sábado, 21 de octubre de 2017

El fascismo criollo (II)

Capítulo IV
Autoritarismo, fascismo y militarismo

Frente a los golpes del Cono Sur, hubo que replantearse las categorías analíticas utilizadas para la investigación política, por lo cual hubo que cambiar la semántica de las ciencias sociales al referirse estos procesos iberoamericanos, y apareció la sinonimia entre autoritarismo, militarismo y fascismo. Entender el por qué y para qué retornó el fascismo en el Subcontinente es fundamental para poder captar con exactitud su evolución.
La distinción entre autoritarismo y fascismo de Juan Linz –autor de un ensayo sobre el franquismo­– se enriqueció con la interpretación de Guillermo O’Donnell y Philippe Schmitter y su razonamiento sobre los casos argentino y brasileño.[1]
Ellos creyeron necesario vincular dicho retorno con la profundización del modelo capitalista y el imperativo de evitar la rebelión de las masas, lo cual dio pie al nacimiento a los estados burocrático-autoritarios. Empero, como muchos teóricos de izquierda, O'Donnell y Schmitter se equivocaron, de buena o mala fe, al priorizar el desarrollo de un modelo productivo –como lo es el capitalismo– con la simultaneidad de un régimen autoritario.
Allende tuvo a su disposición lo necesario para lograr el crecimiento exponencial de Chile, pero desdeñó la planificación respectiva por que los autores de la misma eran Chicago Boys. Pinochet la aplicó como un catecismo. Como resultado, hoy Chile es el único país emergente que pudiera pasar al Primer Mundo, no porque fuera mandado por un régimen neofascista, sino porque aplicó los postulados de la Macroeconomía a su gobernanza.

Capítulo V
El fascismo en Iberia



Francisco Franco, designado Jefe del Estado por los golpistas, va a asumir su cargo.

Para Linz, el fascismo español se desató en 1936, con la victoria electoral del Frente Popular por casi un millón de votos. Con ella nació la división geopolítica de España, que perduraría hasta el final de la guerra civil.
Castilla la Vieja, León y Navarra votaron a favor de la derecha, mientras que en las ciudades, la periferia y las zonas latifundistas el triunfo del Frente Popular fue aplastante. Este irreconciliable cisma y los acontecimientos acaecidos después del primer gobierno frente–populista –en realidad estrictamente republicano, dada la ausencia de los socialistas– llevaron al país a la guerra civil.
Por su parte, la derecha y la extrema derecha entraron en acción con atentados y manifestaciones violentas, mostrando la intención real de su política. Aquí fue donde más falló el gobierno republicano, pues no pudo o no quiso incapaz neutralizar o paralizar estas hostilidades. Tanto los tradicionalistas como la Falange Española, unida después con José Calvo Sotelo, anticiparon desde el comienzo la intención derribar al régimen republicano, y sólo faltaba la aquiescencia de militares dispuestos a sublevarse.
El levantamiento militar produjo dos consecuencias importantes, imprevistas para ambos bandos. La primera, una guerra civil de tres años; la segunda, revolución social sobre el dilatado territorio de la España leal a la República.
Lo sucedido en España en 1936 y en Argentina desde el primer mandato del coronel Juan Domingo Perón en 1948 y la adopción del populismo –otra versión del fascismo–, acabó con la fantasía que equiparaba la modernización industrial con la democracia, pregonada, entre otros, por los estudiosos norteamericanos Gabriel Almond y James Coleman[2], al comparar los sistemas políticos en África, América Latina, Asia y el Levante.
Si bien el alzamiento militar dejó atónito al gobierno –que presidía Santiago Casares Quiroga desde que Manuel Azaña había asumido la jefatura del Estado–, no menos estupefactos se quedaron los militares, quienes no esperaban la resistencia que el pueblo y parte de las FFAA les opusieron.
Sólo Navarra en pleno y algunas ciudades castellanas secundaron inmediatamente al alzamiento nacionalista. Sevilla cayó gracias a la audacia del teniente general Gonzalo Queipo del Llano quien, con un contingente reducido redujo la resistencia en la capital andaluza, uno de los baluartes frente–populistas, e inició una fuerte represión que dejó 3.028 bajas mortales de julio de 1936 a enero de 1937.
Algo similar pasó en Oviedo. Pero las tres cuartas partes del territorio español escaparon inicialmente a la sublevación. Y Galicia se habría podido mantener republicana, de no ser por el desconcierto y la pésima actuación del gobierno en los primeros días.
Pese a que no tardó mucho en ostentar la jefatura, Francisco Franco esperó hasta abril de 1937 para dotar al nuevo Estado de contenido político y jurídico. Su cuñado, Ramón Serrano Soler, fue el inspirador de la nueva formulación jurídico–política. Partiendo de los presupuestos doctrinales e ideologías nacionalistas, Serrano visualizó un partido unificado y fuerte como eje esencial de la nueva España.
La Falange Española y la Comunión Tradicionalista fueron los pilares de dicha unificación. Y así apareció la versión fascista en Iberia, adoptada también por Antonio Oliveira Salazar en Portugal desde 1932 a 1951, y cuyo éxito fue innegable, al conservar el poder vitalicio para ambos gobernantes.

Capítulo VI
La represión y el posmodernismo

Con el asalto al poder de los militares sudamericanos, la obra de Joao Ferés[3] se focaliza en por qué la represión autoritaria surgió, paradójicamente, en los  países más avanzados de la región.
Lo escrito por O'Donnell y Schmitter resulta insuficiente para entender lo sucedido en Chile y Uruguay, o delinear los perfiles de las experiencias argentina y brasileña.
Partiendo de la concepción del Estado burocrático-autoritario, surgieron, simultáneamente, las hipótesis del autoritarismo y del fascismo que renacía de sus cenizas, un regreso tan inesperado como agresivo. La interpretación del fascismo iberoamericano nació con un acercamiento comparativo de Nicos Poulantzas[4], por cierto marxista, del fascismo europeo.
La primera luz roja que alertaba sobre el renacimiento fascista en la posguerra se prendió en Europa con el golpe de Estado de los coroneles griegos en 1967 y la aparición de los partidos neonazis.
María Macciocchilo juzga así–: Después de 1968, las  generaciones jóvenes no se percataron que el fascismo no había desaparecido con la II Guerra Mundial y la derrota militar. La burguesía capitalista  volvió al asalto, dispuesta a todo para detener el  movimiento del “Mayo francés” de 1968 y el “Otoño caliente” de 1969 en Italia […] Esta  generación no vio llegar a la revolución, sino a la contrarrevolución, y el fascismo se les vino encima no como un fantasma del pasado, sino como un peligro del presente.[5]
Por otro lado, Pinochet en Chile exacerbó el clima emocional, las visiones apocalípticas del fascismo aprobado e impulsado por el Secretario de Estado de EEUU, Henry Kissinger, y la CIA.
Leopoldo Zea, adalid de esa corriente crítica, aseguró–: Fue el golpe  de los gorilas chilenos de 11 de septiembre de 1973 lo que relanzó al fascismo. Un fascismo que regresó con la mayor ferocidad. Verdaderamente se trató de un regreso, pues nunca estuvo ausente, derrotado o vencido. Los  vencidos fueron sus  primeros oficiantes en Europa […] La  diferencia entre entonces y ahora es que epicentro no se ubica en Berlín sino Washington.[6]

Capítulo VII
El  fascismo en el resto de América Latina

Quienes perciben el fenómeno como una conspiración fascista internacional, señalan tres variantes:
1.     La primera, que niega la trasposición del fascismo desde Europa, y prefiere términos más generales para referirse a ella como procesos de fascistización o anteproyectos fascistas.
2.     La segunda, que asegura que en su renacer se recupera la idea original del fascismo, adaptándolo a las peculiaridades de América Latina, y lo llaman fascismo-dependiente o atípico.
3.     La última, que cuestiona todo parecido de las dictaduras iberoamericanas con las tiranías europeas, y reclama especificidad propia para las sociedades iberoamericanas.
Entre el primer grupo de investigadores están quienes identifican el carácter fascistizante de los regímenes militares latinoamericanos como elemento clave.
Agustín Cueva cree que estos gobiernos son fascistas, pero el economista boliviano René Zavaleta Mercado[7] prefiere describirlos como dictaduras militares de orientación fascista.
Cueva considera que–: América Latina es victima de la fascistización, impregnada por terror y la barbarie, y en esto último poco se distingue del fenómeno análogo acaecido en los países europeos […] En Brasil se aplicó, implacable y sistemáticamente, un esquema de  dominaci6n  militar  tecnocrático, con indiscutibles caracteres fascistas, inequívocamente al servicio del imperio americano […] En Chile, ante el avance de la clase obrera, fue la  reacción del capital monopolístico que, en la fase de fascistización anterior al golpe de Estado, movilizó a las masas, apelando a amplios sectores de la pequeña burguesía y la clase media.[8]
Como O'Donnell, Cueva también se equivoca al intentar subsumir la realidad objetiva en un contexto marxista leninista, que como práctica macroeconómica resulta un fiasco aunque luzca muy bonita en negro sobre blanco.
Los dirigentes chinos y vietnamitas demostraron que el capitalismo salvaje, para empoderarse y mantenerse en el pode de un régimen comunista, funciona–: No importa el color del gato, sino que cace ratón.[9] Además, en Chile,  primero fue Pinochet y después la economía de mercado.
La segunda categoría analítica se aproxima más al tema, pues incorpora directamente el fascismo dentro del paradigma político iberoamericano.
Theotonio Dos Santos es quien mejor se adentra en el tópico. Dos Santos diferencia entre movimiento y estado fascista. Califica su origen según provenga de la ocupación extranjera o de un golpe de Estado militar. Admite la posibilidad de que un movimiento fascista acceda al poder sin convertirse a posteriori en Estado fascista o cubrirse con sus formas parciales.







[1] Guillermo O´Donel y Philippe C. Schmitter: Transiciones desde un gobierno autoritario (1990)
[2] Gabriel Abraham Almond y James Smoot Coleman: La política de las áreas en desarrollo
[3] Feres, João: História do conceito de Latim America nos Estados Unidos (2005)
[4] Poulantzas, Nicos:  Fascisme  et   Dictature (1974)
[5] Macciocchi, María:   Eléments   pour une  analyse  du   fascisme (1976)
[6] Zea, Leopoldo: Fascismo dependiente en Latinoamérica (2008)
[7] René Zavaleta Mercado: El poder dual en América Latina –Estudio de los casos de Bolivia y Chile (1974).
[8] Cueva, Agustín: La fascistización de America Latina y Teoría social y procesos políticos en América Latina (1979).
[9] Frase de Deng Xiaoping, autor del Milagro chino.

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