jueves, 18 de mayo de 2017

No hay puente de plata para la huida

Ellos se han adueñado de mis calles,
permutando por grescas la armonía.
La paz de nuestro pueblo es agonía
mientras siembran horror, dolor y ayes.

Rellenan de cadáveres el valle,
desprecian, codiciosos, la poesía,
por esto grita “basta” el alma mía
y pide mi conciencia que “no calle”.

Caínes tenebrosos, su osadía
en sombras de la noche, los ampara.
La luz en mundos negros se convierte.

Si quedaran ciegos, mejor sería,
para que un perro lazarillo los guiara
a caminos del bien, no de la muerte.

Rubén Sada



Allup habló claro



No soy fan de Henry Ramos Allup. No lo soy, no porque me caiga mal –lo cual sería una ridiculez de mi parte, pues su promoción nunca ha sido para concursar en el Miss Simpatía–, sino porque, durante la precampaña para las elecciones parlamentarias prometió más de diez ofertas que no incumplió durante su gestión como presidente de la Asamblea Nacional.
El por qué no lo hizo tampoco es el tema a tratar. Lo que se juega es tan serio, aquí y ahora, que cualquier comentario o acción que tienda a malinterpretarse o distraer a la oposición de su objetivo básico, salir del régimen lo antes posible, es prolongar una agonía con sólo ventajas para el enemigo.
Ayer ­–finalmente– Allup habló claro. Precedido en su entrevista de Globovisión por Julio Borges –quien descalificó a los Tres Chiflados de Unasur y Zapatero como interlocutores para un diálogo–, el parlamentario adjetivó las declaraciones del primo justicialista, señalando que la oposición nada tenía que ofrecerle al gobierno en cualquier encuentro.
A diferencia de Freddy Guevara, quien habla de transición, Allup no cree en más privilegios para el enemigo.
Recuerda que la oposición pidió, en su momento, liberar a los presos políticos, un cronograma electoral, auxilio humanitario y respeto a las decisiones de la Asamblea Nacional. Que, en ese entonces, fueron aceptados públicamente tales términos para ser discutidos con la mediación del Papa; y la repuesta de Maduro fue tomarles el pelo, a la Mud  y al Vaticano, lanzando una avalancha mediática para ahogar sus protestas. Por lo cual, a la gente no le quedó más alternativas que salir a la calle, la cual no abandonará hasta generar un cambio. Las opciones serían cerrarse la boca para morir de hambre sin decir ni ñe, enfermarse para fallecer de mengua o salir a la calle con la última joyita que queda para ser asesinado por el hampa.
Para Allup, los culpables de crímenes de lesa humanidad, deben ser castigados con todo el peso de la ley; y a los corruptos hay que enjuiciarlos y quitarles lo robado.
Allup denunció la actitud narco–complaciente de la Fuerza Armada, que le ha entregado la frontera occidental venezolana a la guerrilla de Colombia. Dijo, asimismo, que la Fuerza Armada permitió a los cubanos ocupar los puestos claves en la salud, la identificación y extranjería, la inteligencia militar y los registros y notarías. Se preguntó qué quiénes son entonces los apátridas y traidores, los manifestantes y sus líderes que pelean inermes contra  la Guardia Nacional, las policías y los colectivos que les disparan a matar, o los oficiales que les ordenan hacerlo.
Como asevera Claudio Fermín el problema es que a Maduro, Padrino y su cúpula delictiva nadie les cree. Necesitarían fiadores, no mediadores. ¿Y quién estaría dispuesto a hacerlo?

El diálogo envenenado de Kim I Sung



Gloria Cuenca, en su más reciente artículo de Últimas Noticias, recuerda una anécdota del tirano norcoreano Kim I Sung–: En determinado momento, la oposición había comenzado a tener más fuerza de lo que le convenía. ¿Qué hizo? Invitó a todos sus oponentes a un gran banquete, para iniciar el diálogo. Con gran amabilidad los recibió en el palacio presidencial. En efecto fue un delicioso banquete. Los opositores, ingenuamente, comieron. Estaba envenenado. Todos murieron. Ese era su diálogo. No es fácil, diría el ciudadano, lidiar con esa gente. ¡Dios nos ampare!



No se dialoga con delincuentes



Es por eso que Eduardo Casanova Sucre, fino intelectual venezolano, al referirse a Maduro y sus compinches, asevera–: Empeñarse en que son políticos con quienes se puede dialogar, es condenar a los partidarios de la democracia a entrar a un recinto cerrado en el cual los desalmados hampones los van a masacrar, sin el más mínimo asomo de piedad, y ni por un instante van a pensar en desalojar el edificio que invadieron en un descuido de las fuerzas del orden […] Quienes insisten en diálogo, se convierten en cómplices, y no merecen otra cosa que el castigo, la pena que en derecho penal se aplica a los cómplices activos de los hampones. Algunos podrán alegar buena fe, pero ya es imposible creerles: o son tan culpables como los hampones, o son idiotas que no merecen estar en donde están.

La lucha es contra un cartel criminal



José Vicente Carrasquero complementa la reflexión de Casanova así–: La lucha no es contra un gobierno con fines políticos; sino contra un cartel con fines criminales. Y eso hace que la lucha por la conquista del poder sea mucho más difícil, puesto que una evidente minoría viola la constitución que ellos mismos escribieron para convocar fraudulentamente una constituyente sin consultar al pueblo en el cual reside el poder para avalar sus acciones. Para lograrlo, han buscado a lo peorcito entre sus filas. Abogados botados del postgrado de ciencia política de una prestigiosa universidad por plagio, sociólogos que no dieron la talla para culminar los mismos estudios de cuarto nivel. Es absolutamente legítimo derrocar a un cartel criminal como el que usurpa el poder en Venezuela. Es un deber del pueblo venezolano rescatar esos espacios para la política honesta, la que se preocupa de resolver los problemas de los venezolanos, la que no está para enriquecer a familiares y amigos. La que viene a sacar el país adelante con esfuerzo y dedicación reconociendo en todo momento el poder del pueblo y el deber de rendirle cuenta en todo momento.
Por eso, cada día el mundo se les pone más pequeño. Y ya no hay puente de plata para su huida.




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