domingo, 30 de junio de 2013

Dos hojas y un capullo


No puedo tomar café
porque el café quita el sueño
sólo puedo tomar té
porque tomándolo me duermo.
Es la hojita del te,
yerba tan medicinal
que estaría todo el día
que estaría todo el día
tomando té, tomando te....
El doctor que a mí me ve
me dice con mucha guasa
que yo sólo sanaré
cuando té tome en la casa.
En efecto, té tomé
y tan dulce lo sentí
que estaría todo el día,
que estaría todo el día,
tomando té,
tomando té.

Quien haya leído Dos hojas y un capullo, original de Raj Anand y publicada originalmente en español en 1961 por Aguilar, tiene al menos dos certezas: la descripción exacta de cómo se cosecha la camellia sinensis o nombre científico de la planta del té y de qué manera su explotación -que ya de por sí significa un trabajo de esclavos para sus recolectores- pasó de ser ingenua, hasta cierto punto, a compleja comercialización global que ha mutado a su infusión en el líquido más bebido después del agua en el mundo entero.
Comercialización que arrastró en su devenir a la Guerra del opio, declarada por Inglaterra contra la dinastía manchú, para enviciar al pueblo chino con el derivado de la amapola y lograr de los adictos yenes con los cuales pagar la exportación de las hojas y capullos de té a la Pérfida Albión.
Narcoguerra que trajo consigo a la del Pacífico durante el decenio de los 40 del siglo pasado, la de Mao Zedong a continuación, la comunización de China consecuencialmente, los casi inmediatos conflictos que surgieron en Corea e Indochina y arrojaron a los los ejércitos de élite de Occidente -los infantes de marina de EEUU así como la Legión Extranjera y los paracaidistas de Francia- con las tablas en la cabeza.
Derrotas catastróficas para el colonialismo, que a su vez generaron la adicción de algunos combatientes, especialmente los estadounidenses durante el capítulo de Vietnam, la producción masiva de heroína en el Triángulo Dorado -los estados vecinos a las naciones en conflagración-, el contrabando de narcóticos a Norteamérica, el reverdecer de la coca en Sudamérica para competir por el mercado in crescendo de los junkies gringos y un detestable bolero intitulado Tomando té, cuya letra me permití reproducir pues parece un jingle publicitario encargado por las trasnacionales de la camelia, popularizado por Leo Marini y la Sonora Matancera.
A mí, particularmente, el té no me agrada. Me lo mandaban a tomar mi mamá y mi abuela cuando me indigestaba de chamo. Y mucho menos tomado como substituto del café, cultivo mucho más ligado a la historia de Venezuela, cuya variedad genética caracolillo, desarrollada en el Estado Táchira y exportada al Norte de Santander, constituyó la base del éxito cafetalero de Colombia y de su marca internacional Juan Valdez.
La producción mundial de té alcanzó en 2004 el total 3,2 millones de Tm - un récord, pues implicaba un aumento 2% más que el año anterior-. Turquía, China, Kenia, Malawi, Sri Lanka e Indonesia rellenaron el menor desempeño de los gigantes tradicionales, la India y Bangladesh. En China, la producción se acercó a las 800 mil toneladas, por los incentivos del régimen para promover su comercio.
Como habrá usted habrá observado, amigo lector(a), en la lista anterior no hay ni un solo país que resulte especialmente afín, a menos que su persona o empresa esté beneficiándose con las comisiones de los préstamos de Beijing, desee comprar las cenizas de Said Baba en su templo Dorado, Amritsar -donde solían orar en vivo Maduro y Flores, antes de elegir como más conveniente el proclamarse católicos-, o le hayan contratado para defender a los diplomáticos inculpados en el escabroso caso de narco homicidio de la embajadora venezolana en Nairobi.
Primera hoja: la de ciudadanía
Habida cuenta la moraleja ínsita en la maldad desatada por el cultivo del té y su conversión en commodity, me tomo la licencia literaria para aplicar el proceso de su cosecha a la realidad venezolana.
El periodista Fernando del Rincón, ancla de CNN en Español, le preguntó al gobernador Henrique Capriles su opinión sobre un recurso de nulidad presentado por Adolfo Márquez López contra la presidencial del 14A, basado en que Nicolás Maduro Moros no podría ser presidente de Venezuela pues la Constitución de Venezuela le exige al aspirante, como requisito impretermitible,  ser venezolano por nacimiento.
Aunque Maduro hubiese nacido en esta ribera del Arauca vibrador, el hecho de que sus padres y hermanas fueran originalmente colombianos, que la familia haya vivido en Ocaña y los niños estudiado Primaria por allá, que la primera cédula de identidad le fuese concedida al hoy proclamado por el CNE como Primer Magistrado a la tardía edad de 17 años -y en correlación numérica con la de sus dos hermanas- y otros detallitos por el estilo, habrían logrado en la funesta IV República, que los milicos le hubieran pedido al ocupante de Miraflores -: Mire, ya que esto causa incordio en los cuarteles, ¿por qué no publica su partida de nacimiento…?
Pero he ahí el quid. La partida es un documento muy interesante, donde se determina el nombre de los padres de la criatura, se precisa el lugar, la fecha y la hora de su nacimiento, los testigos que acompañaron al presentante, la clínica donde la parturienta fue atendida, el obstetra que lo hizo. Para falsificarla, habría que alterar los registros -manuscritos, sin tachaduras ni enmiendas-, o perderlos. En Cúcuta, los faracos se quedaron con los documentos de la época. Y los duplicados del DAS está ahora en manos de la Cancillería.
El asesor de Capriles sabe esto, y debería haber anticipado que la pregunta surgiría en la entrevista en vivo. Pero a Capriles le tomó por sorpresa, y sólo atinó a decir que creía a Maduro capaz de cualquier cosa. Y que amaba a los colombianos. Ninguna de las dos afirmaciones tiene algo que ver con el fondo del asunto.
Durante la primera presidencial del gocho, se rumoreó que CAP había nacido en Colombia. Tanto fue el ruido, que el candidato facilitó fotocopias del documento a los medios, y comentó, jocosamente -: No nací en Colombia, pero casi. En Rubio, a pata de mingo… Por aquellos tiempos, en cambio, a Joaquín Marta Sosa le fue muy mal. Tras haber sido electo diputado por la tolda verde, su nominación le fue revocada porque se le había olvidado, al cumplir los 18 años de edad, manifestar su voluntad expresa de optar por la ciudadanía venezolana, y no por la portuguesa.
De manera, amigo Capriles, que lo que Ud. debió decirle a del Rincón, era algo como -: Señor Maduro, presente su partida, que aquí está la mía… Pa que se acabe la vaina -: como dice Carlos Vives.
Segunda hoja: la de María Corina
María Corina Machado no es Presidenta de Venezuela porque la mayoría de los hombres de este país son machistas, y las mujeres que los parieron y criaron también. Si María Corina hubiese sido electa en las Primarias, no sólo hubiera ganado el  14A, sino que hubiera echado a la gente a la calle el 15A, y ya nos hubiéramos quitado de encima a este régimen.
Yo le advertí a María Corina, a través de este blog, que si trabajaba bien su candidatura en el 2012 el mundo le sonreiría en el 2013. Fui a verla, a su comando de campaña, pero no pudo recibirme. Le mandé información a su mamá, que es conocida y amiga de muchos años, mas siempre hubo una especie de mano siniestra que se interpuso en nuestra comunicación.
Lo que dices, María Corina, sobre Aveledín, la MUD y otras contradicciones de la llamada oposición, no sólo es cierto sino que comienza a ser percibido por los mismos simpatizantes y votantes de Capriles.
Quien le hace un flaco servicio a la República -y conste que creo, contigo, que sus valores son como el cariño verdadero, ni se compran ni se venden- no es quien le pide a los que juraron defender la soberanía con su propia vida, que actúen en sindéresis; no quien le entrega la educación, la salud, los registros, los puertos a una potencia extranjera. Venezolano siempre, ¡comunista nunca!-: decía Rómulo Betancourt,  y con la mayor razón del mundo.
De manera, María, que me vuelvo a poner a tus órdenes. Y si no me conoces, pregúntale a J. J. Rendón, que me llama su maestro, y se la pasa hablando bien de mí. Cosa nada frecuente, en mi caso y en estos días.
Un capullo: La conversión empresarial
En España, los opináticos demócratas poco están dispuestos a apostar por la salvación de Venezuela. Uno de ellos asegura: El pueblo se acostumbró a pedir y recibir; la clase media alta, a viajar y manejar sus divisas negras y blancas; los ricos, a seguir enriqueciéndose cada día más. Los únicos inconformes -pero aún no indignados- son los miembros de la clase media baja.
A estas conclusiones también podría llegar el articulista en ciernes si asistiera a los debates de la convención de Fedecámaras, reunida en Valencia. Así como la MUD espera al 8D, que Capriles denominó sin ton ni son como El principio del fin, los empresarios esperan que el Ilegítimo madure, se deje de bolserías y diga algo como-: No importa el color del gato, con tal que cace ratón…
A ellos, mis clientes publicitarios por décadas, les recuerdo una frase de V. I. Lenin-: Los capitalistas son capaces de vender la soga con que serán ahorcados, si obtienen algún beneficio al hacerlo… No cuenten conmigo para esa vileza, y por favor leánse Dos hojas y un capullo.

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