jueves, 15 de marzo de 2018

Préndale una vela a San Sebastián…


San Sebastián Mártir, Patrono de los Militares Cristianos


El 20 de julio de 1944 hubo un intento fallido de asesinar a Adolf Hitler,​ organizado por oficiales de la Wehrmatch bajo el comando del coronel Claus von Stauffenberg. Su muerte sería el detonante de un golpe de Estado conocido como Operación Valquiria, con el cual se desplazaría del a la cúpula gobernante, y se establecería un diálogo con los Aliados para poner fin a una guerra que ya se daba por perdida. Los conjurados contaban con el apoyo del ejercito de reserva y la sublevación de los millones de trabajadores de las fábricas alemanas.
Stauffenberg introdujo la bomba de TNT dentro de su maletín, y la colocó bajo la mesa de la sala situacional de la Guarida del Lobo, cuartel general de Hitler, donde se reuniría con sus generales. A pesar del estallido, Hitler  sobrevivió. Tras el fracaso, cinco mil personas fueron detenidas, y doscientas terminaron ejecutadas de manera implacable.




Rommel, condenado a muerte por un chivatazo

El más notable de los condenados fue el Mariscal Erwin Rommel, el Zorro del Desierto, a quien Hitler le dio la alternativa de suicidarse con  cianuro de potasio o ser expuesto a la vindicta pública, tras un juicio amañado en el cual siempre terminaría siendo culpable. Si escogía el juicio, su familia lo perdería todo, y acabaría en un campo de concentración. Caso contrario, sería enterrado con honores y los suyos respetados. El 14 de octubre de 1944 su hijo de 15 años, Manfred, vio como Rommel subía a un carro del Estado Mayor, y fallecía, cinco segundos tras ingerir la cápsula venenosa, a escasos 200 metros de la entrada de su casa.
Lo paradójico del caso es que Rommel no apoyó la conspiración contra Hitler, pero tampoco denunció a quienes le invitaron a participar en ella. El único y fatal error que cometió fue hablar mal del Führer ante los generales Stuppenagel, Hoenecker y Speidel, quienes le acusaron para mitigar el dolor de las torturas en las mazmorras de la Gestapo.
Este caso real de la historia revela de qué manera conspiran los militares en todo el mundo, pues lo hacen de una forma muy distinta a los de los civiles.
La conspiración civil ­–o resistencia– se encuentra descrita, de manera muy detallada, en la obra La guerra revolucionaria de León Trotsky, libro de cabecera de Vladimir Lenin, Mao Zedong y Ernesto Guevara.



Trotsky: Cómo conspiran los civiles

En ella Trotsky recomienda formar de células integradas por no más de tres individuos, de manera que sí alguno de ellos cae, se reduzcan sensiblemente las pérdidas.
Es bueno recordar que Trotsky huyó de la URSS cuando supo que iba a perder la vida por órdenes de Joseph Stalin. Se radicó en México y fundó la II Internacional Socialista, madre de Acción Democrática y todos los partidos socialdemócratas. El haber ascendido de bajo a alto perfil por dicha causa le gano el primer lugar en la lista de quienes iban a ser ejecutados por órdenes del tirano soviético, quien le encomendó la misión letal al comunista catalán Ramón Mercader.



Mercader: El catalán que asesinó al abuelo de Acción Democrática

Mercader se ganó la confianza de Trotsky, y terminó clavándole un zapapico en la cabeza, a consecuencia de lo cual éste murió tras una larga y espantosa  agonía. Mercader fue capturado, condenado a 20 años de presidio y liberado en 1960. Fidel le recibió como héroe de la Revolución, y murió en La Habana, en 1978, tras haber visitado Moscú y Praga.
Volviendo al tema enunciado al principio, cuando hay chivatazos al por mayor, los civiles caen de a tres, los militares de uno en uno.
Usted pensará, amigo seguidor, que es mejor ser militar que civil en este caso. Nada más equivocado. Frente a los dictadores ­–casi siempre sádicos y psicópatas, independientemente si son de izquierda o derecha, comunistas o capitalistas, laosianos o venezolanos–, el uno en uno atrae la sospecha incidental hacia todo oficial relacionado de alguna manera con el o los detenidos: Vg.se graduaron al mismo tiempo, son compadres o cuñados, se echan palos juntos.
La sospecha incidental se ve atizada ­–como el fuego del herrero– por cortesanos que no quieren perder sus posiciones, aspiran a crecer mediante el sapeo o están cagados porque presienten el final.
Así, comienza una zafra donde caen justos por pecadores. En la primera purga, por ejemplo, Stalin se cargó a 35 mil oficiales del Ejército Rojo. Y, al final de su existencia ­–a la cual puso prematuramente su fiel Lavrenti Beria, presidente de la KGB–, Stalin mató a más conciudadanos que los que murieron durante la II Guerra Mundial. O, al menos, es lo que pudiera inferirse del contenido de los archivos recientemente desclasificados por Vladimir Putin. 
El límite de estas zafras llega cuando la oficialidad en pleno percibe que puede ser liquidada, física o institucionalmente, y se rebela contra el régimen opresor. Sucedió incluso en la URSS, tras la caída del Muro de Berlín, cuando los tanquistas se negaron a dispararle a los manifestantes frente al Parlamento en Moscú, iniciando la famosa perestroika, un proceso que reestructuró la economía y la política en Rusia, dirigido por Mijaíl Gorbachov, el último presidente soviético (1990 –1991).
En Suramérica, dichos procesos han tomado menos tiempo, porque quienes detentaban el poder estuvieron dispuestos a entregarlo… poniendo, claro está, sus condiciones. Eso fue lo que creyeron en la República Dominicana los mediadores que iba a pasar con los diálogos habidos entre la cúpula gobernante de Venezuela y la MUD. Pero se puso en evidencia que Maduro, siguiendo instrucciones de La Habana, no entregaría la Revolución –eufemismo con que los comunistas denominan al poder­–; sino que lo que esperaba una rendición incondicional.
Entre los ejemplos de transición política pacífica en Iberoamérica hay tres, que vale la pena mencionar:



El de Manuel Odría en Perú

El 27 de octubre de 1948 el general Manuel Arturo Odría defenestró a José Luis Bustamante y Rivero. Este período de la historia peruana puede ser mejor entendido leyendo la novela Conversación en la Catedral (1969) de Mario Vargas Llosa. Odría Gobernó a Perú por ocho años, regresando al militarismo, el liberalismo económico, la represión y la persecución a los líderes apristas –socialdemócratas– y al populismo. Cuando se dio cuenta que su ochenio no podía estirarse más, dio elecciones libres y se transó con el candidato opositor, Manuel Prado Ugarteche, al retorno a la democracia a cambio de total impunidad para él y sus allegados.



El de Gustavo Rojas Pinillas en Colombia

El general Rojas Pinilla dio un golpe de Estado en 1953 aprovechándose de la anomia política causada por el partido Liberal. Rojas gobernó con la ANAC –Asamblea Nacional Constituyente–, organismo creado por él mismo, que legitimó su ascenso a ña Presidencia y le designó como Primer Mandatario para los cuatrienios 1954–1958 y 1958–1962. Rojas otorgó amnistía a los guerrilleros liberales y emprendió reformas económicas y políticas. Empero, ejerció la censura de prensa y dejó que el crimen político se convirtiese en pecata minuta, por lo cual la presión popular le obligó a renunciar el 10 de mayo de 1957. Tras un breve exilio, Rojas volvió al país y participó en las presidenciales de 1962 y 1970, donde tuvo destacada figuración. Rojas falleció en 1975, y sus simpatizantes fundaron la guerrilla del M–19.

El de Augusto Pinochet en Chile

La oposición, encabezada por el dirigente socialcristiano Patricio Aylwin, aceptó que Pinochet se mantuviese 10 meses más tras a la cabeza de las FFAA, tras su victoria electoral; que ninguno de los implicados en los operativos de la Legión Cóndor –con 30 mil muertos y/o desaparecidos– fuese juzgado por crímenes de lesa humanidad; y que ni a él ni a los suyos les tocaran sus biyuyos. No fue fácil para la unidad democrática calarse estas condiciones, pero tragaron grueso,  lo hicieron y Chile salió adelante.



Rodríguez Torres: Sapeado, preso y mal recomendado

¿Qué queda ahora en Venezuela? No quisiera especular, pero la depre de mis amigos es tan grande y contagiosa, que me motiva a tirarles unos caramelitos:
1.    El famoso Plan de la Patria que hoy pretende aplicar Maduro, tras 20 años intentos frustrados, fue redactado por Richard Izarra, hermano del oficial William Izarra, y constituyó el núcleo político del MB–200 o qué hacer si Chávez y los golpistas del 4–F hubiesen triunfado
2.    Lamentablemente, entre quienes no se leyeron o no creyeron en los Izarra Brothers estuvieron El Nacional, RCTV y Venevisión, importantes medios masivos que se empataron en la moda de la anti­–política y le abrieron sus espacios a la campaña electoral de Hugo Chávez. Es posible que hubiesen creído, entonces, que Chávez era tan manejable como los políticos de la IV República. ¡Quién sabe!
3.    Lo demás es historia reciente y viviente, con el agravante de que la mayoría de los venezolanos –que ahora decidieron leer menos que nunca, y les ladilla escuchar sobre estos asuntos– sigue sin enterarse del guión escrito por los Izarra
4.    No hay solución incruenta ni electoral en el caso venezolano. La salida está en la Carta Magna, la cual se prevé un cambio de facto ante la ruptura del hilo institucional La dirigencia y el activismo arribista de los partidos tradicionales tampoco ayuda mucho pues, como se sabe parte del sistema; sabe también que, con Maduro, también saldrían ellos.
5.    A la narco­–cúpula no la a sacar la economía, la crisis humanitaria ni la invasión extranjera; sino las FFAA, con apoyo popular.
6.    Presiento que la zafra militar ha llegado en Venezuela al punto de saturación –o desesperación– y lo que le queda a los milicos es la defensa propia.
Así es que, si usted quiere el cambio, préndale su vela a San Sebastián, Patrono de los Soldados Cristianos. O cruce los dedos y espere al miércoles a ver que pasa con la convocatoria urgente e inesperada de la OEA por Mr. Pence, Vicepresidente de EEUU…


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