viernes, 12 de octubre de 2012

Nardos cultivo…


Aparentar el cambio, para que todo siga igual
Il gatopardo es la opera prima y novela única de Giuseppe Tomasi di Lampedusa, escrita entre 1954 y 1957, y rechazada por las grandes editoriales italianas. Empero, fue publicada póstumamente por Giangiacomo Feltrinelli, quien se tomó el riesgo de hacerlo.
El ámbito espaciotemporal de Il gatopardo es  Sicilia, en mayo de 1860, tras el desembarco de Giuseppe Garibaldi en la isla.
El protagonista es Don Fabrizio, caballero cuasi feudal, inspirado en el bisabuelo del autor, quien es testigo excepcional del final de una época: la pérdida del poder por parte de la aristocracia, que lo detentara por siglos.
El tiempo es aquél en el cual la burocracia y la burguesía, clases sociales emergentes, se aprovechan del nuevo régimen que recién asume bajo la consigna de la reunificación italiana para atesorar privilegios y riquezas.
Don Fabrizio reflexiona, y concluye –especialmente tras la adhesión de su sobrino Tancredi al garibaldismo- que es mejor aparentar el cambio para que todo siga igual.
En 1959, Il gatopardo obtiene el prestigioso Premio Strega, transformándose casi de inmediato en un best-séller mundial; y, en 1963, Luchino Visconti versiona su contenido al cine, logrando la Palma de Oro del Festival de Cannes.
¿A qué se debe el éxito de Il gatopardo, escrita por un provinciano desconocido en los medios literarios, en el otoño de su existencia? A que se trata de un manual sobre el ejercicio de la política, comparable únicamente con El Príncipe, redactado por el también italiano Nicolás de Maquiavelo y prologado –en su edición más conocida- por Napoleón Bonaparte; así como El tao de la política, con 4 milenios de antigüedad.
La MUD es gatopardiana
Cuando escuché a los líderes de la MUD hablar sobre lo ocurrido el domingo pasado en las elecciones presidenciales; me acordé del enfoque de Don Fabrizio frente a la realidad política, y, sobre todo, al baile de Claudia Cardinale y Burt Lancaster, que constituye el apogeo de la película más importante del neorrealismo italiano, pues mientras los pobres mueren en la revolución acaudillada por Garibaldi, o simplemente fenencen de mengua, los nuevos ricos beben, comen y se divierten hasta la saciedad.
El neorrealismo italiano fue un movimiento intelectual producto del desaliento de un país devastado por la II Guerra Mundial, ocupado por ejércitos extranjeros, económicamente en ruinas y con el peso una conciencia colectiva culpable por 20 años de fascismo militante.
Lejos de  escapsta, la propuesta del neorrealismo enfrenta al ciudadano de a pie con la amarga cotidianidad.  No le engaña para nada, ni pretende venderle un futuro promisor.
Antes bien, se vale del cinema verité –luz natural, cámara en mano- para reflejar lo dramático que resulta el diario sobrevivir. Denuncia, sin piedad, a la injusticia política y social. Y emplea el humor ácido para ridiculizar a los líderes que han sumido a Italia en la miseria, el caos, la destrucción.
… un país en bancarrota, endeudado y desmoralizado, plagado de urgencias sociales que por falta de dinero no podrá atender, colapsados sus servicios públicos, con sus ingresos comprometidos por años…
La cita anterior no es de Lampedusa o Visconti, sino de Rafael Poleo; y no se refiere a la Sicilia garibaldiana o a Italia de la posguerra, sino a la Venezuela de hoy, al aquí y al ahora.
He señalado la para mi deplorable justificación de la MUD al perder las elecciones, y sólo puedo responderles con una frase de Jean-Marie de Lavoisier: Qui se excuse, se accuse (Quien se excusa, se acusa).
No hablar de fraude para evitar la abstención
Pero me falta comentar la declaración de Leopoldo López en Aló, ciudadano. Dijo, palabra más, palabra menos, que la oposición no iba a denunciar fraude alguno para evitar una abstención similar a la ocurrida en el 2004. A confesión de partes, relevo de pruebas.
Y vuelvo con Poleo para explicar el por qué de esta admisión:
Los dirigentes de la oposición fracasaron porque, con las excepciones que se quieran hacer –y yo tengo las mías- jamás pensaron en ganar las elecciones sino en usarlas para consolidar un liderazgo personal hegemónico. Por eso aceptaron lo inaceptable. Tal conducta quizás quepa dentro de la ética de algún político. Lo que no cabe en ética alguna es que para redondear su coartada nos impongan como verdad de fe el respeto al sistema electoral que a ellos les sirvió para lo suyo y a Chávez para lo propio, pero al país lo condena a la destrucción, cáncer aparte.
Alguien a quien quise mucho y por quien continúo sintiendo gran afecto, me amenazó con colgarme el teléfono si le hablaba del fraude. Y, sin dejarme responderme, cortó la conexión.
Como mi respuesta a la pregunta de si si hubo fraude luce tan obvia, dejaré que la responda el ingeniero Adinorám Pernía, responsable técnico de la MUD en Táchira –uno de los dos estados donde ganó Henrique Capriles-:
En Mérida y Táchira se aplicó, a rajatablas, el Artículo 441 del Reglamento de Procesos Electorales. Si mis compañeros hubieran hecho caso, hoy estarían celebrando… En muchos centros grandes, donde siempre gana la oposición, se ordenó no transmitir resultados hasta bien entrada la noche, pese a que las numerosas mesas habían cerrado desde las 6 pm… Cuando hubo 40% de actas escrutados, ya se posee una tendencia irreversible… Fue entonces cuando se envenenaron las actas de  las cajas que no serían abiertas, proceso que tarda de 3 a 4 horas; y por eso se mantuvieron abiertos los centros hasta las 9 pm…
Como decía Peter Ouspensky, lo importante del pasado no es lo que fue, sino lo que pudo haber sido –si hubieran escuchado a Pernía, por ejemplo-; y lo importante no es lo que será, sino lo que pudiera ser.
A mi, personalmente, me importa un pollo frito si Leopoldo López vuelve a ser alcalde, recibe el upgrade de gobernador, o cuadra de nuevo como candidato a la Presidencia de la República. Ese es su pedo, como también son sus pedos las apetencias otros dirigentes de la MUD a cualesquiera de los cargos que desean ocupar.
Para mí el objetivo es salir del Guasón, no cantar Bambilandia, el país donde los chicos son felices, bajo la conducción de Ramón Guillermo Aveledo, porque ya soy mayor para Las voces blancas, y mi registro es de barítono, no de castrati.
Por eso, tiendo mi mano franca a quien comparta el objetivo señalado. Y para el cruel que me arranca  el corazón con que vivo, nardos cultivo…

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