domingo, 17 de junio de 2012

Encuentros padres con las mujeres wayú


La wayú que quiso empatarme con su hija
Mi primer contacto con mujeres de La Guajira fue hace décadas, en Maracaibo, a la salida del Restaurante Mi Vaquita. Una señora me preguntó si tenía mujer, y me pidió, caso de ser negativa la respuesta, que me llevara a su hija para convivir conmigo, por un módico precio, pues ya ella no era virgen.
Antes de que pudiera atajarla con una negativa, me siguió vendiendo a la chama como persona trabajadora, de carácter dócil y ávida por tener un hombre a quien complacer.
Me aseguró que la chica –como todas las guajiras- salían en estado cuando querían ya que dominaban la anticoncepción con hierbas las cuales sabían dónde hallar, y que nuestra eventual pareja podría quedarse y educar a las niñas que procreáramos, pero los varoncitos había que devolvérselos a la tribu cuando cumplieran 7 años, para que se formaran dentro de sus creencias ancestrales.
No acepté, por supuesto. Mas siempre me he preguntado que habría sido de mi existencia si lo hubiera hecho.
Lo cierto es que esta etnia colombo-venezolana, que se mueve a sus anchas a ambos lados de la frontera, con políticas como la descrita anteriormente, le ganaron la guerra a los feroces conquistadores y colonizadores sin disparar una sola fecha. Pues, a menos que se trate de un demente, a ningún hombre se le puede pasar por la mente agredir a los parientes de su prole. ¿Quiénes le celebrarían. si así lo hiciera, el Día del padre?
Los motilones, mucho más primitivos,  se enfrentaron a los invasores españoles y tuvieron que abandonar sus tierras y emigrar a la Sierra de Perijá, para evitar ser aniquilados. E igual sucedió con otros grupos de indígenas, autoexiliados al sur del Orinoco para poder sobrevivir.
La wayú que me robó el corazón con su voz
La segunda wayú que me impactó fue Lila Morillo, una mujer preciosa, una artista sensacional, con una voz de ensueño. La contraté cuando era jovencita y ni siquiera conocía al que sería su marido y padre de su hijas, el famosísimo José Luis Rodríguez, El Puma.
La contraté para una convención de la Chrysler, la cual  tuvo lugar en el Club Puerto Azul de Naiguatá.  Ella se robó el show y el corazón de los concesionarios, pese a que entones –no, no voy a decir el año- era poco conocida.
La wayú que me traía contrabando de Maicao
La tercera es alguien  cuyo nombre dejo en el anonimato, por razones que usted pronto entenderá.
Digamos que se llama Anita.
Desciende de una vieja estirpe de contrabandistas –actividad económica favorita de los guajiros-.
Cuando yo era ricos, joven y feliz, pero no me apercibía, Anita, al mando de su flotilla, traía electrodomésticos, whisky y cigarrillos desde Aruba y Maicao. Incluso, a un amigo mío, le puso en la puerta  de su casa juegos completos para amoblarla, fabricados por extraordinarios ebanistas colombianos con maderas nobles.
Recientemente le pregunté qué cómo anda su negocio, y me dice que se ha convertido en una intermediaria del contrabando de extracción. Asegura que sus jefes son generales, y que cada quien tiene una categoría reservada: precursores para la producción de crac y cocaína, harina pre-cocida de maíz, arroz, atún y otros bienes de consumo.
Que la llaman, por ejemplo, y le dicen: Anita, tengo 30 mil kilos de arroz para colocar. ¿Puedes venir por ellos? En el término de la distancia, se presenta en Acarigua, recoge la carga –acompañada de la permisería correspondiente, la cual le permite llegar a la capital zuliana sin tropiezos-, y allá le entregan documentos para continuar a Paraguaipoa.
Que, tras cruzar el río Limón, se topa con la alcabala de los verdes oliva cuyo honor ni se divisa, quienes se le acercan a su camión –el primero de la caravana- y preguntan que quién es Anita, y ella se identifica. Le piden se baje, le preguntan qué transporta, y cuando ella les informa que es arroz, le piden abrir uno de los vehículos, y tras una corta inspección visual, la invitan a seguir su camino.
Que, más adelante, se tropiezan con otra alcabala –esta vez, la del ejército ex forjador de libertades, dedicado hoy a forjar indignidades-. El oficial encargado inquiere si ella es Anita, cuáles son sus unidades, y la deja pasar como si tal.
En Paraguachón, justo antes de La raya –punto exacto que marca el final de Venezuela y el comienzo de Colombia-, aparece la tercera alcabala, esta vez a cargo de los muchachos de  las botas de hule –guerrilleros de la FARC-. También ellos cuentan con el preaviso de que Anita va en camino, y no ponen obstáculos a su recorrido.
Anita llega al Mercado Municipal de Maicao, y el arroz es trasladado a transportes colombianos.
Recibe el pago de la mercancía en efectivo, y regresa a Maracaibo. Si son bolívares, los deposita en la cuenta del general. Si son dólares, deberá ir al cuartel desde donde manda mi gene, y entregárselos personalmente.
La moraleja de este relato es múltiple.
Su primer acápite: Este delito se llevó a cabo no por caminos verdes, sino por la carretera binacional que une a Maracaibo, capital del Estado Zulia, con Maicao, la ciudad y el municipio más poblados de la Provincia de La Guajira.
Segundo: La transportación del cargamento estuvo avalada por permisos oficiales, desde su  origen hasta su destino.
Tercero: Tres cuerpos armados supervisaron dentro del territorio de la República Bolivariana de Venezuela el avance de la flotilla: la Guardia Nacional, el Ejército y las FARC. Lo cual permite inferir que los controladores habían sido previamente engrasados.
Cuarto: El hecho relatado ocurrió mientras el infeliz Ministro del Interior y Justicia de Venezuela, Tareck El Aissami, declaraba a la prensa haber recorrido de banda a banda la frontera, buscando a los faracos que huían de las autoridades neogranadinas, y no haber encontrado ni rastro de ellos.
Por lo cual, se dedicó a volar pistas clandestinas para el aprovisionamiento de aviones dedicados al narcotráfico. Claro, como para este gobierno los únicos que se aprovechan de este comercio inmundo e ilegítimo son los paramilitares –de derecha y supuestos amigos de Álvaro Uribe Vélez- y no los camaradas faracos ni elenos, dichos aeropuertos –van más de 30 destruidos- no pueden ser considerados como evidencias de la actividad de los terroristas colombianos.
De todas maneras, estos encuentros del 3º orden las mujeres wayú, resultan relatos padres para el día del ídem.

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