad y expatriación, Solzhenitsyn fue muy afortunado, porque otros artistas disidentes fueron recluidos en psiquiátricos y sometidos a horribles tratamientos, bajo la excusa de que siendo el maximalismo el sistema más justo y que produce mayor felicidad, hay que estar loco de bola para oponérsele.
Lo cual me lleva a otra verdad que parte de la naturaleza bestial-humana. Lo que yo creo y digo, la manera en la cual actúo y lo que siento es lo bueno, lo sano, lo normal. Lo que difiere de esta manera de ser, protagonizar y percibir está equivocado, mal. Es patológico. De manera que mi mejor recomendación para quien sea diferente (como asegura José Ortega y Gasset: Ser diferente es ser indecente) es que busque ayuda. Que implica mirar la paja en el ojo ajeno, y no la viga en el propio.

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