sábado, 19 de noviembre de 2016

Los extremos se tocan

Mientras la abuela una muñeca aliña
y, haciéndose la niña, se consuela,
haciéndose la vieja, usa la niña
el báculo y la cofia de su abuela…

Ramón de Campoamor

Escarbar más allá de lo obvio
En una carrera insensata, muchos periodistas intentan hoy ganarle a la información que se distribuye a través de las redes sociales. Llegan a las salas de redacción y toman los mandos de sus computadoras como si fueran los de un Ferrari. Se enfocan en lo que escriben, llevándolo por una súper autopista de alta velocidad. Al proceder así, olvidan que, aún cuando resulta imposible escribir con objetividad –por definición, somos bípedos subjetivos–, tampoco lo hacemos con honestidad pues estamos obligados seguir la línea editorial de la empresa para la cual trabajamos. A mi parecer, redactar honestamente requiere, como precedente, escarbar más allá de lo obvio; dicho de otra manera, que develar los intríngulis de la información. Para lo cual es menester abandonar las rodovías, y transitar por rutas viejas y accidentadas.


El periodismo hecho por artistas
El periodismo, como manifestación evidente de la libertad de expresión, lo inventó William Randolph Hearst (1863–1951), inspirándose en la visión de Joseph Pulizer (1847–1911). Hearst se convirtió en un niño problema al ser expulsado de Harvard, por haberle enviado a su tutor un burro con una leyenda que decía–: Ahora somos 2 en la Facultad: Tú y yo. Su papá, magnate que se había hecho con la Fiebre del oro en California, a raíz de su regreso, le preguntó–: ¿Y ahora qué hago contigo? A lo que Hearst le respondió–: Dame el “San Francisco Examiner” y un millón de dólares, y lo convertiré en el periódico más leído de EEUU.
Hearst contrató como periodistas a los mejores y más irreverentes escritores de su país, como Jack London y Mark Twain, y les dio amplias libertades para que extendieran sus textos más allá de lo cotidiano y explotaran el interés humano.  Con el devenir y liado en una lucha mortal contra Pulizer, consolidó el imperios comunicacional más grande de la historia, integrado por 28 diarios de circulación nacional, entre los cuales estaban Los Angeles Examiner, The Boston American, The Atlanta Georgian, The Chicago Examiner, The Detroit Times, The Seattle Post-Intelligencer, The Washington Times, The Washington Herald, además de The San Francisco Examiner. Publicó libros, adquirió emisoras de radio  además y lanzó revistas emblemáticas como Town and  Country, Cosmopolitan, y Harper's Bazaar.


El encumbramiento de Teddy Roosevelt
Fue Hearst quien acuñó la idea de que la prensa elige y derriba a los presidentes. Indujo abiertamente la intervención armada para que el conflicto hispano-estadounidense estallara, al acusar a los españoles del hundimiento de Maine, el 15 de febrero de 1898, que segó la vida de 246 marinos de la Unión Americana. El 25 de abril de ese mismo año, el Congreso de EEUU le declaró el conflicto al Rey Alfonso; contienda que apenas duró 3 meses, causó 400 bajas mortales y significó para la potencia del Norte la anexión del Canal de Panamá, Cuba, Filipinas y Guam. O sea, que le salió barato.
Hearst, asimismo, convirtió en héroe a Teddy Roosevelt y, posteriormente, lo llevó a la Casa Blanca. Debido a la posesión de numerosos predios en México, se opuso a tenazmente a la Revolución Mexicana, primero para mantener en el poder a Porfirio Díaz y luego para encumbrar a Victoriano Huerta.
Hearst fue electo como miembro de la Cámara de Representantes del Congreso de los EEUU por el Partido Demócrata para el período 1903-1905 y  reelegido para el próximo período (1905-1907) pero falló al candidatearse como Alcalde y gobernador de Nueva York.
Sin Hearst, Margarita habría sido germana
Pese al odio y resentimiento que el apellido Hearst genera entre la izquierda venezolana, a lo mejor porque la única referencia que de él tienen es el filme El ciudadano Kane, dirigido e interpretado por Orson Welles –a quienes los ñángaras, equivocadamente, consideraban como uno de los suyos–, es al magnate a quien debemos conservar lo que aún nos queda del territorio patrio, tras el bloqueo de Alemania, Inglaterra e Italia a Venezuela durante el régimen de Cipriano Castro, quien decretó el default de la deuda externa y desestimó los reclamos de potencias europeas por los daños y perjuicios sufridos por sus connacionales residentes en el país con motivo de las guerras civiles
Durante el conflicto. Castro decretó una amnistía general y manejó un discurso nacionalista a la par que los acorazados alemanes e ingleses hundían varios buques de guerra venezolanos y bombardeaban La Guaira, Puerto Cabello y la isla de San Carlos. Sin flota para enfrentarlos, Castro se defendió con una retumbante y folclórica retórica: La planta insolente del extranjero ha profanado el sagrado suelo de la Patria!
A solicitud de Hearst, el presidente estadounidense Theodore Roosevelt, invocando a la Doctrina Monroe, terminó el impase con los Protocolos de Washington el 13 de febrero de 1903. Los agresores acordaron levantar de inmediato el bloqueo, reducir la deuda externa de 352 millones a 150,9 millones de bolívares, y recibir los pagos en forma progresiva, con el gravamen del 30% de los ingresos aduaneros de la nación.
Si lo vemos en retrospectiva, tal vez Hearst no nos hizo ningún gran favor, ya que un militarcete de muy bajo rendimiento académico, cien años más tarde, le entregaría la soberanía, atada de pies y manos y sin disparar un solo cartucho al otro Castro, el tiranosaurio de Cuba. Le juro, amigo o amiga seguidor o seguidora, que hubiera preferido, mil veces, a los alemanes en la Isla de Margarita que a los pranes, Mata Figueroa, sus secuaces y los islamistas.

Chávez y Trump usaron la misma táctica
Pero como el párrafo anterior no era el tema de esta entrega, vuelvo al amarillismo de Hearst y Pulizer, quien tampoco fue un niño de pecho en eso del sensacionalismo o mezclar titulares incendiarios, alejados de la neutralidad y rigor periodístico, con la información real, pero que les agrada más a los comunicadores porque patrocinó la fundación de la Escuela de Periodismo en Columbia University.
La pregunta que muchos analistas se hacen hoy, dados los resultados inesperados en la reciente elección de EEUU, al menos en los medios clásicos. El cuestionamiento se centra en la falibilidad de las encuestas, que daban como ganadora a Hilary Clinton durante toda la campaña presidencial.
Sin embargo, no entiendo su estupor, pues también los sondeos señalaron que el Brexit no ganaría y el no al acuerdo FARC-Santos tampoco. Los resultados fueron cero hit, cero carreras y tres errores. ¿Por qué fallaron? Porque, como investigador social que fui por años, descubrí una lógica que tuerce los resultados de las encuestas: lo que uno quiere realmente saber y lo que uno quiere que le digan. Si no quiero saber lo mal que está mi producto/servicio/candidato en algún grupo/estado/municipio, no pregunto allí: voy a otro lado donde supongo o sé que voy a estar bien.
Hearst y Pulizer, al contratar a verdaderos artistas de la pluma, se conectaron con sus lectores emocional e instintivamente. Hearst resumió esa característica en una frase excelente: I make the news (Hago las noticias).
Al fin y al cabo, ¿qué temas trata un escritor sus obras? Sobre los conflictos humanos son la base. los cuales se inician en la propia psiquis de sus protagonistas. Salvador López, uno de los mejores creativos publicitarios que he conocido y con quien trabajé en Puerto Rico, al día siguiente de que alguna de sus campañas saliera al aire, se montaba en una guagua y le preguntaba a  los demás pasajeros si habían visto o no las cuñas, si las recordaban, si les habían gustado. Si las respuestas le satisfacían, iba a laborar con una sonrisa de oreja a oreja. En caso contrario, volvía al principio.
Antonio Machado, Federico García Lorca, León Felipe y todos los poetas populares en la España de la Generación del 27, publicaban en los periódicos matutinos, y ya, a primeras horas de la noche, comenzaban a escuchar sus rimas en los lugares públicos. Pues de eso se trata, de entender y conectarse con el alma popular, con el pathos.
Otra estupidez es pensar, en el caso de Trump, que la única propaganda política es la de los programas noticiosos, opináticos o espacios publicitarios. Es posible que alguno de sus electores no haya leído jamás el The New York Times, o visto CNN, pero seguramente sí recuerda su reality show, The Apprentice (El aprendiz) que fue transmitido por más de década y en horario premium en WNBC-TV, una de las emisoras de mayor rating en EEUU.
Según BBC, la táctica que le dio el triunfo a Trump fue la misma usada en The Apprentice, a saber:
1.    Comparte con un invitado impredecible. La ex candidata a la vicepresidente de EEUU y ex gobernadora de Alaska salió del olvido político en el que estaba para darle un empujón a su campaña. Y apoyó a Trump con un discurso tan memorable como desconcertante
2.    Alíate con el enemigo, aunque sea temporalmente. Aunque su relación posteriormente se rompió, Donald Trump y Ted Cruz disfrutaron de un breve compromiso.
3.   Apuñala a alguien por la espalda. Como pasó con Ted Cruz, Trump también empezó su campaña como amigo de Ben Carson, el neurocirujano retirado que también se presentaba como un candidato fresco y no corrompido. Pero cuando Carson empezó a superarle en las encuestas, Trump cambió radicalmente de tono; se le fue a la yugular, acusándolo de mentiroso patológico y comparándolo con un pedófilo.
4.  Háblale a la cámara. Mientras otros candidatos interactuaban con sus entrevistadores, la prioridad de Donald Trump fueron las cámaras. Y, frente a ellas, era él mismo; hablando sin parar sobre encuestas, periodistas estrategias de sus adversarios, algo que hasta entonces sólo aparecía en los blogs Curiosamente, eso logró que sus simpatizantes se sientan incluidos.
5.    ¡Pelea! ¡Pelea! ¡Pelea!  Tras haber derrotado a 16 aspirantes, Trump  peleó con The New York Times, la senadora Elizabeth Warren, CNN, el presidente de la Cámara Baja Paul Ryan, el primer ministro británico David Cameron y hasta el alcalde de Londres, Sadiq Khan.

Primero Justicia arrancó en Venezuela como un programa televisivo, después mutó a ONG y, finalmente, se convirtió en partido político. Julio Borges debe su protagonismo al programa más que a su activismo. Si a la táctica que reseña BBC le quitamos el nombre Donald Trump y lo sustituimos por Hugo Chávez, ella le calza perfectamente. Aunque los extremos se tocan, la diferencia estriba en que Trump es demócrata, y no pretende gobernar de manera vitalicia a EEUU.

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