miércoles, 1 de febrero de 2017

Cuando un burro rebuzna, los demás se callan
(como Carta abierta a Carlos Alarico Gómez)

Como en un teatro de marionetas
buscan la teta para mamar:
generales, coroneles,
sinvergüenzas que no quieren trabajar.
Bandera tricolor
que en Venezuela está,
¡abajo el continuismo,
viva la legalidad!

Canción anónima  de la Guerra Federal




Federavén: Los generales triunfantes

Hola, Carlos.
Perdona que apele a ti por este medio.
Eres el historiador con quien mayor afinidad siento. Además, fuiste mi compañero profesor universitario por casi 10 años, estás graduado en Comunicación Social, presides la Sociedad de Escritores de Venezuela y organizas estupendas conferencias, tanto en el auditorio del Urológico San Román como en la Escuela de Enfermería de San Bernardino: eventos en los cuales se incluyen, algunas veces, conciertos e intérpretes memorables.
Te invito a ocuparte de Ezequiel Zamora, quien surgió durante la única guerra civil y también la más costosa en pérdidas humanas para Venezuela: más de 175 mil bajas – campesinos en su mayoría– en una nación con menos de 50 años de independencia, que no llegaba a los dos millones de habitantes. Guerra por demás injusta, innecesaria e insensata, en una nación empobrecida por la Independencia, diezmada por la malaria y otras enfermedades tropicales, con una merma de 2/3 de su población desde el primer decenio del Siglo XIX.
Desde luego, 175 mil personas abatidas parecen una cifra bien modesta hoy, cuando en el 2016 y según las ONG Foro Penal y Observatorio Venezolano de la Violencia, que cuentan y suman de víctimas caídas en atracos, hurtos y ajustes de cuentas, en el país superamos los 500 mil homicidios durante 18 años de régimen chavo-madurista; un total equiparable a de los fallecidos en Hiroshima y Nagasaki durante el bombardeo nuclear con el cual el presidente Harry Truman puso fin a la II Guerra Mundial.
Al pedirte, como amigo y profesional enfocarte en el guerrero que hiciera su debut, presentación y despedida en la Batalla de Santa Inés, te ruego lo hagas con pies de plomo –no sólo en sentido literal–, pues el inquilino temporal de Miraflores va a demandar al diputado Henry Ramos Allup, considerando su declaración de ayer sobre Zamora como un ataque grotesco, grosero y asqueroso, ya que el régimen pareciera haber decidido nominar al líder liberal a partir de hoy como uno de los próceres de la nación, quizás por encima del propio Bolívar y su maravillosa cohorte de 1810.
Lo que sigue no lo escribo para ti, que te lo sabes de memoria, sino para el resto de mis seguidores.
El 24 de enero de 1846, una turba de liberales  invade el Congreso Nacional de Venezuela. Los colectivos de entonces dejaron allí muertos a los diputados José Antonio Salas, Juan García y Francisco Argote; así como a los ciudadanos Julián García, Manuel Alemán y Santos Michelena,  a quienes apuñalearon. El Presidente Monagas llegó al hemiciclo cuando se recogía los cadáveres.
Posteriormente, se condenó a la pena de muerte, entre otros, a Ezequiel Zamora, llanero y partidario del liberalismo. Antes de ser ejecutado, se le conmuta la pena y, más adelante, se le da libertad plena. Zamora se queda, mansito, esperando su oportunidad por ahora.


Ezequiel Zamora: Debut, presentación y despedida

La historia le describe como un personaje de pocas luces, pero con una gran capacidad para comunicarse con la gente de pueblo abajo, lo cual lo proyectó en la Guerra larga o Guerra de los cinco Años, donde se enfrentaron los conservadores y liberales en la Venezuela del siglo XIX.
A los primeros se les llamaba impropiamente oligarcas, no porque realmente lo fueran –según José Gil Fortoul, había oligarcas en ambos partidos– , sino porque  oponían, entre otras medidas, al voto de los analfabetas y promovían la liberación de los esclavos –la cual Zamora adversaba tenazmente–.
Los liberales proclamaban ideales de libertad –mas no para los esclavos– e igualdad. Además, reclamaban la autonomía de las provincias entre sus reivindicaciones principales.
El primer enfrentamiento, la Batalla de Santa Inés (10/12/1859) terminó en victoria para los  liberales, capitaneados Zamora. Fue un resultado que les permitió extender su  el dominio sobre los llanos y preparar el avance hacia el centro del país. En dicha batalla peleó Maisanta, no el de la lista, sino el pariente de Chávez.
En seguimiento de la ofensiva, las tropas liberales bloquearon San Carlos en enero de 1860. El asedio duró una semana, y terminó con la muerte de Zamora y un elevado coste militar para su ejército. Por lo puede inferirse, la carrera de Zamora fue más bien corta. Tras su deceso, Juan Crisóstomo Falcón se acercó a Valencia  para ocuparla, en lo cual falló, por lo que huyó al Estado Apure.
En 1860, en la Batalla de Coplé, la suerte se viró a favor de los conservadores bajo el mando de León Febres Cordero. El error del general merideño fue desaprovechar la retirada masiva de los liberales, sin infringirles mayores bajas ni apoderarse de sus armas, bestias y pertrechos.
Falcón dividió a su ejército en guerrillas para que operaran en varias regiones del país, y se encaminó, primero a Colombia y luego a otros países del Caribe, solicitando dinero, insumos y refuerzos. La guerrillas no funcionaron nada bien, y en varias oportunidades combatieron en contra las propias tropas liberales. ¿Se te parece en algo, Carlos, esta porción del pasado venezolano, a los pleitos entre los colectivos y las fuerzas armadas del régimen narco comunista?
Pese a todo, el ejército liberal, ocupando y saqueando hatos, practicando el abigeato, el robo de bienes, la violación y reparto de tierras a mansalva, comenzó a crecer y a nutrirse con nuevos prosélitos, apertrechados con el armamento y otros recursos conseguidos por Falcón, quien ya había regresado en julio de 1861.
Donde hubo guerra, muchas hectáreas de tierras productivas quedaron calcinadas o simplemente se abandonaron por falta de mano de obra. La Federación destruyó la economía agropecuaria, pues actúo sobre todo en los llanos, centro de la ganadería venezolana. La producción agropecuaria cayó a niveles aún menores a los de finales de la Independencia, al perderse más de 7 millones de reses.
Las exportaciones se fueron al subsuelo, y la deuda externa se incrementó en casi 159 millones de pesos, equivalentes hoy a unos US$ 10 millardos. La zona andina, que se había liberado de los combates, pudo así desarrollar los cultivos de café y el algodón como recursos alternos para el comercio internacional.
Finalmente, en diciembre de 1862, el gobierno y la oposición sostuvieron infructuosos diálogos de paz. Empero, la hecatombe económica desatada por la guerra, aunada a los triunfos finales de los liberales, obligaron al gobierno a buscar una solución negociada, consagrada en el Tratado de Coche, en abril de 1863.
Al analizar los resultados de la Federación, José Gil Fortoul asevera–:
Digamos, por último (mirando ya al futuro para ver cómo se prolongan los errores o desgracias del pasado), que la libertad pública garantizada bajo las presidencias de Vargas y Soublette, la cual nunca se fundamentó sobre bases sólidas, fue disminuyendo, desapareciendo en ocasiones, lo mismo durante la oligarquía liberal exclusiva (1848 a 1858), que en tiempos de la alianza de liberales y conservadores (1858 a 1861), en su aditamento de dictadura (1861  a 1863); y ello pasó pese a las leyes con reformas tan radicales como la emancipación de los esclavos, la abolición de la pena de muerte por delitos políticos y el sufragio universal.
La evolución social y económica continuó siendo muy lenta, a veces retrógrada, sin duda porque la oligarquía, tanto conservadora como liberal, preocupada especialmente por cuestiones  de  doctrinarismo  político, desdeñó la obra previa de transformar la Constitución en lo  social, corrigiendo sus hereditarios defectos del régimen colonial y curando sus vicios crónicos; y no vio por tanto, que la libertad antes que una fuerza iniciativa es una resultante, una consecuencia de  la vida nacional, cuando ésta se siente ya empoderada por una población  numerosa, próspera por el comercio y la industria, fecunda por las ideas y enseñanzas que el libro, el periódico y la escuela derraman a diario sobre todas las clases sociales, dueña de la explotada riqueza de su territorio, consciente de su capacidad para labrarse a sí misma un porvenir[1].



"¡Sáquenme de aquí!"–: pareciera implorar Platero

No quiero, Carlos, hacer este texto demasiado largo. Pero sí recalcar la importancia de que gente como tú, en esta aciaga hora de la República, actúen para salvarla. Aunque sea como guerreros de escritorio, categoría de la que me enorgullezco.
La Revolución Cultural de Mao Zedong se inició hace ya tiempo en Venezuela. Comenzó con la toma y ocupación del Ateneo de Caracas y el sometimiento de las obras de artes plásticas al quid pro del Comisario, digo, Ministro de la Cultura antes de su envío a concursar al exterior. Está plasmada en los libros de Primaria, redactados por ideólogos cubanos. Y, al final, los escritores no contestes terminarán como en Pekín y La Habana, apaleados y emplumados.
Piénsalo, Carlos, pues hemos escuchado un rebuzno, y–: Cuando un burro rebuzna, los demás se callan.


[1] José Gil Fortoul: Historia Constitucional de Venezuela (Tomo II), P. 314–315, Editorial Las Novedades, Caracas, 1942.

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