viernes, 23 de julio de 2010

El día de la marmota

En 1993 Bill Murray protagonizó Groundhog Day, un largometraje cuya trama oscila entre la comedia romántica y la ciencia ficción. De manera insólita y tal vez debido a la confusión de género, el film fue intitulado tres veces en castellano: Atrapado en el tiempo (España), Hechizo del tiempo (Hispanoamérica) y El día de la marmota (Venezuela).
El cuento se focaliza en Phil Connors (Murray), meteorólogo de una cadena televisiva a quien se le encarga reportar el final de la temporada invernal en Punxsutawney, un pueblito de Pennsylvania, donde el comportamiento de una marmota predice, impepinablemente, cuánto más ha de durar la estación.
La premonición se lleva a cabo el 2 de febrero de cada año, fecha que coincide con la feria de la población, y que cuenta con variadas actividades: bailes, desfiles, concursos.
Murray, un periodista que se siente venido a menos pues no se le considera para las fuentes de política, sucesos o internacionales, cubre su frustración con el manto de la arrogancia, y paga sus complejos con Rita (Andie MacDowell),la productora y redactora del programa y con su camarógrafo.
Cumplida la misión, el equipo se apresta a regresar a Pittsburgh, a fin de participar en el noticiario de las 5 PM. Empero, una tormenta de nieve les obliga a pasar la noche en la ventiúnica posada de Punxsutawney.
Y entonces comienzan la pesadilla de Connors quien, al levantarse a las 6 AM, se da cuenta que ha regresado al día anterior. Por lo que a Connors no lo queda otra que repetir su actuación de ayer y la rutina matutina del reseteo cronológico comienza a repetirse ad infinitum.
Al principio, el meteorólogo intenta mantenerse en vigilia, pero basta con que cierre los ojos por fracciones de segundo para que el ciclo se reinicie. Por lo que trata de darle algún sentido a su extraña existencia: aprende piano y francés, esculpe en hielo, salva a un indigente a punto de a morir por hipotermia, impide un accidente y, finalmente, se enamora de la despreciada Rita.
Termina con un final feliz, epílogo que caracteriza a la comedia y que, en verdad no viene al caso, pues el sentido del presente escrito no se refiere a Groundhog, sino a cómo nos sentimos tras más de once años del pavoroso proceso de comunización llamado Revolución Bolivariana; el cual no vemos cómo pueda acabar dichosamente, sino todo lo contrario: dramática, dolorosa y cruentamente.
A percepción la agudiza la información y opinión cotidianas, que no cambian en lo general desde 1999. Las declaraciones de los miembros de la MUD, casi exactas en su jactancia, contenido y triunfalismo a las de la Coordinadora Democrática. Las lluvias, que tumban puentes y aíslan regiones, matan a pocos y dejan centenares de damnificados. Las sequías, que generan cortes de agua e incendios en Bolívar, Monagas y el Ávila.
El costo y la escasez de alimentos y medicinas, cada vez más alejados de lo que se puede ganar o conseguir. Las colas para reconocer a los muertos en las morgues, inscribirse en el Seguro Social o sacar pasaporte o cédula. La limpieza diaria de traseros de los diputados de la Anal y otros funcionarios con las normas jurídicas y los valores éticos de la República. La denuncia contra policías por su participación en lo único organizado que aún subsiste en el país: el crimen.
Apenas algunos ramalazos de frescura informativa nos llegan de afuera, centralizados en el desempeño individual de artistas, atletas, científicos, diseñadores, tecnólogos venezolanos que brillan con luz y mérito propios en los escenarios del mundo. Gente linda, no por su origen o apariencia, sino por lo que hacen; mientras que acá el proscenio queda para las acciones y declaraciones destempladas de monos y monas, que aunque vistan de seda, monos se quedan.
Es por eso que debemos agradecer sacudimientos como que ayer nos proporcionara Luis Alfonso Hoyos, embajador colombiano ante la OEA, quien durante 2 horas y media desveló la conjura de las FARC en Venezuela, con pelos y señales, y le pidió al Guasón que actuara en consecuencia. Lo que hizo pero al revés, como era de esperarse, en una singular ruptura de relaciones donde el actor de reparto fue Maradona. Eso sí, con cara de groundhog o marmota en plena hibernación.

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