martes, 13 de noviembre de 2018


Filosofía de fogón,
(Un añadido a mi blog de ayer)



Armando Jiménez y su "gallito inglés"

Hoy recibí una gran cantidad de impresiones sobre mi blog “El tren que no quiero tomar”; algunos “likes” y algunos “dislikes”. Raúl Sanz, mi gran amigo y hermano mayor que reza para que mi alma se salve, de manera sesgada, deslizó su crítica escribiendo que los versos “no son de Espronceda ni Neruda”.
Ciertamente no lo son, Raúl, pero fueron avalados por Carlos Fuentes, quien prologó el libro de Armando Jiménez, con un ensayo el cual, después, editó aparte, y donde reivindicó a “El Libro del buen amor” del Arcipreste de Hita (que, por cierto, identificó como texto de cabecera de Su Majestad, Isabel La Católica), como el primer tratado escrito en castellano donde se elogia a la seducción y  los escarceos de la relación sexual como algo bueno, probablemente pecaminoso, pero, al fin y al cabo, perdonable. Para Fuentes, el Arcipreste viene a ser alguien así como un precursor del destape. En sus palabras y su prelación a “Picardía Mexicana”, "El libro del buen amor" es  la primera protesta contra la imposición del Tribunal del Santo Oficio, referida al cuerpo femenino, donde asevera que “la cara es de Dios, y el culo le pertenece al Diablo”. Fuentes encuentra en "Picardía " esa misma intención, traspuesta al decenio de los sesenta del Siglo XX, época terrible de terremotos y de la noche de Tlatelolco.
Para el diario “Reforma” de México: “Si se quiere entender algo hay que empaparse en los usos y costumbres, y dejar de lado la pose falsamente intelectual sobre que todo resultado tiene que ser entrañable y de alto valor antropológico [] Armando Jiménez Farías (Piedras Negras, Coahuila, 10 de septiembre de 1917 – 2 de julio de 2010) bateó de jonrón con ´Picardía Mexicana´, donde de manera elocuente y siempre con tono desenfadado y casual, fue capaz de resumir el folklor del mexicano”.
“Picardía mexicana”, con sus 140 y pico de reimpresiones, ocupa el segundo lugar como el libro más vendido en el idioma español, después de “Don Quijote”. Jiménez describe el propósito de su obra: “Contribuir a que quienes propugnan la superación cultural de nuestra patria tengan un conocimiento más amplio de México y el mexicano”.
“Reforma” describe sintéticamente algunos de sus capítulos: "Letreros en camiones", donde se revisa la curiosa forma en la cual algunos conductores hacen uso del doble sentido en las leyendas de sus automotores; "Desahogos de conciencia", un curioso tratado sobre las flatulencias; "Ademanes", los distintos significados y modos del lenguaje gestual, y cómo éste sustituye a las palabras por su elocuencia; "Grafitos en los comunes", el arte y la prosa más elemental pero también ácida en uno de los lugares más comunes: el retrete (“En este lugar ramplón, donde acude tanta gente, hace fuerza el más cobarde y se caga el más valiente”).


Uno de los libros más importantes del pasado milenio

Para “Reforma” es “uno de los libros más importantes del pasado milenio”.
Y tiene que serlo, porque la mayoría de los hispanohablantes no nos damos cuenta de la aplastante importancia que México representa para nuestra lengua.
A ver.
Este año, según el Instituto Cervantes, el español superó numéricamente al mandarín, convirtiéndose en el segundo idioma más hablado del mundo, unos 550 millones de personas. De esta población, casi 200 millones viven en México, y 25 millones más en Estados Unidos, formando parte de la minoría étnica de los hispánicos, que tanto angustia y desquicia al Presidente Donald Trump y a sus “red necks”.
El otro gran aporte de México a la cultura hispana son sus películas, subvencionadas por décadas por todos los gobiernos, que vieron en ellas la posibilidad real de crear un sentido de pertenencia, de identidad, entre millones de seres humanos a quienes Madrid, tras las bofetadas recibidas de parte de los próceres independentistas de Sudamérica, decidió mantenerlos analfabetas.
El cine mexicano creó genios de trascendencia global como Mario Moreno, Luis Buñuel y Gabriel Figueroa, “El Indio”, sin duda alguna, pero sin los recursos de Churubusco Azteca, los únicos estudios que en sus inicios compitieron contra los platós y laboratorios de Hollywood, su producción habría sido muy limitada. Después vendría esa escuela de actuación llamada Televisa. Y, mucho después, HBO y Netflix se dedicarían a crear series y películas para el mercado mundial.
Ciudad de México rezuma cultura por sus cuatro costados. Drama, ballet clásico en las calles, los plays musicales de moda en Nueva York y Londres (pero en español) , exposiciones bajo techo y al aire libre, librerías abiertas las 24 horas del día. Pero la provincia no se queda atrás. Por ejemplo, la capital regiomontana se precia de mantener una ininterrumpida temporada teatral, donde descuellan, entre otros, actores y directores de la diáspora venezolana. ¡Por Dios, qué país, que derroche de talento! 
Si, también México es la tierra del Chapo Guzmán, y donde a la "mordida" se le dio la acepción más usual en la actualidad. Por eso, “Picardía”, además de trascendente, resulta único.
Ali Chumacero, también citado por “Reforma”, cree  que “el estudio a fondo de la picardía en todas sus formas –no siempre acordes con la educación y las buenas maneras– no sólo es fundamental para el lingüista, el filólogo o el gramático, sino para el escritor que ha de conocer, como nadie, las formas del habla de su pueblo”. Felipe Montemayor, antropólogo, asegura diciendo que “el contenido de este libro representa una muestra significativa de expresiones usadas por la gente de nuestro país; expresiones que no tienen su origen en clases acomodadas, sino en las humildes, pero que son empleadas en todos los estratos sociales”. Y esa buena gente tiene eco en la obra de Jiménez, en su filosofía de fogón, que tampoco es nueva, pues la inició Sancho Panza.


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