martes, 17 de agosto de 2010

Dejar de ser cosas

Ayer, quizás por primera vez en nuestra vida, concordamos con todo lo escrito por Teodoro Petkoff en su editorial La fotografía, publicado en Tal Cual.
No sólo con el contenido, en términos generales, sino también con cada palabra allí impresa, y con la acertada reproducción dela foto que El Nacional editara el sábado 14 de los corrientes, sobre la sala de autopsias de la Morgue de Bello Monte.
Un ejemplo que debería ser imitado por otros periódicos, si sus dueños tuvieran los cojones bien puestos y que, en el caso de Petkoff, evidencia un cambio cualitativo en su actitud hacia el régimen que hoy destruye a la República con la mayor impunidad.
Mutación de la cual parecen haberse contagiado, recientemente, algunos dirigentes de la oposición democrática, quienes comienzan a llamar al pan, pan y al vino, vino. Suena como si la MUD se hubiese curado de esa infame virosis que produce afonía, por lo cual pidiéramos dejar de calificarla, tímidamente y con pronóstico reservado, la MUDA.
Bienvenidos, Petkoff y la MUD, a un club que no inventamos nosotros, pero que cuenta cada día con mayores adherentes. Un club integrado por quienes creemos que al Guasón se le debe impedir que siga haciendo lo que le da la gana, y que, tanto él como la cuerda de facinerosos que le han acompañado en sus fechorías, deben ser enjuiciados por todo el mal que nos han hecho. Más temprano que tarde.
La denuncia de Petkoff
Lo peor no fue la risa de hiena que Izarrita le regaló al mundo vía CNN, intentando fallidamente mofarse de la escalada de violencia que vive Venezuela, sino su pretensión de inculpar a los demás: al presidente Felipe Calderón, de México; al ex presidente Álvaro Uribe, de Colombia; al Imperio. A todos menos al verdadero responsable, el Guasón, quien a inicios de su mandato declaró públicamente: Si tuviera hambre, también saldría a robar.
¡Y mire usted, amigo seguidor, cuán hambriento estaban entonces, él y sus compinches!
Otra de las claves de Petkoff es el desprecio de la dictadura chavista por el prójimo. Para el Guasón y su nomenclatura, los venezolanos no somos personas provistas de cuerpo y alma, ni tampoco individuos cuyos moldes se rompan al nacer. Sólo cosas, como las toallas sanitarias que se usan cuando hacen falta, se desechan cuando cumplen su propósito y se echan al zafacón del olvido.
Esta reducción del todo al cosismo es típica de las tiranías comunistas, y halla su expresión más depurada en la frase de Raúl Castro: Cuba y Venezuela somos una misma cosa.
Pues no, no es cierto, no lo somos. El nuestro es un país rentista, que vive de sus recursos naturales; y el suyo es un país alcahuete, que vive del turismo sexual, las divisas que le mandan a sus familiares los cubanos desterrados y los regalitos del Guasón.
Infortunadamente, los electores venezolanos decidieron castigar a los políticos adecopeyanos, eligiendo en fecha infausta a un psicótico bipolar y paranoico, cuya mejor actuación fue al asumir su responsabilidad en el cruento golpe del 4-F. De ahí en lo adelante, se ha caracterizado por llevarnos cuesta abajo, en un barranco sin fin.
Su Revolución Bonita todo lo contamina, todo lo pudre y todo lo daña. Ideas, alimentos e infraestructuras son los casos más evidentes, pero no únicos, de tan pavoroso fenómeno telúrico.
Sobran los pequeños detalles
Los indigentes que malviven en las vecindades de PDVSA, envilecidos por el alcoholismo y la drogadicción, y que despiertan al lado lujosos vehículos de quienes llegan tempranito para negociar con la estatal. A esos nadie los quiere ni los recoge, pese que aún se ufanan de lucir camisas rojas rojitas.
Los niños de la calle, mal llamados de la Patria, pues si la Patria fuera esa –explotación, malnutrición, pedofilia, deserción escolar, hábitats miserables sobre cerros que se desploman y puentes que se inundan con las primeras lluvias-, ¿qué queda para el resto de la población infantil? A lo mejor, una necia y chupa-medias funcionaria que acciona contra El Nacional, no por lo que sucede cotidianamente en Bello Monte, sino ante su evidencia grafica.
Los Guardianes de Chávez, un hato de hampones, presentados globalmente por la emisora de Atlanta.
Los chistes malos, las peores canciones y las mentiras del Guasón.
Por eso decimos, con el corazón sangrante por esta Venezuela humillada, mancillada y despreciada como nunca, que hay que votar el 26-S, y defender los votos después. Para recuperar la dignidad nacional perdida. Para dejar de ser cosas.

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