sábado, 21 de octubre de 2017


El fascismo Criollo (...y VI)

Capítulo XV
Las tres patas del foropaulismo

La primera pata del foropaulismo es la cubanización de la educación, cuya estrategia se sinteza así:
Venezuela necesita su propia Revolución Cultural [] Lo primero es la liquidación total del analfabetismo; el segundo la conversión de todas las escuelas públicas en Escuelas Bolivarianas. Otros pasos son [] reeducar a los maestros para crear una nueva mentalidad, formada en los objetivos de la Revolución [] reformar las universidades y los institutos superiores en función de las exigencias de la transformación del país, crear una conciencia socialista nueva, patriótica, culta e innovadora [1]



Rodrigo Londoño, alias Timochenko, líder del brazo productivo de las FARC

La segunda es la expropiación de la tierra:
La reforma del régimen de propiedad de la tierra, con el propósito de liquidar definitivamente al latifundio y asegurar la tenencia de la tierra para los productores del campo [] Ahora debe asumirse la tarea de cambiar las relaciones de producción y propiedad en el campo. No para una reforma agraria al estilo de la vieja política, sino para crear una economía rural sana y productiva, desarrollar una agricultura de vanguardia, apoyada en los aportes de la ciencia y la tecnología; promover formas colectivas y cooperativas de producción en el marco del respeto a la propiedad privada productiva.[2]
La invasión de terrenos en plena producción fue alentada por Chávez desde el inicio de su mandato. Esta política semioficial del Ejecutivo no sólo despojó de las tierras a sus legítimos propietarios, unas 300 mil hectáreas aproximadamente, sino que también devastó extensas áreas verdes, parques nacionales y reservas forestales. Además, esta violencia rural condujo a enfrentamientos entre invasores y hacendados, con centenares de víctimas mortales. En algunos casos, como en Táchira y Mérida, aparecieron bandas de forajidos, con apoyo oficial, que prohibían o autorizaban invasiones, según se recibieran o no coimas de los terratenientes. En otras entidades, como Guárico y Portuguesa, hubo grupos de exterminio ­–con el apoyo y el concurso de la policía local– que mataron a más de cien granjeros, sin que nunca se juzgara a los indiciados por la muerte o desaparición de los testigos.
Reinaldo Cervini, considerado un empresario de izquierda, declaró públicamente que la mafia colombiana había deforestado, impunemente, más de 170 hectáreas de su finca del Estado Falcón, que recibía a diario amenazas de secuestro y muerte para evitar que revelara estos hechos públicamente y que ni regalada querría una propiedad en el Estado Apure. [3]
La tercera pata del trípode es la estrategia revolucionaria propiamente dicha:
Los objetivos patrióticos, nacional–democráticos, se alcanzarán en esta etapa mediante una dirección justa, la organización del pueblo, la unidad de los patriotas y la alianza cívico–militar, atrayendo a nuestro lado a todos los venezolanos progresistas, ganando o neutralizando a los sectores del centro, aislando a las camarillas derechistas y descargando el golpe principal de la lucha sobre la dirección contrarrevolucionaria.[4]
En el texto analizado figuran numerosas alusiones a esta etapa, lo cual presuponía la existencia de otras etapas. ¿Cuáles eran? ¿Cuándo se ejecutarían? Quizás habría que vincular esta reflexión con una de las afirmaciones más reiteradas en el discurso de Chávez: ¡No hay marcha atrás!
Es posible que Nicolás Maduro, el presidente obrero[5], haya intentado llevar a cabo las otras etapas de la Revolución. Pero ahora tiene un límite que le resta el apoyo global,  pues la chequera que camina por América Latina se quedó sin fondos.


 Capítulo XV
La haitianización de Venezuela

Ya no hace falta una siniestra conjura para sustraerle a Venezuela sus  activos pensantes. Emigran a diario, por cuenta propia, como balseros del aire, y no exclusivamente a EEUU o la Unión Europea, sino a Argentina, Australia, Canadá, Chile, China y otros destinos, pues presienten que el país va, derechito, a su haitianización.
A finales del Siglo XVIII Haití era colonia más próspera del Nuevo Mundo, en la cual Francia había colocado dos tercios del total de sus inversiones foráneas. Contaba con una población de 600 mil habitantes y no sólo producía sus propios alimentos, sino que exportaba millones de toneladas al año de algodón, azúcar, cacao, café e índigo; un comercio que generaba ocupación para más de 80 mil marinos y obreros portuarios, quienes manejaban el traslados de estos bienes entre América y Europa, empleando para ello a más de 700 buques. Haití había sido pionero en América al abolir la esclavitud, en 1794, y sus pobladores percibían un per cápita diez veces mayor que el de los suizos.
Haití era tan importante entonces para Francia que Napoleón, pese a que se desprendió sin reparos de Luisiana, no quiso quedarse sin su Isla Mágica. Para impedirlo, envió en 1801 a 15 mil legionarios comandados por el general Charles Leclerc, su cuñado, contra la insurgencia encabezada por el liberto François Dominique Toussaint–Louverture.
Aunque Toussaint–Louverture firmó la paz con Leclerc, Francia traicionó el acuerdo, apresó y encarceló al jefe de la revuelta, dejándole morir de mengua en el Fuerte de Joux, La Cluse-et-Mijoux, cerca de Pontarlier. Acicateados por el rumor de que Napoleón se proponía restaurar la esclavitud en Haití y el resto del Caribe Francés, Jean–Jacques Dessalines y Henri Christophe reiniciaron la rebelión y retomaron su liderazgo, logrando derrotar a la fuerza expedicionaria en 1803, aunque un remante de la Legión Extranjera permaneció en el país hasta 1809.
Aún después de la Independencia –fue el segundo país de América que la obtuvo–, Haití seguía siendo tan rico que Bolívar, a la caída de la I República, consiguió en la Isla fusiles, dinero y efectivos para reiniciar su gesta.[6]
¿Qué pasó después?
Lo mismo que le sucedió a Venezuela después de la Guerra Federal del Siglo XIX y lo que le está pasando ahora, en pleno Siglo XXI, con el proyecto antiglobalista, racista y geopolítico de Castro, Chávez y Maduro.
En vez de insertarse dentro de la economía mundial de la época, Haití decidió destruirse a sí mismo, en una lucha para purificar la raza que acabó, primero, con 32 mil blancos residentes en la isla y, segundo, con sus 24 mil mulatos.
Al quedarse sin los unos y los otros, los negros comenzaron a matarse entre ellos. En 1882, cuando se hartaron de su propia sangre derramada, invadieron y ocuparon a la República Dominicana, imponiendo una cruel dictadura durante 22 años, y que terminó con una rebelión nacional, la cual expulsó a los invasores al tercio de la Hispaniola de donde provenían.
A partir de 1843 y hasta 1915, Haití sumó 20 presidentes, 16 de quienes fueron asesinados o derrocados por golpes violentos. En 1915, Haití fue ocupado militarmente por EEUU, que alegó razones humanitarias para hacerlo y se amparó en la Doctrina Monroe para justificarlo legalmente. En 1934 los norteamericanos se retiraron de Haití, pero continuaron controlando las finanzas y  la administración públicas hasta 1947. Los marines volverían dos veces más durante el Siglo XX para poner orden en la casa, hasta que los cascos azules dela ONU se encargaron de la gendarmería haitiana.
En 1937, para aleccionar políticamente a sus opositores sin tener que ejecutarlos, Rafael Leónidas Trujillo, al frente de la policía y el ejército, masacró a miles de negritos del batey[7], quienes trabajaban pacíficamente en los cañamelares e ingenios azucareros fronterizos. Al déspota le impusieron una multa de 3 millones 400 mil dólares a favor de lo familiares de las 10 mil víctimas estimadas –340 dólares por cabeza–,monto del cual sólo canceló la cuota inicial, pues demostró que la cuota inicial enviada Haití se la habían embolsillado los militares haitianos.
Pero la tragedia de Haití no terminó allí.
Después de sendos gobiernos elegidos por voto popular, en 1946 una junta militar asumió el poder y el más destacado de sus miembros, Paul Magloire, fue designado Presidente de la misma hasta 1956, fecha en la cual sus compañeros de mando le destituyeron.

François Duvalier, alias Papá Doc, el más satánico de Latinoamérica

En 1957 François Duvalier, médico graduado en La Salpetrière –la famosa Escuela de Medicina de la Universidad de París–, quien había trabajado en los hospitales de los marines yanquis, fue electo en un plebiscito, ¡y así continuó el horror!
Para afianzarse indefinidamente en el mando, Duvalier creó a su propia guardia pretoriana, los Tontons Macoutes, y se autonombró jefe supremo del vudú, secta animista de origen africano a la cual convirtió en religión oficial del Estado. Provisto de estos dos instrumentos, la represión y la religión, Papá Doc  sumió al pueblo haitiano en la más profunda ignorancia, miseria y terror.
La educación primaria, libre y obligatoria, se transformó en un privilegio para la clase dominante, que podía enviar a sus hijos a estudiar fuera. El francés dejó de ser el idioma coloquial, y fue sustituido por el patois creole, dialecto que, entre otras características, impedía a los periodistas extranjeros entender las denuncias de las víctimas del régimen.
Los profesionales emigraron en masa, y muchos de ellos se fueron las naciones emergentes africanas. Los menos afortunados migraron a los países vecinos, Dominicana, EEUU, Jamaica, donde nunca fueron bien acogidos. Al final, Haití se convirtió en uno de los países más pobres del planeta, dependiente de la ayuda internacional para subsistir.
¿Acaso Venezuela está exenta de tal involución?
A medida los gobiernos de la IV República no satisfacían las expectativas de los electores, muchos venezolanos creyeron que los militares representaban la reserva moral e intelectual del país, pues, en su mayoría, eran honestos y se habían diplomado en las mejores  institutos superiores de Venezuela y el mundo.
Las chicas de clase media soñaban en empatarse con un cadete–: La Marina tiene un barco, la Aviación tiene un avión, vamo’a ver a los cadetes que hoy están de graduación.[8] Quienes visitaban Fuerte Tiuna o alguna otra instalación militar importante del país, soñaban conque aquél orden, limpieza y cuidado imperantes en el entorno castrense se extendieran, algún día, al resto del territorio nacional.
Chávez también mató esas ilusiones.
La cúpula militar demostró que se fajaba por el récord mundial de corrupción, echando mano descaradamente al botín de las empresas del Estado y a manejar el narcotráfico. El desorden generalizado, tolerado y hasta promovido a veces por Miraflores, convirtió a Caracas en una de la ciudades más embochinchadas, inseguras y sucias del planeta, y pudo constatarse que el 80% de los venezolanos había regresado a la pobreza crítica y extrema, cuando se descubrió que las cifras suministrados a las FAO por el régimen chavo madurista eran falsas:
A pedazos se cae el país. Los bachaqueros[9] se adueñan de Sabana Grande, la gente hace sus necesidades en la calle, invade terrenos, construye ranchos junto a la autopista. Todos esgrimen idénticos mensajes: la necesidad económica, la razón social, el mismo que les repiten sus gobernantes. Abiertamente se proclama que las sentencias judiciales y amparos deben ser cumplidas cuando sean injustas, a criterio del ciudadano, el funcionario, el partido. Nunca en los famosos 40 años de la IV República el país soportó tal descomposición, pese a que ahora permanezcan callados quienes tanto hablaban de “anomia”. El auge de la inseguridad tiene una relación directa con esa sensación de descomposición, de inexistencia de la ley, de impunidad de todo tipo, intelectual, política, moral.[10]
Según el pensamiento estratégico chino, que tanto atraía a Chávez–: Si las instrucciones no están claras, si las órdenes no han sido explicadas, tiene la culpa el comandante. En cambio, si las instrucciones están claras y las órdenes han sido explicadas, mas no se ejecutan conforme a la observancia, los oficiales son los responsables.[11] O como dicen los latinistas: Nadie puede alegar en su descargo su propia torpeza.
 Epílogo

Si alguien me preguntara hoy qué debe hacer Venezuela para superar la tragedia que vive, le respondería, con la mayor sinceridad, que sólo se me ocurre lo que no se puede seguir haciendo, ni un segundo más. Al costo de lo que sea, el país debe movilizarse y desmontar el siniestro y destructor aparato montado por Chávez y Maduro, siguiendo las órdenes precisas de la tiranosauría cubana.
Quiero dejar en el aire dos orientaciones al respecto, una económica y otra filosófica que, en el fondo, son convergentes:
1.    El desafío marxista-leninista, las crisis económicas y las críticas de G. Mosca (1896) y de R. Michels (1911) relativas a la ficción de la representatividad hacen que el régimen liberal acepte incrementar, paulatinamente, la incorporación de las masas obreras en el juego político y la intervención del Estado en la dirección de la economía. La revolución rusa (1917) y la profunda crisis económica (1929) condujo al compromiso político denominado Welfare State, mediante el cual la lucha pacifica –negociada– por el reparto de la renta nacional, con la mediación del Estado sustituyó a la confrontación de clases. Esta politización de la economía o democracia keynesiana logró que los asuntos del espacio político, básicamente los electorales, se tratasen con mecanismo similares a los del mercado. Un intermediario de la mediación estatal es la burocracia, la cual trata por todos los medios de hacerse indispensable […] Paralelamente, bajo la dirección de Lenin y Stalin en la URSS y bajo Mussolini, Hitler en Alemania y Mussolini en Italia, la organización social bajo un partido único y la concentración de las actividades económicas mediante estatales monopólicas o bajo supervisión inmediata del Estado, llevó a los regímenes hegemónicos o totalitarios. Para mantenerlos, estos regímenes tuvieron que extender su control hasta la esfera privada y cotidiana del individuo. Todas las actividades sociales y culturales se incluyeron abusivamente dentro del espacio político, eliminando, por amenazante, cualquier residuo de libertad […] En los regímenes autoritarios, ya fueran de izquierda –socialistas– o de derecha –dictatoriales– el ciudadano es un agente pasivo, obediente y receptor de los beneficios acordados subjetivamente por la burocracia estatal. El único régimen opuesto a las prácticas totalitarias y que simultáneamente orientado a superar los déficits de los regímenes liberales y keynesianos –ingobernabilidad– es el que fortalece la capacidad autogestión de! ciudadano para alcanzar sus aspiraciones y satisfacer sus necesidades; el que apoya la libre asociación de los individuos y reconoce la importancia de sus acciones y propósitos, aún siendo minorías. En dicho régimen el ciudadano no es un actor pasivo sino  agente activo que no espera que el Estado solucione sus problemas o satisfaga sus aspiraciones con recetas preconcebidas. En este régimen se estimula la creatividad y el desarrollo del ser humano, sin distinciones de ninguna clase.[12]
2.          Para el humanismo, la civilización consiste en desarrollar el valor individual, intelectual y moral del ciudadano: la persona constituye el centro de la Ley; la sociedad implica una asociación de hombres libres, de la cual emerge el Estado. La soberanía está representada por la voluntad de la mayoría y, por lo tanto, resulta esencialmente dinámica. La labor principal del Estado es garantizar el respeto a los derechos humanos. Lo único que se le exige al individuo es que se comporte como ciudadano, en lógica contrapartida a los derechos que posee […] El totalitarismo, en cambio, aspira a imponer, por cualquier medio –aún el electoral–, una ideología admitida como fe que  repudia las libertades individuales y representa, por consiguiente, una manera de pensar antagónica al humanismo, sobre el cual se basa el sistema democrático […] En los estados totalitarios lo importante no es la persona, sino el colectivo. Sólo éste posee derechos: los individuos no, a menos que la sociedad se los conceda expresa y graciosamente. Quienes no aceptan como prioritario el interés colectivo deben ser extrañados o, sencillamente, ejecutados. La soberanía popular resulta ficticia en los regímenes totalitarios. pues la  detenta una minoría –el cogollo del partido–; que, a la vez, está representado en un líder supremo […] El totalitarismo es siempre una forma de gobierno dictatorial u oligárquico; pero se niega a reconocerlo, e intenta presentarse como una democracia, buscando a veces la legalidad en su origen, mediante el sometimiento de su propuesta al proceso comicial. Sólo cuando está seguro de que el apoyo recibido no compromete a futuro la gobernabilidad del régimen, asume la omnipotencia en nombre del pueblo […] El totalitarismo pretende poseer una verdad incuestionable, la cual le fue revelada a su líder máximo. Quien no la siga, es un herético y merece la muerte o, al menos, la expulsión del colectivo y el ostracismo. El totalitarismo es una ideología social; aspira a establecer un colectivismo igualitario y esto es lo que explica sus métodos sanguinarios, pues se ve obligada a suprimir al adversario, aunque su oposición sea sólo opinática y sea cual fuere su condición socioeconómica o sociocultural: «Ser diferente es ser indecente.[13]
Venezuela fue expulsada de Mercosur por violar principios éticos fundamentales como el respeto a los derechos humanos, el imperio de la Ley, la independencia de los poderes públicos y el sometimiento a la Constitución; se salió de la OEA, la Comunidad Andina y el G–3; algunos miembros de su cúpula de poder figuran en las listas de personas requeridas por la CIA, la DEA e Interpol; los miembros del gobierno madurista han sido sancionados por Canadá, EEUU y la Unión Europea.
Maduro no deja que entre ayuda al país para paliar la escasez de alimentos y medicinas, pues no quiere reconocer que hay crisis humanitaria, y la única que se pudo colar, gracias a Caritas, fue robada por el gobierno para ser vendida a los tarjetahabientes del Carnet de la patria que presenten un certificado expedido por los dispensarios dirigidos por paramédicos cubanos.
Esta es la cosecha del aquí y el ahora de quien fuera uno países más rico de Sudamérica, lanzado por el fascismo criollo a un abismo por cuyo fondo aún no se vislumbra.
Bibliografía

Gabriel Abraham Almond y James Smoot Coleman: La política de las áreas en desarrollo
Marco Antonio Almazán: El rediezcubrimiento de México
M. Amilibia y F. Montes: Introducción a “El arte de la guerra” de Sun Tzu
Joaquín Arrarás: Historia de la II República Española (Tomo I)
Y.F. Avdakov, y F.Y. Poliansky: Historia económica de los países capitalistas
Sharon Begley: Religion and the brain
Napoleón Bonaparte: Comentarios a “El Príncipe” de Maquiavelo
Atilio Borón: Empire and Imperialism
Allan Brewer–Carías: Cambio político y reforma del Estado en Venezuela
Federico Brito Figueroa: Historia Económica y Social de Venezuela (Tomo III)
Pierre Broué y Émile Témime: La revolución y la guerra de España
Cambridge University Press: Historia del mundo moderno (Tomo XII)
Carlos Capriles Ayala: Pérez Jiménez y su tiempo
Fidel Castro Ruz: Discurso de clausura del Foro de Sao Paulo
Armando Cassigoli: Fascismo  típico y fascismo atípico
Cedillo, Juan Alberto: Vida y obra de una espía nazi en México
José Luis Cordeiro: Benezuela versus Venezuela
Humberto Cuenca: Imagen literaria del periodismo
Cueva, Agustín: La fascistización de América Latina y Teoría social y procesos políticos en América Latina
Diario El Nacional, Caracas
Diario El Nuevo Herald, Miami
Diario El País, Madrid
Diario El Tiempo, Bogotá
Diario El Universal, Caracas
Diario Granma, La Habana
Diario La Nación, Buenos Aires
Diario Reforma, Ciudad de México
Diario Tal Cual, Caracas
Theotonio Dos  Santos: Socialismo y  fascismo en America Latina hoy
Emisora Globovisión, Caracas
Emisora Televén, Caracas
Emisora Televisión Española Internacional,
João Feres: História do conceito de Latim America nos Estados Unidos
Vivianne Forrester: El horror económico
Frederick Forsyth: Génesis de una leyenda africana, la historia de Biafra
Carlos Franqui: Vida aventuras y desastres de un hombre llamado Castro
Juan Bautista Fuenmayor (como Norman H. Dupray): Aves de rapiña sobre Venezuela
Francis Fukuyama: El fin de la Historia y el último hombre
Luis García Planchart: Venezuela – Estado de excepción
García Ponce, Guillermo: Características de la Revolución Democrática Bolivariana
Garrido, Alberto: De la guerrilla al militarismo
Roberto Giusti: Como alma en pena y Entrevista al Comandante Laíno
Globovisión
Laureano Gómez: El final de la grandeza
Sebastián Haffner: La dimensión de Hitler
Stephen Hawking: A brief history of time
David Irving: La guerra de Hitler
William Izarra: En busca de la revolución
William James: Pragmatismo
Iván Darío Jiménez Sánchez: Los golpes de Estado desde Castro hasta Caldera
Jan Johansen y Thomas Mathiesen: A War in the name of freedom?
Paul Johnson: Tiempos modernos
C. J. Jung y C. Kerénkyi: Essays on a science of mithology
Marcos Kaplan: ¿Hacia un fascismo latinoamericano?
Francisco Kerdel Vegas: La diáspora del saber
Catherine Lamour y Michel  Lamberti: La nueva guerra del opio
Vladimir Lenin: Obras escogidas (Tomo I)
Edward Luttwak: Diccionario de la guerra moderna
Masó, Fausto: El método del discurso
Mata Mollejas, Luis: Tu futuro político
Nicolás de Maquiavelo: El príncipe
María Macciocchi: Eléments  pour une analyse du  fascisme
Herbert Marcuse: La agresividad en la sociedad industrial avanzada
William Manchester: El César americano
William Masters, Virginia Johnson y Robert Koldony: La sexualidad humana, Tomo II
Fausto Masó: El método del discurso
Guillermo Morón: Historia de Venezuela (Tomos I-IV)
Octavio Neira: Explorando las sexualidades humanas
José Rafael Núñez Tenorio: Introducción a la ciencia
Richard O’Connor: Los barones del petróleo
Guillermo O´Donell y Philippe C. Schmitter: Transiciones desde un gobierno autoritario
Román Orozco: Cuba Roja
José Ortega y Gasset: La rebelión de las masas
Camilo Ortiz: Teoría de la raza superior de Hitler – Justificación de lo injustificable
Guillermo Pacanins: Nuestra aviación, 1920—1970
José Antonio Páez: Autobiografía
Peregil, César: La herencia oscura del Paraguay
Marvin Perry: Western Civilization – A brief History
Karina Pimentel: Guía Ecoturística de Venezuela
Jacques Pirenne: Historia Universal
Tomás Polanco Alcántara: José Antonio Páez, fundador de la República
Karl Popper: La miseria del historicismo
Nicos Poulantzas: Fascisme et Dictature
Alberto Quirós Corradi: Hacia una nueva política
Carlos Rangel: Del buen salvaje al buen revolucionario
Jean François Revel: La tentación totalitaria y Cómo terminan las democracias
Revista Bussiness Venezuela
Revista Newsweek
Revista Primicia
Irene Rodríguez Gallad y Francisco Yánez: Cronología ideológica de la nacionalización petrolera venezolana
Manuel Rodríguez Lapuente: Historia de Iberoamérica
Maxim Ross: Para salir de Chávez
Alain Rouquié: El estado militar en América Latina
Ramón Tamames: Ecología y desarrollo y Estructura económica internacional
Alvin y Heidi Toffler: Las guerras del futuro
Alvin Toffler: El cambio de poder
John Toland: Adolf Hitler (Volumen I)
Mao Tse Tung: Las contradicciones
Heinz Trutz Rendtorff y Eduard Todt: Teología de la revolución
Sun Tzu: El arte de la guerra
Víctor Von Hagen: La amante inmortal
Noah Webster: Webster's New Twentieth Century Dictionary
Tim Weiner: Legado de cenizas – Historia de la CIA
Bertram Wolfe: Marxismo – Cien años en la vida de una doctrina
Charles Wright Mills: Los marxistas
Adam Ulam: Stalin
René Zavaleta Mercado: El poder dual en América Latina – Estudio de los casos de Bolivia y Chile
Leopoldo Zea: Fascismo dependiente en Latinoamérica
Hugo Zemelman: Acerca del fascismo en América  Latina
Carlos Zubillaga: La marginalidad sin tabúes ni complejos




[1] García Ponce, Guillermo: Características de la Revolución Democrática Bolivariana (2001).
[2] García Ponce, Guillermo: Ibídem.
[3] Diario El Universal, Caracas (30/09/00).
[4] García Ponce, Guillermo: Ibídem.
[5] Más bien debería llamarse reposero pues, durante su limitado servicio como chofer del Metrobus de Caracas, fue mayor el tiempo que pasó ausente por permisos de reposo médico que las horas dedicas al trabajo.
[6] Cordeiro, José Luis: Benezuela vs. Venezuela, conferencia en Fedecámaras, Caracas (23/05/01).
[7] Haitianos contratados a destajo, estacionalmente,  para las zafras azucareras.
[8] Letra de una famosa guaracha de Luis María Billo Frómeta.
[9] Antiguos buhoneros, hoy vendedores de alimentos, medicinas y productos escasos a precios de mercado negro.
[10] Masó, Fausto: El método del discurso; en Diario El Nacional. (26/05/01).
[11] Tzu, Sun: El arte de la guerra (1990).
[12] Mata Mollejas, Luis: Tu futuro político (2017).
[13] García Planchart: Venezuela – Estado de excepción (2002)

No hay comentarios:

Publicar un comentario