sábado, 23 de marzo de 2013

Escasez de criterio


Los genéricos cubiches
Rafael Orihuela, ex ministro de Sanidad, declaró recientemente que la nueva medida tomada por el régimen castro chavista para imponer récipes aún a los medicamentos de libre expendio, la cual se haría efectiva a partir del 18 del mes próximo, se debe a otro turbio negociado de los cubiches: el aprovechamiento de un fondo de más de 300 millones de dólares, aprobado por Pdvsa, para surtir las farmacias  venezolana con genéricos de dudosa calidad y otras drogas no fabricadas en la isla, pero sí trianguladas a través de los tramposos mecanismos allí imperantes.
De ser esto cierto, sería una patada definitiva a la industria farmacéutica nacional, asfixiada por la carencia crónica de divisas para importar algunas sustancias que no se producen localmente. Además, para los pacientes, la necesidad de ir a médicos particulares a solicitar las recetas correspondientes, dado el colapso del sistema de hospitales públicos y el cierre –no explicado- de muchos dispensarios de la misión Barrio Adentro.
Esta situación se aúna a la falla sistemática de alimentos de la canasta básica, de las dos devaluaciones del bolívar fuerte –que ha hecho saltar el costo de dicha canasta de dos mil a diez mil bolívares mensuales-, una de las tasas de inflación más elevadas del planeta, la baja drástica en la oferta de empleos estables y otros indicativos que llevan al país directo a la pobreza generalizada que vive Cuba desde que los hermanitos Castro establecieron la dictadura comunista, hace ya más de medio siglo.
La misión vampiro
Por lo anterior fuera poco, los cambistas de la frontera utilizan la referencia de 27 x 1 –usted sabe a qué me refiero-, cifra que, curiosamente, constituye el producto de dividir a la población venezolana entre las reservas internacionales; los homicidios violentos superan con creces las ya grotescas cifras del primer trimestre de 2012, durante los 100 días de gobierno usurpado; los indigentes y locos duermen en las aceras sin que la Misión Negra Hipólita o la policía los recoja; y un clima de anarquía colectiva predomina en el ambiente.
No me cabe duda es que ese Mar de la felicidad, es el que quieren, al borde del orgasmo, el Sobrevenido, Jaua y Giordani. ¿Por qué y para qué? Porque son tarúpidos, esto es, tarados y estúpidos. Para poder sobresalir a punta de cobres de la mediocridad que imperaría si se consolidaran sus deseos, los cuales no son otros que las precisas instrucciones dadas por el Foro de Sao Paulo para exprimir a Venezuela, a través del presidente de la Misión vampiro, Raúl Castro.
Mientras esto pasa, una cuerda de malandros de cuello blanco esperan ansiosos hacia donde va la nave, para ponerse a la orden de su nuevo comandante. Pertenecen a la llamada boliburguesía, una nueva clase que a mí me provoca nauseas, pues viven de la minusvalía mental de un pueblo que perdió su identidad importando, albergando y regalándole todo a la chusma de otras naciones, y del esfuerzo titánico de una clase media que se niega a emigrar o desaparecer definitivamente del mapa.
Al reflexionar sobre el tema me acuerdo del otro boom petrolero, el de Carlos Andrés Pérez I, donde también hubo una boliburguesía, la de los banqueros que cambiaron su rol de mediadores del crédito para las mayorías, convirtiéndose en tenedores de bonos del Estado.
El peculado organizado
En esa infausta Gran Venezuela se acabaron las hipotecas al 8 y 12% anual para viviendas, y comenzaron a inmigrar los indocumentados, iletrados y resentidos, cedulados por el desgobierno chavista, que hicieron colapsar la salud, la educación y todos los servicios públicos estructurados para los venezolanos.
Cedulados que, sin conocer la historia de Venezuela ni estar comprometidos con su sociedad, forman colonias marginales en las principales poblaciones del país, entonan sus himnos patrios y enarbolan sus propias banderas. Además, votan rojo, rojito; y se prestan para cualesquiera de las vagabunderías del CEN, el PSUV y otras bandas del peculado organizado.
Pero los  banqueros se hicieron mucho más ricos, como muchísimo más ricos también se han hecho al presente. Por lo cual –y ante la actitud de los gobiernos y los comunicadores extranjeros, que no tocan la situación venezolana ni con el pétalo de una rosa-, yo me pregunto si no será la Teoría de la conspiración, la del Poder detrás del poder, la que impera en el caso del Síndrome Venezuela –la nación que se desmorona en medio de la más increíble bonanza-.
De ser así, todo sería mucho más fácil de entender. Porque comprenderíamos cómo se ha administrado la abundancia, no con criterio de escasez, sino con escasez de criterio. No ahora, sino desde hace tiempo.

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