domingo, 22 de noviembre de 2009

¿Cómo queda uno en eso?

Nos habría gustado estudiar formalmente Economía para entender instantáneamente el decurso de las recesiones, recuperaciones e intervalos en lo micro y lo macro, que hoy parecieran haberse acelerado diabólicamente merced –tal vez- al efecto Schumann. Pero lo que ocurre actualmente con los bancos y otras instituciones financieras en Venezuela no está conectado con las fluctuaciones bursátiles o la crisis cíclica global, sino con una ciencia mucho más modesta, la Contabilidad, que tuvimos que aprender, empíricamente, para evitar que nuestros socios nos timaran, lo cual finalmente lograron hacer con la mayor impunidad.
Esta anécdota personal vale para ilustrar lo que a nuestro parecer está en el juego de las compras y ventas nerviosas de las empresas aseguradoras y captadoras de ahorros e inversiones, que no es más que el uso de la fuerza centrífuga para amasar grandes fortunas con el mayor entusiasmo y rapidez posibles, basándose en las estrategias que deparan el uso y abuso del poder del Estado.
Recordemos la noticia y opinión de uno de sus protagonistas, Edgar Hernández Beherens, superintendente de Bancos y otras Instituciones Financieras: Canarias Banco Universal, Bolívar Banco, Provivienda Banco y Confederado tenían medidas administrativas desde el 2008. Los bancos presentaron plan de recuperación, y lo venían ejecutando, pero las distorsiones se mantenían. ¿A que distorsiones se referiría Hernández Beherens en su declaración? Entre otras, a la compra masiva de acciones de empresas similares con capitales de orígenes desconocidos. Los cuales, en otras latitudes, se consideran presuntamente lavados hasta que no se demuestre lo contrario: provenientes del comercio ilícito, el crimen organizado o la corrupción, las opciones previstas hoy en el Derecho Penal Internacional.
El otro protagonista, por ahora, es el señor Ricardo Fernández Berrueco, a quien la prensa la bautiza como empresario y le asocia a los negociados de Mercal, pero que en los círculos bancarios y hasta que se hizo con el control mayoritario de las firmas intervenidas, en su casa lo conocían y lo trataban de usted. Lo que, para quienes piensan mal y aciertan con una probabilidad estadística de un 50%, pudiera estar convirtiéndose en una reposición del guión del chinito de Recadi, personaje famoso durante el quinquenio de Jaime Lusinchi, al que le cargaron el muerto de las ventas de divisas por debajo de la mesa.
Pero esta vez no se trata de dólares o controles de cambio, de los cuales, por cierto, el teniente Hernández Beherens salió bien librado pues, aunque somos incapaces de poner las manos en el fuego por ninguno de los próceres de la Revolución Bolivariana, los comentarios recogidos nos señalan que el supervisor es un idealista de profundas convicciones religiosas, y más bien el despelote de Cadivi comenzó a su salida del organismo, de donde le echaron por negarse a dar curso a negociaciones dudosas. De ser así, que Dios y la Patria se lo reconozcan…
Bueno, volvamos a las opciones de los capitales de orígenes desconocidos.
Sobre el comercio ilícito hay un catálogo más surtido que el de amazon.com, sobre todo ahora, cuando el ejército venezolano admite que los puentes peatonales entre Táchira y Santander Norte servían para algo más que transportar electrónicos, víveres y textiles entre ambas naciones, y procedió a volarlos, en una notable proeza táctica sólo comparable con las acciones desarrolladas por los militares españoles durante la conquista del islote de Perejil.
Respecto al crimen organizado –y también desorganizado, porque estamos en Venezuela-, las variables, asimismo, se acercan a la infinitud.
Y en referencia a la corrupción, ¿qué decir? Según la última declaración de Fedecámaras, en diez años el régimen recibió más de un mil millones de dólares, a los cuales la empresa privada y el ciudadano de pie aportaron en impuesto casi la mitad, un 45% para ser más exactos. Si descontamos de esa masa ígnea de dinero los regalos al Alba, las tournée presidenciales, la compra de chatarra castrense y otras prodigalidades propias del socialismo del Siglo XXI, todavía queda una boloña de plata para aplicarla a lo mejor del capitalismo salvaje, que es la compra hostil de empresas financieras. Y que aquí resulta más hostil que en otras latitudes, pues el aplique que se le hace a sus propietarios originales es como en el Padrino: Te traigo una oferta que no podrás rehusar…
De ahí que pensemos –pura especulación- que los fondos para la adquisiciones de bancos, aseguradoras y casas bursátiles ha salido del petróleo y los bolsillos de los bolsas –que somos nosotros, el pueblo de Venezuela-. Y los repetidos nombres de absolutos advenedizos en el sector financiero, que rotan en el crisol de estas operaciones a la velocidad de los créditos de despedida de un Miss Universo, no aparecen allí por suerte o inteligencia supina. La buena noticia, según nos comentan algunos, es que habrá más intervenciones. La mala es, ¿cómo queda uno, el ciudadano de pie en eso?

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