sábado, 21 de agosto de 2010

La Conspiración del silencio


El Universo no sólo es más extraño de lo que imaginamos, es más extraño de todo lo que podemos imaginar

J.B.S. Haldane, biólogo y genetista


Encuentros cercanos del tercer orden


Al final de la década de los cuarenta del Siglo XX, una nave alienígena se estrelló cerca de la población de Roswell, Nuevo Méjico, EEUU.
El dueño del fundo donde ocurrió la colusión declaró ante la prensa que había encontrado restos de una aleación desconocida, láminas ligeras como el aluminio, que recuperaban su forma original al ser dobladas; así como otros trozos de metal con inscripciones similares a las de los lenguajes cuneiformes –egipcio y maya-.
Un teniente de la Fuerza Aérea Estadounidense, asignado a la investigación, aseguró que, efectivamente, se trataba de los restos de un OVNI –Objeto volador no identificado-. Más tarde se contradeciría, y aseguraría haberse confundido con un globo aerostático de observación no tripulado, el cual volaba sobre el área y cayó accidentalmente en el sitio.
Años después, el dueño de la funeraria aseveraría haber sido convocado a la base de aérea de Roswell para entregar un pedido urgente de hielo seco, a fin de preservar material biológico que se estaba descomponiendo, así como féretros infantiles, para albergar cadáveres de dimensiones reducidas.
Una enfermera de la aviación militar norteamericana confesaría, aterrorizada, haber participado en la autopsia de al menos tres marcianos, y trazaría sus rasgos de manera aproximada.
Sobre los hechos anteriores, HBO realizó (1995) un extraordinario documental, con la participación de los sobrevivientes del caso Roswell.
Mientras el incidente truncó la carrera del oficial -¿quién confiaría en lo adelante en un piloto capaz de confundir a un OVNI con un zeppelín tipo Good Year?-, enriqueció al propietario del predio donde impactó la nave.
Según el documental, el granjero estaba en la bancarrota, y, de repente, después de una segunda declaración pública a favor la tesis oficial, se le vio paseando por el pueblo en una pick-up nueva. Además, por arte de magia, se desvanecieron numerosos testigos y hasta falleció un Subsecretario de la Defensa que amenazaba con contarle todo a los medios.
Este unitario sugiera la existencia de una trama para ocultar cualquier hecho que demuestre la posibilidad de vida inteligente no terrestre. Una protocolo que emplea la censura sistemática y la descalificación a priori de cualquier incidente similar al ocurrido en Roswell.
En septiembre de 1996, la Revista Penthouse mostró ampliaciones de fotogramas de un film realizado durante la autopsia de Rockwell, se les hiciera a los alienígenas. Una prueba que yace sepultada los más olvidados archivos del Pentágono.
Bob Guccione, editor de la publicación, aseguró entonces que la autenticidad de las imágenes no podía cuestionarse, pues le fueron entregadas, casi un cuarto de siglo después, por la hija del editor de la película, quien las recortó y sustrajo durante el montaje.
Guccione afirmó asimismo que la difusión de las gráficas había sido posible porque el autor estaba muerte, y su hija se encontraba muy enferma. Por lo cual el poder ya no podía perjudicarles.
Guccione se preguntaba: ¿Qué derecho tienen ellos para ocultarle al resto de la Humanidad que no estamos solos en el Universo?
Desde luego, para Guccione, no ocultar constituye el secreto de su éxito. Sin embargo, en apoyo a su credibilidad, el magazine ha logrado fama y prosperidad no sólo publicando desnudos y orientando sexualmente a sus lectores y televidentes, sino dando tubazos: las cartas del terrorista Unabomber, aprehendido posteriormente en Montana; la masacre de Waco, sobre la cual se abrió un juicio contra el FBI; y un extraño mal que aqueja a más de 14 mil veteranos de la Guerra del Golfo, quienes demandaron por daños y perjuicios al gobierno estadounidense.

Y entonces explotó el Cielo...

Roswell constituye, sin duda alguna, el más impresionante pero no el único accidente fatal protagonizado por un OVNI.
A las 7:17 PM del 30 de Junio de 1908, un cilindro gigantesco cayó en Siberia, produciendo una explosión registrada por los sismógrafos de Moscú, París, Londres y Washington.
Hasta 1927 se creyó que era un meteorito, pero una expedición científica que peinó el área afectada no encontró ninguna evidencia al respecto.
Lo que sí halló fueron indicios de una explosión nuclear: Su epicentro, la tormenta de fuego que produjo y la lluvia radioactiva que contaminó la superficie, kilómetros a la redonda, así como los restos de un bosque petrificado; sólo comparables con Hiroshima y Nagasaki, tras el bombardeo atómico de 1946.
Alexander Kazanysev, director del programa espacial ruso, reconstruyó así el hecho:
La onda expansiva se precipitó hacia la superficie terrestre y los árboles que crecían bajo la misma quedaron de pie, perdiendo sus copas y ramas. Se quemó la desgajada vegetación y se resquebrajó el suelo helado. Las aguas subterráneas emergieron en ebullición, como géiseres, en respuesta al terrible impacto. Alrededor del epicentro, el bosque cayó en forma de abanico.
En el momento de la explosión, la temperatura subió a millones de grados. Los elementos que no sufrieron en forma directa el efecto, fueron vaporizados y enviados a la atmósfera superior donde, al continuar en su desintegración radioactiva, produjeron una especie de aurora boreal. Después cayeron al suelo, en forma de precipitación contaminante.


La mano sin índice

Tres hechos notables se destacan en las fotos de Penthouse: La cara de un alienígena, de aspecto humanoide o de humano en gestación, conteste con ls imágenes esparcidas en el mundo desde hace milenios; manos de cuatro dedos solamente, como las del ET call home de Steven Spilberg; y la inequívoca presencia de un órgano sexual, posiblemente masculino por su aspecto fálico. Aunque en anatomía extraterrestre, nadie puede considerarse experto.
La mano sin índice no sólo puede verse en las películas de ciencia ficción, sino que figura en las pinturas rupestres de Tassili, Francia, dibujadas por los cazadores prehistóricos.
La pregunta es: ¿Cuán diferente puede ser una civilización, con únicamente cuatro dedos en cada mano?
La notación decimal se inventó durante el Califato de Haroún-Al-Raschid, en algún lugar de sus inmensos dominios, los cuales se extendían desde Iberia hasta Bengala y Madagascar. De tan glorioso Imperio también proviene la cámara obscura, precursora de la cámara fotográfica, y un avanzado manual de sexología, El Jardín Perfumado.
Desde Toledo, crisol de la cultura del siglo XV y punto de convergencia de científicos y humanistas árabes, cristianos, judíos y mozárabes, la notación decimal se difundió al resto del mundo. Y así, durante quinientos años, aprendimos a pensar, a contar y a medir de diez en diez, tanto como diez son los dedos de las manos.
Nuestra iniciación a la matemática no decimal sólo vino después de la II Guerra Mundial, gracias a la cibernética.
La popularización de las computadoras nos obligó, sin siquiera apercibirnos, a utilizar los códigos binarios.
La diferencia entre la realidad biológica y tecnológica es causa que gran parte del sistema operativo de los ordenadores se dedique a transformar las combinaciones y permutaciones alfanuméricas de los diez dedos a sólo dos opciones: negativas o positivas.

¿Genética o evolucionismo?

La falta de índice en la mano extraterrestre nos lleva a una reflexión cruciale: ¿Somos en verdad los humanos producto de la evolución o el resultado de alguna manipulación genética? Si fuera éste el caso, se aclararían muchas dudas, pues veríamos la vida bajo una óptica muy distinta.
Harold Philip Lovecraft, pionero del realismo científico, considera al creacionismo como la única explicación posible. Pero no la atribuye a Dios.
Según Lovecraft, la Humanidad fue hecha por otra especie inteligente, a la cual denomina Los Antiguos, para usarla como alimento, bestia de carga, compañera de juegos íntimos, o las tres cosas a la vez.
Lovecraft sustenta su hipótesis en una anti-Biblia –el Necromicón– guardada bajo siete llaves en el Museo de Londres. Asevera que quienes se han atrevido simplemente a hojearla, terminan irremediablemente locos. Y que ciertos atavismos genéticos de los supuestos creadores se manifiestan todavía en algunos humanos: La cara de sapo, la piel de culebra y los dedos unidos de los pies.
Por supuesto, se trata de imaginación literaria.
Pero lo interesantes de El color que cayó del cielo es que Lovecraft ubica a Los Antiguos en la especie de los reptiles. Los reptiles no sólo tienen miembros que terminan en cuatro dedos, sino que constituyen, mitológicamente hablando, los extraterrestres más conocidos y publicitados.

Dragones y serpientes

Para la mitología, los dragones y las serpientes han sido amos, aliados y enemigos de la Humanidad.
Según la Biblia, una serpiente causó la expulsión de Adán y Eva del Paraíso Terrenal.
La muerte del último dragón, a manos de San Jorge, inició el cristianismo en Europa, y alertó a los hombres sobre el destino doloroso y fatal que les esperaba si se apartaban del culto antropomórfico: Jesús, María y José.
China, uno de los pueblos más antiguos del orbe, conserva una tradición de más de cinco milenios sobre la sabiduría de los lagartos, y les dedica desfiles anuales y una iconografía extensa, impresa incluso en los dados del dominó asiático o Ma-Jong.
Los aztecas atribuyen a las instrucciones de Quetzlcoatl, el dios reptil, la escogencia del lugar para fundar a México.
Lo importante de esta creencia no sólo que es universal, sino que implica la comunicación entre hombres y reptiles.
Pero los alienígenas actuales no nos paran bolas. Desoyen las emisiones de Arecibo, desde Puerto Rico, que les transmiten hace más de 30 años sus propias versiones sobre ET call home.
Desprecian los regalos que la NASA les envía: sondas espaciales, con un CD dorado donde se cuenta la historia del mundo y se escuchan desde Bach hasta Los Beatles.
Según se ha revelado bajo hipnosis, cuando agarran a un humano, lo examinan y reexaminan, como quien escanea a un bicho raro, y después lo devuelven, con lavado cerebral incluido.
A lo mejor Lovecraft y la Fuerza Aérea Estadounidense tienen razón, y es preferible mantener bien lejos a estos enanitos con cara de feto, hasta tanto no vuelvan Los Antiguos quienes, al fin y al cabo, fueron compañeros mucho más divertidos: Más vale mal conocido que bueno por conocer.

El sexo de los Ángeles

¿Ha oído Ud. mencionar las famosas discusiones bizantinas? Poco antes de la caída del Imperio Romano de Oriente, se invertían horas en controversias gafas acerca de si los ángeles eran o no sexuados.
Si fuera por lo más parecido a una visión antropomórfica de ángeles y dioses, y con las fotos de Penthouse, la controversia estaría ya resuelta.

El color que cayó del cielo

Lovecraft vivió en Providence, Rhode Island, durante casi toda su vida.
Sólo realizó cortos viajes a Nueva York, al Sur de EEUU y a las cercanías de su vecindad.
Murió pobre y como un exilado: Apenas lograba juntar 15 dólares por traducciones de cuentos e historias para varias revistas especializadas. Hoy el mundo le reconoce como el pionero de laanticipación, cuyo vínculo con la memoria atávica de la especie como nadie ha tenido.

Los otros extraterrestres


Un niño asiático acaricia el colmillo de un dragón, mientras saborea un helado de barquilla.
No hay mejor imagen del entendimiento entre dos especies: humanos y dragones o Los Antiguos, como los llamó Lovecraft.
Existen evidencias de conversas entre hombres y reptiles en culturas tan diversas como la azteca, la china, la griega y la judeocristiana. El dragón se revela como un ser superior, de sagacidad sobrenatural, con funciones de consejero, protector o vigilante.

Los sobrevivientes

Ilva Potapovich, habitante de la tundra siberiana y guía de los exploradores de 1927, presenció la explosión de la nave en 1908, y condujo a la expedición, llevando a sus integrantes al exacto lugar de la catástrofe.
Lo que sus ojos vieron no difiere mucho de lo que pudieran observar los sobrevivientes de los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki en 1946. La distinción reside en que, antes deldecenio de los cuarenta, no existía algún artefacto nuclear de fabricación humana. Y ue hoy se resume en una sola frase: La conspiración del silencio.

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