martes, 22 de septiembre de 2009

El regreso del monstruo de la Laguna Negra.

En 1954 Jack Arnold, basado en el mejoramiento de la Oxberry –un sistema usado inicialmente para producir dibujos animados y que permite tomas cuadro a cuadro- y la cinematografía tridimensional inició una saga de largometrajes cuya primera entrega fue El monstruo de la Laguna Negra. Aunque la trama de esta película de ciencia ficción va desde lo ridículo hasta lo imposible, dada la novedad de los efectos empleados y la convergencia de elementos universalmente presentes en los terroríficos cuentos infantiles y de muertos –ahora rebautizados como leyendas urbanas-, el impacto de este filme fue inmediato a escala global, la taquilla multimillonaria y su éxito originó que el cine se volcara sobre estos temas, antes mala o truculentamente tratados debido a la falta de recursos. Fue lo que sucedería en la década de los ochenta con la computación digital, creada por Steve Jobbs y desarrollada argumentalmente por Arthur C. Clarke, George Lucas y Steven Spilberg.
Con El regreso del Monstruo de la Laguna Negra se cumplió el pronóstico de que nunca segundas partes fueron buenas; y con el capítulo final, El monstruo vengador, la horrorosa criatura pareció enterrarse para siempre en la ciénaga amazónica de la cual salió, pues la tercera parte aún fue peor.
Esta historia, seudo-infantil y matizada por la alharaca del armamentismo latinoamericano y la guerra mediática, se asemeja en su forma al show con el cual Manuel Zelaya y sus financistas mantienen en vilo al pueblo hondureño y a la opinión pública internacional desde hace poco más de tres meses.
Los productores de esta nueva versión del regreso del monstruo no son otros que los miembros originales del Foro de Sao Paulo, cuyo liderazgo original ostentara el entonces líder obrero y ahora presidente de Brasil Luiz Inácio Lula Da Silva. Aunque muchos políticos, especialmente estadounidenses, creen que Lula ya se dejó de eso, lo cierto es que desde las barricadas de la extrema izquierda, jamás se ha levantado una expresión de censura contra el mandatario sudamericano, ya sabe, amigo lector, epítetos como traidor, pitiyanqui, vende patria y otras ternuras que se le endilgan a los camaradas que saltan la talanquera. Pareciera que Lula, en cuya nación sí existen una poderosa oligarquía industrial y un ejército anticomunista, no es que se haya olvidado de eso, sino que lo reserva para cuando las condiciones estén dadas.
Para satisfacer a empresarios y militares, Lula maneja dos estrategias inteligentísimas: la colonización de los países contiguos - al viejo estilo de las factorías, sin transferencia tecnológica-, especialmente de Venezuela, cuyas insensatas políticas han acabado prácticamente con la producción manufacturera y agroindustrial; y el rearme, que incluye la fabricación local de cazabombarderos Rafale y adquisición de helicópteros Cougar y 5 submarinos, uno de ellos propulsado nuclearmente.
Los Rafale y Kfir 10 –estos últimos incorporados a la fuerzas áreas de Colombia y Ecuador- provienen de un tronco común, el Dassault Mirage 5, cuyos diseños fueron plagiados por la inteligencia israelita.
El Kfir 10 está mejor adaptado a los vuelos cortos y la lucha antiguerrillera –prioridad de Israel contra el terrorismo que le rodea-, y el Rafale, destinado a la aviación y la marina francesas, conformado más a la visión del viejo imperio todavía vigente en las academias castrenses galas.
La mayor diferencia entre el Kfir y el Rafale, aunque ninguno de ellos es invisible a los radares como el bombardero estadounidense Steal, es que el primero se ubica en la generación 4 –ubicados en el Siglo XX, al igual que los Sukhoi 30 comprados por Chávez y los tanques T-72- , y el Rafale, junto a las aeronaves de combate judías IAI Lavi y IAI Arie de generación 5 , nacieron con el nuevo milenio.
Lo que no está claro es para qué Brasil necesita un submarino nuclear, un arma estratégica de gran movilidad cuyo objetivo primario es atacar al enemigo con proyectiles convencionales y termonucleares, gracias a su capacidad de permanecer bajo el agua por meses y su desplazamiento casi indetectable por el radar. Los tanques T-72, cuyo formato no ha variado sustancialmente desde 1970, más que para ganar guerras han servido, históricamente, para someter a la insurgencia civil doquiera ésta ha estallado.
Tras la anterior y, a nuestro juicio, necesaria digresión, regresemos al retorno de Mel. En esta anécdota, a quienes se les ha enrollado verdaderamente el trompo es a los internacionalistas. Zelaya declara abiertamente y da instrucciones a sus partidarios desde la Embajada de Brasil –contradiciendo así su calidad de “huésped”-, y el paleontólogo que lo creó en principio y planificó su vuelta al ruedo –Chávez- se regocija más bien de bajo perfil, ya que su sólo nombre produce reacciones adversas entre la mayoría del pueblo hondureño.¿Qué pasará? Nadie lo puede prever con certeza. Lo que sí resulta muy probable es que esta nueva aventura de la vida real termine como acabó la primera, con un fiasco. Y se convierta en una reprise del liberto de El regreso del monstruo de la Laguna Negra.

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