sábado, 30 de enero de 2021


Las pandemias del 2021

Luis García Planchart

 

“La vida no es la que uno vivió, sino la que recuerda y cómo la recuerda para contarla

Gabriel García Márquez

 

Creo que el año 2021 arrancó con los peores augurios.

La recesión es la perspectiva económica para la mayoría de las potencias, a excepción de China Comunista. Para la mayoría de la población económicamente activa, el desempleo.

En países en desarrollo como México –me pregunto, ¿algún día se desarrollará– resulta aún peor. Su mayor ingreso, que era el turismo, prevé una baja del 48% para el presente año, ya que el destino se ha convertido en una marca radioactiva, al superar México a la India en muertes ocasionadas por el coronavirus. Además, la masacre de migrantes centroamericanos a manos de los cárteles de la droga sigue campante en Tamaulipas, sin que el gobierno de AMLO haya podido ponerle freno, como había prometido en su campaña electoral.

 

Los alcaldes tramposos de España


Pot si fuera poco, la pandemia ha impuesto a la humanidad la zanganería y tramposería como normas de conducta. En España, por ejemplo, el alto mando militar, los alcaldes y sus allegados, rompieron los protocolos y se distribuyeron en rebatiña las primeras dosis de las vacunas, mandando a  la mierda a los viejitos de los gerontológicos que mueren como moscas.

En EEUU se discute darle a cada ciudadano un mantengo de US$ 1,000 mensuales, si no quiere trabajar y opta por quedarse en casa, enterrando así el espíritu innovador y emprendedor característicos del sueño americano.

No quiero hablar de Venezuela, porque lo que aquí ha sucedido no tiene nombre ni parangón, y mi patria la convirtieron los narcomunistas en el mísero peón de un ajedrez que nadie quiere mover, y mucho menos los nuevos investidos en la administración estadounidense.

Por eso, quiero referirme a tres grandes males que arrastramos del ayer, en pequeños capítulos.

El terrorismo mediático, al mayor y al  detal

Desde los tiempo de Joseph Putlizer y William Randolph Hearst se descubrió que para vender periódicos,  había que aterrorizar a los lectores potenciales. Sí, amigo seguidor, no lo creas, ambos inventaron el sensacionalismo o amarillismo periodístico, compitiendo a sangre y fuego para conquistar lectores. Y se apoyaron para lograrlo, además de la tecnología, en las mejores plumas del país, como Mark Twain, John Steinbeck y Ernst Hemingway, a quienes convirtieron en reporteros de sucesos.

Esta habilidad de inventar y difundir pánico colectivo, a escala global, originó una simbiosis entre los dueños de los medios y los políticos, quienes se han venido aprovechando del terrorismo mediático para sus propios e inconfesables fines

La Bomba H

En tiempos de la Guerra Fría, varias generaciones fueron aterrorizadas por la visión apocalíptica de un planeta destruido por explosiones nucleares. A tal grado llegó el terror que se construyeron refugios soterrados y antiatómicos en muchos países, y hasta ciudades enteras en forma de catacumbas.

Una amiga mía que visitó varias  veces la China de Mao, contempló con sus propios ojos parte de estas instalaciones, que contaban con todos los servicios y almacenaban agua, alimentos y medicinas hasta para 30 millones de personas, según le dijeron.

En su caso, sus acompañantes creían que quienes lanzarían los misiles atómicos les bombardearían serían los soviéticos y no los yanquis, Personalmente, a mediados de la década de los sesenta del siglo pasado, visité edificaciones parecidas en Copenhague y Estocolmo,. Aunque no he vuelto a verlas, tengo entendido que hoy se usan como gigantescos shopping centers.

El cambio climático y el efecto invernadero

Al agotarse el tema de la destrucción global por la fisión del átomo, los políticos y los dueños de los medios clamaban por un issue que lo sustituyera. Razón por la cual les vino de perlas el cambio climático de la Tierra y el efecto invernadero.

Un buen amigo, ingeniero ambientalista, trabaja en una de las empresas lácteas más grandes de Suramérica. Dirige un proyecto para lanzar y relanzar productos “carbón cero”, ya que los pedos de los rebaños vacunos –que constituyen la materia prima de su compañía– han sido demonizados por los veganos y vegetarianos  como causantes de “gran parte del calentamiento global”. Lo de las vacas pedorras sería risible, si los medios no les brindaran los espacios que les brindan.

Tampoco nada de chistoso tiene que el presidente Biden regrese al protocolo de París, condenando a muerte a las plataformas petroleras de Alaska y el fracking en el resto del país, decisión que volverá a dejar a EEUU a merced del crudo del Medio Oriente.

Lo cierto sobre el cambio climático y el efecto invernadero es que nada tiene que ver con lo que allí se dice, pero sí con lo que no se sabe.

El grupo de trabajo que apoya al ambientalista estima que la incidencia de todos los factores contaminantes de la atmósfera no supera al 4%. Otros estudios lo llevan a un máximo de 3 a 5%.

Hay  cifras dramáticas al respecto que obtuve de la NASA: en 20 años de estudios sobre la temperatura ambiente de Manhattan y Albany –dos núcleos urbanos ubicados en  la misma provincia y latitud– concluyeron en que en el centro de la ciudad de Nueva York la temperatura subió 2º grados Celsius.

Pero la explicación no está en el CO2 que genera el consumo de combustibles fósiles para el transporte y la climatización, sino en el incremento poblacional, de 5 a más de 10 millones de habitantes en dicho período, y se procede de los 37 grados Celsius en promedio con que tan numeroso grupo calienta sus cuerpos.

La verdad verdadera es que la Tierra atraviesa por un período de calentamiento, propio de su naturaleza, que ha sucedido antes y que será precedido por enfriamiento, sobre el cual  poco podemos hacer los mortales para evitarlo.

La histeria pandémica

Al lado del terrorismo mediático al pormayor, existe una venta al detal. Me refiero a de la histeria global creada por los políticos, los dueños de medios y los unicornios del dinero para dominar el mundo. El objetivo es lograr que la hentera doble su testuz, como sucede con el toro de lidia cuando, finalmente, se entrega a la degollina del torero.

En el caso de la humanidad, no se trata de una muerte real, sino  moral o ética,  que la obliga  a renunciar a besarse, abrazarse, darse la mano, que le  ha cerrado los conciertos, los estadios, los viajes. Y todo para seguir jodiéndo con la promesa de unas vacunas que están apareciendo de a poquito, en medio de un caos indescriptible.

Ivermectina versus vacunas

La aparición del covid/19 motivó la búsqueda de opciones entre los medicamentos ya existentes,  y así sucedió con la Ivermectina.

Se trata de producto de amplio espectro, alta eficacia y gran seguridad, que se le ja aplicado a más de 2 mil millones de personas en el mundo entero.

Se ha demostrado que tiene efecto inhibitorio en el ingreso al núcleo y en la replicación viral de los virus VIH-1, DENV2 y otros Flavivirus, los cuales causan numerosas enfermedades en animales y humanos, como la fiebre amarilla, el dengue y la Zika..

En Perú, la Ivermectina ha sido ampliamente utilizada para tratar las fases tempranas del covid/19. Al comparar 704 pacientes hospitalizados que recibieron Ivermectina (150 gm/por kg) se encontró que, aquellos con  respiradores fallecían en menor porcentaje tras ser tratados con este medicamento. Y, para el resto de losa pacientes, la mortalidad general fue menor en todos los casos (1,4%) que en los que no lo recibieron (8,5%). La Ivermectina no sólo tuvo en los enfermos un efecto antiinflamatorio a nivel sistémico, sino también en el tejido pulmonar.

                                              

En Venezuela, el doctor Ludwig Moreno (@NOmasCNE) ha prescrito el tratamiento completo para los infectados y para quienes quieren prevenir el contagio porque están en riesgo máximo.

En Honduras, la Mesa Multisectorial para la Apertura Económica y Social pidió la semana pasada al gobierno que permitiera el “uso voluntario de la Ivermectina para combatir el covid/19”.

Entonces, ¿por qué no se ha generalizado su uso?

Es la pregunta de los 64 mil dólares, en realidad, de los miles de millones de dólares. La Ivermectina es un medicamento barato, que se presenta en versiones genéricas y  de libre venta.

Frente al despelote que hay en el mundial sobre el uso y precio de mascarillas, la distribución  de las vacunas y lo costoso y complicado de  esta logística, un producto como la Ivermectina les echaría a perder los negocios a los unicornios que controlan al mundo.

A fines de junio, la Organización Panamericana de la Salud (OPS) advirtió que los resultados sobre la eficacia de la Ivermectina en laboratorio no habían sido estadísticamente suficientes para probar que dicho preparado sería beneficioso clínicamente hablando .

En octubre próximo pasado, el gobierno peruano retiró una serie de medicamentos, entre los que figuran la Hidroxicloroquina y la Ivermectina.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) –cuestionada por su actuación sobre el  control de la pandemia en China– y la Administración de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos (FDA) –vinculada estrechamente a los oligopolios farmacológicos globales– desaconsejan el uso de la Ivermectina contra el coronavirus, aduciendo la necesidad de más pruebas para prevenir o tratar al covid/10–.

 ¿Y por qué decírselo a uno, si EEUU está lleno de enfermos de covid/19? ¡Hagan las pruebas, pues!

Las redes des–informáticas y las nubes

En tiempo pasado decir que “todo está en las nubes”,  implicaba el alto costo precio de algunas mercancías.

Hoy tiene un significado siniestro, pues las nubes son espacios abstractos donde la gente, los gobiernos y las instituciones entregan su más preciado haber, la privacidad, con la mayor ingenuidad, sin apercibirse de que, al hacerlo, les estan vendiendo sus almas al  Diablo. 

 

  Robert Maxwell, el ladrón de tu intimidad

 

El mecanismo mediante el cual múltiple información sobre individuos  es compilada y vinculada a grupos de presión procede de un software que Robert Maxwell, el más polémico magnate de la prensa británica, le vendió a los organismos de seguridad del mundo entero, entre ellos al Mossad.

Al parecer, Maxwell le hurtó el programa a una pareja que desarrollaba infotecnología en Palo Alto. En principio, servía para detectar los hábitos sospechosos de terrorismo, y, partiendo de ellos, por inducción y deducción, se trazaban perfiles completos sobre personalidad, actitud, preferencias, deseos, expectativas. Esto permitía un seguimiento completo al sujeto, estuviese donde estuviera, y echarle mano o ajusticiarlo en el momento preciso.

Maxwell murió ahogado en el Atlántico, en 1993.

Su cuerpo fue hallado a primeras a 27 millas de la Gran Canaria, tras ocho horas de búsqueda. Se atribuyó su muerte al Mossad, ya que –aunque fue enterrado con honores en el Campo de David­– corrió el rumor  que Maxwell había intentado chantajear a la banca israelita para que le facilitaran enormes préstamos, amenazándola con revelar que había dejado una ”puerta abierta” en su software para que el Mossad examinara a sus anchas los archivos de la inteligencia global, incluyendo a la CIA y la KGB.

Con el tiempo, el programa de Maxwell se popularizó, y se convirtió en un estándar de las encuestadoras, para ser usadas con fines mercadotécnicos y políticos. Versiones avanzadas del dicho software se han empleado en lo que va de siglo, prácticamente, en todas las elecciones de Europa y EEUU, a fin de mandarle mensajes “hechos a la medida” para los votantes. Las famosas filtraciones de WikiLeaks también vienen de allí.

De las nubes hoy obtienen información varios delincuentes: hackers, estafadores, creadores de fake news. Cada cierto tiempo los sistemas operativos de las computadoras y los celulares anuncian que sus nubes están cargadas, y  piden que se compre más espacios.

Por su parte, las redes sociales y hasta las páginas Web que se abren envían cuestionarios, con preguntas aparentemente inocentes. Cada respuesta que se responde es un peñasco que se lanza contra la privacidad, y que, manejada de manera aviesa, permite que a cualquiera se le pueda chantajear o manipular por sus debilidades y secretos.

Por eso, cada vez que a mí me anuncian que “la nube está llena”, pienso–: “¡Que se reviente!”–; boto a la basura los archivos que no me interesan, y guardo en CD y DVD los que considero útiles.

Por eso, a mi parecer, considero que el coronavirus es sólo una de las pandemias que toca afrontar  en el 2021. Las otras son los mitos sobre el calentamiento global y el robo a nuestra privacidad.

Fotos: Cortesía de  El Mindo.es

 

 


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