viernes, 8 de diciembre de 2017



Abajo el socialismo, ¡viva la libertad!

La libertad y la razón son corolarios. Su acción es recíproca. Cuando los hombres son libres triunfa la razón, cuando los hombres razonan la libertad se impone. No hay libertad intelectual sin libertad política y ni libertad política sin libertad económica. La mente libre y el libre mercado también son corolarios.
Ayn Rand.

Recientemente asistí al bautizo del libro Tres tesis radicales, escrito por el doctor Luis Mata Mollejas 1. En él plantea una opción novedosa para los políticos y personajes públicos no sólo los  venezolanos en particular, sino los iberoamericanos en general.


Las tres tesis radicales del doctor Luis Mata Mollejas

Tras hacer un recorrido breve por la historia socialista del planeta, Mata concluye en que no ha habida un sólo éxito atribuible a los regímenes socialistas, tras dos siglos de su lanzamiento; y más bien su denominador común ha sido el fracaso en lo político, económico y social.
Además, Mata reclama que, en nuestro país, y en vista del desastre absoluto del chavo–madurismo, sin que ningún político y ni siquiera algún opinático con acceso a los medios masivos diga de una vez por todas que el socialismo es un bodrio, un fiasco, un engaño que habría que borrar del mapa mental de los venezolanos para siempre, llegó el momento de proponerlo públicamente.
Mata cuantifica el horror económico que vive Venezuela en la reducción la exportación de crudo venezolano de 2,4 a 1,6 barriles diarios –parte de los cuales se le regalan a Cuba o se venden a precio vil a través de Petrocaribe–, el incremento de la deuda internacional a 16 veces el total de la reserva nacional –razón por la cual no hay quien le preste un dólar a Maduro–, la generación de una pavorosa crisis humanitaria por escasez del 80% de los alimentos y medicinas –rubros que dejaron de producirse en el país por la invasión de los fundos y las empresa productivas– y el haber provocado estanflación; a cambio de ningún avance en alguna área del quehacer humano.

Karl Popper y su "libro de combate" contra el comunismo, el fascismo y el nazismo

Mata comparte su radicalismo con uno de los pensadores más famosos del Siglo XX, Karl Popper(1902–1994), quien se opuso frontalmente al socialismo –al cual denominó historicismo por El materialismo histórico de Karl Marx–. Exiliado en Nueva Zelanda, Popper escribió dos de sus obras más importantes, La sociedad abierta y sus enemigos y La miseria del historicismo. La primera es un largo libro de combate contra los totalitarismos comunistas, fascistas y nacionalsocialistas, donde identifica como enemigos de la libertad a Platón, Hegel y Marx, a quienes dedica larguísimas críticas. Se ganó por ello el odio eterno de los marxistas, los hegelianos y ciertos historiadores de filosofía antigua y medieval.
En La miseria del historicismo 2, un ensayo más corto y técnico, plantea su cuestionamiento a la metodología de las Ciencias Sociales, como punto de partida, el principio de racionalidad cuya influencia en epistemología de la economía ha sido fundamental, y cuyo significado se discute aún en la actualidad.
Según Popper, la historia no se interesa únicamente explicar acontecimientos específicos, sino también por describirlos. Una de las tareas más importantes del historiador debería ser narrar los hechos importantes ocurridos destacando su singularidad; esto es, sin seguir una relación causal, sino como resultado de la aparición de importantes sucesos desvinculados de la misma. Las dos tareas del historiador, desenredar los hilos  de las causas y sus efectos, así como exponer la manera imprevista con que se teje el tapiz, gracias a los acontecimientos imprevistos son ambas necesarias y complementarias.
Estas consideraciones también se aplican a lo novedoso. La distinción hecha entre la novedad de la combinación y la novedad de lo inesperado corresponden a la distinción entre la explicación causal y la apreciación de su singularidad. Si la novedad pudiera ser analizada y predicha racionalmente, nunca sería inesperada, por lo cual es falsa de toda falsedad la doctrina socialista que considera predecibles los hechos derivados de los acontecimientos intrínsecamente nuevos.
Popper cita las especulaciones de Tolstoi en La Guerra y la Paz  –a quien califica de socialista, sin duda alguna, pero que se expresa con honestidad–, cuando marra el movimiento de los franceses desde el oeste hacia el este y el de los rusos en sentido contrario, afirmando que ese flujo obedece a un condicionante histórico. En esas líneas, según Popper, se evidencia la necesidad mental que satisface el socialismo–: Una necesidad que debemos satisfacer con una mejor explicación para poder vernos libres del socialismo.
Tolstoi reacciona contra el autoritarismo; método que atribuye demasiado al líder carismático, al Jefe. Tolstoi intenta mostrar –y lo consigue– la poca o mula influencia de las acciones y decisiones de Napoleón, Alejandro, Kutúzov y otros grandes actores de 1812 frente a la dinámica de los acontecimientos. También señala,  acertadamente, la importancia olvidada pero indudablemente grande de la participación de incontables e ilustres héroes desconocidos en este drama.
Pero, de acuerdo con Popper, presentar al socialismo –una idea tan obsoleta– como audaz y revolucionaria, encubre un conservadurismo inconsciente, y quien observa desde fuera el enorme entusiasmo por un supuesto cambio debe concluir que ésta es sólo una de las caras de una actitud ambivalente, y la otra es el mantener las cosas como están para el beneficio propio: lo que modernamente se llama gatopardismo,  pretender que todo parezca cambiar para que siga igual –o peor, como en todos los regímenes socialistas fracasados, con inclusión del venezolano–: Así queda explicado el religioso fervor con el que esta vieja, periclitada y carcomida filosofía socialista es proclamada como  el último alarido o la mayor revelación de la ciencia. Después de todo, ¿no serán los historicistas quienes temen al cambio? ¿Y no será quizá este temor lo que los hace absolutamente incapaces de reaccionar racionalmente ante la crítica, y lo que logra que los demás acojan tan bien sus enseñanzas?


Fukuyama: Nunca anticipó a Chávez, Maduro y el Foro de Sao Paulo

En 1992 Francis Fukuyama publicó El fin de la Historia y el último hombre,3 una formidable interpretación del pasado, presente y futuro de la Humanidad. En vísperas del hundimiento del bloque comunista, Fukuyama pronosticó el triunfo definitivo del liberalismo económico y político, una vez derrotados sucesivamente los totalitarismos fascistas y comunistas. Desafortunadamente y pese a que su texto fue escrito en un lenguaje coloquial, muchos divulgadores no lo entendieron o lo captaron a su manera, lo cual no era difícil de prever pues, como advierte William Bernbach, socio fundador del imperio comunicacional DDB–: No percibimos uniformemente la información, sino tamizada a través de nuestro ego, sentimientos, compulsiones, urgencias,  prejuicios y  expectativas. De ahí en adelante, el cerebro  –a su manera- procesa los mensajes y los reestructura bajo una aparente racionalidad, la cual en verdad encubre su conversión en las herramientas de nuestros deseos.
A lo que se refiere Fukuyama en su obra no es a una especie de amnesia macondiana surgida tras la batalla de Leipzig, en la cual la Civilización se habría desligado de su vector evolutivo, comportándose como los personajes de Cien años de soledad, que escribían notas y rotulaban con ellas las cosas más sencillas para recordar qué eran y para qué servían, pues la fiebre del insomnio les había matado el recuerdo.
Lo que rechaza Fukuyama como método interpretativo es esa historia escrita por los vencedores y no por los vencidos, donde la verdad se convierte en la primera baja, y esa versión socialista según cual la causalidad conduce al hombre a un destino prefijado por el Gran Titiritero, humano o divino, pero cargado siempre de mala intención, matizada ésta por episodios generalmente cruentos, absolutamente maniqueístas y supuestamente gloriosos, donde ganan los buenos y pierden los malos.
Lo que plantea Fukuyama es, ni más ni menos, lo que los cristianos llaman libre albedrío en su toma de decisiones, cualesquiera sean éstas, y Fernando Savater conceptualiza como el valor de elegir4 –y también planificar-, de una manera admirable–: Es sin duda nuestro deseo -entendido de forma amplia y algo vaga- lo que motiva nuestras acciones: actuamos para cumplir el plan de vida que queremos. Pero también resulta indudable que nuestro querer está en gran medida determinado por el conocimiento racional de lo que somos y de la realidad en que vivimos. Nuestros conocimientos y creencias deciden lo que nos parece conveniente desear y sabemos que no todo lo que en primera instancia puede apetecemos resulta compatible con lo que somos y cómo somos –podemos desear lo imposible pero no decidimos nada a su respecto, o mejor: decidimos que es imposible y basta–…
Ayn Rand: El mundo se divide en saqueadores y no saqueadores

Otra personalidad que criticó a fondo el socialismo fue Alisa Zinóvievna Rosenbaum (1905–1982), filósofa y novelista estadounidense de origen judío, quien llegó a la fama literaria por sus best séller El manantial y Atlas Shrugged (La rebelión de Atlas)5, escritos bajo el seudónimo de Ayn Rand, y el sistema filosófico que denominó objetivismo.
Rand defendía al egoísmo racional –en lo cual coincidía con Adam Smith, padre de la Economía Política–, el individualismo y el capitalismo, calificándolo como el único sistema económico que le permite al ser humano desarrollar todo su potencial, empleando para ello la racionalidad. En consecuencia, rechazaba absolutamente al socialismo, el altruismo y la religión.
Creía que el hombre debía elegir sus valores –o asumir voluntariamente su propio código de ética, propuesta que coincide con el planteamiento de los modernos teóricos de la Gnoseología– y sus acciones mediante la razón, que cada quien tiene derecho a su propia existencia, sin sacrificarse por los demás pero tampoco sacrificando a los demás para su propio provecho; y que nadie tiene la potestad de enriquecerse mediante la violencia.
Divide a la sociedad entre saqueadores y no saqueadores. Los primeros están conformados por la clase política y los cultos religiosos. Los no saqueadores son los emprendedores, los capitanes de empresa y los intelectuales.
En su trama, Rand, sostiene que EEUU no puede subsistir sin la razón y la creatividad individuales, expresada a través del libre mercado, pues una política que limite las libertades y constriña el desarrollo acabará destruyendo al país y a sus ciudadanos.
En La rebelión de Atlas, Ayn Rand expone la filosofía del objetivismo en una historia que integra amor, economía, epistemología, estética, ética, metafísica y política. Atlas Shrugged plante una visión del universo y del alma humana, que substituiría al arte, la ciencia y la religión.
Ahora bien, regresando a la realidad que nos ocupa y nos preocupa, coincido con Luis Mata Mollejas en su apreciación sobre el socialismo. Pienso en el famoso decreto del general Eleazar López Contreras donde prohibía el comunismo y todo lo que oliera a marxismo–leninismo, y la posibilidad de restablecerlo, una vez que ocurra aquí lo que debe ocurrir –y ojalá sea más temprano que tarde–. Y al estar convencido que socialismo es antónimo de libertad, no me queda otra que decir: Abajo el socialismo, ¡viva la libertad!
[1] Luis Mata Mollejas, Tres tesis radicales, Editorial La Espada Rota, Caracas, 2017
[2] Karl Popper: La miseria del historicismo, Taurus Ediciones, Madrid, 1973
[3] Francis Fukuyama: El fin de la historia y el último hombre, Editorial Planeta, Barcelona (España), 1992.
[4] Fernando Savater: El Valor De Elegir, Editorial Ariel, Barcelona (España), 2015.
[5] Ayn Rand: La rebelión de Atlas (sin censura), Editorial Grito Sagrado, Bs. As, 2008.

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