martes, 6 de diciembre de 2011

En las montañas de la locura



El horror en ficción y en vivo

Hubo tres gigantes de la literatura inglesa dedicados al horror puro y simple: Ambrose Bierce, Harold Philip Lovecraft y Edgard Allan Poe.
Bierce, en su Diccionario del Diablo, definió a la espalda como: Parte de la anatomía del cuerpo de un amigo que uno tiene el privilegio de contemplar en la adversidad.
Poe encerró a los vivos y los muertos en barriles de amontillado y bodegas de navíos a la deriva.
Pero quien más se aproximó a conceptuar lo que hoy sucede en Venezuela, en su forma novelística claro está, fue Lovecraft.
Lovecraft creía que los humanos habían sido fabricados por Los Antiguos – léase Los Autoritarios- para su diversión o alimentación, que el origen del homo sapiens se encontraba en un viejo libro llamado El Necromicón –léase El Capital-, y que todo aquel que se asomaba a sus páginas terminaba deschavetado.
Lovecraft señaló vestigios lombrosianos en algunas mutaciones imperfectas salidas de los laboratorios de los supuestos creadores: Su forma de expresarse –contra toda racionalidad, sindéresis y urbanidad-. Su vestuario –con atuendos y accesorios amenazantes y discordantes- y su apariencia personal –más parecida a las imágenes cubistas de Pablo Picasso o los súcubos e incúbos de Francisco de Goya que a los de los artistas del Renacimiento-.
Lovecraft insistía en que los mutantes se especializaban en los placeres perversos: atesorar riquezas por pura codicia, copular sin amor, comer hasta reventar, someter las mentes simples a sus deseos y caprichos, invocar a las ánimas en pena para beneficiarse de sus poderes, desorganizar cualquier estructura que huela a simple organización, desatar conflictos insolubles; en fin, sembrar la desdicha y el terror por el sólo gozo de deshacer lo que laboriosamente, tras milenios de guerras y miserias, los humanos habían logrado edificar.
El horror del hombre nuevo
De ahí que estos engendros buscasen a un hombre nuevo, uno que se les pareciese más a ellos, que se aproximase más a la supuesta sabiduría de Los Antiguos. Y, para apoyar su concepción, se afanaban estudiando los testimonios de El Necromicón, y que, por supuesto, acababan más locos que una tara chiquita tras pretender digerir tan pesado ladrillo.
El realismo fantástico de Lovecraft no es sino una profecía sobre el régimen del Guasón, el cual parece estar guindando sin ser bombillo, no sin antes llevarse entre los cuernos –me refiero específicamente a los de Belcebú y no en un sentido figurado- todos los valores e instituciones en los cuales creía el venezolano. Básicamente, en que era más importante Ser que Tener, no se podía poseer Dignidad sin Libertad –y viceversa-; así como en lo que se aprende en la Iglesia, la Universidad y con el ejercicio de la Democracia.
Para quien observa la catástrofe que el Guasón va dejando a su paso en todos los órdenes de la vida nacional, no hay alegría alguna en que sus iras se vuelvan contra los otrora consentidos.
La invitación a que los antiguos miembros de su entourage brinquen la talanquera no es sino una contradicción propia de su liturgia satánica, pues, ¿a dónde va a saltar? ¿Quién los quiere a su lado? No será quien esto escribe, precisamente.
Honrar a las víctimas del horror
Hay que honrar y rendir tributo a los 3 y medio millones de venezolanos firmantes del revocatorio del Guasón, a Franklin Brito, a los botados del Pdvsa, a los presos políticos y a los deudos de la cosecha de muertos a manos del hampa que manda con Chávez, sus pranes y paramilitares.
Pero también hay que desagraviar la memoria del Libertador y condenar a quienes se atrevieron a sustraer los huesos de El Libertador para preparar pócimas y sortilegios a ver si esta vaina aguanta. Que caiga sobre ellos la Maldición 2012 de Tutankamón.
Mientras la oposición bobalicona –de buena o mala fe- se engolosina extemporáneamente con las primarias de febrero y le ofrece incluir en sus planes a futuro a gente que sólo merece el mayor rigor de la justicia ordinaria, mientras algunos de los descordinadores democráticos del pasado reciente aseguran que no sólo ganarán las elecciones de octubre, sino también a cobrarlas, el país se desmorona un montaje surrealista y diabólico donde llueve a diario y la inflación trepa en misiles, que resultaría muy divertido si uno no tuviera que calárselo, y sólo lo viera como observador objetivo. Un capítulo digno de En las montañas de la locura, obra cumbre de Lovecraft.

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