martes, 26 de abril de 2016

Tierra de zombis

Ya los muertos salieron, ya vienen por mí,
vienen por hordas, habrá que huir,
ciento un disparos tendré que usar,
llaves machetes, habrá que inventar.
Muertos vivientes, tras de la puerta,
corre no grites, porque se enteran,
hay que cubrirnos, mira adelante,
cura esa herida, que traes de antes.
Usas las balas, para cubrirte,
no dejes huellas, van a seguirte,
solo un zombi es peligroso,
y muchos otros, es desastroso.
Toda una horda va atacar, prepara cuchillos para cortar,
ten cuidado con los cercanos,
muerden rasguñan, son muy extraños
cuida tu espalda y a tus hermanos.
Tienes aroma, pueden olerte,
corre al refugio, ve a protegerte,
salta edificios, haz lo que sea,
mas no te mueras, duelen las venas.
Taringa.

De La Sayona a los zombis
Cuando yo era chamo y no había televisión, los mayores acostumbraban a asustarnos con cuentos de terror; entre ellos, el más famoso, La Sayona. También uno en particular que a mí aterrorizaba, cantado, que hablaba de un niño enterrado bajo una higuera, a quien su padre lo había castigado por comerse los frutos sin haberle pedido permiso. Cuando su hermano intentó hacer lo mismo, la mata le cantaba: Hermanito por ser mi hermanito/ no me hales los cabellitos,/ pues mi padre me ha matado/ por un higo que he robado.
Después vinieron las películas, sobre todo las basadas en las novelas Drácula de Bram Stoker y Frankenstein de Mary Shelley. Algunas muy malas y otras muy buenas, en especial El baile de los vampiros (1967) dirigida por  Roman Polanski, donde actuó Sharon Tate.
Cuando ya ni los infantes se asustaban con vampiros y prometeos repotenciados, aparecieron los zombis, como una subcategoría subgénero del cine de terror y  una amplia variedad de películas a lo largo de la historia. Su principal y más conocido artífice es George Romero. El largometraje Resident Evil 6  se estrenará en el 2017.
Antropólogos e historiadores creen que el zombi haitiano, en su génesis, está íntimamente correlacionado con la esclavitud y la tiranía en Haití.
En 1697 aparecieron por primera vez el concepto y la palabra zombi, en la novela autobiográfica de Pierre-Corneille de Blessebois, Le Zombi du Grand Pérou, ou La comtesse de Cocagne. En dicho relato el perfil del zombi resulta muy ambigua, y se presenta como una entidad incorpórea.
También en el siglo XIX, el visitador y ministro residente en Haití, Spencer St. John, aterraba a sus amigos británicos con cuentos de canibalismo y vudú, en los cuales se incluían la ingesta de infantes y la exhumación de cadáveres en ciertos rituales.
La relación entre el esclavo y el zombi ha sido destacada por varios estudiosos. Generalmente se equiparan características como hábitos de comida, ropa vieja y rasgada y transición hacia la esclavitud, marcada por el bautismo y la asignación de un nuevo nombre; que implica la pérdida cualquier vínculo con quien se era antes de ser esclavo, la muerte social, la ausencia de un rito funeral al fallecer y la conversión del sujeto en objeto.
El miedo a la esclavitud crea zombis
El zombi también pudo haber surgido como consecuencia del miedo a la esclavitud en Haití. incluso relaciona, en su origen, con la doctrina propuesta por el médico austriaco Franz Mesmer (1734-1815), según la cual los humores o fluidos de los cuerpos sólidos provocan en el sistema nervioso movimientos de atracción o repulsión.
En 1982, el antropólogo y etnobotánico canadiense Wade Davis viajó a Haití para estudiar que hay de verdad en la leyenda de los zombis y llegó a la conclusión —publicada en dos libros: The Serpent and the Rainbow (1985) y Passage of Darkness: The Ethnobiology of the Haitian Zombie (1988)— que convertir a alguien pudiera convertirse en zombi ingiriendo de dos sustancias pulverizadas: con el coup de poudre (juego de palabras con coup de foudre, que significa golpe de rayo y también flechazo amoroso), se coloca a la víctima en estado de muerte aparente, por lo cual sus deudas la entierran. Poco después, un hechicero la desentierra y revive con una droga psicoactiva que anula su voluntad
El ingrediente principal del coup de poudre es la tetrodo toxina (TTX), toxina que se encuentra en el pez globo, que habita las costas del Japón y el Mar Caribe, con actividad paralizante de la placa motriz neuromuscular. La TTX, administrada en una dosis semi-letal (1 mg), crea un estado de muerte aparente durante varios días, en los cuales el envenenado sigue consciente a pesar de todo. Otras fuentes hablan del uso de la datura, conocido en  Haití como concombre zombie (pepino zombi).
No recuerdo quién describió a Haití como: Esa abuela negra que muchos tenemos y ocultamos en la cocina cuando llegan las visitas, pues nos ufanamos de la “operación blanqueo” con la cual nuestros antecesores modificaron la apariencia genética de sus descendendientes.
He preguntado al respecto a algunos profesores, que tampoco lo saben, pero han lanzado al voleo tres nombres: Rómulo Gallegos –posiblemente por su novela Pobre Negro –, Andrés Eloy Blanco –por su poema Angelitos Negros, popularizada por el bolero homónimo – o Juan Liscano –porque que poseía la lengua más viperina que de su época–.
La destrucción de la Raza Cósmica
Lo cierto es que Francisco Herrera Luque, en su novela En la casa del pez que escupe el agua (1978), relata la anécdota de un hijodalgo español que vino a Hacer la América durante la Colonia. Al querer Llegar al patrimonio por el matrimonio, le pide la mano de su futura a un antiguo conquistador, quien ha sentado sus reales en Caracas. En medio de la solicitud, una anciana se desliza, sigilosamente, por la sala. El señorito pregunta –: Y esta indígena, ¿quién es? A lo que le responde su interlocutor –: La madre de tu prometida. Al observar un gesto de estupefacción en su futuro yerno, aclara–: Cuando vinimos a Venezuela, no había mujeres blancas. Y como no éramos maricos, follamos con quien pudimos…
El episodio destacado por Herrera Luque, con todos los visos de verosimilitud, revela la esencia del proceso de formación de lo que Arturo Uslar Pietri llamaba La raza cósmica o del futuro, donde la gente no tendrá la piel blanca si no, más bien Café con leche, con el culo de la señorita de Tal, ojitos achinados y pelo liso –según Jorge Luis Borges en su Historia universal de la infamia–.
Pues bien, donde no se dio la raza cósmica fue en Haití. Y no sucedió pues, a partir de la traición del general Charles Leclerc, gobernador insular, a la palabra de honor que le había dado al segregacionista François Toussaint-Louverture, en la Isla Mágica se desarrolló una confrontación sin fin, y que puede resumirse en la letra una conocida guaracha de Celia Cruz: Tongo le dio a Gorondongo,/ Gorondongo le dio a Bernabé./ Bernabé le pegó a Muchilanga,/ le dio burundanga/ y le hicha los pies… etcétera.
Comenzó la goute du pied noirs haitiana –-, con la derrota de la Legión Extranjera y la degollina de los blancos que no emigraron y los mulatos que no tuvieron a dónde irse. Cuando habían desaparecido las minorías raciales, los negros comenzaron a matarse entre ellos, y acabaron con las posibilidades de lo que había sido hasta entonces el enclave ultramarino más próspero de Francia, con un per cápita mayor que el de la Confederación Suiza, una flota propia que movilizaba más de 500 buques mercantes entre el Nuevo y el Viejo Mundo y una producción agroalimentaria que no sólo satisfacía las demandas de los consumidores locales, sino que permitía la exportación de excedentes de alto valor a Francia y otros mercados internacionales.
Haití era tan rica que fue allí donde concurrió Simón Bolívar, tras la pérdida de la I República, a obtener apoyo financiero, oficiales y armas para continuar con su gesta libertaria.
La invasión al vecino para tapar la incompetencia propia 
Más avanzado en el tiempo, cuando los haitianos se hartaron de matarse entre ellos, invadieron Santo Domingo –entonces provincia española–, y ejercieron por más de cuatro lustros una cruel tiranía, hasta que los dominicanos reaccionaron y los devolvieron al pedazo de la Hispaniola que siempre habían ocupado. Por eso, los héroes de la Independencia venerados en Dominicana no son quienes lucharon contra los españoles, sino los que vencieron a los haitianos.
Mucho tiempo después, cuando el sátrapa Rafael Leónidas Trujillo asumió el poder, se vengó de las afrentas del pasado ejecutando a más de 30 mil haitianos que vivían de su lado de la frontera. Aunque EEUU condenó a Trujillo a pagar 2 mil dólares por cada víctima, sólo canceló el down payment, al demostrar que la ayuda no había llegado a los familiares de los difuntos, sino que se la habían repartido los militares de turno.
Si ya la situación de miseria, ignorancia y desesperanza era espantosa a mediados del Siglo XX, la aceituna del cóctel la puso François Duvalier, médico graduado en París, que renunció a la ética de su profesión, proscribió la enseñanza gratuita y obligatoria, promovió el uso del dialecto patois creole –para la globalidad no se enterara de sus crímenes de lesa humanidad–, formó el cuerpo de seguridad más corrupto y sanguinario del planeta –los tontons macoutes- y abrazó el vudú.
A su muerte, su hijo, Baby Doc, cometió tropelías al por mayor, hasta que los marines de EEUU lo echaron, por razones humanitarias. Después hubo otros forajidos presidentes, como el ex sacerdote Jean-Bertrand Aristide, quien durante su exilio en Caracas mandaba a comprar caviar, foie gras, salmón y champaña en Rey David, una exclusiva tienda de exquisiteces –con el dinero de todos los venezolanos–, porque su delicado estómago no soportaba otra clase de alimentos.
La haitianización de Venezuela
Los venezolanos deben concienciarse de que lo que pasó allá pasó aquí. Que el Haití de Alexandre Petión ha desembocado en la Venezuela de hoy y por las mismas causas: Violencia, racismo, inseguridad, destrucción del aparato productivo, persecución de los empresarios. Que las imágenes de María y los santos, fueron sustituidas en los cuarteles por iconos de brujería, igual que la bandera tricolor por la cubana. Que los zombis actuales han aprendido a disfrazarse de gente y que el horror no esta en sus rostros desfigurados, sino en sus almas perdidas.
Que hay que aprender mirar más allá de los trajes de marca, a oler más allá de las colonias y perfumes, a palpar más allá de los montes de venus afeitados, a saborear más allá de los alimentos regulados, a escuchar más allá de la propaganda oficialista; para poder desvelar la fealdad de la tribu de The Walking Dead que desgobierna a Venezuela.
Que a Venezuela la mandan zombis esclavizados por La Habana. Los Maduro,  Cabello, Padrino y los narcosoles. Los gobernadores de Aragua y Táchira. El Defensor del Puesto. Los pranes. Todos los que han convertido a esta Tierra de Gracia en Tierra de Zombis. Y a quienes hay que sacar según la receta de The Walking Dead.


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