viernes, 29 de marzo de 2013

Venezuela y la Caperucita Roja


Miénteme una eternidad, que me hace tu maldad feliz…
La actual campaña comicial se caracteriza como una gran farsa, tejida sobre una colcha de retazos, en este caso de discursos, los cuales casi todos son falsos en su naturaleza y esencia, pues han sido concebidos con el único y deliberado propósito de engañar a los destinatarios.
También los políticos que se disputan el control de un sistema, ya en avanzado estado de descomposición, profundizan en la mentira a través del fingimiento, otra forma de propagarla, pero un buen observador puede detectarlos ya que el cuerpo, al intentar la simulación,  no guarda el secreto, generando los siguientes efectos:
1.     Se aminoran los gestos usuales
2.     Se realizan movimientos crispados
3.     Se mojan los labios, se rasca la cabeza, se frotan los ojos
4.     Se pierde el tempo de las expresiones
5.     Los ojos se desvían a la izquierda y miran hacia abajo.
De manera que no es necesario un polígrafo para saber cuándo el candidato comunista miente, pues basta con mirarlo en la televisión.
Ni tampoco cuando el opositor tolerado lo hace, aseverando, por ejemplo, que al único a quien despediría de Pdvsa es Rafael Ramírez, a quien además califica como: El hombre más rico de Venezuela.
Yo pregunto, ¿fue que acaso Ramírez se lo cogió todo, él solito? ¿No hubo cómplices en pudreval, el hurto de los fondos para el mantenimiento de las refinerías y las plantas termoeléctricas o la reventa de combustibles por tierra y mar?
A menos que mantener a los compinches encamburados sea parte de la famosa estrategia de la inclusión,  proclamada por tirios y troyanos con igual vehemencia y entusiasmo. Una  estrategia que proviene de otro sofisma, cuya premisa mayor es: ADC –antes de Chávez- a nadie en este país le importaban los pobres. La premisa menor: Si quiero ganar, tengo que prometer incluirlos. El resultado: Regalarles los pescados, sin enseñarles a pescar.
Y también tengo otra interrogante para la MUD, cuyos técnicos acaban de revisar el sistema de votación, en menos de una semana,  y lo encontraron correcto: ¿Dónde están las cifras finales de las últimas 4 elecciones? ¿Dónde residen entre 4 y 5 millones de votantes sin domicilio conocido?
La mentira indocumentada y legalizada
Sostener que a fue Chávez quien se preocupó primero por los pobres es otra mentira podrida, pues durante los 40 años de la democracia imperfecta se les regaló, a granel, educación, salud, medicinas, comidas, materiales de construcción y becas escolares a las madres de menores recursos. Y no sólo a los de aquí, sino a los inmigrantes ilegales que en sus respectivos países carecían de estos privilegios y eran dejados a la buena de Dios.
Recuerdo que en la Intercomunal Barcelona-Puerto La Cruz el día del reparto de dichas ayudas, era imposible atravesar el trayecto entre Lecherías y el Polideportivo, pues miles de personas copaban las sucursales bancarias ubicadas en el sector. También a una línea de busetas que partía del centro de Cúcuta y llegaba, directamente, a la gratuita maternidad de San Cristóbal, donde las se atendía a las parturientas norsantanderianas, que, de otra manera, habrían dado a luz sus criaturas sin asepsia y  en manos de comadronas. Por último, que Pancho, el actual gobernador del Zulia, cuando trabajaba con Caldera 2, era el encargado de repartir el vaso de leche escolar a escala nacional, alimento producido localmente y envasado en empaques individuales  UHT.
¿Qué hubo corrupción? Sin duda alguna. ¿Y cuándo es que no la habido, en Venezuela o en alguno de los países de Iberoamérica? ¿Qué se repartió menos? Porque había menos que repartir, pues el barril petrolero solo alcanzaba un precio de 9 dólares en el mercado internacional.
Actores colaboracionistas y escritores palangreros
La mentira mediática ha sido el otro cáncer mortal que nos carcome, pues los supuestos líderes de opinión se han obligado a mentir.
A decir que están apenados por el deceso de usted sabe quién, cuando, en realidad, deberían compartir los sentimientos de los familiares de los comisarios Forero y Simonovis, así como de la jueza Afiuni cuando se enteraron de la nueva. Pero carecen del valor para expresarlo, porque lo que está de moda no incomoda, y moda es sumarse al proceso de betaificación del difunto.
Algunos opináticos de oficio desaparecidos han resucitado y procedido como Vallenilla y su tribu de actores, y se han volcado a defender los intereses del fascismo venezolano. A los artistas que se vendieron al nazismo, la resistencia francesa los denominó colaboracionistas, pero cuando este vileza se ejerce con los contenidos informativos se la llama en Venezuela palangre.
Los actores colaboracionistas tienden a llenar espacios que el Estado castrocomunista cerró, como los teatros y los espacios audiovisuales. Los periodistas palangreros, a reemplazar a los escritores ñángaras que desertaron cuando comprendieron que ésta no era su revolución.
La primera tarea que se les ha impuesto a los últimos es revestir de academicismo y un pasado gloriosamente socialero al Inmaduro. Hay uno de ellos que ha llegado a atribuirle militancia en las guerrillas de la década de los sesenta del siglo pasado, sin considerar que el caballero de marras en esa época no pasaba de los 7 u 8 años. Otro, sobre su labor supuestamente magnífica como líder sindical, cuando hasta el occiso le reconocía como un perdedor en esas faenadas y, finalmente, lo alejó de ellas. Finalmente, un tercero que analiza su currículo y prácticamente lo eleva a posgraduado en marxismo leninismo, cuando es ampliamente conocido que si acaso terminó la secundaria.
A los actores colaboracionistas se les ha asignado otro rol. Aparecer en los mítines y demás actos públicos decorando, con su presencia, voces, cantos y gestos, la sarta de cobas de los discursos del elegido por Raúl, que es que manda por ahora en este patio.
Frente a tantas mentiras y mentirosos, el estrés colectivo se potencia y el cáncer y los ACV se vuelven endémicos en Venezuela. Por no decir que la locura lo invade todo.  Para no perder la cabeza y morirse antes de tiempo, lo mejor es abstraerse del entorno cocinando, cantando y escribiendo. Qué es lo que hago. Sin olvidarse de que, en este caso, no puede darse un final feliz. A lo sumo, el período iniciado hace más de 14 años con la falacia de los pobres desatendidos, terminará, en el mejor de los casos, como una tragicomedia como la de la Caperucita Roja  –donde el lobo finalmente es cazado, pero antes se come a la abuelita-.

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