martes, 24 de agosto de 2010

Risas de hienas y chacales

Si tuviera hambre, también saldría a robar…
El Guasón

Karl Marx niega un principio básico de la Civilización Occidental y, en general, de la Civilización, el cual no es otro que la posibilidad de imputar a quien comete algún delito.
La lista de delitos no surge sólo del derecho común anglo-germano, las normas romanas –Nulla pena sine legem, No hay delito sin ley que lo consagre- y napoleónicas, sino que nos viene de la antigua Persia,del Código de Hammurabi, redactado en 1760 AC para acabar con dos prácticas aún vigentes entre los semitas levantinos –tanto judíos como árabes-: las leyes del Talión –Ojo por ojo y diente por diente- y la del más fuerte.
Prácticas, por cierto, absolutamente cuestionadas por Mohandas Gandhi quien, refiriéndose específicamente al Talión, afirmó: Si aplicamos ese principio, al final todos nos quedaremos ciegos y desdentados.
La presencia de un tercero que medie y penalice cuando haga falta, el Estado, independiente de la víctima y el victimario, así como la imputabilidad, que supone a toda persona, sin prejuzgar sobre su status económico o acervo educativo, capaz de distinguir entre el bien y el mal, lo propio y lo ajeno, lo honesto y lo fraudulento, son claves en el desarrollo histórico de la Humanidad.
Lo contrario es anarquía y caos. El bochinche, como se menta en criollo.
El Derecho Penal no es ideología. En las democracias, no impone a los pobres la moral de los ricos, sino arbritra para que los conflictos graves, generados por la naturaleza humana, no destruyan a los valores éticos en los cuales éstas se inspiran.
Dichos valores no son complicados. Cualquier escolar de siete, que optar por alguna religión, los recita de memoria: Honrarás padre y madre, no matarás, no hurtarás… etcétera.
Pero los comunistas, con Marx a la cabeza, creen algo distinto.
Bertolt Brecht así lo proclama en su Ópera de tres centavos: Señores que pretenden enseñarnos –asegura Jenny, la protagonista del play-/ en que momento debe darse el “sí”:/ Primero deben de alimentarnos. Comer primero, y luego la moral…
Muy poético, bonito y letal. Invierte la carga de la prueba, y transforma a los malhechores en víctimas del capitalismo, dándoles apoyo político contra quienes sólo poseen un poquito más de ilustración o dinero que sus arrogantes, sádicos e impunes victimarios. Decimos un poquito más, pues quienes lo tienen todo, los boliburgueses o bolipodridos, están a salvo del hampa común, protegidos por sus círculos de seguridad, vehículos blindados y muros aislantes del mundanal ruido.
No hay culpa posible para los hampones en ese esquema de pensamiento, pues el régimen les considera, a priori, inocentes. Ovejas descarriadas, a las cuales hay que reunir, reeducar y reintegrar al rebaño.
Pero la crónica diaria da al traste con la concepción comunista, sesgada y primitiva Sobran las malas nuevas en una Venezuela que va hacia la transición. No sabemos cuál, pero sí el término: 5 quinquenios. Notas como las referidas a los pasajeros de Aeroexpresos Ejecutivos, que se vararon en Tapipa por una falla en los frenos del colectivo la semana pasada, y debieron soportar no sólo la pérdida de los bienes que portaban consigo a Ciudad Bolívar, sino también los coñazos dados a adultos y ancianos, los rascabucheos íntimos a los menores de edad y la desnudez y amenaza de violación a las mujeres más buenas.
La portavoz de los atracados, cuando declaraba a los medios, en vez de señalar al Guasón y a Tarek El Aissam, responsables constitucionales del mantenimiento del orden público, inculpó a la transportista, y le pidió al Ministro de Comunicaciones que la interviniera, alegando frecuentes fallas mecánicas en sus unidades.
Una invitación, pues, a que el gobierno confisque los activos de la compañía, y se la entregue a sus compañeritos chavistas. Así se completaría otro círculo criminal perfecto, similar en estructura al de Hidrocriminal, cuyos integrantes manejan las llaves del racionamiento del agua en Caracas, y les cobran comisiones a los conductores de las cisternas que palian la escasez en las urbanizaciones de clase media.
Digamos que, de caer en manos de la marabunta roja, los colectivos del Primer Mundo que ruedan sobre carreteras del Cuarto, se degradarían en un santiamén, sometidas al despojo de sus partes para la reventa en el mercado negro de los repuestos. En el mejor de los casos.
En el peor, los nuevos propietarios de uso de la firma utilizarían sus redes de comunicación para alertar a los alienados por el capitalismo salvaje en los Valles del Tuy sobre los pormenores de cada cargamento: Hacia Bolívar parten 100 pasajeros, provistos de 10 laptop y 20 blackberries. ¡Ah..! Además van cinco culos de primera…
No sabemos cómo el Ministro de Comunicaciones lidiará con otros sucesos similares, los cuales, a petición de la señora entrevistada, quedarían bajo su discrecionalidad.
Por ejemplo, el de los infantes que iban a Higuerote a pasar un día de playa en otro colectivo, y les sucedió algo parecido, sobre lo cual no hubo ninguna vocería, pero debió ser igual o más malo que de Tapipa, pues hubo que someter a los niños a terapia sicológica tras su frustrada mini temporada.
O el de los humildes ciudadanos que se trasladan a Barlovento en la línea Encarnación, sujetos a vejámenes similares a los descritos, y en los cuales hasta se produjo un homicidio.
Según el Guasón, hay que tener paciencia, pues en dos décadas Venezuela estará exenta de la violencia delictual.
O sea que, quienes carecen de los recursos económicos para trasladarse en avión –aunque Ud. no lo crea, amigo seguidor, tampoco el trayecto Caracas-Maiquetía está exento de peligro-, no les queda otra que esperar veinte años para reunirse con sus amigos y familiares o negociar en Provincia. Siempre, claro está, que no se mueran de mengua antes o fallezcan en los enfrentamientos del hampa en Caracas, una de las ciudades más violentas de Latinoamérica.
Bajo las consigna de que los asaltantes de caminos y el hampa común están alienados por la injusta sociedad pequeñoburguesa, pitiyanqui y contrarrevolucionaria, son objetivos legítimos los viajeros al terror. Los atracos les sirven para ensayar la confrontación final que, inevitablemente, reducirá a cenizas lo que aún resta de la propiedad privada y capitalismo en el país. Los bandidos de los autobuses, al fin y al cabo, pueden convertirse en materia prima para, una vez reeducados en el Socialismo del Siglo XXI, alimenten al ejército de parias de la Tierra que destruirá al ominoso Imperio. En veinte años, serán promovidos de maleantes a militantes.
Para quienes no compartimos la cosmogonía revolucionaria, las soluciones son diferentes.
Los malandros, de cualquier origen, credo o condición socioeconómica, son unos auténticos hijos de putas, y se merecen la cárcel o algo peor. Al igual que sus promotores, instigadores y cómplices.
Hay perseguirlos, aprehenderlos y enjuiciarlos. Para lo cual se crearon, en España y Chile, la Guardia Civil y los Carabineros; y en Venezuela, la Guardia Nacional.
En Chile y España funcionan. Acá, la Guardia Nacional se dedica a otros menesteres diferentes. Mucho más productivos.
Hay que suspender, temporalmente al menos, todo lo escrito sobre Criminología, desde César Lombroso en lo adelante, pues son teorías inaplicables a lo que sucede aquí y ahora. Se trata de buenas intenciones, pero resultan inservibles a la hora de contener el desborde del crimen, y sólo empiedran aún más los infiernos de la cotidianidad venezolana. A la par que alimentan las risas de sus hienas y chacales.

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