miércoles, 25 de marzo de 2020

El verdadero peligro amarillo del coronavirus



¿Coincidencia o sincretismo?

“No existe el conocimiento absoluto. Aquéllos que sostienen lo contrario, trátese de científicos o ideólogos, abren la puerta a la tragedia”
Jacob Brownosky1

Luis García Planchart

Fue entre los filósofos de la antigua Grecia donde nació una interpretación que marcaría una influencia definitoria en la historia de Occidente. Más allá de la ilusión, como parte de la creatividad implícita en el Arte y la Literatura, que pretendía reflejar la realidad, los pensadores helénicos detectaron otra modalidad, que, aparentando ser verídica, no pretendía hacerlo, sino, más bien suplirla para sus propios –y por lo general– oscuros propósitos.

Los griegos determinaron que la falsedad era una comunicación ajena o extraña, si no que tenía vida propia y podía imponerse sobre la verdad, que la mentira no surgía necesariamente de la verdad, no necesitaba de una fuente para imponerse y ser reconocida por la gente. Que lo falso no era copia, si no, más bien un contenido sin referente, autónomo, potenciador de grietas y confusiones en el tejido cognitivo donde se desenvuelve.

La falsedad era un fantasma que agobiaba tanto a Platón porque no podía ser identificada como simulación, y muchos de sus paisanos se la tragaban a pie juntillas, echando al cesto de la basura el alma que razona, y dejándose llevar por el alma que siente, según su pionera y profética descripción de la psiquis humana en afectividad, estima y razonamiento.

El manejo de la falsía se potenció con la aparición de las religiones en el Medio Oriente, el cristianismo, el islamismo y el judaísmo.

Según los fabuladores de la Biblia, todos nacimos pecadores. 


La ilusoria Eva del Paraíso Terrenal

Los catequizadores nos enseñaron que Adán y Eva fueron expulsados del Paraíso por comerse la fruta prohibida, en alusión directa al ejercicio e la sexualidad de la pareja, que debió haberse mantenido inocente, esto es, virgen.  Sin embargo, el Diablo y la manzana –el tentador y la fruta prohibida– no aparecen en el Génesis original, si no en el Libro de Ezequiel, donde se relata cómo un poderoso rey fue expulsado del Edén por corrupto, violento e intentar personificar a Dios.

En la versión de Ezequiel, tampoco hay mención alguna sobre Adán, Eva o la serpiente; por lo cual algunos estudiosos sostienen que la versión actual del Génesis fue escrita mucho más allá del año 500 DC.

Por eso, liberarse de la culpa al hacer el amor y del sentimiento de que algo muy malo está por ocurrirnos no es sencillo, pero sí indispensable al emplear el alma que razona de Platón para poder  manejar la comunicación objetivamente, qué es como los periodistas estamos obligados a  proceder para mantener nuestra  ética profesional.

Sin embargo, las cuitas del oficio no terminan en ese sentimiento culposo– catastrófico con el que nos criaron, porque el periodismo moderno se basa en el amarillismo: tanto Joseph Pulitzer como William Randolph Hearst impusieron a sus redactores que fueran sensacionalistas. Hearst, para lograrlo, contrató a novelistas como Mark Twain, Ernst Heminghway y John Dos Passos, exigiéndoles ir a los lugares donde había acontecimientos en desarrollo, y emplear su mejor narrativa para describirlos.

Así los dueños de los medios –y los políticos– descubrieron que el pánico vendía periódicos y sumaba votos.


Anna Politkóvskaya, periodista rusa asesinada por oponerse a Putin

Pero el miedo no sólo se aplica al periodista  por dejar de seguir las líneas editoriales de sus jefes o ser irreverente contra  los políticos en boga. No se trata de perder el trabajo, sino la vida, como ha sucedido con 153 colegas –asesinados entre 1977 y el 2015 en México– y 160 en Colombia, quienes deberían ser recordados y venerados como héroes y heroínas y sus nombres tallados en piedra, pues murieron entregando información veraz, oportuna y objetiva para beneficio de  de la humanidad. En su caso, los culpables fueron los narcotraficantes, pero, asimismo, las autoridades corruptas que protegen este comercio ruin, y las financieras que lavan su inmundo dinero.

Por si fuera poco, hoy los periodistas afrontan la crisis de coronavirus y debo reconocer, desgraciadamente, que muchos de ellos han contribuido, mayoritariamente, a sembrar tal nivel de pánico mundial, que si no nos mata el microbio lo hará el estrés.

Crónica de una muerte anunciada

El novelista Dean Koontz predijo la pandemia del coronavirus en 1981, un virus al cual denominó Wuhan 400, en su novela “The Eyes of Darkness”, prediciendo así la población china donde surgiría el covid–19. En la obra, el Wuhan–400 es incubado fuera de la ciudad, como un arma biológica de destrucción masiva. Inspirada quizás en la narrativa de Koontz se produjo “Contagio”, película del 2011, sobre una pandemia que se propaga entre animales y humanos, y brota, arbitrariamente, por  en todo el mundo. El film estásiendo exhibido por HBO.

La versión al español de la novela, titulada “Los Ojos De La Oscuridad”, fue publicada en el 2005 y está agotada en la lista de amazon.com. El último precio del libro, usado y en edición de bolsillo, se vendió por US$ 680, en inglés, en tapa duram US$ 400. Así es que, amigo seguidor, si usted conserva alguna copia, ahora es cuando debe sacarla a flote.

Verdades y falsedades sobre el conavid–19

Por lo que me permito analizar las verdades y falsedades sobre la pandemia en corso.

Hoy los medios dedican el 80% de las opiniones de sus anclas e invitados a sembrar el terror sobre el conavid–19, para después, cínica o ingenuamente pedirles a sus audiencias que no caigan en pánico.

Salvo con algunas honrosas excepciones, no hay contrapeso a este amarillismo desatado. Más bien, el sensacionalismo da patente de corso a portavoces pantalleros, políticos autoritarios y farmacológicas para hacer grandes negociados con remedios que no curan ni previenen, una situación semejante a la de finales del siglo XIX, donde los vendedores ambulantes pregonaban las bondades de elíxires a base de cocaína y opio contra la migraña, la sífilis y servían para lo que fuera.


Frenk, las verdades que no suben el rating

La verdad, como lo asegura el Julio Frenk Mora, ex Secretario de Salud Pública de México, ex Decano de la Escuela de Salud de Harvard y presidente de la Universidad de Miami desde el 2015, es que a la fecha no hay tratamiento ni vacunas eficaces contra coronavirus, y que desarrollar unos y otras se llevará su tiempo, porque en investigaciones tan delicadas como éstas no es posible saltarse los protocolos.

Veamos qué más nos dice el doctor Frenk, en una secuencia de “ciertos” y “falsos”:

1.    Es falso que el coronavirus sea un demonio omnipotente y omnipresente. Al contrario, se trata de un microorganismo muy débil, que se muere al lavarse las manos con agua y jabón

2.    Es cierto que los grupos de mayor riesgo, mayores de 65 años, diabéticos y personas con padecimientos cardíacos y respiratorios crónicos, pero también es cierto que éstos pueden mejorar su resistencia fortaleciendo su inmunidad con vacunas contra otras cepas de influenza y enfermedades bacterianas

3.    Es falso que los tapabocas y guantes de látex eviten el contagio, porque el virus puede contraerse a través de los ojos. Estos implementos sólo sirven para evitar que quienes presenten algún síntoma respiratorio lo transmitan a lo demás.

4.    Es falso que el confinamiento impida la infección por coronavirus, Al final de la crisis, 80% de la población global se habrá contagiado con el conavid–19, y habrá desarrollado inmunidad contra el mismo.
Lo intentan evitar las autoridades, no es que la infección se propague –lo cual es inevitable y deseable–, sino que su difusión se haga a una velocidad que logre el colapso de las instalaciones sanitarias en el mundo, mientras les da tiempo a los laboratorios para que desarrollen fármacos y vacunas efectivas.

5.    Es cierto que la mayoría de los infectados con coronavirus sin siquiera darse cuenta. Sólo un 20% del total –unos 1.120 millones de personas, pues la población global alcanza hoy a los 7 mil millones–, sentirán algún malestar causado por la enfermedad

6.    Es falso que todos los contagiados necesitarán ir al médico. Únicamente un 15% de quienes lo perciban, 168 millones, tendrán necesidad de acudir a la consulta
7.    Es falso que las muertes por coronavirus romperán todos los récords. Sólo entre un 3 y un 5% – 5,1 a 8,4 millones de pacientes– pudiera morir por complicaciones colaterales, entre ellas la neumonía.
En comparación, 32 millones de personas han fallecido a causa del sida, y el cáncer es la segunda causa de muerte entre adultos en lo que va de milenio, según la Organización Mundial de la Salud –OMS–.

8.    Es falso que corona virus afecte a las madres embarazadas y lactantes. No ha habido ningún bebé en el mundo que se haya infectado con conavid–19; ni tampoco ninguna madre embarazada o lactante, ni casos mortales entre los adolescentes y jóvenes adultos.

Para terminar, quiero ofrecerles a mis seguidores varias reflexiones personales.

No se trata sólo de un lugar común afirmar que nadie se muere la víspera, sino el día que le toca; a menos que uno quiera quebrar el orden universal y suicidarse. A mis 78 años y pico, he llegado a la conclusión de que esa decisión está en manos de Dios. Creo que Él decide cuándo nos toca, al momento en el cual termina la misión para la cual vinimos a este mundo.

No le temo a la muerte, sino a la agonía, porque concibo la Tierra como una gigantesca nave espacial, que nos lleva desde un origen –el “bang–bang”– a un destino –por ahora desconocido–, y morirnos es quitarnos el traje que nos sirve para navegar en ella.  Además, creo que el alma es inmortal y en la reencarnación –no en un término distante como el día del Juicio Final, sino a corto o mediano plazo, como lo plantea el budismo–.

Finalmente, he tenido una existencia llena de momentos felices, que si los sumo, implican un balance inclinado a la felicidad. Trabajé en lo que más me gustaba, al punto que escribí sobre la publicidad un libro que algún día espero publicar: “Historia de un amor como no habrá otro igual”. Tengo un hijo, dos nietas y una nuera a quienes adoro.

Hablando de amor, lo he hecho numerosísimas veces con chicas estupendas –como versionaría, al español, la traductora de Donald Trump la frase “wonderful girls”. Por lo cual, si lo de Adán, Eva, la serpiente –en cuyo rol personifico a Karl Marx– y el Ave Fénix –papel que le dejo a Federico Engels como actor de reparto–, no me quedará otra que sancocharme en la Quinta Paila o congelarme como le sucedió a Superman en el Polo Norte, cuando renunció a sus poderes para desposar a Luisa Lane. En cualquiera de ambos casos, espero pasarla en la más placentera compañía, que deseo también la disfruten ellas, como lo hicieron en vida.

En fin, me parece estúpido que nos aterroricemos e intentemos moralizar con el covid–19 cuando el verdadero peligro amarillo no es la neumonía colateral sino el crac económico que nos espera cuando acabe  el pánico mediático. 



1Humanista, filósofo y matemático polaco, nacionalizado británico, que escribió y produjo el bést–seller y serial de televisión “El ascenso del hombre” para la BBC de Londres (1973).

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