viernes, 22 de diciembre de 2017

Hay que secar la higuera

He recibido varios comentarios sobre mi trabajo para un entendimiento mejor del budismo. La mayoría de ellos han sido positivos. Otros, empero, no tanto. No me preocupa el juicio oficial sobre lo que escribo, pienso o siento. Tampoco me atemoriza la muerte, aunque mi reloj biológico me acerque cada día más a ella, porque creo en la reencarnación budista, como único sentido que tiene este período transitorio al cual se le llama vida. Me preocupa, sí, estar cumpliendo o no con el propósito para el cual nací; y francamente no creo que esa misión se logre con un perdón de última hora, sino con una trayectoria existencial, donde cada paso implique un avance o crecimiento del espíritu.
Quiero responder a la valoración negativa de un amigo, a quien respeto y estimo mucho. No lo voy a identificar, porque no viene al caso.
En su respuesta a mi blog, me envía varios párrafos con sus críticas, a las cuales contesto con mayor o menor extensión. Comienzo por decirle que él es un hombre de fe, pero yo lo soy de duda; que el creen en los dogmas, pero que mi formación me hace anti–dogmático. Y que si en su creencia quiere buscarme parecido con alguien, lo refiero a San Agustín, el santo incrédulo.
Además, creo que la Iglesia Católica juega un rol trascendental en estos lugares y tiempos, más que en la salvación de las almas, en el urgente rescate de la moral republicana del pueblo venezolano, hundido como está en las miasmas más hediondas del tener a cualquier costo, gracias a la ceguera y cobardía de su dirigencia civil y al veneno esparcido como aerosol por los antiguos cultores del maximalismo, hoy soldados del crimen organizado, la corrupción y el narcotráfico.
En mi contenido, cito textos y opiniones de reconocidos jerarcas eclesiásticos, no por el orden prioritario en que están ubicados, sino por la actualidad y pertinencia de lo que expresan.
Lo que mi amigo escribe, está en itálica y negrita, al igual que mis subtítulos. La opinión ajena, en itálica.

Crítica I
El corazón  es quien siente a Dios: eso es la Fe. Dios es sensible al corazón, no a la razón. El desconocimiento e intentos comparativos con el Ser Supremo es una manera angosta de inventar otros dioses a imagen y semejanza propias.

El hombre está hecho a imagen y semejanza de Dios

No soy yo quien desconoce o quiere compararse con el Ser Supremo, sino la Biblia la que lo hace por mí.



Monseñor Martinelli, el valiente Vicario de Trípoli, recibe bendición

Creado a imagen y semejanza de Dios–: ¿Cuántas veces hemos oído esta frase? ¿y cuántas hemos reflexionado sobre su significado?– se pregunta Monseñor Giovanni Innocenzo Martinelli, Vicario Apostólico de Trípoli, el valiente obispo que denunció la reciente masacre de 20 cristianos coptos en el Levante, quien explica el alcance y sentido  de dicho concepto:
La afirmación He sido creado a imagen y semejanza de Dios se fundamenta en la Biblia. En sus primeras páginas puede leerse (sic): Dios creó al hombre a su imagen; a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó (Génesis n 1, 27).
El hombre comienza a ser imagen de Dios desde su concepción. Tal dignidad está presente en cada fase de su vida. La Iglesia anuncia esta verdad no sólo con la autoridad del Evangelio, sino también con la razón, y por esto siente el deber de llamar la atención a todo hombre de buena voluntad, en la certeza que la acogida de esta verdad no puede menos que ayudarle en su desempeño dentro de la sociedad.
¿De dónde le viene al hombre el ser Imagen de Dios?– se pregunta Martinelli. Su respuesta no deja dudas–: Viene de Dios. Es Dios mismo quien hace este don especial al hombre. Al hombre le corresponde reconocerlo; agradecer al donante, Dios; manifestar y hacer crecer en su vida los frutos de tal don; testimoniar con valentía, en su propio quehacer cotidiano, el haber sido hecho a imagen y semejanza de Dios.
La otra interrogante del Vicario de Trípoli es–: ¿Qué significa: Dios nos ha creado a su imagen?
Significa que Él quiere que cada uno de nosotros manifieste un aspecto de su esplendor infinito; que tiene un proyecto para cada uno; que cada uno tiene la posibilidad de entrar, con itinerario propio, en la eternidad. La criatura es imagen de Dios porque participa de la inmortalidad, no por su naturaleza sino por el don recibido. La orientación a la vida eterna es lo que hace al hombre el correlativo creado por Dios.
La imagen divina del hombre –sigue Martinelli, citando esta vez al Cardenal Joseph Ratzinger–  no es algo impuesto, no es mensurable ni se puede cualificar, escapa a los parámetros de la razón científica o técnica; empero nuestra civilización, nuestro humanismo, progresan en la medida en que esta dignidad se universaliza y se reconoce plenamente.
¿En qué sentido el hombre es creado a imagen de Dios? Martinelli lo precisa aún más–: El hombre es creado a imagen de Dios pues es capaz de conocer y amar, en libertad, al propio Creador. Es la única criatura sobre esta tierra a la cual Dios quiso por sí misma, y a la que ha llamado a participar, por el conocimiento y el amor, en su vida divina. El hombre, creado a imagen y semejanza de Dios, tiene la dignidad de persona: no es cualquier cosa, sino alguien capaz de conocerse, de donarse libremente y de entrar en comunión con Dios y con las otras personas (Compendio del Catecismo, n. 66).
¿Qué implica haber sido creado a imagen y semejanza de Dios?
Implica todo en el hombre y en cada hombre. En particular, su dignidad; la unidad de su cuerpo y alma; su ser hombre o mujer; su relación con Dios, consigo mismo, con las otras personas, con el mundo. Es, por tanto, el hombre en su totalidad quien fue creado a imagen y semejanza de Dios. La Biblia presenta una visión del ser humano en la cual la dimensión espiritual es vista junto a la dimensión física, social e histórica del hombre.
¿De qué manera el haber sido creado a imagen y semejanza de Dios incluye la dignidad del hombre?
Incluye su dignidad pues constituye su fundamento. El hombre encuentra el fundamento último de su propia dignidad propiamente en su ser, creado a imagen y semejanza de Dios.
La dignidad del hombre, de hecho no se identifica con su ADN; no depende de tener o hacer, ni su pertenencia a una raza, cultura o nación; tampoco disminuye por la eventual presencia de minusvalidez o defectos genéticos.
El fundamento de la auténtica y plena dignidad, ínsita en cada hombre, está en su ser, creado a imagen y semejanza de Dios. Dotada de alma espiritual e inmortal, de inteligencia y de libre voluntad la persona humana está ordenada a Dios y llamada, con su alma y su cuerpo, a la felicidad eterna (Compendio del Catecismo, n. 358).
Creado a imagen y semejanza de Dios, el hombre expresa la verdad de su relación con Dios, creador también, mediante la belleza de sus propias obras artísticas. El hombre no tiene un cuerpo, sino que es también su cuerpo; el hombre es considerado en su totalidad, en su unidad; es espíritu encarnado, es decir alma que se expresa en el cuerpo y cuerpo que es informado por un espíritu inmortal; la corporeidad es por tanto esencial a la identidad personal; la afirmación de la resurrección del cuerpo, hace entender cómo el hombre exista también en la eternidad, después de la muerte, como persona física y espiritual completa.

La relatividad del pecado original en el cristianismo contemporáneo

¿Por qué la imagen y semejanza de Dios se manifiesta también en la diferencia de sexos?
Porque el ser humano existe solamente como varón o como hembra, y esta diferencia sexual, lejos de ser un aspecto accidental o secundario de la personalidad, es un elemento constitutivo de su identidad personal. Por tanto también la dimensión sexual pertenece al ser imagen de Dios. Hombre y mujer son igualmente creados a imagen de Dios, aún cuando cada uno lo es en forma propia y peculiar. Por esto la fe cristiana habla de reciprocidad y complementariedad entre los sexos.
Cuando un hombre y una mujer unen su cuerpo y su espíritu en una actitud de total apertura y donación de sí, forman una nueva imagen de Dios. Su unión en una sola carne no responde simplemente a una necesidad biológica, sino a la intención del Creador que les conduce a compartir la felicidad de ser hechos a su imagen (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2331).
La sexualidad ejercita una influencia sobre todos los aspectos de la persona humana, en la unidad de su cuerpo y de su alma. Esa concierne particularmente la afectividad, la capacidad de amar y de procrear, y, en modo más general, la actitud para establecer relaciones de comunión con los otros (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2332).
El ser humano es por tanto verdaderamente humano cuando actualiza el elemento esencialmente social en su constitución, en cuanto está presente dentro de los grupos familiares, religiosos, civiles, profesionales y de otro género, que juntos forman la sociedad circundante a la cual pertenece.

El hombre como corresponsable de la Creación

El haber sido ser creado a imagen y semejanza de Dios es el fundamento de la relación del hombre con todo lo demás; la causa de nuestra superioridad sobre el mundo visible, en cuanto es el hombre el único creado a imagen y semejanza de Dios; y llamado a participar en el gobierno divino de la creación. Los seres humanos realizan tal servicio adquiriendo un conocimiento científico del universo, ocupándose responsablemente del mundo natural –incluso de los animales y el medio ambiente– y salvaguardando su integridad biológica (CTI, n. 61).


Crítica II
La catequización de las religiones monoteístas, han hecho del cristianismo, judaísmo e islamismo mahometano las 3 religiones mas grandes e influyentes con mas de 3 mil millones de fieles creyentes, equivalentes a 22.5% de la población mundial.



Mapamundi de las religiones

El budismo es la religión más profesada del planeta

Un estudio reciente del Global Center for the Study of the Contemporary China evidenció que el 52% de los entrevistados no respondió a las preguntas directas sobre su fe religiosa; mientras que, en 1995, sólo un 2% admitió abiertamente profesar alguna. Empero, en la última encuesta de Global, más de un 23 % aseveró ser budista.
En función de la incógnita de China, el país más poblado del mundo, los estimados sobre el número de budistas varían entre 1 mil 700 millones y 2 mil 300 millones; lo cual convierte al budismo en la mayor religión de la humanidad, aún tomando el mínimo como patrón de referencia. Si se considera el máximo, casi se iguala a la sumatoria de los fieles cristianos, judíos e islamistas.
El budismo se implantó en muchos países sin shock con las religiones autóctonas, sino más bien, intercambiando conocimientos. Así pasó con el taoísmo chino, el shinto japonés y el chamanismo bön tibetano.
A diferencia del cristianismo y el islamismo, el budismo rechaza las guerras tipo cruzada y yihad, la conversión forzada y no cree que la herejía sea mala per se.
El mayor porcentaje de budistas reside hoy en Birmania, Bután, Camboya, China, Corea del Sur, Japón, Mongolia, Laos, Sri Lanka, Tailandia y Vietnam.
Una cifra global mundial más exacta se daría si China, el país más poblado del mundo, que es oficialmente ateo, suministrara su data al respecto. El budismo posee un importante arraigo histórico allí, donde se practica, adicionalmente, una creencia popular tradicional, heterogénea y sincretista, con componentes budistas, y cuyos seguidores se contabilizan aparte.

Las minorías budistas

En Occidente el budismo tiene cada día más aceptación. En EEUU hay unos 6 millones de practicantes­; en la Unión Europea, 2 millones.
Se estudia como especialidad antropológica y teológica en los principales centros universitarios del Viejo Mundo, y está reconocida como religión por el Estado en la mayoría de países occidentales. Excepciones las hay, como en el caso de España, en donde ni se estudia ni se le reconoce, pues existe una confesionalidad encubierta que descalifica a otras religiones fuera de la católica.
En América Latina, los países con mayor feligresía son Argentina, Brasil, Costa Rica, México y Panamá. En Colombia hay budistas y sus adeptos siguen las tradiciones zen, tibetana y chan, entre otras. Una de las comunidades de mayor crecimiento es El camino del Dharma, guiada por los reverendos Zheng Gong Shakya y Zheng Xian Shakya, descendientes del linaje Chan. En Chile también existe este grupo, dirigido por el Venerable Lama Gendun Yarphal, descendiente del linaje Gelug, y delegado de SS el Dalai Lama Tenzin Gyatso, su guía espiritual.
Importante minorías budistas están presentes en Rusia, donde es reconocida como una de sus religiones tradicionales, al lado de la ortodoxia católica, el islamismo y el judaísmo. El budismo, principalmente lamaísta, es mayoritario en algunas regiones mongolas de  la Federación Rusa como Kalmukia.
En India, lugar de nacimiento del budismo, existe una importante minoría budista. El budismo, si bien era mayoritario en India, fue ferozmente diezmado tras la invasión islámica, aunque está resurgiendo y en pleno desarrollo con los predicadores de castas bajas de la década de los años 60 del Siglo XX, razón por la cual actualmente el 90% de los dalits son budistas. Tres de las cuatro ciudades santas budistas; Sarnath, Kushinagar y Bodh Gaya están en la India.
En Nepal el budismo es la segunda religión más importante. Una larga tradición existe allí, siendo Lumbini, una ciudad nepalí, donde nació Buda. También hay minorías budistas importantes en Indonesia y Malasia de larga tradición. En Indonesia, muchos budistas fueron masacrados y sus mujeres violadas durante los pogromos contra la población china.



Budistas en la República Oriental del Uruguay

Los genocidas seriales

La mayor parte de los musulmanes no consideran la yihad como el eje del islam. De hecho, los cinco pilares del islam son la fe, la oración, la caridad, el ayuno y la peregrinación.
Cuando aparece en el Corán la yihad es para servir a lo que Dios quiere. Hay quien entiende este mandato como lucha interna para ser una buena persona –la gran yihad–, otros, en cambio, como un conflicto armado.
Isis adopta la segunda interpretación, incluso llegando a convertir a la yihad en el sexto pilar del islam.
Aunque son los menos, su acción terrorista se combina en Europa con la desintegración de las familias cristianas tradicionales, que han pasado de cero a menos cero crecimiento poblacional, mientras las familias islamistas,  con papeles o sin ellos, crecen y se multiplican.
Pero no sólo son los islamistas, históricamente hablando, los únicos genocidas seriales. En nombre de Jesucristo se hicieron las Cruzadas, que se iniciaron durante el papado de Inocencio XVIII, porque Dios así lo quiere. Y la Conquista, con la cruz al lado de la espada, acabó con millones de aborígenes en América.
No hay un solo caso de asesinato masivo que se haya hecho en nombre de Buda o el budismo ni uno solo. Y esa es, a mi parecer, la gran diferencia.

Crítica III
Jesús Cristo constituye el ícono y paradigma de la humildad; después de nacer en un pesebre, murió en la Cruz por amor  a la humanidad.

La humildad no fue ciertamente la mayor virtud de Jesucristo, lo cual para nada demerita su obra temporal.
Nació en un pesebre no por elección propia, sino porque César Augusto, emperador de Roma, obligaba a todo el que volviera a su lugar de nacimiento a registrarse. José nació en Belén. Pero cuando él y María llegaron, no encontraron alojamiento, sino al establo, el único lugar donde guarecerse. Y allí María dio a luz.
Tampoco Buda nació entre sábanas blanca, pese a su rango, sino en un claro de bosque, mientras su madre regresaba a la ciudad donde había nacido. La muerte de Buda se debió a una intoxicación debida a la ingesta de carne de cerdo en mal estado, hecho cuidadosamente ocultado por sus discípulos por siglos.
Como asegura Ariel Álvarez Valdés, doctor en Sagradas Escrituras, el milagro más extraño que Jesús realizó en su vida, según el Evangelio de Marcos, fue maldecir y secar una higuera. Es el único milagro que realizó en Jerusalén, el único que demoró 24 horas en cumplirse, y el único históricamente incomprensible. Su relato resulta tan incómodo, que la Iglesia no lo lee nunca los domingos en la misa.
Cuenta san Marcos que una mañana Jesús salió con sus discípulos del pueblito de Betania, cerca de Jerusalén, y a poco de andar sintió hambre; viendo a lo lejos una higuera se acercó, pensando encontrar frutos, Entonces Jesús la maldijo diciendo–: ¡Que nunca nadie coma frutos de ti! Y siguió con sus discípulos hasta el Templo de Jerusalén. Al día siguiente, cuando volvió a pasar por el lugar, sus discípulos comprobaron asombrados cómo la higuera estaba seca de raíz (Marcos 11,12-26).
El episodio siempre llamó la atención de los cristianos, que se preguntan cómo fue posible que Jesús, un maestro lleno de bondad y misericordia, en un ataque de furia, destruyó a una inofensiva higuera porque no le dio frutos.
San Mateo, quien escribió su evangelio diez años después del de San Marcos, se sintió perplejo por este episodio y trató de suavizar algunos de sus detalles (Mateo 21,18-22). Omitió destacar que, al acercarse Jesús al árbol, no era aún tiempo de higos. Cambió la maldición, en vez de: ¡Que nadie nunca coma frutos de ti!; escribe: ¡Que nunca brote fruto de ti!–- Así, la maldición recae sobre la higuera, que no podrá dar frutos, y no sobre quienes se van a quedar sin comerlos. Asevera Mateo que la planta se secó inmediatamente, no al día siguiente, para que la palabra de Jesús no pareciera demorarse tanto en hacer efecto. No contó que la higuera se secó de raíz. Pero ni siquiera con estas mejoras Mateo logró que el milagro dejara de perturbar.
Arias Valdés actualiza el episodio de la higuera como un mensaje actualizado–: Hoy son muchos católicos los que se aferran a instituciones, estructuras,  celebraciones, ritos, prácticas, devociones, como si tuvieran una sacralidad por sí mismas, y fueran a durar perpetuamente. El Evangelio enseña que hay que aprender a revisar las instituciones eclesiásticas, y descubrir cuáles dan frutos y cuáles no. Y si se encuentra alguna estéril, seca, decadente, hay que suprimirla con valentía, por más venerable que luzca; porque el paso del tiempo relativiza toda institución. Y como Dios busca salvar a los hombres de todos los tiempos, necesita constantemente nuevas organizaciones, estructuras y andamiajes para derivar la fuerza transformadora de su Evangelio. Lo demás, puede pena desaparecer sin pena ni gloria. Nada hay eterno en este mundo, fuera de Dios. Así lo o atestigua el hoy ausente Templo de Jerusalén, al cual se dirigían Jesús y sus discípulos cuando se toparon con la higuera.

Crítica IV
Siddhartha renunció a "su vida de oropel", para reiniciar su vida como indigente, igual que Francisco de Asís, cuya obra trasciende hoy, a la dimensión universal.  No se quedó en el discurso.

Tampoco Buda se quedó en el discurso, pues se enfrentó con inusitado coraje al sistema de castas imperante en la India durante 45 años  –no era cosa de risa vivir entre parias –, un status que se sostuvo durante incluso la colonización británica y el cual sólo fue abolido al final de la II Guerra Mundial, cuando el movimiento iniciado por Gandhi logró la independencia del subcontinente. Pese a que los budistas no sólo predican la paz sino que actúan conforme a ella, fueron perseguidos y martirizados por quienes siguen otras creencias religiosas, entre otros los catequizadores islamistas.

Crítica V
Los mismos primeros años, hasta el inicio de la vida pública  de Jesús y Buda, no fueron años perdidos, sino años de evolución espiritual. El niño perdido en el éxodo a Egipto, fue hallado por sus padres en la Sinagoga, deslumbrando a los ministros y doctores de la Ley. ¿No sabíais que debía ocuparme de las cosas de mi Padre?

Se les llamó años perdidos no porque fueran desperdiciados, sino porque, en sus respectivos entornos, nadie supo dónde estuvieron durante esas largas y respectivas ausencias. Concuerdo contigo en que fueron, en ambos casos, tiempos de crecimiento espiritual

FELIZ NAVIDAD, la fiesta mas universal, celebrada no obstante, bajo distintas ópticas. según las creencias o no creencias. SIEMPRE FIESTA.


Lo mismo te deseo de corazón. Y piensa en la metáfora de secar la higuera

No hay comentarios:

Publicar un comentario