jueves, 26 de noviembre de 2009

Dios ha nacido en el exilio

Cierro los ojos para vivir. También para matar.
En esto soy más fuerte que Augusto, pues el
Emperador sólo los cierra para dormir y ni siquiera
el sueño le reporta consuelo alguno. Sus tinieblas
están pobladas de muertos, de crueldades que le obsesionan..
.
Publio Ovidio Nasón (Nacido en Italia el año 43 AC y muerto
en el exilio en Rumania, en el año 8 de nuestra era)
Las razones de la enemistad entre el poeta Ovidio y su Emperador, Cayo Augusto Graco, nunca fueron esclarecidas. Dícese que Augusto, escandalizado por el tono concupiscente de sus escritos le desterró a los confines de Roma, para evitar que siguiera corrompiendo a la juventud. Otros historiadores sostienen la versión de que lo que más indignó al monarca fue la seducción de su nieta, Julia, por parte del apasionado vate. La tercera opción es que estuvo involucrado en alguna suerte de conspiración contra Augusto, lo cual no resultaba nada improbable pues el magnicidio había truncado la carrera del fundador de la dinastía, Julio César, y Tiberio se había escapado por los pelos de tres intentos promovidos por la coaima de su cónyuge, tocaya del primero de los Césares y también de la ninfa desflorada, abandonada y también exiliada de la Ciudad Eterna por ordenes de su quisquilloso abuelo.
Es posible que la teoría de la conspiración fuese la correcta. Sea como haya sido, Ovidio, adinerado, culto y noble de cuna, falleció sólo y olvidado por aquéllos a quienes más quiso. Y sus cartas de súplica al Emperador, rogándole que le permitiera regresar a casa, no hicieron mella en el corazón acerado del autócrata, pues, aunque entonces no existía la Psicología como ciencia si se daba plenamente el fenómeno de la megalomanía, y aunque tampoco habían los Iseas ni los medios masivos, los rumores echados a rodar por algún tribuno o publicados en las tablillas que se escribían en los lugares de mayor afluencia servían para los mismos y perversos fines del presente.
La vida de Ovidio se hubiera quedado así, entre dimes y diretes, si no fuera porque en 1958 Vintila Horia, otro intelectual exiliado por razones oscuras, publicó en Madrid Dios ha nacido en el exilio, una de las más hermosas hipótesis noveladas sobre Ovidio, donde reivindica no sólo al poeta romano, sino a la belleza implícita de su trabajo y a su posible encuentro con el Creador.
Horia era rumano de nacimiento, merced a lo cual conocía de memoria el entorno donde Ovidio terminó sus días. Después de la II Guerra Mundial, el Partido Comunista Francés, basado en su ligazón con el General Charles de Gaulle y en su hiperinflada actuación durante la resistencia contra los nazis, decidió apoderarse de todo lo que valiera la pena en el país galo, comenzando con la cultura.
Su primera actuación consistió en calificar como colaboracionistas a los intelectuales que no controlaban, y en esta primera purga cayeron Horia –cuya carrera se había desarrollado en Francia- y Luis-Ferdinand Celine, precursor del existencialismo antes de que éste se convirtiera en filosofía de los rebeldes. Después, ocuparon todas las plazas disponibles y, a personajes notables como Claude Lévi-Strauss y Albert Camus, contra quienes no tenían argumentos sostenibles, les sacaron del juego ubicándoles en la derecha. Al final de este proceso, dominaban los medios masivos, el cine, la incipiente televisión, las Artes Gráficas y todo lo que valía la pena en materia de expresión del pensamiento libre.
Paralelamente, sus camaradas más activos convirtieron a los servicios de espionaje y contraespionaje franceses en coladores informativos de la KGB, participaron en la destrucción sistemática del imperio ultramarino galo –aliándose con sus enemigos en China e Indochina- y tenían a punto el pastel para que un segundo soviet surgiera en París, hasta que una cadena de revelaciones iniciada por el ex agente de seguridad, de clave Ramia, hicieron despertar a de Gaulle de su sopor y tomar los correctivos necesarios para que Francia no se saliera del carril democrático.
En una nota que Juan Fernández, líder exiliado de Gente del Petróleo, le envía a Julio Borges, Secretario General de Primero Justicia (23/11/09), no sólo le recuerda sus obligaciones para con los principios y valores que dice sostener, sino lo improcedente de sus acciones y las contradicciones en las cuales ha incurrido durante su desempeño como dirigente de oposición. Le recuerda que, tras haber apoyado públicamente al paro petrolero (02/12/2002), más tarde declaró estar arrepentido por haberlo hecho (18 /01/2003), y que: El derecho a la huelga está garantizado en la Constitución de la Republica, venir ahora a descalificar el paro cívico, como una vía rápida dejando entender su falta de talante democrático, es torcer la realidad y olvidar la tensión ciudadana de aquel momento, como todos marchábamos cuando el reclamo popular era el paro, entre ellos los dirigentes de Primero Justicia. Recuerda la opinión que le manifestara Cesar Gaviria, Secretario General de la OEA y mediador del conflicto, al respecto: Gracias a la acción del paro nacional, los representantes del gobierno, comenzaron a buscar el acuerdo. Y le pregunta: ¿Qué de antidemocrático tiene el solicitarle la renuncia al Presidente? ¿Acaso, no era la idea del referéndum consultivo y luego del revocatorio que debió realizar en ese mismo año 2003 en función del acuerdo, crear las condiciones para un reemplazo en Miraflores?
También le reclama qué ha hecho sobre los acuerdos establecidos en la negociación para establecer la Comisión de la Verdad para determinar lo que realmente sucedió el 11-A, cuál ha sido su postura frente a la destrucción de Pdvsa, el despido de 23 mil trabajadores de esa empresa, el homicidio de José Manuel Vilas por su protesta pacífica. Además, señala que condenar la abstención durante los comicios para elegir los asambleístas es muy simplista, y rememora que cuando el ex presidente Carter le pidió se dirigiera al país para condonar el fraude del 2004, le contestó: ¡A mí no echan esa vaina!
No obstante, como la mayoría de los venezolanos,- afirma Fernández- saludo el buen paso dado por los partidos políticos y las organizaciones civiles por los acuerdos de la Mesa de Unidad.
A nuestro parecer, en la nota de Fernández no hay reconcomio, ni ira ni retaliación, sino una actitud racional, venezolanista y digna de elogio de quien, como cualquier exiliado, se preocupa por el futuro de su país, y que exigen –como deberíamos hacerlos todos- claridad y transparencia de parte de quienes solicitan nuestros votos para el 2010. Las interrogantes y reclamos que Fernández les hace a Borges son las que muchos quisiéramos hacerles, si tuviésemos acceso y participación en los medios masivos. Esperamos que no nos toque como candidato forzado en el próximo tarjetón de colorinches que la Mesa de la Unidad mantiene im pectore hasta abril del próximo año. Porque, de ser así, haríamos lo mismo que él dijo haber hecho en las elecciones para la Asamblea: le votaremos en nulo. Y también esperamos que Juan Fernández descubra –tal como lo descubrieron Ovidio y Horia- que, Dios ha nacido en el exilio

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