martes, 25 de octubre de 2011

La única revolución incruenta del mundo

De vuelta al sexo y al amor
Dado que mi relato sobre las chicas de la buseta causó tanta alharaca, y hasta puso a pelear a dos de mis más queridos seguidores, he decidido –aunque sea por hoy- no tocar el tema político, ya que la diabólica estratégica del gobierno -¿cubano?- impide, por una parte, que uno diga lo que en verdad quisiera sobre el régimen y la salud de quien detenta el mando –so pena de caer en las tenebrosas celdas del Sebim-; y, por la otra, criticar a los precandidatos de oposición para no lucir como que le estoy haciendo un favor a Chávez, aunque, como asegura Armando Durán éstos actúan como si en efecto viviéramos dentro de un régimen democrático, el CSE fuese realmente imparcial, la Fiscalía General aceptara las decisiones de Corte Interamericana de lis Derechos Humanos sobre Leopoldo López y Conatel no le hubiese impuesto una multa expropiatoria a Globovisión por informar no sobre los muertos del rodeo, las armas, la cocaína y el dinero que lograron sacar los pranes y sus subordinados, sino la terrible derrota sufrida por la Guardia Nacional, los paracaidistas del Ejército y los funcionarios civiles a manos de unos privados de libertad que sólo contaban con los medios suministrados a precio de gallina de oro por estos mismos organismos para que se mataran entre ellos.
Por eso, regreso al sexo y al amor, mientras recuerdo cómo escribir entre líneas. Sobre todo para que las generaciones actuales, no muy dadas a la lectura, me entiendan.
La revolución de paz y amor
El 25 de los corrientes se cumplirán 43 años del lanzamiento del Álbum Blanco de los Beatles. Para muchos de sus admiradores, esta obra representa el pináculo de su consagración –pues contiene, entre otros éxitos, Hey, Jude- y, asimismo, el inicio de la disgregación de la banda, gracias a la influencia negativa de Yoko Ono, la esposa de John Lennon, quien se convirtió en un verdadero pain in the ass (Una puntada en el trasero). En venezolano, la propia coaima pues. Según el blog El Ruletero: Una coaima no es una culebra cualquiera, sino más concretamente una víbora brava, amenazante y lista para clavar los colmillos, e inyectar su mortal veneno.
Aparte de su grandeza y liderazgo en la música pop del siglo pasado, los Beatles, sin querer queriendo, promovieron la única revolución incruenta que registra la Historia, bajo el lema de: Hagan el amor, y no la guerra.
Como afirma con gran admiración y afecto Roberto Dualibi, publicista brasileño creador de DPZ, imperio multinacional dedicado a la comunicación:
Os Beatles foram as primeiras pessoas a mudar o mundo sem fazer guerra. Eles mudaram todo fazendo música. E o mundo, talvez para desculpar de toda a sua violência, transformou os quatro rapazes que falam de amor e paz num de dos sucessos de crítica y bilheteria do século XX (Los Beatles fueron las primeras personas que cambiaron al mundo sin hacer la guerra. Lo transformaron todo con música- Y el mundo, quizás para disculparse de toda su violencia, convirtió a cuatro chamos que hablan de amor y paz en uno de los mayores éxitos de crítica y taquilla del Siglo XX).
El final de la Era Sexual Victoriana
A la mayoría de la gente le parece natural –o fisiológico- que los novios mantengan relaciones íntimas previas al matrimonio, y que las chicas bien se desnuden antes de hacer el amor. Pero estas modalidades, hoy socio-culturalmente aceptables, no eran considerados normales antes de los Beatles.
Personalmente fui alcanzado por el impacto relampagueante de la revolución de los Beatles cuando regresé a Venezuela, después de haber laborado unos años fuera.
En la Caracas que había dejado, los novios de clase media para arriba esperaban les llegara la boda para el descorche y el ayuntamiento.
Había excepciones, claro está, pero a quienes se arriesgaban a hacerlo sin estar santificados y eran descubiertos, se les legalizaba y sacramentaba de inmediato.
Sobre todo si la chica salía en estado, lo que ocurría frecuentemente dada la escasa, nula o equivocada educación sexual que se les facilitaba a los jóvenes en esos tiempos. Le pasó a unos compañeros de liceo. El Chino se vio forzado a trabajar con su suegro, de obrero de braga azul en una cauchera –para mis fans internacionales, un establecimiento donde se instalan y reparan neumáticos o llantas y trenes delanteros de automotores-. Al final, la pareja terminó divorciándose, lo cual también pasó con 7 de cada 10 matrimonios de mi edad, con inclusión de tres míos.
En un artículo escrito para la Página de Humor de El Nacional, me refería a aquellos días de horror al recordar los resuelves de El Paraíso, la urbanización en la cual me hice hombre: Luisa, la Treinta-Treinta y Regalito. Las dos primeras eran prostitutas, y el tercero gay. Se trataba de las únicas opciones para el contacto carnal que tenían los adolescentes de la poblada zona. Siendo el papá del Chivo Lauría el único urólogo que vivía en El Paraíso, le tocó contener una epidemia de blenorragia desatada entre los muchachos del área. Y se presentó en la vivienda de Luisa, la responsable del contagio, con dos penicilinas de alta potencia, las mismas que había inoculado a sus pacientes, una en cada nalga. ¿Triste y sórdida, cierto? Pero esa era realidad que nos tocó vivir antes de los Beatles.
Bueno, después de ellos, las pavas que trabajaban conmigo en publicidad estaban zumbadísimas, y calificaban mi lenguaje y vestuario como puretos –démodée-. Por supuesto que hablaban de sexo y admitían practicarlo a granel, aunque nunca supe si eran verdades o meras habladurías, pues siempre me atuve al juicioso consejo de uno de mis tíos: No mojes la pluma en el tintero de la oficina. Sin embargo, gracias a estas supuestas confesiones, se me iluminó la mente para el relanzamiento de un buen whisky escocés, venido a menos entre los adultos jóvenes: Vat 69, ¡qué número tan bueno!
Los hippies fueron los primeros “indignados”
Seis meses después del Álbum Blanco y la película El submarino amarillo, en agosto de 1969, se produjo el Festival de Woodstock: Three Days of Peace & Music (Tres días de paz y amor). Y en todas las naciones occidentales se generó el gran destape: en Nueva York, las mujeres se quitaban los sostenes y los quemaban en las plazas públicas; en Torremolinos, se practicaba el nudismo integral en las playas y piscinas, en Santiago de Chile y San José de Costa Rica, las damas te sacaban a bailar en las discotecas. Y eso sí me consta, porque lo hicieron conmigo.
Por supuesto, el movimiento existía, pero carecía de liderazgo y mensajes a los cuales entregarse de corazón. Pese a que la Era Victoriana todavía estaba presente en normas de la Inglaterra que visité en 1965, recién graduado, las chicas londinenses con quienes traté no se comían ya el cuento del pecado original y habían decidido, de una vez por todas, ponerle punto final a la Edad de la Inocencia.
Aunque se podrá aducir que también fueron los momentos donde se comenzaron a consumir masivamente las drogas y aparecieron los hippies -cuya versión actual son los indignados-, no puede inculparse a los Beatles de unas y otros, pues en los contenidos de sus canciones no hay alusiones directas a ninguno de los dos. Como se sabe hoy, la heroína fue transportada desde el Triángulo Dorado del Sudeste asiático por la CIA, y la coca por el CEO de una de las más grandes tabacaleras de EEUU. Todo con la bendición de las autoridades de la Unión Americana, que quería sedar a las masas para evitar su movilización en contra de la guerra de Vietnam y el racismo.
Sin embargo, hilando fino, hay quienes dcen que el título de la balada Lucky in the Sky with Diamonds se corresponde con las siglas de ácido lisérgico –LSD-. Bueno, así será, pero sólo para los anglohablantes.
La dignificación de la sexualidad humana

Lo que los Beatles lograron sobre las tablas, en celuloide y con el apoyo de su creativa música, fue dignificar la sexualidad, proyectándola como un valor al elevarla a la jerarquía del amor, conforme a la definición del siquiatra y sexólogo clínico Alex Comfort:
La palabra amor se usa para expresar la relación hombre-mujer, madre-hijo, padre-hija, o yo-la Humanidad. Es sin duda el término más adecuado, pues todas sus acepciones en su conjunto, integran un continuo.
Referido a la sexualidad, el vocablo se emplea para designar toda relación basada en la consideración, el respeto y el cariño mutuos.
El amor, en este caso, puede ser percibido desde la óptica de dos personas que comparten una noche placentera hasta la el inmenso dolor y penosa invalidez en la cual queda el sobreviviente a la muerte de su pareja. Dentro de esa gama, todos sus matices son importantes.
El quid de la ética sexual está en la comprensión y comunicación de las necesidades, preferencias y demandas de quienes se vinculan íntimamente, sin considerar el período o la intensidad del contacto.

Por eso, no pueden darse soluciones simples o moralizantes para manejar el ejercicio de la función sexual, pues tales condicionantes pueden modificarse súbitamente y sin previo aviso, dado que la mayoría de los individuos desconoce incluso los cambios que ocurren en sus propias mentes.
Para amar y ser amado, hay que arriesgarse, y no basta con un listado de los componentes ideales –intelectuales, psicológicos y anatómicos- del elegido o elegida para hacer el amor.
Comoquiera se lo mire –asevera Comfort-, el acoplamiento es una experiencia sobrecogedora […] Dos personas que parte de que se conocen al detalle, pueden creer que hablando se entiende la gente. Tal vez sí, tal vez no, pues el sexo es mucho más que retórica. Pero aún si en ejemplo anterior el resultado fuera positivo, lo que queda abierta, dignificada por el amor, es una apertura al cambio.
El romanticismo no es un sentimiento del hardware o software de arranque del ser humano, sino un producto de su imaginación.
Arte y Ciencia confluyen en un mensaje único
La revolución de amor y paz de los Beatles también obligó a los seres humanos a revisar su percepción sobre el amor romántico, entendido por muchas generaciones como un compromiso sexual definitivo: definitivo, un sometimiento absoluto y no volitivo a los siempre inciertos caminos del porvenir: Hasta que la muerte los separe...
Desde Casanova y Don Juan Tenorio, la literatura evidenciaba una rebelión contra esa falacia,. Y numerosas personas, hombres y mujeres, se resistían a mantener alguna ligazón duradera, pues sentían que chocan contra la autenticidad que debe haber en cualquier relación honesta.
La música de los Beatles enfatizó el hecho de que el amor es la experiencia suprema del ser humano. Pero, igualmente, que nunca deja de ser un juego, basado en la aceptación y el rechazo, que exige valentía, conocimiento y reglas entre sus participantes.
Con lo cual también fueron reivindicados los pioneros de la sexología, acosados, execrados y penalizados por atreverse a revelar los resultados de sus experimentos. Entre ellos el padre de la Psicología Moderna y publicista en J. Walter Thompson, John Watson, Sigmund Freud, Alfred Kinsey, Karl Jung, Alfred Kinsey William Masters y Thomas Harris- quienes enseñaron a entender la sexualidad como una conducta o comportamiento, en otras palabras, como la respuesta a un estímulo.
Sin olvidar a otro investigador como Abraham Maslow, quien sin mayores credenciales académicas pero con un agudo instinto de observación, jerarquizó a las necesidades humanas bajo la forma de una pirámide, en cuya base ubicó a las necesidades higiénicas o básicas: la respiración, la ingesta del agua y los alimentos, el albergue y la relación sexual: como lo reconoce actualmente el extraordinario filósofo español Fernando Savater:
La mayoría de nuestros deseos provienen de nuestras necesidades. aunque no deseamos ni elegimos lo que nos es necesario. Por su parte, la razón reflexiona sobre lo que somos a partir de lo que necesitamos. Lo característico de las necesidades es su carácter negativo: son carencias a remediar, cuya privación se nos hace insoportable pero cuya satisfacción -cuando es habitual o fácil- apenas celebramos como una gran conquista.
De manera que los Beatles también se convirtieron de una verdad científica, o, más bien, promotores de un antiguo conocimiento, el Arte de Amar, soterrado bajo milenios de represión religiosa, que se inició con el tabú de la desnudez, tal como lo sintetiza Octavio Paz en su magnífico ensayo sobre el Libro del buen amor del Arcipreste de Hita: La cara es de Dios, el culo del Diablo. Razón por la cual, quien quiera crecer y convertirse en co-partero e hijo de la nueva Humanidad, debería reflexionar sobre la inmensa liberación que la Revolución de paz y amor, la única incruenta del mundo, trajo a este mundo oscuro y desgraciado y agradecerle a los cuatro rapaces por haber mejorado el estilo y la calidad de vida de todos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario