sábado, 26 de diciembre de 2009

El deslastre

Ninguna embarcación puede navegar sin un peso muerto en su bodega, llamado lastre, el cual lo lleva a su línea de flotación y le impide voltearse sobre el agua, cual si fuera la cáscara de una nuez vacía. Hasta que fue construido el acueducto entre la Sierra de Falcón y Punto Fijo, los paraguaneros empleaban el agua dulce del río Hudson, utilizada como lastre por los tanqueros que llevaban petróleo a las refinerías de la Costa Este de EEUU.
Pero el lastre más antiguo y conocido en el Caribe no fue el agua del Hudson, sino los adoquines ibéricos, con los que se pavimentaron las calles de sus ciudades coloniales: Cartagena de Indias, San Juan de Puerto Rico, La Habana, Santo Domingo y La Guaira, entre otras.
Dichas piedras eran sustituidas en los viajes de retorno a Europa por mercancías mucho más valiosas: metales y maderas nobles, gemas, semillas y fauna exótica y hasta indígenas que acrecentaron el patrimonio económico, agropecuario, zoológico y sociológico del Imperio Español.
El venir cargado con adoquines y regresar con riquezas debe aplicarse por analogía a la necesidad del ser humano de deslastrarse, a medida que crece psicológicamente. Por razones de crianza, costumbre o imitación, cae en la errada creencia de que está destinado sobrellevar cargas que le impone la sociedad, la familia o la fe, echándose sobre los hombros la supuesta amistad, necesaria relación o imprescindible contacto con semejantes que poco o nada le aporta, salvo aburrimiento, insatisfacción o explotación.
Al detectar la veradera causa de su divorcio, Ivana, ex cónyuge de Donald Trump declaró ante la televisión española que si bien la gota que derramó el vaso fue la infidelidad, cree que el matrimonio, funcional para la generación de sus padres, felices como codornices por 40 años, resulta disfuncional para la suya y las posteriores, pues la longevidad se ha extendido, y diez o veinte años más de convivencia. Y estas décadas adicionales representan la diferencia entre el Cielo y el Infierno.
En la España actual, así como se incrementan el desempleo, la narcoadicción y los delitos menores, también crecen los homicidios entre las parejas de la tercera edad, cuyas víctimas son particularmente las mujeres, y por motivos aparentemente fútiles.

Es posible que España sea la nación europea donde la noción de lo que Dios ha unido el hombre no debe separar perdure con mayor énfasis. Entre las clases de menores recursos y niveles de información, ¡por supuesto!, pues los nobles –comenzando con la familia real- y los ricos y famosos se rigen por otros códigos de comportamiento. En algunos casos, la separación civil de estos privilegiados va acompañada de la anulación del vínculo litúrgico, que antes sólo se concedía por la vía de excepción, pero ahora se otorga con mayor prodigalidad, según la jerarquía del solicitante.
Pero no sólo es el matrimonio lo que genera imposibilidad de madurar emocionalmente, y se opone al requerimiento fisiológico de hacerlo. Si revisamos con honestidad el catálogo de nuestros relacionados, encontraremos que más de uno de ellos es prescindible. Que nos perjudica sobremanera, y nos deja nadando en un líquido viscoso, el cual nos impide arribar al destino soñado.
Encabezan esta lista quienes se movilizan con nubecitas grises sobre sus testas, irradian vibraciones negativas o, simplemente, son pavosos.

El más grande investigador de la pava y sus cultores en Venezuela fue Aquiles Nazoa, cuyo tratado sobre los orígenes, causas y efectos de la mabita no tiene parangón.
Otro que estuvo cerca de la sintomatología, prevención y tratamiento contra tan horroroso sortilegio fue Román Chalbaud, cuando hacía teatro y películas que arrastraban audiencias. Sin embargo, desde que identificó con el régimen chavista, la malhadada influencia del jefe del Estado, potenciada por el dinosaurio habanero y con el nada despreciable aporte del virolo ex Presidente argentino, han contribuido a que no pegue una, y que el fantasma de María Lionza –de quien se mofó una vez en las tablas- hayan minado su popularidad y poder de convocatoria, pese a contar ahora con un apoyo financiero con el que nunca antes soñó.
La segunda categoría de indeseables se halla conformada por los ladillosos, los que poco o nada nos aportan para nuestra gratificación personal o cultural, y que más bien actúan como sanguijuelas intelectuales o chupadores de energía, conforme a la moderna definición sita en los libros de autoestima.
La tercera es la de los pendejos, que algunos confunden con personas de buenos sentimientos. Pero cosa muy distinta es la calidad humana a la estupidez, congénita o adquirida, sea ésta última por la permanencia prolongada entre los pobres de espíritu o por la ingesta crónica de sustancias que primero generan risa y después llanto.

Los pendejos son los más comunes, pero no los menos peligrosos, pues sus anécdotas y chistes, repetidos una y mil veces, en lugar de alertarnos o confirmarnos sobre su avanzada y exponencia imbecilidad, despiertan en nuestro cerebro atávico instintos asesinos o, peor aún, nos ponen a cavilar sobre la posibilidad de encuentros cercanos de cualquier orden con el mal descubierto por Alzeheimer.
Así como otros hacen promesas imposibles o poco fáciles de cumplir para el Año Nuevo –verbigracia, dejar de fumar, acudir religiosamente al gimnasio, mantener la dieta-, la que recomendamos a los lectores de este blog y hacemos propia es iniciar, continuar o finalizar el deslastre.

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